Se podría pensar que existe una diferencia radical entre quienes invierten en arte para generar riqueza y quienes lo consumen para enriquecer otros ámbitos de su vida, pero en la práctica, el arte y la economía van perfectamente de la mano.
Estas son las palabras de Carmen Reviriego, presidenta de la compañía Wealth Advisory Services, donde asesoran tanto a grandes coleccionistas como a personas que tienen interés en comenzar a una colección. Reviriego, a quien entrevistamos en la Librería Porrúa de Polanco, a propósito de su visita a México, es autora del libro El laberinto del arte, un compendio de textos que explican cómo funcionan las entrañas del mercado del arte, editado por Paidós. ¿Cuál es el valor económico del arte?
Por lo general, una crisis económica no afecta el negocio del arte; al contrario, este crece. Es por esta razón que, si se considera como un activo financiero, el arte tiene la ventaja de la estabilidad. Según la cifra que maneja el libro El Laberinto del Arte, de Reviriego, cuya fuente es The International Art Market, 2014, TEFAF, “el mercado del arte acoge transacciones por un valor de 47.4 billones de euros anuales”
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Reviriego explica que esto se debe a que en los últimos 10 años, a partir de la globalización del mercado, una pieza puede salir a la venta en Nueva York y ser comprada por un coleccionista en cualquier parte del mundo, lo que significa que no responde a coyunturas económicas o políticas locales. La experta también puntualiza que el arte es un bien ligado a la riqueza y debido a que el enriquecimiento no ha dejado de crecer, tampoco lo ha hecho la demanda de obras.
El arte es un activo que permite la diversificación, ya que la inversión se puede hacer en distintos sectores, como el arte contemporáneo, antiguo o moderno, y detrás de cada sector hay subsectores. Se puede invertir en un artista en específico, o en un soporte de dicho artista. Un ejemplo sería comprar obras cubistas, particularmente de Picasso, y concretamente sus esculturas. Así, el arte se está conviertiendo en un activo refugio, en el cual las personas destinan sus inversiones para evitar la volatividad del mercado. Usando la misma metáfora, el arte antiguo se puede considerar como una renta fija, el arte moderno y el contemporáneo funcionarían como una renta mixta y el arte emergente como una renta variable. Los ingredientes del mundo del arte La autora explica que hay dos elementos principales, el artista, la parte más sagrada de la cadena productiva, y el espectador. Ellos son quienes emocionan y son emocionados, y en ese contexto el arte puede ser entendido como una cadena de sentimientos. El artista tiene una necesidad de contar cosas, de compartir su experiencia vital, y lo acompañan los espectadores que están dispuestos a escuchar la historia.
Luego están los coleccionistas o mecenas, que son un tipo específico de espectador. El mecenazgo es vital, ya que es el coleccionista quien invierte una parte de su fortuna en adquirir las piezas que enriquecerán su catálogo personal.
En un escaño más abajo se encuentra el galerista, quien promueve al artista y ayuda a que su obra perdure en el tiempo, lo consagra y lo representa. La galería cumple la función de una agencia de marketing, de modo que el creador se puede dedicar exclusivamente a su obra.
Las grandes ferias también son parte importante del ecosistema, espacios como Zona MACO, en la Ciudad de México. Las galerías realizan hasta 30% de su facturación a través de estos eventos. Para garantizar el valor de lo expuesto existe un comité que selecciona qué galerías participarán en las ferias y un consejo que elige las piezas que serán expuestas, lo que hace las veces de un avalúo frente a los coleccionistas.
En palabras de Reviriego, las subastas son el lado más profano del arte y buscan sacar el mayor provecho económico a cada pieza. Conocen al coleccionista y a quien vende las obras, y han comenzado a acaparar el trabajo de galeristas y asesores. Esto se refleja en que 15% de la facturación de las casas de subastas es por ventas privadas, lo que significa que hay obras que pasan de mano en mano sin salir a la luz pública.
Las ventajas de comprar una obra en una galería son el contacto directo con el artista y la variedad de piezas a elegir. La casa de subastas tiene un punto a su favor: la transparencia. Todos los resultados de una subasta son públicos, y las transacciones que ahí se realizan han impulsado la democratización del mercado, es decir, quien tiene más dinero para comprar la pieza es quien se la lleva. De la suma total de ventas de arte que se generan al año, 52% se realizan por medio de subastas, y estos datos pueden ser consultados abiertamente.
Fe de erratas: En la primera versión de este artículo, se mencionó que el lugar donde se entrevistó a Carmen Reviriego era el "Fondo de Cultura Económica", pero lo correcto es en la "Librería Porrúa".
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