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sábado, 8 de noviembre de 2014

Tony Guerrero: "Mi padre se sintió valorado en España, pero no en Estados Unidos"

La galería Cayón inaugura hoy una exposición de José Guerrero, una más dentro de la celebración del centenario del pintor granadino, que se festeja este 2014. Hablamos con su hijo Tony Guerrero, aprovechando su visita a Madrid.




                   José Guerrero pintando en su estudio de Nueva York, en 1980.

Habla español con acento americano. Así pronuncia su nombre, Tony. José Antonio le llamaría su abuela Gracia con acento andaluz. Es el "hijo americano" del pintor José Guerrero (Granada, 1914 - Barcelona, 1991) y la periodista Roxanne Pollock, el que se quedó en Estados Unidos después de una infancia de ajetreo entre los dos continentes. El que nunca volvió, aunque hoy está en Madrid para inaugurar la exposición que la galería Cayón dedica a su padre. Es una celebración más del Año Guerrero, el que celebra el centenario de su nacimiento y que la ciudad de Granada ha convertido en homenaje con The Presence of Black, una exposición de su etapa americana que se extiende al Centro José Guerrero y al Palacio de Carlos V de la Alhambra.

Tony nació en París en 1955, cuando su padre había conseguido la nacionalidad norteamericana y empezaba a tantear en serio con la pintura abstracta. Dice que le gusta la vida tranquila, dando clases de lengua y cultura española en la Penn State University de Pennsylvania, donde vive desde hace años. Su vida allí poco tiene que ver con ser el hijo de un artista famoso. Es un ser anónimo y le encanta. Su hermana mayor Lisa siempre fue quien llevó el peso del legado artístico de la familia hasta que murió en 2009. Así que todo se le cayó encima cuando un año después llegaron los desbarres políticos, las presiones y la falta de diálogo con la Diputación de Granada y la retirada de obras del Centro José Guerrero. Pero sobre ese asunto no abre la boca, elude por completo el tema. Balones fuera. Lo único que atisba a explicar son algunos detalles del día a día creativo de su padre...

-¿Cómo era José Guerrero? ¿Cómo le recuerda?
-Lo recuerdo dedicadísimo a su arte y a su mundo.

-¿Tiene un cuadro favorito? ¿Alguno especial por algún motivo?
-Si pudiera escoger dos cuadros de mi padre serían La era, que es figurativo con unos caballos trillando en un campo de trigo, pintado en los años 40 en España, y otro que es abstracto, pintado en 1987 de un amarillo brillante, color similar a Frigiliana, el cuadro enorme que se puede ver en la exposición de la Galería Cayón. La era me fascina porque evoca la comunidad, el trabajo conjunto y una vida rural y sana. A mi padre siempre le encantaba el campo y a mí también. El amarillo del cuadro abstracto con una forma negra y una franja roja evoca una alegría abierta.

-¿Pintaba todos los días? ¿Cómo era su rutina en el taller? ¿Y cómo era éste?
-Más o menos pintaba todos los días. Su estudio era a la vez un refugio de la vida y de las preocupaciones diarias donde reinaba la imaginación pictórica y "un campo de batalla" para usar sus palabras. Era siempre un espacio abierto, limpio y con luz que olía a aguarrás y en que había colores vivos en su paleta lista para la creación al otro día. Y siempre tenía una radio para escuchar música clásica.



José Guerrero junto a su esposa y sus hijos Lisa y Tony

-¿Tardaba mucho en acabar un cuadro o en un día lo tenía?
-Depende. Creo que lo normal era de varios días a una semana. Pero algunos cuadros le costaron mucho. A veces tardó semanas o incluso meses hasta sentirse satisfecho con su creación, o que ya estaba bien y que ya no podía dedicarle más trabajo. Algunos de esos los tiró pero la mayoría de sus obras las guardó para exponer y compartir.

-¿Se relacionaba con artistas españoles? ¿Con quiénes?
-Sí tenía afinidades con otros artistas españoles. Creo que admiraba mucho a Picasso como compatriota y por su habilidad de expresarse con libertad total.

-¿Se sintió José Guerrero valorado en España?
-Sí. En los Estados Unidos es mucho más difícil, un tema complicado. En los años en que vivió allí, en los 50 y los 60, sin duda se sintió valorado en el mundo del arte. Sin embargo, después, con la llegada del Pop Art y el mercado que desplazó al expresionismo abstracto con esa nueva estética, se sintió decepcionado por los coleccionistas que le habían comprado previamente con tanto entusiasmo, por los museos importantes que le habían comprado obra, y por los galeristas. Pareció haber cambiado el mercado del arte en los Estados Unidos, y en Nueva York específicamente, igual que ocurre con la moda o con los últimos modelos de los coches.

-Y hoy, ¿cree que tiene el reconocimiento que merece?
-En España sí, aunque yo no trabajo en ese mundo ni soy experto en él...

-Cuando llegó a Nueva York, en 1949, pronto pasó a formar parte del círculo de pintores expresionistas. ¿Cómo era su relación con Pollock, Motherwell, De Kooning y Rothko?
-En el Nueva York de 1949, cuando llegó, tramó amistad con muchos artistas del expresionismo abstracto. Se iba a beber con ellos, quedaba para ir a ver sus exposiciones, a fiestas... Yo aún no había nacido, pero mi impresión es que él tenía la disciplina a pesar del choque cultural de encontrarse en un nuevo país, de tener que hablar otro idioma, de la confusión individual que le llevó al psicoanálisis, de nunca perderse. Muchos artistas de esa generación abusaron del alcohol y drogas, y parece que se dejaron llevar por el desmadre y la protesta pictórica y social a las convenciones de esos años en los Estados Unidos. Muchos no sobrevivieron o no supieron adaptarse después a una vida normal. Mi padre, sin embargo tenía su herencia española, es la que más le nutría.

-¿Qué obras encontramos en esta exposición en la galería Cayón?
-Es verdaderamente una celebración del color en la ciudad que lo acogió previamente a mudarse de los Estados Unidos en 1965, cuando estalló los Estados Unidos con la Guerra de Vietnam, con las batallas del racismo, tras el asesinato de Kennedy y con el rechazo del estilo de su propia expresión y creación. En Madrid pudo liberarse de todo eso, aunque bajo la dictadura de Franco, exponiendo en la Galería Juana Mordó, en el Museo de Arte Abstracto de Cuenca, y luego en los años 70 y 80 con sus actividades de expositivas y educativas. En los 90 hasta el momento se ha visto su obra expuesta en el Museo Reina Sofía en exposiciones maravillosas. Ahora vuelve su obra a Madrid, e imagino a mi padre contentísimo, cabalgando por Madrid con orgullo y alegría.
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