Páginas

Translate


Powered By Blogger

visitas contador

sábado, 28 de febrero de 2015

La sospecha de ser Picasso

                    'Muchacho', una de las obras mas emblemáticas de los...
                                      Muchacho', una de las obras mas emblemáticas de los comienzos del pintor.

  • El Museo de Bellas Artes de A Coruña celebra el 120º aniversario de la primera exposición del artista, a los 13 años y en la ciudad gallega, con una muestra que reúne 81 obras del genio de los 11 a los 14 años.


El cambio de paisaje fue un revulsivo, casi un golpe. Aquel muchacho de ojos color tizón y el flequillo ala de cuervo tenía untadas las partes blandas del cerebro con la luz extrema de Málaga, con el chispazo azul del mar, el suave vientecillo que baja de Gibralfaro y el clima de hogar del centro de la ciudad populosa, acalambrada, blanca. Y de repente, La Coruña. El mar de reflejo duro. La tempestad. La ola brava. La lluvia y el cielo con eco de estaño. Pablo Ruiz Picassocambió Mediterráneo por Atlántico a los nueve años. El sur por el norte. La niñez por la adolescencia. Hasta La Coruña llegó como un niño con buena mano para el dibujo y marchó definitivamente pintor. O todo lo pintor que un adolescente puede llegar a ser.
Los años gallegos de Picasso forman un periodo corto y principal en la biografía del artista, de los nueve a los 14 años. Es la sospecha de su talento precoz y la primera bengala de su genio por hacer. Llegó a Vigo en septiembre de 1891, junto a sus padres y las dos hermanas. Viajaron a bordo de La Bética, un barco de la Compañía Sevillana de Navegación a Vapor que zarpó de Málaga. Tomaron después un tren hasta Santiago de Compostela y el último tramo del camino lo hicieron en una diligencia, La Carrilana. Atrás quedaba la 'Ciudad del Paraíso' (Aleixandre) con su promesa de luz incrustada en sus ojos de lúcido prematuro, de vengador, de "fiel aliado del azar", como intuyó Gerardo Diego.
Pero fue La Coruña el lugar del estirón. El origen de casi todo: estudia, toma clases de dibujo, se libera de la vigilancia de la abuela y de las tías (la madre siempre lo observaba algo más de lejos), madura la técnica, tiene la primera novia (Ángeles Méndez Gil), quizá pierde la virginidad y descubre la muerte de cerca cuando fallece su hermana Conchita, de difteria. También realiza su primera exposición en una tienda de muebles de la calle Real, donde cuelga entonces dos estudios de cabezas que se exhiben también ahora, igual que 'Hombre con gorra' (pieza que mostró días más tarde en una tienda de paraguas de la misma calle coruñesa). Era 1895, tenía 13 años y lee la primera crítica a su trabajo en 'La voz de Galicia': "No dudamos en aventurar que, si sigue pintando así, irá por buen camino. No cabe duda de que tiene un futuro brillante y glorioso por delante". La realidad resulto aún más sideral. Pero no sucedió lo mismo con la exposición de José Ruiz Blasco, en las mismas fechas. Las críticas cayeron en el padre como una quemadura. Le enflaquecían la obra los mismos que ensalzaban la del hijo. Mal asunto.
De aquella primera cita se cumplen ahora 120 años y de ahí esta nueva recuperación de la experiencia gallega del artista: 'El primer Picasso', una exposición del Museo de Bellas Artes de A Coruñaque reúne más de 200 piezas entre las que hay 81 del fiero malagueño (el resto es un reparto de obras de su padre, sus maestros de dibujo y algún otro coetáneo local). Casi todas pertenecen a esta época primera, cuando aún firmaba P. Ruiz, aunque también hay rastro de los guiños a los temas de juventud que realizó en sus distintas etapas de madurez. Al frente de la exposición, abierta hasta el 24 de mayo, está Malén Gual.
Desde los carnets en los que anotaba sus visiones de La Coruña, entre 1891 y 1895, hasta los últimos óleos que aquí trabajó sólo pasan cuatro años, pero en el desarrollo de la técnica y en la libertad de ejecución se da algo mucho más salvaje que el tiempo: la combustión de una extraordinaria asimilación de la pintura. "Picasso avanza muy rápido. Aprende y se libera con enorme velocidad", sostiene Gual. "Es sorprendente en el dibujo académico, donde su padre ejerce una firme tutela (aunque no llegó nunca a comprender la auténtica dimensión de los logros del hijo), y lo es a la vez en la mirada que vuelca en sus dibujos libres, impulsada por la mordacidad y una ironía que deja ver en los periodiquillos domésticos que confecciona con el título de 'Azul y Blanco' (jugando con la revista 'Blanco y Negro'), donde se acerca al espíritu de la caricatura".

