Páginas

sábado, 17 de septiembre de 2016

"Sin el Arte, el ser humano no podría seguir adelante; necesita belleza"

María López-Fanjul considera que "en el arte español del siglo XVII hallamos muchos problemas de hoy".

                 María López-Fanjul considera que "en el arte español del siglo XVII hallamos muchos problemas de hoy"


López-Fanjul es comisaria de la exposición en Berlín sobre el arte del Siglo de Oro español

¿Qué historia pretendía contar con la exposición?
Primero, queríamos descubrir el arte español a los alemanes. No conocen casi nada. Es decir, conocen a Velázquez y lo que están un poco más iniciados conocen a el Greco. Y ya. Queríamos darles a conocer esa riqueza de artistas del siglo XVII y la calidad del arte español y, luego, explicar el contexto en que surge y la diversidad regional. Que hayan coincidido tantos artistas y tan buenos no fue suerte. Tiene una explicación económica, social y política. ¿Por qué hay tanto arte religioso? Pues porque la Iglesia era el principal patrocinador artístico junto con la nobleza. En general, no es que hubiera un mayor interés del artista en pintar temas religiosos. Eso es igual que en el mercado contemporáneo: la oferta se adapta a la demanda. Este enfoque también funciona muy bien para explicar la contemporaneidad del arte barroco español frente a los problemas de hoy en día: la crisis política y económica y, al mismo tiempo, el florecimiento artístico.
¿Hay comparación entre el siglo XXI y el XVII?
En aquel momento había una crisis general del mundo occidental. Hablamos del decaimiento de la monarquía hispánica en el siglo XVII, pero en gran parte del resto de Europa todavía estaban peor. Las grandes potencias europeas, empezando por España, libraron en esos años la Guerra de los Treinta Años. Ésta, sin embargo, se combatió principalmente en el territorio de la actual Alemania. La región de Brandenburgo, que circunda Berlín, perdió en esa guerra el 50 por ciento de sus habitantes. John Elliott lo explica muy bien: en ese momento, a pesar de los múltiples problemas que España tenía, una serie de factores favorecieron el florecimiento artístico en la Península. Por un lado estaba el dinero que llegaba de América y que en gran parte se utilizó para financiar obras de arte. Por otro lado, la actual España fue uno de los pocos territorios que en ese siglo estuvo libre de guerras. Aunque en la Península hubo diferentes insurrecciones no fue un territorio de combate constante, como sí fue el caso de gran parte de Centroeuropa. Eso permitió que en España los artistas pudieran tener paz para trabajar con tranquilidad e incluso para viajar y conocerse.

