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viernes, 15 de agosto de 2014

La masividad es una amenaza para los acervos de los grandes museos

La enorme cantidad de visitantes pone en riesgo las obras de las instituciones europeasLa asistencia aumenta al ritmo del ascenso de las clases sociales en países de Asia y Europa del Este.


Pasión de multitudes. El Museo del Louvre, en París, fue el más visitado del mundo durante el año pasado. / AP.

Enjambres de visitantes se agolpan en el Louvre –el museo de arte con más actividad del mundo, que el año pasado recibió 9,3 millones de personas– y en otros grandes museos de toda Europa. La cantidad de visitantes aumenta, a medida que emergen nuevas clases medias, especialmente en Asia y Europa Oriental. El verano pasado, el Museo Británico batió su récord de asistencia, recibiendo 6,7 millones de visitantes durante todo el año, lo que lo convirtió en el segundo museo de arte más visitado del mundo, según The Art Newspaper. La cantidad de asistentes al Uffizi, en Florencia, durante la primera mitad de este año fue de casi un 5 por ciento más que el año pasado.
Ver obras de arte puede ser un rito cultural iniciático, un alimento para el alma, pero las grandes cantidades de turistas han convertido a los museos en saunas llenos de gente, que obligan a las instituciones a plantearse la forma de llegar a un equilibrio entre la accesibilidad y la protección del arte.
En los últimos años, los museos han comenzado a tomar más medidas para manejar las multitudes. La mayoría ofrece entradas con horario. Otros extendieron las horas de visita. Para proteger las obras de arte, algunos museos están instalando nuevos sistemas de aire acondicionado. Sin embargo, no faltan los críticos, que dicen que no se está haciendo lo suficiente.
El año pasado, los Museos Vaticanos tuvo un récord de 5,5 millones de visitas. Este año, gracias a la popularidad del Papa Francisco, los responsables esperan que se llegue a los 6 millones. El Vaticano está instalando un nuevo sistema de control climático en la Capilla Sixtina, para ayudar a sacar la humedad de los frescos de Miguel Ángel, generada por las 2.000 personas que se llegan a juntar a veces en el espacio: últimamente, la visitan unas 22.000 por día. El Vaticano espera tenerlo terminado para octubre.
En una entrevista telefónica, Antonio Paolucci, el director de los Museos Vaticanos, dijo que la institución a su cargo estuvo en un aprieto ya que, para salvaguardar los frescos, la cantidad de visitantes no debía aumentar. Sin embargo, afirmó Paolucci, “la Capilla Sixtina tiene un valor simbólico y religioso para los católicos, y no podemos poner un límite”.
Es que, a veces, pueden ocurrir contratiempos. Por las aglomeraciones de visitantes, la Venus de Townley, una estatua romana con el brazo extendido que está en el Museo Británico, recibió varios golpes en sus dedos en los últimos años.
Las filas afuera del Uffizi, que recibió 1,9 millones de visitas durante el año pasado, son famosas por su extensión. Una empresa privada se ocupa de las entradas en este museo florentino y se queda con un 14 por ciento del precio. El museo explica que pone límite a la cantidad de visitas –980 por vez– para cumplir con los reglamentos contra incendios. Sin embargo, a comienzos de año, algunos miembros del personal advirtieron que el museo había autorizado el ingreso a mucha más gente de la permitida, poniendo en riesgo las obras de arte.
Tomaso Montanari, un historiador de arte de Florencia y profesor de la Universidad Federico II en Nápoles, ha sido muy crítico con las aglomeraciones de visitantes en el Uffizi, que es considerablemente más pequeño que otros museos importantes. “Parece un invernadero tropical. Es imposible respirar”, dijo Montanari en una entrevista telefónica, y agregó: “Si un cine tiene 100 butacas, no se puede dejar que ingresen 300 personas. Si hay un incendio, sucederá una tragedia”.
Marco Ferri, un vocero del Uffizi, dijo que el museo estuvo en renovación desde 2006, aunque algunas salas aún no fueron actualizadas en lo que se refiere al control climático. “En los próximos dos años, modernizaremos todo”, afirmó.
El Louvre, el Uffizi, el Vaticano, el Rijksmuseum en Amsterdam y El Prado en Madrid: todos ofrecen entradas con horario, evitándoles las largas filas a los visitantes. Incluso los museos que no cobran para ver sus colecciones permanentes, como el Museo Británico y la National Gallery, en Londres, tienen muestras especiales que requieren pagar entrada. Durante la exitosa exposición de Leonardo Da Vinci en la National Gallery, en 2011, las páginas web revendían las entradas de $25, por $400.
Mientras que la mayoría de los museos permanecen cerrados al menos un día por semana, en 2012, El Prado cambió por un cronograma de siete días a la semana y extendió su horario hasta las 20 en los días de semana.
En cada museo, la gente encuentra maneras de evitar hacer fila, visitando el Louvre los miércoles y los viernes por la noche, cuando el museo abre hasta las diez menos cuarto, o pagando una membresía anual que permite el acceso con prioridad.
El otoño pasado, el Louvre cerró por un día después de que los guardias hicieran una huelga para protestar contra las bandas de carteristas, cada vez más agresivas en las galerías: “Desde entonces, la seguridad aumentó y los robos por parte de los carteristas disminuyeron un 75 por ciento”, dijo una vocera del museo. Mientras espera en una fila larga junto a la entrada de la pirámide de cristal, Manu Srivastan, de 46 años, proveniente de India, dijo que había venido con su esposa, su padre y sus hijas. Habían esperado aproximadamente unos 45 minutos y aún les faltaban 15 más, pero no les importaba: “Uno siempre se queda con ganas de ver más”, dijo.
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