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martes, 25 de octubre de 2016

El arte paleocristiano en España

historia del arte
Sarcófago procedente de Layos, Toledo (Museo Marés, Barcelona), con Adán y Eva en el centro, y la adoración de los Magos que visten como persas, en el extremo derecho.


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África e Hispania constituyen la segunda gran área geográfica del mundo artístico del Occidente cristiano, y ambas provincias viven corrientes distintas, más orientales que itálicas, en particular desde el siglo V, y su personalidad es potente frente a Roma. El mismo fenómeno se aprecia también en el pensamiento de un San Cipriano o un San Agustín. África la ocuparon los vándalos en el año 427 y pasó a ser provincia bizantina desde el año 534 hasta el 647.
Así podemos decir que a partir del segundo cuarto del siglo V vivió alejada de Roma, manteniendo contactos orientales hasta la invasión árabe. Desde el siglo IV hay conjuntos arquitectónicos cristianos en centros urbanos episcopales de gran empuje, pero muchas veces se trata de construcciones aprovechadas en edificios oficiales paganos. Un grupo constantiniano antiguo está fechado en el año 324 en Orleansville, con una iglesia de tres naves.

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Hay iglesias de una a cinco naves, con cubierta siempre de madera. Muy pronto se construirán cabeceras tripartitas con prótesis y diaconicón a los lados del presbiterio, y en Orleansville surge el tipo de ábside contrapuesto, de carácter de culto martirial, a consecuencia de la modificación del obispo Reparatus en el año 475. Hoy las basílicas de doble ábside forman el conjunto arquitectónico mejor estudiado y las conocemos en muy variados lugares como en Tipassa, Matifu, Orleansville, Mactar, Haidra, etc. Esta estructura tuvo gran influencia en la arquitectura hispánica en el siglo VI.
Cabeceras tripartitas, dobles ábsides, y otras peculiaridades como la influencia de los martyria de planta central en Tabraka y Djemila o rectangular en Cartago, definen una rica variedad arquitectónica que va acompañada, además, de una serie de baptisterios cruciformes sin que sean extraños los de planta poligonal de tradición ambrosiana. Todo ello aparece ornamentado con la policromía brillante de los mosaicos de pavimento.

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Son clásicas ya las escuelas de musivaria africanas, tan ricas en los siglos IV al VI, cuyas modas pudieron llegar fácilmente a Italia o a Hispania, por ejemplo. Pero a estos pavimentos hay que añadir el desarrollo de un riquísimo conjunto de mosaicos sepulcrales conocidos desde antiguo, por ejemplo en Tabraka, y hallados más recientemente en la basílica de Félix en Cabo Bon, en la basílica de Setif.
La posición artística de Hispania es mucho menos personal que la africana. Hay que recordar que es una encrucijada de caminos en el extremo occidente del mundo clásico, y así se expresa San Clemente cuando se refiere a la predicación de San Pablo. Durante el siglo IV, el arte cristiano hispánico refleja modas romanas y mediterráneas, y sus restos conservados tienen casi todos carácter funerario. Los siglos V y VI muestran una clara huella africana y oriental, algunas veces sin pasar por África. Los edificios funerarios de planta central llegan a la Tarraconense.

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El mausoleo posconstantiniano de Centcelles, fechado hacia la mitad del siglo IV, es un reflejo del tipo de Santa Constanza de Roma. Su extraordinaria ornamentación pintada y de mosaico reúne la corriente del temario de los grandes latifundistas en la escena baja de cacería con la preocupación soteriológica del arte catacumbario en el friso de los dos Testamentos.
Los edificios de estructura central continuarán durante toda esta centuria. Así en la época de Teodosio se construirá otro gran mausoleo poligonal en Pueblanueva de Toledo, que hoy es sólo un elemento arqueológico. Juntamente con estas formas arquitectónicas, en época de Constantino, se importan a Hispania sarcófagos de friso continuo, de taller romano.

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La serie es muy rica y a veces con iconografía muy peculiar, como en los sarcófagos de Cristo triunfante sobre el dragón, y aun de la historia de Susana, de Sant Félix de Girona, o el sarcófago con Pedro y Pablo ante Nerón en el sarcófago de Berja, Almería (en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid), o la imagen de la receptio animae del sarcófago de Santa Engracia de Zaragoza. Entre sus conjuntos hay que destacar los de Sant Félix de Girona y de Córdoba, ambos de época constantiniana.
Otras piezas del mismo momento, pero del área toledana, son los ejemplares de Layos, y ya durante la segunda mitad del siglo I y la importancia romana decrece y son más escasos los ejemplares conocidos.

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Al noreste de la Península, en relación con el mediodía de Francia, llegarán a partir del siglo V las fórmulas creadas en Milán por San Ambrosio, particularmente en la arquitectura bautismal, como se puede comprobar en Santa María de Terrassa y en la catedral de Barcelona.
Durante el siglo V harán su aparición las arquitecturas con cabecera tripartita, a consecuencia de una estrecha relación con África a través de las Baleares y como resultado de la huida de cristianos del África ocupada por los vándalos. Más tarde, ya en pleno siglo VI, se verán templos de ábsides contrapuestos en Vega del Mar (Málaga), el Germo (Córdoba), Casa Herrera (cerca de Marida) y Torre de Palma (Portugal). En este instante, un rico grupo baleárico constituye un enclave mediterráneo vinculado a través de sus templos, baptisterios y mosaicos a las provincias africanas, ahora bajo Justiniano.

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 En este sentido hay que citar las basílicas de Santa María, Son Peretó y Sa Carrotja en la isla de Mallorca, y las de Son Bou y Es Cap des Port de Fornells en Menorca.
Cuando dejan de trabajar los talleres de escultura de Roma, aparecen los centros hispánicos. Se conoce bien el de la Bureba en la provincia de Burgos, de arte rudo, en el que se identifican temas de iconografía africana como la visión de Santa Perpetua. Más clásico es el de Tarragona, estrechamente relacionado con Cartago. El frente del sarcófago de las Orantes, de Tarragona, puede ser obra africana, y aunque el estilo del sarcófago de los Apóstoles y del de Leocadio lo sea también, ambos están tallados en piedra de Tarragona.
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El último capítulo del arte paleocristiano hispánico, que corresponde a la segunda mitad del siglo V y llegará hasta el VI, lo constituyen los mosaicos. Los de pavimento son escasos en la Península, pero son ricos y bellos los de las basílicas baleáricas de la mitad del siglo VI. También aparecen mosaicos funerarios en todo el Levante y Sur, destacando por su belleza los dedicados tanto a Optimus como a Ampelius en Tarragona, el de Barcelona, y el de Baleria en Son Peretó (Mallorca), a los que acompaña una más abundante serie en Fuente Cillas (Huesca), Alfaro (Logroño), Denia (Alicante), etc., localidades que definen la prolongación hispánica de una moda africana.
Todas estas formas artísticas van hispanizándose poco a poco hasta crear las obras de arte de tiempos del reino visigodo, en el siglo VII.

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Fuente
http://www.historiadelarte.us


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