¿Hay en esas obras del XVII preguntas o respuestas para el mundo de hoy?
Muchísimas. Encontramos por ejemplo, los temas de la angustia existencial y de la confrontación religiosa. Especialmente, focalizado en el problema entre protestantes y los católicos, que aún está definiendo la Europa de hoy en día. A los españoles ese conflicto nos queda muy lejos, pero cuando vives en Alemania te das cuenta de la importancia de la religión. Te das cuenta de que el que es católico en Alemania es católico reconvencido. Y el que es protestante, lo mismo. Porque tienen al «enemigo» delante de casa. Un español crece en un ambiente más o menos de tradición católica. Es lo que hay. En Alemania apostata mucha gente porque tiene que pagar unos impuestos muy altos si es miembro de una iglesia, todos los meses. En España puedes ser miembro de la iglesia y no pagar ningún impuesto. Allí tienes que pagar. Y para no pagar, tienes que apostatar.
¿Esa pintura del XVII mostraría entonces un choque de «civilizaciones», de creencias?
Totalmente. La pintura religiosa española barroca es una de las grandes armas propagandísticas de la iglesia de Roma del momento. El arte español del XVII es la propaganda contrarreformista y el arte protestante alemán del momento es la propaganda reformista de Lutero. Es lo que se están contando las diferentes iglesias en conflicto. Son los mismos miedos que hay hoy en día con el Islam, con los emigrantes... El público berlinés, de tradición protestante y realidad atea, cuando se enfrenta a esos cuadros, ve el tema. Nosotros, los españoles, no vemos el tema. Nosotros, al ver un cuadro barroco español, nos afecta más o menos que estén decapitando a un mártir. Pero es que el berlinés solamente ve al mártir decapitado. Para nosotros el tema es secundario respecto a la calidad de la obra. Y los berlineses es lo primero que ven. Lo que más les afecta es la brutalidad del tema.
A veces ese arte religioso es más bien truculento...
Totalmente. De hecho, la gente que producía las audioguías me llegó a preguntar si era una exposición para niños. Yo no entendía nada. Esa es la diferencia entre ver este arte por primera vez, como le pasa a los berlineses, y estar acostumbrados a ese lenguaje, como nosotros.
¿Al perder la cultura religiosa estamos perdiendo las claves para decodificar ese tesoro artístico?
Estamos perdiendo las herramientas para disfrutar del arte. La historia de la religión también es una historia cultural y si queremos que nuestros hijos sean capaces de disfrutar del arte, y no sólo del arte español, del arte europeo occidental, necesitan conocer esas historias para saber qué es lo que están viendo. Habría que separar la confesión religiosa del arte, en el sentido de que conocer las historias de la Biblia no te hace ser más religioso, sino ser alguien más culto.
¿Qué diferencia hay entre el público español y el alemán en el campo del arte?
El alemán tiene una virtud en concreto, para mí maravillosa, que es la capacidad de entusiasmo. El alemán descubre un tema que le gusta y nos gana a todos. A los dos días se habrá leído todo lo que haya localizado al respecto. Tiene unas enormes ganas de saber y así entran en la exposición. Y salen entusiasmados. En Alemania se aprecia mucho la cultura. Hay un detalle que todavía me sigue impresionando. Cuando uno se doctora, el título de doctor pasa a formar parte de tu nombre, de tu apellido. En mi tarjeta de crédito, o en mi cartilla de la seguridad social, pone «Dr. María López-Fanjul». Eso te indica el valor que le dan al esfuerzo, al trabajo necesario para conseguirlo. Allí el médico que no tiene un doctorado no es doctor, es médico. En la música se ve mucho más. Hay una oferta enorme, pero es que la gente va. Nosotros trabajamos frente a la Filarmónica de Berlín y los martes a la hora de comer ofrecen un concierto gratis. La gente se queda sin comer para ir al concierto. Forma parte de su educación y su disfrute.
Usted ha dicho que el arte tiene que provocar.
En general, el arte barroco religioso estaba hecho para eso.
En ese sentido parece muy actual.
Totalmente. Empecé dedicándome al arte contemporáneo, pero iba haciéndole preguntas al arte y a cada pregunta que hacía siempre me iba años hacia atrás. A lo mejor el lenguaje es diferente, obviamente, pero ambos plantean preguntas muy similares. Cuando en el arte contemporáneo empiezan a hablar de estética, de filosofía, la grandísima mayoría de las respuestas ya se dieron en el siglo XVII.
