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jueves, 5 de febrero de 2015

Andrei Roiter, la exploración plástica del nomadismo

                              
                                                                     Andrei Roiter

«Durante los últimos 25 años he vivido siempre en calidad de extranjero, dando vueltas por el mundo»,  explica el artista plástico Andrei Roiter (Moscú, 1960).
Esta vida errante forma parte de su identidad. De hecho, Roiter dice sentirse muy cómodo yendo de aquí para allá. Y eso cuando no tiene un pie en Amsterdam y otro en Nueva York. En la ciudad europea tiene su estudio principal y en la otra, tiene su hogar y sus personas queridas.
«Esta forma de vivir no solo me condiciona de una forma física, sino también en cuanto a mi forma de pensar, porque un montón de cosas con las que me he cruzado a lo largo de mi vida han  pasado a formar parte de mi identidad. Algunas de ellas porque conectan directamente con mis orígenes, como si fuera una forma de mantener mi conexión con mis raíces», explica el creador ruso. «Pero vivir entre una ciudad y otra es mi destino, mi karma. Cuando paso mucho tiempo en una ciudad, me siento incómodo», asegura.
Esta circunstancia personal también se refleja en su obra donde aparecen de forma insistente cámaras, maletas y hoteles.
Estos días el trabajo de este nómada recala en la galería de Manuel Ojeda de la mano de Desireé Toledo, la comisaria de esta exposición que forma parte de un proyecto de investigación sobre turismo y arte contemporáneo, que está desarrollando para la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. 
La primera muestra de Roiter en la capital grancanaria incluye 30 pinturas sobre papel, además de tres objetos: una cámara de vigilancia hecha de tablillas de madera, un ladrillo convertido en maleta y  una pequeña chabola de madera, una pieza, esta última, que demuestra que aún mira al mundo desde una perspectiva rusa. Según explica, este tipo de construcción, que le traía  recuerdos del paisaje moscovita, también se encuentra en otros lugares como del mundo. «Corresponde a una forma de existencia humana», señala el creador.
Por otra parte, los objetos son los principales protagonistas de sus pinturas. Roiter los retrata con un sentido casi poético y, a veces, les otorga un sentido distinto, casi humorístico. «Juego con el humor para tratar cosas tan serias que, de otra forma, serían muy duras», sostiene.
Su vida azarosa comenzó en 1990, cuando abandonó Moscú para inaugurar su primera exposición en el extranjero. Se suponía que estaría dos semanas fueras del país y ya lleva 25 años. «Fueron razones económicas las que me hicieron dejar el país. En Rusia es muy difícil vivir del arte. No hay exposiciones, hay poco dinero para comprar arte, pocos coleccionistas, pocos museos de arte contemporáneo», relata el creador que, desde que emprendió su aventura en el extranjero no ha parado de exponer.
Tras haber protagonizado más de 70 exposiciones en distintos países de América, Europa y Asia, el año pasado, por primera vez, el artista exhibió su trabajo en una exposición individual en el Museo de Arte Contemporáneo de Moscú. «Fue un evento muy importante para mí y también para ellos», dice.

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