Polo, en su casa de Bruselas, con parte de su colección. A la izqda., el busto "Henry van de Velde", de Georg Kolbe; la cerámica "The Big Pot", de Henryk Lula, y el cuadro "Kallomorphose V", de Marc Eemans. A la dcha., la escultura de vidrio "Inside Out", de Maria Roosen, y la de madera y marfil "Grotesque III", de Oskar Schlemmer. Ale Megale
Juan Carlos Rodríguez
Es una incógnita el museo de nuestro país que acogerá las 7.000 obras de la colección de Roberto Polo, cubano de origen español. FS se cita con Roberto Polo en Conca dei Marini, y luego en Bruselas. "La póliza del seguro de mi colección es de 50 millones", desvela
Recostado en una hamaca del hotel Belvedere, el coleccionista de arte Roberto Polorepara en uno de los veleros que surcan las aguas de la Costa Amalfitana, el refugio italiano donde pasa sus vacaciones de verano. "Mira, está pasando un cuadro de Hopper", dice mientras acaricia a su galgo Otello. En efecto, el pequeño balandro recuerda al lienzo Martha McKeen de Wellfleet que el artista pintó en 1944, y que actualmente está colgado en el Museo Thyssen-Bornemisza. Como en la pintura de Hopper, el tiempo parece haberse detenido en este apacible y nada pretencioso hotel de Conca dei Marini, un bello pueblo costero situado a unos 58 km de Nápoles. Además de coleccionista, este norteamericano de origen cubano (La Habana, 20 de agosto de 1951) y antepasados españoles es artista, historiador del arte, galerista, mecenas y filántropo. No es extraño, por tanto, que vea un cuadro donde la mayoría sólo alcanza a ver un bonito paisaje.
Conocido como The Eye (el ojo), por su capacidad para identificar auténticas obras de arte adelantándose a las tendencias del mercado, de él se ha dicho que compra lo que otros comprarán mañana. "Uno siempre debe comprar en contra del gusto imperante", alecciona Polo, un coleccionista ecléctico que siempre ha sabido apreciar lo que fue rompedor en su tiempo. "La clave es apostar por piezas que fueron nuevas expresiones artísticas en su tiempo y marcar tendencia tras haber argumentado por qué son importantes". Admirador del arte del siglo XVIII, ha contribuido a valorar el del XIX y ahora hace resplandecer la creación contemporánea apostando por pintores belgas.
Nos ha citado un 20 agosto en el Belvedere coincidiendo con su 65 cumpleaños. Por la noche nos invitará a un espectáculo del Ballet Nacional de Cuba en el Festival de Ravello. Está acostumbrado a rodearse de belleza. "Cada nuevo año siento que empiezo una nueva vida. Yo siempre tengo proyectos; el deseo de hacer cosas y el entusiasmo por hacerlas bien me mantiene vivo", afirma. Pudimos comprobarlo mientras remataba, móvil en mano, los flecos de su última exposición: La pintura después del postmodernismo. Bélgica-EEUU, inaugurada a la grande manière en Bruselas a mediados de septiembre. "Nada está en venta, todo lo hago por apoyar a los artistas. Llevo gastados miles de euros. Pero no hay ningún objetivo comercial, ¿eh? ¡Nadie hace ya locuras como esta!".
Culto, educado y cálido en el trato, desde el primer momento saluda con tres besos, como acostumbran en Bélgica. Desde 2007 reside en Bruselas, donde regenta su propia galería. Hombre cosmopolita y de modales refinados, habla inglés, francés, italiano..., y un español con suave acento cubano. Apenas es conocido en España, aunque en los circuitos culturales ya le ven como Roberto Polo El Deseado. No en vano, el mecenas cederá a nuestro país su colección, de unas 7.000 obras, en la que destaca la pintura de vanguardia procedente del norte y este de Europa. "La idea es seleccionar una colección permanente para el museo o museos que la acojan y tener un sistema de rotación y de exposiciones temporales", afirma.
Para hacernos una idea del volumen de su legado, podemos comparar su colección con otras de arte contemporáneo españolas como la del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (que con 16.000 obras en sus fondos expone sólo 800) o la delIVAM de Valencia (que atesora 12.000 piezas pero sólo exhibe 400). El desembarco es inminente, "para comienzos de 2017", pero de momento el nombre de la ciudad elegida es casi un secreto de Estado.
