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lunes, 5 de septiembre de 2016

Hernán Zubieta, el artista del reciclaje

Los tesoros son casi siempre invisibles, pero a Hernán Zubieta le basta ver en la calle una pestañita de lata de cerveza para soñar que con mil ciento noventa y nueve más, podrá hacer un sofisticado bolso de mujer.
Los artistas se parecen a los tesoros, porque ven en lo invisible lo que puede ocurrir con lo aparentemente inservible: una chapilla o pestañita de lata de cerveza dorada o plateada. Pero Hernán no solo hace bolsos de mujer con esas pestañitas que abundan en la calle, en los solares abandonados, en tiendas o en los bares. Hernán hace chaquetas, collares, vestidos de baño de dos piezas y hasta trajes enteros que relumbran en plateado y dorado.

Él me dice que esta fascinación por la artesanía empezó junto a su madre cuando era un niño. Su padre Efraín Zubieta era un sembrador de café, y María Olivera Cubides, su madre, vendía comida, masato y buñuelos en la plaza de mercado en Líbano, Tolima. Los fines de semana, la plaza de mercado era un hervidero de artesanos que exhibían y vendían sus alfarerías. Lo que más impactó a Hernán fue criarse junto a su madre y una tía con síndrome de Down. Una dulce, tierna y silenciosa mujer que todo el tiempo estaba tejiendo en crochet, una tela bella que tejía y destejía para hacerla mejor. Y en ese ir y venir de la aguja, el hilo, la mano de la tía, Hernán aprendió su arte silencioso que incorporó a las chapillas de cerveza.

“Soy el menor de cuatro hermanos, dos de mis hermanas murieron de cáncer. Soy el único caminante de la familia, que eligió la artesanía. Cuando pagué el Servicio Militar empecé a desarrollar mi interés por la artesanía. Trabajaba manillas de cuero. Me hice Suboficial, me casé por la Iglesia, pero me separé y me lancé a la aventura de caminar en los últimos diez años. Hace tres años vivo en Cartagena. Mi esposa Irene Madau es italiana. Trabajo en la calle en la esquina de la Calle de las Damas con Santa Teresa. No es fácil. Los recicladores me venden millares de chapillas de cervezas.
El primer paso es clasificarlas por color, separar las dañadas y recuperarlas, cocinarlas con un detergente para sacarles las impurezas. El siguiente paso es tejerlas. Esa tarea puede durar veinte o veintidós días. Me ayudan dos señoras de La Boquilla. Hasta este momento, los bolsos salieron de Cartagena para Alemania, gracias a una colombiana casada con un alemán que se enamoró de esos bolsos”. Las manos de Hernán logran transformar el desecho de las pestañas de cervezas, en arte sofisticado.
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