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miércoles, 20 de agosto de 2014

EL OTRO PARAÍSO




En la remota época en que los sacerdotes de Ammon dominaban las islas Meótides y el Bósforo Cimeriano y su pontífice mandaba al nomo sagrado, a las tribus libias y a los escitas, estos sabios conocían la marcha y la influencia de los astros, sabían tejer la lana, fabricar instrumentos y armas, hacer el pan y el vino, grabar signos sobre las piedras y el cobre. Los pastores cubiertos de pieles aprendieron de ellos a ejercer las artes, cultivar la tierra y a formar comunidades sometidas a leyes.

Estos pastores veían a aquellos sacerdotes como seres superiores y de ese modo los honraban. Todas las mitologías concuerdan en representar a estos hombres con más conocimientos que el resto como dioses. El sentido original de dioses se amplió a medida que el miedo y la veneración agregaron dotes sobrenaturales al poder que se les atribuía.

El Jehová del Génesis bien pudo ser uno de estos sacerdotes o pontífices. El libro de la Biblianos hace ver a Jehová paseando por su jardín del Edén en busca de Adán. Al no encontrarlo, exclama: "¿Dónde estás?". El diálogo que sigue coloca a Adán en la posición de un siervo frente a su señor. Esto puede afirmarse con mayor solidez si se piensa en la pregunta de Jehová: ¿"Dónde estás?". Es obvio que, de ser el dios superior que se piensa es, no podría ignorar dónde se encuentra, en un jardín no muy amplio, el único hombre que existe. Sin duda, es una pregunta más apropiada para alguien que carece por completo de poderes sobrenaturales.

El nombre de dios ha sido estudiado cuidadosamente. Una de las variantes más importantes es la de Elohim, con la cual el Génesis designa al Creador. Pero Elohim es un plural, lo que contraría la idea de un creador único.

Jehová se dirige a los Elohim (es decir que, según la Biblia, se trata de un grupo de dioses no de uno solo) y les consulta sobre el castigo que conviene aplicar a Adán. "Pues ha gustado del árbol de la ciencia, y miradlo aquí semejante a nosotros, conociendo el bien y el mal". Para Jehová, que no toma decisiones por sí mismos en cuestiones de importancia sino que consulta con esta especie de asamblea, como él lo asegura, Adán y Eva han cometido un grave pecado: conocer. Esto es muy grave ya que, de salir de la ignorancia, se acortan las distancias entre los que poseen el poder y los que son sus siervos. Jehová y los Elohim tienen el poder porque tienen el saber y con sus conocimientos dominan al resto de los hombres.

En cuanto a la palabra Elohim, la historia de Israel dice que designa a los Jueces, que conformaban una de las más altas clases del pueblo. No es nada arbitrario reconocer bajo esta denominación a jefes de tribus, establecidas en las márgenes del Mar Negro, bajo la supremacía de un pontífice que, como lo señala el Génesis, los reunía en consejo para solicitarles opinión en los casos difíciles.

                                                            

¿Quién es Adán? ¿Una alegoría o un ser real? Otros documentos, al margen del Génesis, permiten acercarse a una solución realista.

Para los árabes, aún reconociendo a Adán como el primer hombre, antes de él reinaron setenta Solimanes en la montaña de Caf. Estos Solimanes gobernaron sobre los ángeles llamados Peris, Dives y Djinns, los cuales eran poco dóciles y fueron castigados repetidas veces por el Altísimo. Éste, no pudiendo tolerar ya las rebeliones de los ángeles, se decidió a crear al hombre y nombrarlo su vicario en la Tierra. Ordenó a los ángeles que le rindieran homenaje. Surkhag obedeció pero Eblis, también llamado Lucifer o Satán, se negó. Muchos ángeles hicieron como él y le eligieron rey haciéndole la guerra a Adán y a sus descendientes.





                       

Esta leyenda conforma un importante elemento histórico. Lucifer, estrella de la tarde, es equivalente a Plutón, señor del Hades y de los países del poniente. El nombre Satán recuerda el título suten, que significa omnipotente, de las inscripciones faraónicas. Los Solimanes, soberanos del Cáucaso, son los regentes del dios - sol de Egipto, y gobiernan en su nombre. A ellos se refieren con frecuencia los cuentos árabes sobre los Djinns, señores de los elementos. En ellos se reconoce a jefes cuchitas, aditas, o Titanes mitológicos, y, por el poder sobrenatural que se les atribuye, se aprecia el temor y respeto que inspiraban. Los Solimanes, fuera de los aspectos mitológicos, son jefes etíopes, descendiente de libios, que se ven a sí mismos como iguales a los jefes egipcios y aspiran, como ellos, al mando absoluto de la colonia. Jehová, cansando de las turbulencias de sus vasallos etíopes, buscó apoyo en la raza escita, cuyas mujeres se habían convertido en sus concubinas. Con el fin de conseguir a alguien que lo representara con total fidelidad, se decidió a escoger a uno de los jóvenes destacados de estas tribus. Lo eligió aún adolescente para hacerlo un instrumento dócil al que educaría y cuidaría en la soledad de su jardín privado.

