Nos encontramos ante una de esas exposiciones antológicas que prepara el Museo del Prado y que difícilmente podrá volver a repetirse, entre otras cosas porque algunas de las obras tendrán que abandonar pronto la pinacoteca madrileña. El Prado reúne hasta el 28 de junio las mejores obras de Rogier van der Weyden. Además de El Calvario, recién restaurada y propiedad del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, están, entre otras obras, el celebre Descendimiento, que previsiblemente regresará a Patrimonio Nacional; el Tríptico de Miraflores, procedente de Berlín, y el retablo de Los Siete Sacramentos, llegado del Museo Real de Bellas Artes de Amberes
El Calvario
Van der Weyden (Tournai 1399-Bruselas 1464) es uno de los artistas más influyentes del siglo XV y uno de los pintores más importantes de la Historia. La exposición del madrileño Museo del Prado, que lleva como título el nombre del pintor, se ha promovido para presentar la restauración realizada en El Calvario, antes de que esta pintura vuelva a su lugar original en El Escorial. Restauración llevada a cabo gracias a un acuerdo entre Patrimonio Nacional, el Museo del Prado y la Fundación Iberdrola.
El Calvario es una obra maestra de la pintura flamenca del siglo XV que fue donada por el propio Van der Weyden a la capilla de Nuestra Señora de Gracia, en la Cartuja de Scheut, que acababa de fundarse (1450) a las afueras de Bruselas. El Calvario fue entregado en 1574 al monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
Tras varios años de trabajos, los restauradores han conseguido ahora restituir el esplendor original de esta obra de impresionantes dimensiones. En ella se representa a Cristo crucificado, a tamaño natural, junto a María y san Juan, cuyas vestiduras blancas parecen esculturas. Detrás de las imágenes se encuentra un original dosel rojo, que está confeccionado a base de retazos cuadrados que aportan una armonía que contrasta con la escena.
El Tríptico de los Siete Sacramentos
Especial complejidad aporta esta obra de Van der Weyden en la que el gusto por el detalle conlleva obligatoriamente un trabajo de especial labor geométrica. En el marco de una catedral, en cuyo centro se encuentra el Calvario, se celebran los sacramentos. Cristo está en una cruz que parece salirse por el techo del templo, mientras a sus pies aparece la Virgen desmayada y sostenida por Juan. En esta tabla central se conmemora este mismo hecho, aunque de forma incruenta, es decir, el sacramente de la Eucaristía.
El Tríptico de Miraflores
El nombre ya nos ilumina acerca del enclave para el que fue pintada esta joya de la pintura. Se trata un tríptico que regaló el rey Juan II de Castilla a la Cartuja burgalesa. Y como tantas obras de arte españolas, un general francés durante la Guerra de la Independencia se lo llevó a Francia. Actualmente, es propiedad de la Gemäldegalerie, de Berlín. En cada una de las tres tablas, se representan escenas de la vida de Virgen María: el Nacimiento, la Piedad y la aparición de Jesucristo a su Madre tras la Resurrección.
El Descendimiento
El Descendimiento es la obra maestra por excelencia de Van der Weyden. Ubicado en El Prado desde 1936, es uno de los cuadros que reclama Patrimonio Nacional para su Museo de Colecciones Reales, que abrirá previsiblemente sus puertas en 2016.
En El Descendimiento, se contempla una doble Pasión: la de Cristo y la compassio de María, que igualmente vive desgarrada en su propio cuerpo la muerte de su Hijo. Ella desmayada, como ya se ha visto en otras obras de este pintor, es sostenida por san Juan, mientras en el resto de la escena aparecen José de Arimatea y Nicodemo, así como una tercera figura bajando el cuerpo de la cruz. Les acompañan María Magdalena, María de Salomé y María de Cleofás. Toda una composición llena de detalles, como las lágrimas de los rostros, por ejemplo. Y donde también destacan el tamaño de las figuras, o el colorido del manto lapislázuli de María, que también descubrimos tras una escultura de la Virgen en la tabla central de Los Siete Sacramentos.
Fernando de Navascués
fuente: Alfa & Omega
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