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viernes, 16 de septiembre de 2016

Antonio Alcántara

                        
                                                                                    Autorretrato. 1919. GAN
Pintor. Hijo de Luis María Alcántara y María Rodríguez. En 1890 muere su madre y es adoptado por su tío político, el fotógrafo Juan José Benzo. Con Benzo, Alcántara realizó numerosos viajes por el interior del país (Barquisimeto, Maracaibo, Margarita), y este ambiente ligado al arte de la fotografía y al contacto continuo con el paisaje geográfico y social venezolano ejerció una decisiva influencia en su formación personal y artística. A partir de 1912, la familia Benzo se radica en Caracas; Alcántara asiste a la escuela y, entre 1913 y 1916, la directora de la Escuela Normal para Hombres, Lola Rodríguez, lo inicia en el dibujo. En enero de 1917 se inscribe en la Academia de Bellas Artes, donde recibe clases de dibujo, anatomía y composición de Cruz Álvarez García, pintura al óleo de Cirilo Almeida Crespo y paisaje de Pedro Zerpa.

                                                                                  Paisaje Caraqueño. 1918. GAN
 A través de su condiscípulo y amigo, el pintor Luis Alfredo López Méndez, Alcántara aprendió los principios y conceptos propios de los paisajistas del Círculo de Bellas Artes, quienes hicieron del paisaje el tema central de su pintura. En este sentido, "Antonio Alcántara pertenece junto con Pedro Ángel González y Rafael Ramón González a una segunda generación de paisajistas, a la que Planchart designó frecuentemente con el nombre de Escuela de Caracas. Se puede decir que él sigue los delineamientos esenciales planteados por los artistas del Círculo de Bellas Artes, tanto en la técnica al aire libre como en la motivación local, tomada preferentemente del paisaje del valle de Caracas, y en el tratamiento luminoso de espacios y perspectivas" (Calzadilla, 1967, p. 197).

                                                                           Camino de Cotiza. 1920. GAN
En julio de 1917, Alcántara realiza su primera exposición colectiva en el salón principal de la Academia, junto a Pedro Centeno Vallenilla, Pedro Ángel González, López Méndez, Abdón Pinto, Alberto Egea López, José Canelones y Francisco Fernández, y en 1918 presenta con Ernesto Stelling una muestra de su obra desde sus inicios, que fue reseñada por Leoncio Martínez: "la fuerza detonante de esos paisajes no estaba sino en la espontaneidad alabada" (Palenzuela, 1983, p. 236). De esta época son algunos de sus retratos: Felipa de Benzo, Modelo y Autorretrato, fechados en 1918, que declaran, junto con sus dibujos, cuán dotado estaba Alcántara para la figura humana. A partir de 1918 recibe, al igual que sus contemporáneos, la influencia directa de tres artistas europeos: Samys Mützner, Nicolás Ferdinandov y Emilio Boggio, orientándose hacia el neoimpresionismo y desarrollando una técnica con mezclas de pincel y espátula (como en Alfarería en Catia, 1919, colección Anita Lucca de Arráiz). En 1920 expone una serie de paisajes ejecutados desde 1916, en los que seguía los principios del impresionismo europeo, pero con una factura "semejante en todo" a la de Manuel Cabré (ibídem, p. 169), y un manejo efectivo de la luz y el color tropicales que le merecieron la atención de la crítica. De esta época son sus obras Paisaje caraqueño (1918), Sin título (el Ávila) y Camino de Cotiza (1920), pertenecientes a la colección GAN. En 1922, al terminar sus estudios en la Academia, presentó tres obras en la Fotografía Manrique y una exposición individual en el Club Venezuela de Caracas.

 Ésta será su última exposición antes de 1925, cuando se retira de la pintura por espacio de 20 años por razones personales y económicas. Durante este tiempo, dedicado al negocio de la construcción, realiza dibujos y pinturas esporádicamente, sirviéndose de los personajes familiares como modelos para sus retratos. Igualmente, continúa frecuentando los círculos intelectuales y artísticos de la época. En 1930 envía dos obras a la "Exposición internacional" de Lieja (Bélgica) y obtiene medalla de plata y diploma. A partir de 1935, pasa a formar parte del taller libre que mantenían jóvenes pintores, entre ellos Héctor Poleo, César Rengifo, Miguel Arroyo, Pedro León Castro, Luis Ordaz y José Fernández Díaz, quienes se sirven de modelos unos a otros para dibujar.


