La exposición abre hasta el 28 de septiembre (Ruben Plaza)
POR EDORTA KORTADI
CAMINOS, de Eduardo Chillida, es una excelente muestra compuesta por 130 obras, dibujos, escritos y documentos varios, grabados,collages, estudios y esculturas de diversos formatos, pertenecientes en su mayoría al patrimonio familiar, expuesta este verano en las salas del KuboKutxa donostiarra y comisariada por Ignacio Chillida, que está siendo visitada por numeroso público. La muestra viene acompañada por catálogo con textos de José Ángel Valente y Andrés Nágel, así como por varias películas y recitales sobre textos del escultor vasco.
La exposición trata de mostrar las diversas rutas y trazados que ha ido siguiendo el escultor a lo largo de su trayectoria, y que devienen en caminos que se abren y se entrecruzan dentro del expresionismo abstracto hasta convertirse en uno de los máximos exponentes de las vanguardias históricas de la segunda mitad del siglo XX. Sus obras, como las olas del mar, y como los cánones de Bach, son siempre iguales y siempre diferentes, son el eterno ritornello espacial y armónico.
Anclado en el País Vasco, su obra se abre a lo universal, desde la vertiente ferrónea e industrial hasta adentrarse en parámetros que abarcan la poesía, la filosofía y la arquitectura. Chillida es el poeta del espacio, que es capaz de trabajar sobre lo cuatro elementos de la filosofía presocrática, que es capaz de doblar el hierro como una serpentina, y de hacernos sentir la belleza interna de la materia ciega y bruta. Chillida es el gran clásico y poeta demiúrgico de la escultura abstracta del siglo XX.
La muestra expone las diversas rutas y trazados que siguió el escultor guipuzcoano a lo largo de su vida
La muestra se abre con sus proyectos sociales de monumentos públicos y grafismo. Compromiso ético y artístico al servicio de la polis y del ciudadano, que requieren del artista lo mejor de sí mismo. Proyectos que surgen a finales de los 70 y que están insertos en el tejido urbano de plazas, espacios simbólicos y viaductos. De ellos se muestran grabados, proyectos, estudios y gravitaciones, y vienen a demostrar que las grandes obras requieren estudios previos de ejecución y de tanteo: De música. Dallas (89), Gure aitaren etxea (87),Lugar de encuentros (72), Muelle de la sal (96), Jaula de la libertad(97), Elogio del horizonte (89), Berlín (99), Elogio del agua (87),Monumento a los Fueros (80)... Los proyectos son de gran precisión, y de una perfección en el acabado que destilan emoción y equilibrio clásico.
Carteles e ilustraciones para diversas instituciones cierran el apartado, así como varios escritos de compromiso socio-político. El conjunto de esta sala resulta demasiado recargado, cosa que no sucede en el resto de la muestra, que es perfecta en el montaje, aunque la calidad de lo mostrado libere un tanto lo recargado de la misma.
En el espacio expositivo central lucen las obras maestras de todo su discurso: Ilarik (54), Ikaraundi (57), Autorretrato (71), magnífico y nada conocido, Monumento a la tolerancia (85), Peine del viento 17 (90),Diversas Lurras (84-96), Escuchando a la piedra (96), Lackmariaquer 9(89), Mural G334 (99), Topos. Estela 6 (97), Homenaje a Pili (2000),Elogio a la arquitectura 15 (96), la auténtica joya de la exposición, y 2 obras: Lo Profundo es el aire (88 y 98). Y si estas obras maestras del expresionismo abstracto vienen acompañadas además por una depuradísima colección de Collages de gran precisión técnica y delicadísimas texturas, o por unas Gravitaciones de gran rigor y sobriedad casi minimal de concepto, o por varios dibujos a tinta china de trazo y belleza oriental, la visita resulta de gran gozo y fruición tanto para el ojo como para el intelecto.
En la Capilla Sixtina del Kubo se presentan 8 maquetas, proyectos y estudios de diversas invariantes del Peine del Viento que van del 74 al 92, así como un Proyecto del 66, y un Estudio del 68, acompañados de reseñas y fotos de los mismos que avalan una vez más que el escultor dejaba poco al azar, sobre todo cuando las obras poseían carácter monumental y público, rayando en su ejecución perfecciones clásicas y equilibrios inestables modernos.
Ciertamente es un honor y una suerte inmerecida que el pueblo vasco haya contado con la talla de uno de los grandes escultores del siglo 20, como contó en el Renacimiento con la obra de Johannes de Antxieta y de Ambrosio de Bengoechea. Chillida está en el Panteón de la Historia del Arte por derecho propio. ¡Vida eterna, maestro!
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