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miércoles, 2 de marzo de 2016

Falsificaciones de obras de arte, una práctica habitual en RD

Las pinturas de Eugenio Fernández Granell son de las más falsificadas. Esta es una adulteración de su cuadro “Cristóbal Colón en las Indias”.

Especialistas advierten que para prevenir engaños hay que someter las pinturas a pruebas de autenticidad 


Durante muchos años, la falsificación de obras de arte ha estado muy latente en el contexto dominicano. Este malicioso oficio obedece a diferentes factores, pero principalmente hay quienes se dedican a ello sirviéndose, incluso, de la complicidad de galeristas, mercaderes, críticos, restauradores y/o conservadores.Se han presentado casos en que “supuestos” entendidos en la materia se han dado a la tarea de legitimar y certificar piezas, aun sabiendo que no son auténticas; pero al tratarse de ventas millonarias y de la idea de que recibirán una cuantiosa comisión, acceden. Y, al hacerlo, ponen en peligro su integridad y ética como profesionales del arte.

Por lo regular, las principales falsificaciones que se han logrado detectar en el medio artístico dominicano se atribuyen a artistas ya fallecidos, como es el caso de la consagrada creadora y una de las primeras maestras del arte nacional Celeste Woss y Gil, así como de su homóloga Adriana Billini. En el caso concreto de estas artistas, se han presentado casos en que como ambas permanecieron un tiempo en Cuba, más la Billini que la Woss y Gil, artistas cubanos han copiado por encargo modelos que siguen sus estilos, a los cuales les aplican una técnica especial para propiciar el envejecimiento.

Pues resulta que una de las licencias que le sirven al que se dedica al negocio de la falsificación de obras de arte es que cuando el artista ha tenido más de un lugar de residencia, sobre todo si ha logrado moverse por diferentes espacios a nivel internacional, cuando se falsifica una obra se puede atribuir con facilidad a una etapa en que el creador estuvo fuera del lugar en el que se realiza la transacción.

Evidentemente, lo que dificulta tener una idea de si la obra es verdadera o falsa, es precisamente el hecho de que en República Dominicana no es costumbre periodizar la labor de los artistas, más bien, se recurre a la crítica y no a la investigación. De manera que no existe un registro pormenorizado sobre la producción visual de los creadores nacionales, salvo casos excepcionales, verbigracia de ello es el maestro Alberto Bass que conservan en sus archivos un registro de todo lo que hace, así como el artista Enriquillo Rodríguez Amiama.
Lo que resulta lamentable es que a pesar de que el territorio que comprende la República Dominicana es el espacio donde se inició el coleccionismo en América, a la fecha no existe un museo destinado al arte dominicano en sentido estricto. Curiosamente, el Museo Bellapart, que es una institución privada, es de los pocos espacios donde se puede apreciar la evolución del arte nacional, pues en el Museo de Arte Moderno sólo el tercer piso acoge las piezas que han sido premiadas en las ediciones de la Bienal Nacional de Artes Visuales, el resto de los salones son para exposiciones transitorias. Existen otros espacios de carácter privado que conservan magníficas colecciones, como el Centro León Jimenes, el Centro Cultural Mirador Santo Domingo, por sólo citar algunos ejemplos. A nivel público se conservan otras colecciones de tipo institucional, como la que albergan la Cámara de Diputados, la del Banco Central, el Banco de Reservas, la Dirección General de Aduanas, entre otras no menos importantes.

Sin embargo, no todos tienen idea de que estas colecciones existen y tampoco pueden acceder a ellas tan fácilmente por la naturaleza de los espacios que las acogen. Entonces, se necesita un gran dominio de la historia del arte dominicano para poder comprender los derroteros del mismo, pero, sobre todo, una gran experiencia al momento de valorar la legitimidad de una obra, considerando que en el plano institucional poco se ha logrado para establecer un orden en relación al patrimonio e identidad cultural. Pues con frecuencia, a los incumbentes les venden obras falsas, motivados, en gran medida, por sus propios asesores que, obviamente, reciben comisión por ello tal como advierte el Galerista Francisco Nader, quien recomienda a todo coleccionista “someter sus obras de arte a una prueba de autenticidad, porque hoy en día cualquiera certifica una obra sin tener los criterios básicos para hacerlo, pues con el tiempo se van acumulando obras de dudosa procedencia sin haberse cerciorado de la procedencia o de que el certificado de autenticidad que se les haya expedido tenga alguna garantía”.