Desde 1946, Alcántara retorna progresivamente a la pintura y, en 1949, se retira definitivamente de los negocios y se dedica exclusivamente a la actividad artística. En este período, su producción se caracteriza por una preferencia de los tonos violeta, para crear un efecto atmosférico especial. Entre 1950 y 1951 frecuentó el Taller Libre de Arte fundado en 1948. De su actividad como paisajista, comenta Gustavo Navarro en el catálogo de la exposición de Alcántara en la Galería de Arte Nacional en 1991: "a pesar de los movimientos de renovación de las artes plásticas venezolanas de finales de la década de los cuarenta y a lo largo de los cincuenta, ejemplificados por el surgimiento, entre otros, del Taller Libre de Arte (1947) [sic] y del grupo Los Disidentes (1950) enfrentados a la tradición del paisajismo, y por ende a los fundamentos de la Escuela de Caracas, Antonio Alcántara se mantuvo fiel a la temática paisajista y a las búsquedas que rigieron su obra desde comienzos de su formación artística". En 1951 viaja a Lisboa, Madrid, París y Nueva York. En 1952 participa en la I Bienal Hispanoamericana de Arte, realizada en Madrid, donde mostró dos obras (una de ellas, 

El callejón de Mangos, 1951, fue seleccionada para la portada del catálogo) y obtuvo un diploma. En 1952, cuando regresó a Caracas, inauguró en el MBA una exposición individual con 53 cuadros, realizados entre 1946 y 1952, entre los cuales predominaban paisajes de Caracas y del litoral. Ese mismo año obtuvo el Premio Federico Brandt en el XIII Salón Oficial, con su obra Bellísimas (colección GAN) y el Premio Antonio Edmundo Monsanto, en el X Salón Arturo Michelena, con Caracas y el Ávila. A partir de 1953, Alcántara se dedica primordialmente a crear paisajes de los alrededores de Caracas y Macuto, y después de 1955 se retira voluntariamente de la actividad pública durante 13 años, para dedicarse a la creación artística en su hogar.


Desde 1967 tuvo una actividad expositiva importante. Ese año presenta una retrospectiva en la Sala Mendoza y al año siguiente un grupo de amigos le organiza una retrospectiva-homenaje en la Galería de Arte Moderno, Caracas. En 1969 participó en la "Exposición internacional de arte contemporáneo" de Mónaco, y obtuvo diploma de honor. Ese mismo año inauguró una exposición individual en la Galería Emile Walter de Nueva York, y expuso en la Galería de Arte Moderno (Caracas). Al año siguiente expuso en Madrid (Instituto de Cultura Hispánica) y París (Galería Marcel Bernheim), y en 1971 en la Galería de Arte Moderno (Caracas).


 En 1972, la Galería Li de Caracas expone varios de sus dibujos y pinturas al óleo. Entre 1972 y 1973 viajó a México, Japón y Estados Unidos, y en enero de 1973, la OEA, en su sede de Washington, organizó una muestra individual de sus obras producidas en dichos países. De su regreso a Caracas, en 1973, Alcántara expone en la Sala Mendoza los paisajes al óleo realizados durante su viaje. En 1975 expuso en la Canning House (Londres), Ibero Amerika Verein (Hamburgo, Alemania) y en la Galería de Arte Moderno (Caracas). Sus obras han participado en importantes colectivas, entre ellas: "Doce maestros" (GAN, 1981), "Lecturas de arte nacional" en homenaje al Círculo de Bellas Artes (GAN, 1987) y "Autorretratos: laberintos de la identidad, 1820-1989" (GAN y Los Espacios Cálidos, 1990). La GAN, que posee varias obras del pintor realizadas entre 1919 y 1952, entre ellas un autorretrato de 1919 y Vista del Palacio de Miraflores desde Monte Piedad (1925), organizó en 1991 una importante retrospectiva de la obra de Alcántara.

 En su monografía sobre el artista, escribió Carlos Silva: "su paisajística no es registro objetivo-positivista (como el de Pedro Ángel González, por ejemplo), ni exaltación romántica subjetivista, ni proyección de lo orgánico interior en el exterior para una posible resignificación de los abismos psicofisiológicos. Se trata, en Alcántara, de restituir todo su descomunal poder a la Gran Morada, a esta tierra donde vive y muere el existente. No le interesa el dato objetivo sino en tanto que éste permanezca como posible identificación icónica. Le importa el símbolo (eso no implica que el maestro pertenezca a la llamada escuela simbolista) en el arte porque con él y a través de él, puede dar una versión legítima y legible de cómo la existencia del artista y su trabajo son capaces de instaurar mundos, significaciones y no cosas" (1993, p. 51).


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