La modernidad es un campo tan sumamente amplio que hasta el arte se ha hecho eco de ella. Lejos de conformarse con la escultura corriente, exenta o en relieve, Jason deCaires Taylor ha roto con toda preconcepción artística realizando escultura subacuática, esto es, esculturas que se realizan bajo el mar y se quedan allí depositadas.
Ahora bien, esto no es una idea de un tarado que pretenda llamar la atención. La idea de Taylor va más allá; las esculturas que realiza devuelven a la vida los ecosistemas de corales devastados por tormentas y otros fenómenos naturales y, además, ha creado el primer museo de escultura bajo el agua: MUSA. Que está situado frente a las costas de Cancún e Isla Mujeres (México)
La idea de crear figuras submarinas llegó después de que los fondos marinos de la Bahía Molinere (en la isla caribeña de Granada) fueran gravemente dañados por tormentas, dejando los fondos de coral en un peligroso estado de deterioro. Taylor vio en su arte la posibilidad de devolver al ecosistema todo aquello que el hombre le había arrebatado; en sus tallas podría regenerarse la vida marina adhiriéndose a las paredes de sus obras y en los recovecos que quedarían entre los bloques de hormigón, podrían habitar cangrejos y otro tipo de moluscos y fauna.
Con sus obras, Jason intenta reflejar cómo la intervención humana o su interacción con la naturaleza puede ser positiva y aportar beneficios, y no destrozos. Se añade, además, el hecho de que las creaciones de Taylor no son obras de arte al uso. En su página web puede leerse:
"Debajo del agua todo se magnifica un 25%, se refracta la luz, los colores cambian y se producen efectos caleidoscópicos porque la única fuente de luz es la superficie", por lo que el potencial de visión se amplía al multiplicar el número de ángulos desde los que observar. En palabras del propio artista: "descolgar el arte de las paredes blancas de una galería ofrece al espectador un sentido distinto de participación".
Las primeras creaciones de deCaires se basan en la Tierra y han sido inspiradas, sobre todo, por las obras de Richard Long y Claes Oldenburg, centradas en la afinidad entre el objeto y su entorno.
Para fomentar la creación de coral en sus obras emplea una mezcla de materiales compuesta por cemento, arena y micro-sílice que produce un hormigón de pH neutro. Este hormigón queda reforzado con barras de fibra de vidrio y, en el caso de algunas esculturas, también cerámica y otros materiales inertes.
La obra de Taylor puede contemplarse básicamente por cinco procedimientos: buceando con bombonas de oxígeno; haciendo snorkel; viajando en un barco con fondo de cristal; haciendo parasailing desde el aire o sumergiéndote por la noche.
Una de las obras más destacadas de Taylor es la bautizada como «Vicisitudes». Con un círculo de 26 niños de todas las razas cogidos de la mano a cinco metros de profundidad, Taylor vuelve a conseguir trasladar la idea de colaboración entre el hombre y la naturaleza. El crecimiento de la vida animal y vegetal que se pega a las paredes de su obra simula el desarrollo vital de los niños desde la infancia hasta la adolescencia.
A tres metros por debajo de «Vicisitudes» se encuentra «El corresponsal perdido», un periodista que ha quedado atrapado bajo las miles de toneladas de agua del mar, escribiendo su crónica en una antigua máquina de escribir. La mesa sobre la que trabaja muestra cuidados detalles; como los artículos de periódico y recortes que simulan haber sido redactados en la década de los 70.
«El jardinero», «La última cena» o «El coleccionista de sueños» son otros de los nombres de sus obras.
La obra de Jason se puede contemplar no solo en paisajes caribeños, también pudo verse en Lanzarote en mayo de este año. Quizá, lo más curioso de las obras de Taylor es la paradoja de la que son protagonistas: no sobrevivirán al paso del tiempo puesto que serán «devoradas» por la vida submarina pero, a la vez, se convierten en arte inmortal porque la propia naturaleza las acoge como parte de ella. Sin duda, una obra de arte que merece la pena contemplar.
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