La pinacoteca analiza el entorno creativo y laboral de los artistas desde principios de la Edad Moderna hasta finales del siglo XIX
Dicen que los ojos son el reflejo del alma. Los del chico de Huyendo de la crítica, de Pere Borrell demuestran su visión del arte de la época: sorpresa, ansiedad por salir del cuadro que le retiene. Sus brazos atesoran sus intenciones de romper con lo tradicional, de buscar nuevos estamentos para el arte que se mantuvo desde principios de la Edad Moderna hasta finales del siglo XIX. El Museo del Prado, a través de ésta y otro centenar de obras, intenta llevar al espectador al mundo de la metapintura, una forma de referirse a la pintura a través de la misma.
"Exposiciones como esta muestran tanto el vigor intelectual del museo como su versatilidad", apunta Miguel Falomir, director adjunto de conservación e investigación del Museo del Prado. Metapintura. Un viaje a la idea del arte, que estará desde este martes hasta febrero de 2017, aborda los problemas fundamentales de la teoría artística a través de relatos mitológicos, el carácter místico de las imágenes y su devoción religiosa. "La exposición propicia un cambio de lectura de una misma obra", dice Javier Portús, comisario, para quien la relación entre los espacios pictóricos y la realidad son la base para entender la forma en que los artistas se han representado a sí mismos a lo largo del tiempo.
Metapintura arranca, de esta forma, con la obra Cristo crucificado contemplado por un pintor, de Francisco de Zurbarán, que pone de manifiesto la estrecha relación entre arte y religión durante la Edad Moderna. Y finaliza con Rotonda del Museo del Prado, de Pedro Kuntz y Valentini, que ensalza la apertura de la pinacoteca en Madrid.
El visitante encontrará, así, lienzos en los que, por un momento, la pintura abandona su definición de 'ventana' al exterior, para convertirse en un 'espejo', en el que un artista se pueda mirar y ver a sí mismo. "Individualmente cada obra es un ejercicio de introspección, pero también a nivel colectivo al establecerse como un espejo en el que el museo se está mirando dentro de sí. Es un ejercicio de autorreflexión", explica Portús. Se reflejan las leyes de su actividad, la tradición, la historia o el sistema de las artes. Una forma de reivindicar el carácter liberal de los artistas de la época.
Distintas imágenes representan lugares vinculados con su propio arte. Algunas son invenciones, escenarios, pero también hay algunas que reproducen espacios reales, como la del Archiduque Leopoldo Guillemo en su Galería de pinturas en Bruselas, de David Teniers. "Toda la historia de la pintura podría ser entendida como metapintura", dice Jaime de los Santos, director general de promoción cultural, de la Comunidad de Madrid.
La muestra, que se inscribe en la serie de exposiciones que comenzó en 2010 con Rubens, incorpora entre sus piezas seleccionadas, la mayoría procedentes de colecciones reales, obras de Zurbarán, Bernini, Goya, El Greco o Murillo. 22 han sido prestadas por 18 museos y coleccionistas diferentes como la Fundación Casa de Alba, la National Gallery de Londres o el Museo de Bellas Artes de Sevilla, entre otros. Entre ellas, se encuentra Cristo crucificado, con un pintor, de Zurbarán; La Santa Faz, de El Greco; o, Las hilanderas, de Velázquez, una forma de aludir la idea de tradición y progreso artístico para situarse dentro de la misma.
Todos estos pintores presentes en colecciones permanentes de El Prado reflexionaron sobre el arte, el artista y su relación con la sociedad: desde los orígenes, en los que la pintura estaba prácticamente al servicio de la religión, hasta la definición del nuevo artista durante el siglo XVIII, cuando el "yo" invade la esfera del arte.
Además, aprovechando el IV Centenario del fallecimiento de Cervantes, la exposición rinde homenaje al autor, reservando un espacio al Quijote y poniéndolo en relación con Las meninas, de Velázquez, pues al igual que la obra del escritor es una novela sobre la novela, la del artista es una pintura sobre la pintura, en la que el autor no solo representa lo representado, sino que abordar cuestiones entre la figura del pintor y su creación. "No es un mano a mano", explica Miguel Zugaza, director del Museo del Prado. "Lo que se pretende es que a través de más de 100 obras se dé lugar a un viaje a través del arte".
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