En noviembre de 1885 llegó a Amberes, donde alquiló un pequeño taller sobre una tienda de pinturas, el alquiler lo pagaba su hermano. Compró en unos anticuarios algunas xilografías japonesas, y se dedicó a copiar modelos de yeso de esculturas antiguas, expuestas en la Real Academia, a pesar de su desacuerdo con la enseñanza académica. Descubrió las pinturas de Rubens, que con su colorido y sus formas femeninas le abrieron la alternativa del uso de colores como el carmín y el verde esmeralda. En esta época contrajo sífilis, que aunque fue tratada médicamente, le hizo perder casi todos los dientes. En febrero de 1886, comentó en cartas dirigidas a Theo que sólo se había podido permitir seis o siete comidas calientes desde el mes de mayo anterior.
El año 1886 se mudó a París, para vivir junto a su hermano menor Theo Van Gogh, a quien le avisó con esta simple nota: «Estaré en el Louvre desde el mediodía, o antes, si lo deseas». Theo, que trabaja en Boussod & Valadon, le presenta a Vincent los trabajos del impresionismo; este contacto produce una paleta más luminosa, donde el color jugaría un rol fundamental en el resto de su obra. Durante los dos años siguientes tendrían múltiples fricciones entre los dos hermanos; siempre fue Theo el que cedió y perdonó.
Se instalaron en Montmartre y empezó a codearse con los artistas de la época que allí se reunían, creciendo como pintor y como ser humano. Conoció a Émile Bernard y a Henri de Toulouse-Lautrec, haciéndose gran amigo de ellos, así como a Paul Gauguin, Georges Pierre Seurat, Paul Signac, Armand Guillaumin, Camille Pissarro, Paul Cézanne. Van Gogh, como muchos pintores de la época, admiraba el arte japonés: Hokusai, Hiroshige, Utamaro, prueba de ello son las réplicas que realizó de grabados japoneses y algunas pinturas suyas que reproducen ese país a manera escenográfica. A las reproducciones procedentes del Japón se las llamaba japonaiserie. Dos de estas obras realizadas por Van Gogh fueron Prunera en flor y Puente bajo la lluvia, copias de obras de Hiroshige.
Exaltado por la intensidad del clima artístico de París, Van Gogh consiguió con la ayuda de Toulouse-Lautrec, la renovación de su pintura por lo que a la investigación psicológica de los retratos. Pudo apreciar las pinturas exóticas realizadas por Gauguin en la Martinica. El retrato de Mujer en el Café de Tambourin es del mes de febrero de 1887. No representa una bebedora en una taberna cualquiera sino que es la imagen concreta de una antigua modelo de los pintores Degas y Corot, Agostina Segaroti, y que en ese momento era la propietaria del bar. El cuadro respira un cierto atractivo exótico, desde el peinado de la mujer pasando por su vestido hasta el fondo de la pintura donde en su decoración se observan láminas japonesas. Una de las cosas más importantes que aprendió en esta época fue la aplicación del contraste complementario, el contraponer los tres colores básicos (amarillo, rojo y azul) a la mezcla formada por los otros dos, como combinación rojo-verde, amarillo-violeta y azul-naranja que refuerzan su tono o se neutralizan al mezclarse en un gris deslucido. Así se observa la aplicación de esta técnica en los Cuatro girasoles donde claramente existe el contraste complementario entre el amarillo y el azul vivo del fondo.
Poco antes de acabar su etapa parisina, Van Gogh realizó tres retratos de Julien Tanguy, llamado por todos los artistas «Père Tanguy». En su trastienda habían expuesto sus obras Van Gogh, Gauguin, Paul Cézanne y Seurat. Este retrato es la obra representativa de su etapa en París, con una visión frontal, es una imagen de una estructura simple que contrasta con el fondo, que se encuentra decorado con estampas japonesas. El artista neerlandés estaba dispuesto a realizar su sueño mediterráneo en busca de la luz cegadora de la Provenza, con la explosión de la naturaleza y los colores puros, colores que estudió en su colección de estampas japonesas. Fue un periodo muy fértil en el que, por un lado, su arte se inclinó hacia el impresionismo, pero por otro lado, la absenta y la fatiga mental agravan su condición física.
El 21 de febrero de 1888 llega a Arlés, al sur de Francia, primero se instaló en una habitación situada en el Hotel-Restaurante Carrel, por la que pagaba cinco francos diarios; esto representaba sobrepasar sus posibilidades económicas, además el espacio era muy reducido para tener su taller. Pintaba todo lo que veía y ya no necesitaba estampas japonesas, como él mismo reconoció en una carta dirigida a su hermana: «Aquí no me hace falta para nada el arte japonés, porque me imagino estar en el Japón y nada más necesito abrir los ojos y ver lo que tengo delante» Sus primeros cuadros en Arles fueron típicamente japoneses; la pintura Melocotonero en flor, la realizó en marzo de 1888.
Vincent tenía la intención de crear un taller de artistas, y para esto alquiló en mayo la «casa amarilla» (llamada así por tener paredes de ese color) en Place Lamartine situada al norte de la ciudad de Arles. Theo le envió trescientos francos para poder acondicionar y amueblar modestamente la casa. El único que atendió a su petición del taller fue Paul Gauguin, con el que mantuvo diversas cartas sobre el tema del Atelier du Midi que juntos habrían de fundar y que pedirían la participación de Seurat, Signac y Bernard.
Con el paso de las semanas, la convivencia de los dos artistas fue empeorando, debido a sus diferencias personales, acentuadas por el carácter muy temperamental de ambos. Pasados menos de dos meses, en la tarde del 23 de diciembre de 1888, Van Gogh y Gauguin tuvieron un altercado que dio origen a una de las explicaciones que se han dado acerca de la pérdida de la oreja derecha del primero, o de parte de ella. Esta versión indica que Van Gogh amenazó a Gauguin con una navaja y que, como consecuencia del disgusto, por la noche se mutiló el lóbulo de la oreja izquierda (no, por tanto, la oreja completa). A continuación, Van Gogh habría envuelto el lóbulo en un paño y se habría dirigido a su burdel favorito, donde presentó este «regalo» a una prostituta llamada Rachel. Posteriormente, habría regresado a la «casa amarilla» de Arles, donde se desmayaría. Descubierto por la policía, fue enviado al hospital Hôtel-Dieu, en Arles mismo. Se avisó a Theo, y Vincent quedó ingresado durante catorce días.
Los últimos años de Van Gogh estuvieron marcados por sus permanentes problemas psiquiátricos, que lo llevaron a ser recluido en sanatorios mentales de forma voluntaria, entre los que se encontraba el manicomio de Saint-Rémy. En el sanatorio tuvo dos habitaciones una habilitada para hacerla servir de taller. Uno de los primeros cuadros, fue Iris, donde muestra una gran vitalidad rítmica y una gran conjunción de colores. En esta época su pintura se caracteriza por la presencia de remolinos, como se puede observar en una de sus pinturas más conocidas, La noche estrellada
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