Usted trabajó en el Museo del Prado, ¿tenemos en España conciencia del valor de ese museo?
Para mí es el mejor museo del mundo. Pero, al hablar del valor de lo español, me gustaría decirle a los españoles que el día en que nos creamos lo buenos que somos, y no solamente en arte, sino en un montón de disciplinas, también se lo creerán los demás. Eso es lo que nos falta. Trabajé dos años en el Prado antes de ir a Berlín y entre los momentos más maravillosos de mi vida están aquellos lunes en el Prado, cuando estaba cerrado y podía pasear sola por esas salas. Recorrerlo es formar parte de una historia que no tienen otros museos que han ido comprando la obra siglos después, siguiendo un patrón más intelectual. En el Prado tienes a los tizianos, los rafael y los velázquez. Pero además tienes a Carlos V, a Felipe II, a Felipe III, a Felipe IV... que son los que han formado esa colección. Tienes la pasión de los que fueron los mejores coleccionistas del mundo occidental. Yo trabajo en la pinacoteca de Berlín, que es la mejor colección de pintura del país, pero lo que le falta es la pasión del coleccionista privado. Y esa es una de las cosas que, a mi modo de ver, define a España frente a Alemania: nuestra capacidad de disfrute que, sinceramente, nos hace más felices.
¿Quiere decir que Felipe II compraba el Bosco porque le entusiasmaba su pintura o que a Felipe IV le pasaba lo mismo con Velázquez?
Exactamente. Y esa pasión que ves en todas las salas del Prado lo hace un museo único. Felipe IV fue un rey que construyó un palacio, el palacio del Buen Retiro, y lo decoró entero con obra que entonces era arte contemporáneo. La mejor vanguardia del momento. Que me digan un solo proyecto del siglo XXI que se le pueda comparar.
¿El coleccionismo privado español se halla a la altura del europeo?
No. Primero, las fortunas son diferentes. Y todo cuesta. Luego, es que hay que fomentar la cultura desde la política. Tienes que incentivar a la gente para que compre arte. E incentivar las donaciones. Hay que entender que el coleccionismo privado es parte del coleccionismo público. No existirían museos si no hubiera habido alguien que se hubiera gastado sus cuartos en comprar arte. Todos formamos parte de un mismo sistema. Y todos nos necesitamos. Todos. Las galerías, los museos, el coleccionista privado, el visitante€ Tenemos que convencer a los políticos de que para nosotros la cultura es muy importante y queremos que se lo tomen en serio. Vivo en el antiguo Berlín oriental y ahora nuestro barrio está todo restaurado y es maravilloso, pero cuando llegué muchas de las casas eran grises y seguían con las balas de la II Guerra Mundial. Era una ciudad muy gris. Entonces te das cuenta de que el arte es fundamental para seguir viviendo: pintar las casas de colores, poner una escultura en la calle€ Si no, la gente no podría seguir adelante. El ser humano tiene la necesidad de crear y de ver belleza, de ver obras que le hagan reflexionar sobre sí mismo para seguir adelante. No es un lujo, es una necesidad vital. Tú ves una obra de arte que te guste y te hace feliz. Y está probado médicamente que si eres feliz vives mejor y más. Los políticos tendrían que fomentar el arte aunque sólo fuese para ahorrarse dinero en el sistema sanitario.
Empezó por el arte contemporáneo. ¿Qué le interesa?
Me interesa la manera diferente que tienen de enfrentarse a los mismos problemas. Y me preocupa especialmente el poco interés que tienen algunos artistas contemporáneos por las técnicas. ¿Cómo creen que van a evolucionar si no tienen las técnicas suficientes para hacerlo? Es como si un escritor no se preocupara del lenguaje o de leer lo que se ha escrito antes que él. Que un artista esté muerto no le quita importancia. Siempre digo que Velázquez era la vanguardia más vanguardia del momento. Todo es arte contemporáneo. Veamos la utilización de la cultura en la propaganda política de Felipe IV y el Conde Duque de Olivares, ¿qué creen que estamos inventando ahora? Eso es lo que me interesa: ver cómo el ser humano se repite y nuestra capacidad, y discapacidad, para aprender de ello.
¿Cómo es la vida hoy en día en Alemania?
¿En general o como mujer y madre?
Las dos cosas.
