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lunes, 3 de marzo de 2014

ARCO: un puente al mundo

Panorama. Más allá de las ventas, la presencia en la feria de arte de Madrid ayuda a posicionar a los artistas argentinos en el mercado global.

POR ANA MARIA BATTISTOZZI

Desde Madrid


CRISTALES DE AZUCAR. Sugared II, de Jiri Geller.
CRISTALES DE AZUCAR. Sugared II, de Jiri Geller.

¿Cuáles son las motivaciones del coleccionismo? ¿Curiosidad, ansias de conocer o de poseer? A esa actividad milenaria que participa un poco de todo eso pero tanto más de la afirmación de poder, van dirigidas las mayores energías de las ferias de arte que hoy proliferan a escala planetaria. La madrileña ARCO, que acaba de concluir el domingo que pasó, no es una excepción. En uno de los foros de coleccionismo de la feria, la crítica española Estrella de Diego recordó ante un panel que integraron Aníbal Jozami, Javier Llumberas y la coleccionista polaca Grazyna Kulczyc que dos eminentes investigadores de la conducta humana como Lacan y Freud, siendo coleccionistas ellos mismos no habían escrito una línea sobre esta cuestión.
Sea como fuere y más allá de sus razones, el coleccionismo global es hoy el gran motor de las ferias y hacia él se dirigen todos los cantos de sirenas. La edición de ARCO este año decidió tomar el toro por las astas. Y casi por aquello de que si hay miseria que no se note decidió convocar a los coleccionistas y curadores de toda estirpe y lugar. Tanto a los que empezaron a brotar como hongos al ritmo de las nuevas fortunas en países emergentes como a los tradicionales del resto de Europa y los Estados Unidos. Desde ya que los españoles, que acompañaron el crecimiento de ARCO desde sus comienzos a principios de los 80, fueron los primeros convocados. Pero lo cierto es que al momento de los balances al caer el domingo, la mayoría de los galeristas coincidía en que gracias a la afluencia de los coleccionistas de otras partes la feria había encontrado un equilibrio ya que los españoles habían mostrado una extrema cautela a la hora de decidir sus compras. Y no es que la crisis los desgarre pero aún no saben hacia dónde irán las cosas a mediano plazo.
Pero en cierto modo esa misma circunstancia favoreció a las dos galerías argentinas que se presentaron en el Programa General, el más tradicional y consolidado. Las dos trajeron artistas con importantes trayectorias y valores relativos bastante razonables. Estela Totah, de Del Infinito, evaluaba el domingo el acierto de haber dedicado su stand íntegro a Julio Le Parc. Con la difusión que ha tenido la obra del cinético argentino –en el último año tuvo una muestra en el Palais de Tokio, una intervención lumínica en la Place de la Concorde y otra muestra en la Fundación Daros Río– la oportunidad no era para despreciar. Así, al promediar la jornada de cierre tenía siete piezas reservadas que, si todo cerraba, se encaminarían con destinos diversos. Su stand tuvo también un espaldarazo mediático: con imagen a todo color fue tapa del ABC Cultural . Por su parte Jorge Mara, que vistió su amplio stand con obras de mediano y gran formato de Sarah Grilo, Eduardo Stupía, Carlos Arnaiz, Ana Sacerdote, Fidel Sclavo y Macaparana, analizaba sus propios resultados a la luz de varios aciertos. Uno de ellos sin duda es la presencia sostenida que supo mantener a lo largo de años. Los seguidores de ARCO lo saben apreciar reconociendo a su galería y sus artistas. Otro es percibir que muchas colecciones privadas y públicas del mundo están armando conjuntos de arte latinoamericano y apuntar en esa dirección. “Los valores del arte brasileño para muchos ya se han vuelto imposibles –dijo en alusión a los números de Beatriz Milhazes, Adriana Varejao o Tunga. En ese marco los artistas rioplatenses, no sólo son buenos y los respaldan importantes trayectorias sino que sus precios todavía son accesibles”. Así vendió varias de las obras pequeñas que trajo pero fundamentalmente dos que justificaron su presencia en ARCO: el imponente Sarah Grilo de 1970 que ubicó estratégicamente en la pared exterior y pasará a integrar una importante colección española y el Stupía que desde un lugar similar logró entusiasmar a una joven pareja mexicana que a comienzos de 2015 abrirá un museo para albergar su colección. Desde que Mara tomó la obra de Stupía ésta experimentó un notable reconocimiento internacional. En parte por su ingreso a instituciones como el MOMA y su participación en la Bienal de San Pablo pero también por su presencia en sucesivas ferias. Exhibiciones como Fragmentos de un diario , que presenta ahora en el Círculo en Bellas Artes en diálogo con textos de Ricardo Piglia completan esa estrategia de difusión aquí y allá.
Otro que ha optado por las ferias como principal apuesta para sostener su actividad es Ignacio Liprandi, y al parecer le va muy bien. Aquí se presentó en el apartado Opening –para galerías que no tienen más de siete años– con unas preciosas piezas de Claudia Fontes, dos obras de Tomás Espina, un trabajo de Adriana Bustos y unas tintas de Rita Ponce de León.
Mucho más que ventas
En esta edición que la feria dedicó a Finlandia, la presencia argentina se vio fortalecida respecto de otros años. No sólo porque cinco de sus artistas participaron con sus galerías en los Solo Projects, apartado que desde hace cuatro años busca restaurar vínculos con América Latina. Sino porque muchos argentinos tienen presencia en galerías que no lo son. Tal el caso de Mauro Giaconi que desde 2011 vive en México y presentó la inquietante instalación Ocupación I en Dot Fifty One de Miami; de Diego Bruno, argentino que vive en Helsinki y presentó en la galería Mirta Demare de Rotterdam su proyecto Location; o Luciana Lamothe, cuya obra vino con Alberta Pane de Francia. Una preciosa obra de Tomasello en papel estaba en Polígrafa Obra Grafica de Barcelona y así... En el stand que la galería Barro brindó a Diego Bianchi, el artista se lució con el proyecto objetual performático de alta tensión Suspensión de la incredulidad , que dio que hablar, y a su turno será tenido en cuenta por la legión de curadores que trajinaron la feria. Muy probablemente ocurra lo mismo con la obra de Fernanda Laguna que trajo Nora Fisch, la de Mónica Millán en Zabaleta Lab o el proyecto de Dudú Alcon Quintanilla, que presentó Mite. De casi ninguno de los Solo Project se esperaban ventas puntuales pero sí negociaciones para posicionar internacionalmente a los artistas.
Una feria es algo más que un espacio de ventas. Como en los viejos mercados florentinos, se tejen vínculos, proyectos y negocios a mediano y largo plazo. Acaso nada lo refiera mejor y desde un costado poético que la obra del argentino Tomás Saraceno, que trajo a la feria unas sutiles tramas urdidas por unas arañitas encerradas en cubos transparentes finamente iluminados.
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