Disfrutar el museo más visitado del mundo requiere más que hacer una larga fila.
El histórico edificio se construyó como un castillo en el siglo XII, luego se convirtió en palacio real en el siglo XVI para finalmente, tras la Revolución Francesa (1789), el 8 de noviembre de 1793, abrir sus puertas como el primer museo público.
Ese hecho resultó un hito para la historia del arte. Las colecciones privadas atesoradas por siglos por la monarquía, la aristocracia y la Iglesia fueron nacionalizadas y pasaron a ser propiedad pública. En lo adelante serían para el disfrute de las personas sin distinción de raza y estatus socioeconómico.
El Louvre aloja obras de arte anteriores a 1848. Además de piezas de bellas artes, se puede disfrutar la arqueología y las artes decorativas anteriores al Impresionismo. Su rica colección está organizada temáticamente en las tres alas en las que se divide el imponente edificio que, a su vez, se subdivide en múltiples salas y pasillos.
Las colecciones están organizadas en antigüedades orientales, antigüedades egipcias, antigüedades griegas, romanas y etruscas, historia del Louvre y el Louvre medieval, pintura, escultura, objetos de arte, artes gráficas y arte del islam.
Desde su inauguración, alcanzó tal relevancia que se convirtió en el museo más visitado del mundo. Solo en 2018 registró una cifra de 10,2 millones de visitantes. Ante el estallido de turistas, ese año los trabajadores cerraron el museo durante toda una jornada, para denunciar que no daban abasto.
Según el propio museo, el 80 % de los turistas que ingresan a la institución se dirigen exclusivamente a la sala de los Estados, donde cuelga el cuadro más famoso del mundo: La Mona Lisa, de Leonardo Da Vinci.
Un estudio de geolocalización determinó que La Gioconda es por mucho la pieza más visitada de las que alberga el inmueble. Incluso, una vez dentro, a veces hay que esperar en una cola de hasta dos horas para ingresar a la sala y tan solo en un par de minutos admirar la obra, hacerse un selfie como se pueda y continuar el recorrido.
Es impresionante la concentración constante de personas a un par de metros de distancia del pequeño óleo sobre tabla de álamo, de 77 × 53 cm, pintado hace 500 años y que hoy se luce solo, sobre una pared, custodiado a ambos lados por trabajadoras del lugar y protegido por un vidrio antirreflectante y blindado.
Particularmente, con “La Gioconda”, mi experiencia personal es que divisas la obra original, pero es imposible disfrutarla con calma y en toda su magnitud. Mejor es apreciarla en las varias fotos de calidad que navegan por internet, leer su historia y fábulas y luego ir con todo ese bagaje al Louvre, hacer la fila, evitar codearse con los cientos de turistas cámaras y celulares en mano y esperar la oportunidad para hacerse la selfie de rigor, si le interesa.
Por ahora, en tiempos de pandemia, tenemos que conformarnos con un paseo online por ese museo parisino.
Desde que la COVID-19 llegó hace casi un año a La Ciudad Luz, inmediatamente el museo lanzó una programación especial de visitas online.
Hasta hoy, más de un millón de personas alrededor del mundo han paseado por esa muestra sin salir de sus hogares.
Para la iniciativa, especialistas de la institución seleccionaron entre todas sus colecciones 24 obras imperdibles. Con imágenes en alta resolución y textos detallados, figuran entre ellas Afrodita, la escultura conocida como la Venus de Milo, una de las más famosas de la antigua Grecia; El Regente, la piedra encontrada en 1698 en Golconda, India y considerado el diamante más brillante y valioso del mundo; La Libertad guiando al pueblo, el cuadro de 2,6 m x 3,25 m, pintado por Eugène Delacroix en 1830; La balsa de la Medusa, pintura al óleo realizada por el pintor y litógrafo francés del romanticismo Théodore Géricault; el Friso de los Arqueros de Susa, obra del año 510 a. C e ícono del arte medo-persa y, por supuesto, no podía faltar en la lista la diva del museo nacional de Francia, la mencionada Mona Lisa de Da Vinci, obra cumbre del Renacimiento.
Aun con todos los inconvenientes que pudiéramos imaginar, el Museo del Louvre es casi visita obligada. Aunque sea una cita fugaz y a veces tengamos que apreciar los cuadros y las esculturas entre abrumadoras aglomeraciones.
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