Páginas

miércoles, 4 de marzo de 2015

El arte va allí donde hay dinero

Montebello, retratado en Caixaforum de Barcelona.
                             Montebello, retratado en Caixaforum de Barcelona. ANTONIO MORENO

  • «Lo de Mosul fue el triunfo de la ignorancia», lamenta Philippe Montebello, director del Met durante más de tres décadas

Viste blazer marinero con botones dorados cruzados, lleva la raya del pelo a un lado y habla seis idiomas, ruso y español incluidos, con una soltura que abruma. Es Philippe de Montebello (París, 1936), el director más longevo que ha tenido en su historia el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, y parece salido de otra época. Nacido en una familia aristocrática francesa, emigró a EEUU en los 50, estudió Historia del Arte y Ruso en Harvard y durante más de tres décadas -de 1977 a 2008- pilotó el Met convirtiéndolo en elsupermuseo que es hoy, duplicando su espacio físico y aumentando la colección con 84.000 piezas nuevas.
Montebello es el último invitado de la Fundación Arte y Mecenazgo que impulsa la Fundació Bancària la Caixa y ayer habló, precisamente, de patrocinio y mecenazgo («muy diferentes económica y psicológicamente», puntualizó), dos de las claves para entender el éxito del Met. «Es una cuestión de generosidad interesada. Un intercambio, una deducción de impuestos. No es que el americano sea diferente, es que las normas lo son. Pero ello hace que te sientas involucrado con tu museo y que se cree una competición entre ciudades como Nueva York, Washington o Chicago. Como la rivalidad que hay entre los equipos de fútbol».
Montebello pronunció ayer la conferencia El nacimiento del Metropolitan: un caso de partenogénesis, en la que explicó cómo surgió el museo neoyorquino «de la nada», en un país en el que «no había reyes ni príncipes, sino coleccionistas». «El modelo de los museos nacionales es europeo. El primer gran museo fue el Louvre, que abrió sus puertas en 1793, y fue concebido como un gran museo que pertenece al gobierno, con un papel educativo, no sólo para la población sino para los artistas. Hasta entonces, los americanos tenían que cruzar el Atlántico para ver obras de arte.Así que cuatro años después de la Guerra Civil, en 1870, un grupo de hombres fundó el Met». Sus fundadores, explica Montebello, no tuvieron apoyo de las autoridades, y sus motivos fueron «nacionalistas, por orgullo y civismo». «Después de la guerra, el arte adquirió un sentido de redención, algo así como un papel de salvador del alma. Es algo muy anglosajón», añade.
El director emérito del Met defiende «la fuerza» de ese modelo inspirado por la Ilustración, el de un gran museo «bajo un sólo techo» y con una ambiciosa colección que abarque el mundo entero en un puñado de salas, frente al que suele abundar en la mayoría de países europeos: el museo nacional, como el Prado de Madrid, especializado geográficamente. «Las piezas que encontramos en los museos nacionales suelen ser más parecidas entre sí. En el Museo Nacional de Atenas todo es griego, en el del Cairo todo es egipcio. Su fuerza es su debilidad».
Tampoco se muestra muy entusiasmado con el modelo franquicia del Guggenheim. Pero, como él mismo reconoce, «el arte siempre va allí donde hay dinero», y si siglos atrás éste se movió «de sur a norte», ahora se desplaza hacia el este, hacia los países árabes y China. «¡Es su turno! El museo, además, forma parte del proceso de legitimidad de las naciones. Crear un museo nacional es una de las primeras cosas que hace un país al nacer».
Dolido todavía por las imágenes que la semana pasada mostraban a milicianos del Estado Islámico destruyendo lo que encontraban a su paso en el Museo de Mosul, Irak, Montebello define aquellos actos como «el triunfo de la ignorancia». «Es difícil comprender cómo los seres humanos pueden actuar de esa manera. Aquellas obras de arte formaban parte de su historia, de la historia de todo el mundo.Claro que no es la única vez que ha ocurrido. Después de la reforma, los protestantes acabaron con casi el 90% de las obras de arte de la Iglesia Católica en Francia. Desgraciadamente, la historia se repite», lamenta. Y añade: «lo hicieron como un acto mediático para demostrar a Occidente su poder. Me recordó a cuando estuve negociando con los talibanes llevarme algunas de las piezas del Museo de Kabul hasta que pasara la guerra, en 2001. En cuanto se enteraron de las conversaciones, dijeron: 'ésa es la prueba de que estas piedras os interesan más que la sangre de nuestros niños' y al día siguiente lo destruyeron todo».
Un tema que, de algún modo, está relacionado con el eterno debate sobre si las obras de arte deberían de estar expuestas en el país en el que fueron creadas. «Mis momentos más difíciles al frente del Met fueron cuando tuve que responder al nacionalismo de muchos países que querían recuperar sus antigüedades», confiesa. «¿Qué tipo de mundo sería este si para ver un cuadro holandés tuviéramos que ir a Holanda?», se pregunta Montebello, quien no duda en afirmar que «los mármoles del Partenón han vivido uno de sus momentos más importantes en el Museo Británico, donde llevan 200 años y se las ha dado la importancia que tienen ahora. En Atenas nunca se habían fijado en ellos». Una postura que resume en un titular: «No creo en reescribir la historia. ¿Hay que devolver los caballos de San Marcos en Venecia a Turquía porque fueron traídos de Constantinopla en el año 1204? Si he robado algo hace 10 año lo entiendo, ¿pero en qué momento empieza la historia?».
Fuente

No hay comentarios:

Publicar un comentario