Primeras tauromaquias

La familia Picasso se instala en el número 14 de la calle Payo Gómez. Por un lado del balcón de la casa se avista el Atlántico con una falsa calma como de no pensar en nada. Pero es mar cabrón. Aquí descubre Pablo otro azul, se asoma buscando unas palomas, alguien que pintar, una vieja desdentada, una niña en la que posar el carbón de las pupilas con esa singular calentura precoz, irreprimible, furiosa.Va con su padre a la plaza de toros y desarrolla sus primeras tauromaquias en cuartillas y a tinta. Pero, sobre todo, se aburre en el Instituto Da Guarda y busca puntos de fuga. Detrás de la escuela se perfila la playa de Riazor, donde va a espiar a las catalinas, mujeres húmedas de supersticiones, gordas de carne profunda, que se adentran en el agua fría con el sayo pegado a las ingles y los pechos como un rompeolas. Él quiere pintar, aprender, zascandilear por la ciudad: dibuja 'au plein air' la Torre de Hércules, la playa de Orzán o Santa Margarita. También arquitecturas del arrabal coruñés y gentes del lugar. En esta línea, la exposición acoge como una de las piezas estrella un retrato al óleo que hizo de su padre en 1895, Don José Ruiz de perfil, donde destaca la audacia psicológica con que capta al modelo y la habilidad para dar el exacto tono pelirrojo a la barba. "Esta es la primera vez que se muestra en público. La tela pertenece a una colección privada que nunca la había prestado", informa la comisaría. También retrató en aquellos años a Ramón Pérez Costales (médico, político y prócer local que fue el primer apoyo de la familia al llegar al nuevo destino) y a Modesto Castillo disfrazado de moro, obra que en 2012 fue vendida en subasta por 2,6 millones de euros, un precio récord para la obra de un niño.
El historiador Pierre Cabanne señaló estos primeros compases del malagueño en el arte con entusiasmo: "La producción de Picasso en La Coruña no sólo es impresionante por la abundancia y la diversidad de la inspiración, sino también porque ya entonces utiliza las técnicas más variadas: lápiz, pluma, acuarela, tintas, óleo ...". Y de esa actividad febril quedaron casi todas las huellas. La madre guardó cada uno de los papeles y retales en los que el muchacho clavó el plumín o el lápiz. Desde los modelos que copiaba en Bellas Artes (algunos expuestos aquí junto a los yesos originales que le sirvieron de modelo) hasta el último trozo de papel donde dibujaba el contorno de un chucho de mil sangres. "Es muy interesante esta actitud. En los sucesivos traslados de casas y de ciudad, la madre llevó el baúl donde conservó todos los papeles que el hijo hizo en su niñez. Y fue ese material el que pasó en 1970 al Museo Picasso de Barcelona donado por el artista", sostiene la comisaría.
Algunas de las tablillas de época (marinas, paisajes rurales y arquitecturas) fueron también parte de la obra que Picasso colgó en sus sucesivos talleres junto a la obra que en cada momento tenía en marcha. En La Coruña pintó una extraordinaria tela si quien le da forma es un chico de 12 años, 'La muchacha de los pies descalzos'(prestado por el Museo del Artista en París), y nunca se separó de ella. Es uno de los faros de costa de la muestra. Igual que el retrato de la cabeza de su perro, Clipper, o el 'Retrato de hombre con gorra'. Estos trabajos eran el sedimento de la potencia creadora de un hombre que estaba en el mundo para romper todos los baluartes con algo más que una dote excepcional de talento, de genio, de hambre, de enigma, de magia. Para entonces, aquel preadolescente sabía, como apuntó el poeta John Ashbery, "que el mañana no es difícil, es el hoy lo que está sin explorar".
Y de pronto vino aquel verano, camino de Málaga para las vacaciones, en julio de 1895, cuando el padre le mostró por vez primera, en una escala técnica antes del Mediterráneo, el Museo del Prado: Velázquez y Goya, Ribera y Zurbarán, la ascesis de El Greco... Salió Picasso de la pinacoteca con un secreto bajo el alero. El niño de uñas negras busca algo que él tampoco sabe, pero sabe que el botín habita ahí dentro, en un palacio con fantasmas del Paseo del Prado, camino de Málaga, cuando ya es pintor, desde La Coruña.

Fuente

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Te puede interesar;

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...