En el caso de las subastas de arte, muchas veces se organizan sin ningún tipo de criterio, pues no hay un control en relación a las obras que forman parte del evento. Esto así porque por lo regular no certifican lo que promueven, tampoco se investiga la fuente de su procedencia y se han dado casos en que cuando se adquiere la pieza y el comprador se interesa por su legitimidad, descubre que no existe ningún tipo de garantía cuando la obra resulta falsa.

No obstante, el mayor número de falsificaciones se presenta con obras de los maestros españoles, entre ellos José Vela Zanetti, Manolo Pascual, Eugenio Fernández Granell, José Gausachs, por sólo citar algunos ejemplos, particularmente por el hecho de que se trata de entes que lo mismo vivieron en Europa que en República Dominicana y como hicieron un poco de todo, no se puede periodizar tan fácilmente su labor, como se apuntaba al principio. Asimismo, se incurre en la falsificación de las piezas de Iván Tovar, pues al ser uno de los artistas dominicanos más cotizados en el mercado de arte, lograr la venta de una obra suya es sinónimo de una lotería.

Se dan casos también de artistas cuya técnica y temas, en ciertas etapas de su facturación, presentan una composición no tan compleja. En esta lista se pueden incluir los maestros Yoryi Morel, Guillo Pérez, Cándido Bidó, Jorge Severino, Dionisio Blanco, Alberto Ulloa, entre otros. A todo ello podemos sumar el hecho de que en el caso de muchos, al crear escuelas independientes, algunos discípulos se han prestado al juego de la falsificación de sus trabajos.

Un caso curioso acontece con la obra de Clara Ledesma, quien se caracterizó, entre otras cosas, por el uso de la plumilla, recreando obras de gran detalle. Así, porque la Ledesma tuvo un momento de decadencia en su haber, producto de su avanzada edad y sus problemas de salud, fundamentalmente la pérdida progresiva de la visión, de modo que entrada la década de 1990 no es posible que la artista pudiera tener un trazo tan perfecto y delineado como se registra en algunas piezas. Esto no quiere decir que su obra sea mejor o peor, más bien entró en una nueva etapa que revela su estado humano y así hay que interpretarlo en términos estéticos.

En lo que respecta al maestro Ramón Oviedo, una de las más grandes figuras del arte nacional, por una razón particular sólo firmaba los cuadros, no se detenía a datarlos, esto impide que sus obras puedan ser estudiadas de forma cronológica por las futuras generaciones, pues es sumamente difícil y esto nos lleva a tener que recurrir a la bibliografía que refrenda su labor pictórica, pero resulta sumamente subjetivo. En ese sentido, esto facilita en parte la falsificación de sus trabajos.

Pero, ¿cómo saber si una obra es falsa o no? Sobre este particular, Simona Cappelli nos comenta que se podría recurrir a un análisis científico; a la experiencia de un especialista en restauración con dotes morales, pero que además conozca el estilo y técnica del artista que es objeto de imitación. También está la opción de recurrir a un crítico de arte que haya periodizado la obra y, por tanto, conserve una experiencia sobre la producción visual del creador en cuestión. Y, hay casos en que se han tenido que reunir varios especialistas para poder tener un veredicto final y contundente sobre la legitimidad de la obra de arte.

Pero resulta que hay piezas que han sido tan bien falsificadas que es harto complejo poder determinar si son auténticas. Sin embargo, cuando hay un conocimiento previo del artista, una investigación contundente que revele el estado de la película pictórica, el estado del soporte... en fin, de todos los componentes sobre una pintura, como agrega Cappelli, efectivamente se logra llegar a una conclusión. Pues claramente los materiales aportan información valiosa para determinar su esencia. Es como si la obra hablara y la verdad que es así, ya que una vez hay un contacto íntimo con la misma, se pueden descubrir elementos que permiten comprender su verdadera esencia.

Para conocer más sobre este tema pueden acercarse a la Galería de Arte Nader (Calle Rafael Augusto Sánchez No. 22, Ens. Piantini, Santo Domingo, R.D.), este miércoles 9 de marzo a partir de las 7:00 p.m., pues la especialista Simona Cappelli estará presentando la conferencia magistral: “La importancia de la documentación de la producción visual como medio para la prevención de las falsificaciones”.

Fuente
http://www.elcaribe.com.do



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