El Génesis dice que Jehová enseñó a Adán el nombre de todas las cosas. Esto supone que Jehová tenía su lengua particular, diferente a la de Adán, y debía transmitírsela a su protegido. Nos encontramos, entonces, con un pontífice egipcio del culto de Ammon y un adolescente escita. El pasaje bíblico señala que Jehová atrajo aves y animales y le pidió a Adán que los nombrara. Ambos pasajes son complementarios: En uno, Adán nombra las cosas en su lengua escita; en el otro, Jehová las nombra en copto.

El árbol, al que hace referencia la Biblia, es parte de uno de las más antiguos y difundidos cultos de la antigüedad. Odin, Honir y Lodur, los tres dioses creadores de los escandinavos, indicaron la creación de los primeros hombres plantando dos árboles a orillas del mar. El brahmanismo, como el budismo, adoptaron este mito. Bajo el árbol de Shiva como bajo el àrbol de Vischnú, se celebraban en la India los casamientos y los grandes acontecimientos. La higuera es el árbol sagrado de Budha Gautama y a su sombra enseñaba moral a sus discípulos.

Como casi todos los demás cultos, éste se remonta al dios egipcio Osiris. Es de suponer que, mientras estuvo en las islas Meótides, el monarca egipcio plantó una higuera que se convirtió en árbol sagrado y al que los sacerdotes adjudicaban virtudes mágicas.

El árbol que crece en el Edén de Jehová también es una higuera, custodiada por una serpiente, como el árbol de las Hesperides, y como el fresno del jardín de Colcos.

La serpiente era, entre los egipcios, el signo de la autoridad. Caracterizaba, especialmente, a un grupo sacerdotal que se autodenominaba Naddred, es decir, serpientes. La serpiente del Edén puede que sea un sacerdote etíope encargado de velar por el árbol. En la sala funeraria del museo egipcio, en el Louvre, se ve, pintada en una caja de madera, a una serpiente erguida sobre la cola y ofreciendo a un personaje divino un fruto. Del cuerpo escamoso del reptil salen las piernas semicubiertas por una túnica y brazos y manos de hombre.

En el Edén, había dos árboles: el de la vida y el del conocimiento. Jehová dice a los Elohim:"He aquí que el hombre es como nosotros, conociendo del bien y el mal, hay que temer ahora que no dirija su mano hacia el árbol de la vida y coma el fruto y viva para siempre".

El politeísmo griego tenía la ambrosía, que era alimento de los dioses en el Olimpo. El Edda habla del vitalia poma, que otorga eterna juventud. los poemas de la India, el amrit, reservado a los dioses del paraíso de Brahma y de Vischnú. Desde el principio, los sacerdotes trataron de mostrar su poder de vencer a la muerte; ante el vulgo, ellos eran inmortales.



Para la autoridad del pontífice de Ammon, el Jehová bíblico, era fundamental que nada lo desmintiese. ¿Cómo cumpliría Adán su tarea si no tenía fe en sus superiores al descubrir la inexistencia de un poder sobrenatural? Jehová le ordenó a él y a Eva no tocar el fruto del árbol bajo pena de morir inmediatamente. El etíope cuidador del árbol o la serpiente de la Biblia les dice: "De ningún modo moriréis; pero el Señor sabe que el día que comáis de ese fruto se abrirán vuestros ojos y seréis como los dioses, conociendo el bien y el mal". ¿Por qué el etíope, la serpiente, invita a Adán y Eva a comer del fruto que les abrirá los ojos? Él es uno más de aquellos etíopes en rebelión frente a Jehová y los Elohim. Sin embargo, se ha sabido ganar la confianza de Jehová, que lo deja como custodio. Si Jehová tuviera poderes sobrenaturales, ¿ignoraría cómo es el alma de quien tiene delante de él? ¿O, más bien, Jehová se comporta como un hombre, investido de poder por pertenecer a la clase sacerdotal, al que no es demasiado difícil engañar?

Lo que puede deducirse, siguiendo el relato bíblico y fuentes paralelas, es que Jehová es un integrante de la casta sacerdotal, que rige una amplia región. Ante la creciente rebeldía de sus súbditos, elige a quien gobierne una parte de los territorios. El elegido es Adán, un escita. Éste es llevado por uno de los sacerdote etíopes, en desacuerdo con Jehová, a conocer lo que le estaba vedado. Jehová, después de consultar con otros sacerdotes que componen una asamblea, decide desterrar a Adán y Eva.
Varias sectas ofitas de Siria y Egipto extrajeron de la leyenda una moralidad opuesta a la judeo - cristiana: en la serpiente honraban a la madre de la ciencia y consideraban como el mayor servicio prestado a la humanidad el conocimiento del bien y el mal que ilustró a Adán y Eva, después que les diera de comer el fruto.
Fuente
http://juancarlosboverivoz.blogspot.com.es



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