Obra de Ed Moses (2008), pintor norteamericano presente en la última exposición de Roberto Polo
Polo junto a su galgo, Otello, posa en el hotel Belvedere, en la Conca dei Marini (Italia) Ale Megale
Nacido en el seno de una familia acomodada de La Habana, sus antepasados eran gallegos emigrados a Cuba. "Mi bisabuelo materno fue el compositor José María Castro, conocido como el Maestro Chané, mientras que mi abuelo, Mario Castro, llegó a ser capitán de la marina mercante y destacó como tenor profesional. Él me inculcó su pasión por las artes y la música". La fortuna familiar procedía de la rama paterna. Su padre, Isaac Roberto, y sus tíos habían heredado Polotanque S.A., una compañía dedicada a la construcción de tanques de acero para refinerías de petróleo, puentes, ingenios azucareros y destilerías de ron en el Caribe y América Central. Por su parte, su madre y "alma gemela",María-Teresa, recientemente fallecida, abandonó su carrera de mezzosopranocoloratura al poco de casarse.
En 1961, tras el ascenso de Castro al poder, los Polo se trasladan a Miami y de ahí a Massachusetts, Lima, Washington y Nueva York. "Esa vida nómada me desestabilizó, pero al mismo tiempo me enriqueció enormemente", cuenta. Formado en las mejores academias y universidades (Taller Suárez Vértiz, en Lima; la Corcoran School of Art, en Washington, Columbia University en Nueva York), desde pequeño destacó como un prodigio de la pintura. "Siempre supe lo que quería ser. En la escuela, mientras los niños jugaban en el recreo, yo repasaba la colección de arte ilustrada de Albert Skira".
El matrimonio de mecenas Bayard L. England le convirtió en su protegido. A los 14 años se matriculó en la Corcoran. Terminó en dos años un diploma de cuatro. "A los 16 me propusieron dar clases". Compaginó la docencia con alguna exposición individual, pero su trayectoria artística se truncó a los 20 años: "Tenía la sensación de estar llenando el mundo de cosas innecesarias, algo que no me ocurrió como coleccionista", se ríe Roberto, que a los 21 se casó con Rosa Suro, hija del pintor dominicano Darío Suro. Fruto del matrimonio, roto hace tres décadas, nació su hija Marina. El padrino fue el conde de Odiel, primo del Rey emérito Juan Carlos.
Su carrera comenzó de forma modesta en los 70, con un trabajo a tiempo parcial en la librería y galería Rizzoli de Nueva York, mientras estudiaba Bellas Artes e Historia del Arte en Columbia. "Allí se dieron cuenta de que tenía talento natural como vendedor de arte". Siendo director de la Rizzoli Gallery organizó llamativas exposiciones como Fashion As Fantasy, "pionera en concebir la moda como arte", con la participación de artistas como Andy Warhol, Karl Lagerfeld y Willen de Kooning. Pero su gran salto llegó cuando se puso al frente del departamento de Inversión en arte de Citibank, pionero en la industria bancaria. Aquella experiencia le sirvió para montar su propia asesoría de inversiones: Private Asset Management Group, Inc. Por entonces, Roberto Polo y Rosa Suro aparecían en los ecos de sociedad como una de las parejas más glamourosas de Nueva York.
Polo, fotografíado por Bruce Weber en Nueva York en 1977
No había cumplido 35 años y ya era rico y famoso. Durante meses fue el mayor accionista de Sotheby's, la casa de subastas. Su interés por la moda le llevó a asociarse con el diseñador cubano americano Miguel Cruz, contratando a la modelo Grace Jones para sus desfiles. Algunos medios empezaron a llamarle entonces "el Gran Gatsby de la era Reagan" por su rutilante estilo de vida, que incluía pisos en Nueva York y en París decorados con pinturas del siglo XVIII francés: Fragonard, Boucher, Vigée Le Brun... "Nadie me convencerá de que Renoir es más importante que Boucher", subraya Polo, por cuyas manos han pasado algunas de las joyas más codiciadas, como el diamante Ashoka, de 41 quilates, que llegó a lucir su mujer. Él se lo compró a la actriz mexicana María Félix por un millón de dólares y pocos años después se vendió en subasta por 3.850.000 dólares. Poco a poco su reputación como filántropo fue creciendo con donaciones al Metropolitan de Nueva York, al Louvre de París o al Horta Museum de Bruselas.
Este año Roberto Polo ha recibido el Premio al Mecenazgo de la revista Capital Arte.Daniel Alcouffe, conservador jefe honorario de Artes Decorativas del Museo delLouvre, fue el encargado de entregárselo. Se conocían desde 1986, cuando el coleccionista decidió donar el espectacular jarrón de porcelana de Sèvres que Napoleón regaló a su madre. "A mi juicio, tres disposiciones caracterizan a un gran mecenas: la cultura, la curiosidad y la generosidad", dijo Alcouffe. Y a continuación argumentó que el homenajeado encarnaba las tres. ¡Bienvenido a España, señor Polo!
Vista de la muestra "Painting After Postmodernism | Belgium - USA", en el edificio Vanderborght de Bruselas. Ale Megale
Fuente
No hay comentarios:
Publicar un comentario