Me encantaría que lo pusiera. En España la idea que tenemos de ser madre en Alemania es completamente equivocada.
¿Por?
Es muy difícil ser madre y hacer carrera en Alemania.
¿Peor que en España?
Es que en España es un lujo. La sociedad alemana está en contra de que la madre trabaje. La madre tiene que quedarse en casa cuidando de sus hijos. Los alemanes son conservadores, los españoles somos tradicionales, que son dos cosas muy diferentes. En España a nadie se le ocurre decirle a una mujer: tú, mala madre ¿qué haces que trabajas en vez de estar cuidando tus hijos, que son nuestro futuro?
¿Y allí se lo dicen?
Yo lo oigo muchas veces al día. En Alemania hay muchas ayudas económicas. Pero todo está hecho para que la madre, que no el padre, no trabaje o trabaje a media jornada. El ambiente social te dice que no te estás haciendo cargo de la progenie. En cierta manera es una herencia del nazismo. Yo tengo un marido maravilloso y con nuestro segundo hijo, Carlitos, me quedé seis meses en casa y luego mi marido otros seis meses. Lo hicimos así porque además no hay una sola guardería que te coja un niño de menos de un año. Y tener alguien en casa que te cuide a los hijos está mal visto. Lo normal es que la madre se quede en casa tres años por cada hijo. Te los pagan, sí, pero ten dos hijos: seis años en casa, se acabó tu carrera. Y con ello tu independencia económica y, por lo menos en mi caso, una parte de mi vida que me encanta.
¿Qué le preocupa a usted de Alemania?
Todos los movimientos de extrema derecha que están surgiendo. Aunque estos movimientos no son sólo xenófobos sino que en gran parte son la respuesta a una insatisfacción político-social, es una realidad contra la que tenemos que luchar todos.
En España todavía no nos ha llegado.
Espero no equivocarme, pero dudo que estos movimientos puedan llegar a España con la fuerza con la que están llegando a otros países europeos. Especialmente por esa capacidad que tenemos de ser positivos ante la adversidad, de ayudarnos y por nuestra propia estructura social, que en gran parte nos define. Aquí hay una crisis y tienes a todo el mundo ayudando. La familia es fundamental. En Alemania, las familias están desestructuradas. Y tengo que decir que es un país maravilloso. Yo me casé con un alemán y mis hijos son mitad españoles, mitad alemanes. Pero Alemania tiene unas carencias éticas y sociales muy importantes. En ese aspecto, como en muchos otros, tenemos mucho que enseñar. Siempre me da pena cuando algún español me dice que en Alemania seguro que todo funciona mejor. Sinceramente, algunas cosas sí y otras no. Como en todas partes.
La familia ha sido el gran colchón de esta crisis.
Y lo sigue siendo. A los alemanes les cuesta a entender que pase mis vacaciones con mi familia en España. A ellos no se les pasa por la cabeza pasar con la familia más que el día de Navidad. Mire, cuando yo tuve a mi primera hija y estaba en el hospital, en Berlín, mi marido me decía: la gente por la calle me da recuerdos para ti y no sé quienes son. Y le decía: claro, ¡es que yo voy saludando a la gente!
Pregunta obligada: situación política en España, ¿qué opina?
Algo que aprendí de los alemanes, que tienen muchas cosas buenas, es no echar la culpa solamente a los políticos. Si tú quieres que cambie algo en tu país, hazlo tú. Porque la sociedad somos todos.
En los tiempos duros de las crisis el reproche que le hacíamos a los políticos en España era: no nos representan.

¿Pero por qué están ahí los políticos? Mi marido, con 23 años fundó un partido nuevo porque no le gustaba lo que vio. Y así son los alemanes. No les gusta que les manden.
Bueno. La historia reciente de Alemania no dice eso...
Como tienen tanto miedo a que la historia se repita han hecho todo lo posible para que no vuelva a suceder. En Alemania aprendí dos cosas fundamentales. Una: a decir no, que en España es muy difícil. Otra: que tu país es tu responsabilidad, no puedes echar la culpa a los políticos. Si no te gusta una cosa, cámbiala tú. Si no te gustan los partidos, funda tú un nuevo partido. O métete en otro. Intenta cambiar las cosas. No vale quejarse, hay que hacer que las cosas cambien. La gente habla en España del sistema. ¿Pero qué es el sistema? El sistema somos todos. Ese el paso que nos faltaba y que creo estamos empezando a dar: el de la responsabilidad política.
Fuente

No hay comentarios:

Publicar un comentario