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domingo, 27 de mayo de 2018

Velázquez a la japonesa

El Museo de Arte Occidental de Tokio.
El Museo de Arte Occidental de Tokio.

El Museo de Arte Occidental de Tokio acoge una exposición con 61 obras de Velázquez, Tiziano, Rubens, Zurbarán, el Greco y Murillo, entre otros



Los visitantes extranjeros a Tokio comentan con frecuencia que la iluminación de sus museos parece dictada por el rechazo nipón a los reflejos descrito por el escritor Junichiro Tanizaki en su célebre manifiesto estético El elogio de la sombra.
La exposición Velázquez y la celebración de la pintura: la Edad de oro en el Museo del Prado, que ha sido vista por casi 300.000 personas en el Museo de Arte Occidental de Tokio (NMWA por sus siglas en inglés), confirma esta apreciación pues suprime hasta el más mínimo destello iluminando las obras con haces de luz difuminada desde el suelo y desde el techo.
Exposición 'Velázquez y la celebración de la pintura: la Edad de oro en el Museo del Prado', del NMWA.
Exposición 'Velázquez y la celebración de la pintura: la Edad de oro en el Museo del Prado', del NMWA.
“Al público japonés le disgustan los reflejos y evitarlos ha sido nuestro primer objetivo”, explica Yusuke Kawase, comisario del NMWA quien colaboró con Javier Portús, jefe de Conservación de Pintura española del Prado, en la selección de 61 obras maestras de Velázquez, Tiziano, Rubens, Zurbarán, el Greco y Murillo, entre otros.
El NMWA es el único edificio construido por Le Corbusier en el lejano oriente y las salas de exposición, situadas bajo tierra y con alturas menores que los salones del Prado, permiten apreciar más de cerca las obras.
La distribución homogénea de la luz sobre los lienzos dulcifica los abundantes claroscuros e invita a detenerse en detalles relegados por sus autores a las tinieblas, como la mesa de trabajo de San José en la Sagrada Familia del pajarito, de Bartolomé Esteban Murillo.
Para el comisario japonés la referencia en la iluminación de las salas es el tenebrismo del siglo XVII, estilo de luz selectiva que entronca con el discurso de Tanizaki, quien escribió El elogio de la sombra en 1933 como un lamento estético ante la modernización de su país y la desaparición paulatina de la sutileza de su cultura tradicional simbolizada con la iluminación con velas tamizadas por el papel japonés.
Para ampliar su público, la exposición recurre a El príncipe Baltasar Carlos, a caballo, retrato del príncipe de Asturias de seis años con el pecho cruzado por una banda rosa, color oficial de lo kawaii, la popular estética nipona de lo “tierno” o “lindo”.
Pintada por Velázquez para ser vista desde abajo con una corrección óptica que deforma el cuerpo del caballo, la obra es el emblema de la exposición y la favorita de los visitantes, según las ventas de tarjetas postales, bolsos, bufandas y los casi 300 productos asociados que se pueden adquirir en la tienda del museo.
El personaje de manga Carlos-kun.
El personaje de manga Carlos-kun.
El pequeño príncipe español ha sido convertido además en un personaje de manga llamado Carlos-kun (Carlitos) que circula en las redes sociales niponas y ayuda a remediar la ausencia de selfies pues la prohibición del Prado de fotografiar dentro de sus salas se mantiene en Tokio.
Además de un catálogo en japonés e inglés con desgloses rigurosos escritos en gran parte por Kawase y otros especialistas japoneses del arte y la cultura españolas, el museo ofrece conferencias para conocer, por ejemplo, los gustos artísticos de los diversos monarcas históricos y de paso enterarse por qué la escasez de pintores españoles de paisajes en el barroco o cuánto ganaba el autor de las Meninas (90.000 maravedíes al año).
La exposición, inaugurada el 24 de febrero, forma parte de las celebraciones del 150 aniversario del inicio de relaciones diplomáticas entre España y Japón y termina en Tokio el 27 de mayo. Desde el 13 de junio al 14 de octubre se podrá ver en el Museo de la Prefectura de Hyogo, en la ciudad de Kobe, centro de Japón.
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