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domingo, 2 de marzo de 2014

Una voz no es una persona: charlar, las esculturas, Touring y una señora que conocí

Una voz no es una persona: charlar, las esculturas, Touring y una señora que conocí


Gabriel Dallas


Hay que conversar más, decía una señora que conocí una vez. Y si hay algo que internet y las redes sociales y Mark han impulsado son las conversaciones, quizás no en la forma en que la señora que conocí una vez las habría imaginado.

Los dispositivos y formas para conversar divergen y se multiplican en nuestras pantallas y sin embargo charlar por Skype no es lo mismo que charlar por Facebook y mucho menos por mensajitos de texto, a la vez sería complicado explicar a alguien que se congeló en 2007 por qué Mark pagó tanta plata por Wassap.

De una charla por Skype con Z sobre escultura derivamos en conclusiones absurdas y sin información, conclusiones como: “Hoy no debe haber un ser humano en la tierra que pueda hacer algo como el David; tomar un trozo de mármol y darle con el cincel hasta hacer algo así”.

La escultura siempre me va a sugerir una especie de juego surrealista, imaginábamos con Z la mirada del escultor, de ese escultor que anda por la vida encontrando formas y belleza (y dolor y poder) enterrada dentro (sobre) del objeto cotidiano (un trozo de madera, un trozo de hielo, un trozo de mármol).

Z recuerda la historia de Lorenza, corta y pega, “Era un niño rubio y delicado que perseguía los pájaros, tratando de agarrarse al vuelo escarchado de sus alas”, después, según Bolaño y Lemebel, perdió ambos brazos en un accidente, viajó a Alemania, se hizo travesti y se convirtió en la sensación en Berlín en el año 1982, en un evento de arte corporal, cuando Lorenza se instaló en la entrada del museo pintada de blanco simulando ser la Venus de Milo.

¿Qué diferencias hay entre estatua y escultura? Pregunta Z. Hay que conversar más, como dijo la señora que conocí una vez. Sin repetir ni googlear. Técnicas distintas, supone Z. La Venus de Milo es estatua, dice; la de Lorenza es estatua viviente, es una escultura viviente a la que un accidente le quitó unas partes hasta hacerla más otra cosa.

Conozco gente que no puede o no sabe charlar por teléfono, gente que necesita ver una cara, unos ojos, porque para ellas una voz no es suficiente para hacer una persona.

Conozco personas que se avergüenzan por tener que pagar a alguien que los escuche.
Por sugerencia de mi conexión local de internet fui a un cíber hace unos días, a mi lado un chico sordomudo charlaba con otro por Skype.

¿Cuántos se dieron cuenta de eso, que Skype, que ver al resto de la persona, para hablar puede ser un detalle fundamental también?

En “Blade Runner” la forma de descubrir a los replicantes es a través de una charla dirigida y cara a cara, una dinámica de touring del diálogo para señalar si el otro que se tiene enfrente es una máquina o es una persona. Es cada vez más difícil descubrir al replicante, dice Z.

En “Her”, la última peli de Spike Jonze, Joaquin Phoenix se enamora de una voz (bueno, una gran voz);  de una voz que le charla, que le hace chistes, de una voz complaciente en su oído derecho.

¿Es tener alguien para charlar suficiente? ¿Hablar es lo que uno piensa hacer hasta el final con su ser amado? ¿Es el amor una serie finita y disociada de charlas con una persona?
Hay que charlar más, decía la señora. Era una señora que además charlaba con desconocidos, una admirable cualidad, una destreza muy divertida; probablemente tuviera algo que ver con ciertas facciones en el rostro de la señora, que era de esos rostros con un gesto que si, que dan ganas de hablar.

Por eso la señora siempre tenía charlas interesantes con desconocidos a los que se encontraba en paradas de colectivos y filas de cualquier tipo, con hombres en las plazas y niños en los juegos. De a poco la señora se fue aburriendo de las charlas con conocidos, porque ya sabía que iba a pasar, porque los conocidos son películas que ya hemos visto.
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