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jueves, 26 de marzo de 2015

El hombre que irrumpió en un museo cual delincuente… ¡Para colgar sus cuadros!




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Ahora que andamos zambullidos en la corriente filosófica del ‘tú puedes’, ‘hazlo’, ‘puedes lograrlo’, ‘no hay nada imposible’ y tantos otros mensajes positivos que a veces tienen poca chicha detrás, es un buen momento para buscar ejemplos de héroes y antihéroes que lograron hacer aquello que se les puso entre ceja y ceja.
Es el caso del artista israelí Eliezer Sonnenschein que, mucho tiempo atrás, tomó la determinación de que quería exhibir sus obras en los más prestigiosos museos fuera como fuese. Aunque tuviera que colarse en las exposiciones con malas artes (nunca mejor dicho).
Puso todo su empeño y su pericia al servicio de sus sueños y al final acabó logrando su propósito. Eliezer Sonnenschein estudió diseño y, durante algunos años, se dedicó a la publicidad. Su verdadero sueño, sin embargo, estaba lejos de diseñar campañas para Coca-ColaNike oApple. Él quería ser artista. Pintaba y realizaba esculturas, pero no lograba convencer a nadie para que las exhibiera en una sala de exposiciones ni mucho menos en un museo.

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Según relata, en el mundo del arte, quienes se encargan de seleccionar las obras que conforman una determinada exposición piden pedigrí a los que aterrizan en este terreno. “Uno va a la galería o a hablar con el comisario, y es una entrevista de trabajo. La primera pregunta, probablemente, sea ¿dónde aprendiste?”, contaba el propio Sonnenschein.

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Y claro, él no podía certificar que hubiera cursado estudio alguno en escuelas de artes o cualquier otra institución. Él era autodidacta. Así, de la misma forma que aprendió a dibujar y a crear sus obras, decidió que se las ingeniaría para llevar sus cuadros al museo más importante de Tel Aviv. ¿Por qué no? Al fin y al cabo ‘querer es poder’, que decía aquel.
Por eso decidió que, como si fuera un ladrón, se colaría en el museo de la capital israelí. Eso sí, en este caso, en lugar de para llevarse un trofeo pictórico de gran valor, para dejar colgada alguna de sus obras. Tal que así lo hizo. Mucho antes de que Bansky pudiera colar su arte en cualquier parte, Eliezer Sonnenschein dejó patidifusos a los responsables de aquel museo. Cuando estos se dieron cuenta, retiraron su obra, por lo que tuvo que acudir nuevamente a dejar una similar.
Y así una y otra vez. Pero su gran oportunidad llegó cuando los responsables del museo de arte de Tel Aviv decidieron organizar una exposición con obras de artistas contemporáneos de la ciudad. Como era de esperar, no invitaron al bueno de Eliezer. Pero él sabía que ahí tenían que estar sus obras, aunque tuviera que jugarse el todo por el todo. Se hizo pasar por el comisario de la exposición, Itamar Levy, y le dijo al guarda del museo: “Escucha, hay un artista que se llama Eliezer. No consiguió exponer con los demás artistas de esta exposición que yo organicé. Por favor, no le pongas ningún problema”.
La estratagema coló y Eliezer se presentó en el museo con sus obras, un taladro y alguna que otra alcayata para colgarlas. Vio la mejor pared de todas las salas y, ni corto ni perezoso, puso allí la obra que había seleccionado él mismo. Claro, cuando el verdadero Itamar Levy se percató de la patraña, ordenó retirar la obra de inmediato. Lo que no sabía es que habían topado con alguien muy tozudo. “El museo estaba furioso. Yo estaba muy bien”, cuenta este peculiar artista. “Al día siguiente me planté allí con otra cosa, solo para mostrar que ese iba a ser mi juego”.

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Finalmente, como ha ocurrido en tantas y tantas ocasiones, fue una obra de mierda (literalmente) la que le llevó a alcanzar la fama. En otra de sus triquiñuelas, allá por 1996, se coló en una exposición titulada ‘Realidad virtual’ en la que tampoco habían contado con él, y talló unas cacas junto a unos paquetes de tabaco que acabaron por encandilar al comisario de dicho evento. Este llamó a Eliezer que vio como, por primera vez, no le echaban una reprimenda ni ordenaban retirar sus obras, sino que le decían que estarían encantados de dejar su obra como parte de la exposición.
Por primera vez, todo su empeño encontró recompensa. Más tarde, logró exponer algunas de sus obras en Venecia e incluso organizaron una exposición solo con su arte en el Museo de Israel, en Jerusalén. Así fue como Eliezer Sonnenschein burló los filtros establecidos por los mandamases del arte y se convirtió en un ejemplo para las generaciones venideras de mindundis, estudiantes que aprendieron de las artimañas de este artista para dar a conocer sus obras. Al final, va a resultar cierto aquello de ‘querer es poder’…
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Con información de Pri.org y Artsy.net
Fuente
http://www.republica.com/

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