Miguel Ángel Muñoz
Los artistas y los teóricos del arte, obsesionados con los problemas de la forma y la materia, no empezaron a reconocer los valores del espacio hasta los últimos años del siglo XIX y no fueron capaces de empezar a servirse consciente y premeditadamente de sus cualidades estéticas hasta que se afianzaron los movimientos de vanguardia, más o menos, desde el cubismo y el constructivismo. Sin embargo, en un tiempo inusitadamente breve tanto las ruinas del clasicismo y las construcciones del Barroco como el arte contemporáneo, se empezaron a interpretar como espacio. Así, los propios artistas plásticos y los arquitectos comenzaron a considerarse creadores de espacios, valorando más el vacío y sus cualidades que la materia que lo limita y la forma que ésta adopta.
Desde que el escultor Adolf Hildebrand y el historiador August Schmarsow destacaron el valor artístico del espacio, éste pasó de ser un asunto propio de la filosofía y de las ciencias a convertirse en una cualidad estética que se situará por encima de los temas y los géneros artísticos, haciéndose entonces necesario diferenciar entre espacios vacíos y llenos, abiertos y cerrados, grandes y pequeños, libres y acotados, interiores y exteriores, generándose entonces tantos repertorios de categorías como se le pudieran ocurrir al taxonomista de turno. Poco más de cien años después del hallazgo del espacio como cualidad artística se propone en esta exposición que lleva por título Realidad soñada/ mundos interiores. Artistas españoles contemporáneos, una disculpa como cualquier otra para reunir un conjunto de obras actuales.
¿Cómo describir esa mirada que sirve de transacción entre el espectador y la obra, una mirada que volcamos sobre esa frágil membrana de la obra de arte hasta intentar romperla y contemplarla en su desnudez? Esa “mirada en blanco” que la pieza artística nos devuelve convierte la percepción en un acto de reconocimiento de uno mismo, pues el espectador descubre que su cuerpo sirve de proyector de una mirada, frente a la obra como universo limitado, como aquella Bola suspendida de Giacometti que, en una operación gestáltica simultaneaba y/o diferenciaba figura y fondo. Si el arte libera la mirada que su continuo funcionalismo, ¿en qué lugar se ha de situar la mirada contemporánea con relación al objeto de-sublimado? Pregunta que encuentra sentido en trabajos como los de Antoni Tápies, Luis Feito, Albert Ràfols-Casamada, Antonio Saura, Susana Solano, Juan Genovés, Francesc Torres, Josep Guinovart, Rafael Canogar, Charo Pradas, Xavier Grau, Ángeles San José, Esteve Casanoves, Joan Hernández Pijuan, María Girona, Joan Brossa y Jordi Teixidor.
Cualquiera de estas obras —de Rafael Canogar a Josep Guinovart— se puede interpretar,
efectivamente, como aportaciones desde el campo artístico a las actuales reflexiones sobre el espacio.
La diversidad de intereses de cada uno de los artistas y la variedad de las propuestas seleccionadas son un reflejo de las enormes posibilidades que sobre el espacio quedan sin explotar; esto se debe a que el espacio ha pasado a ser entendido como un mero receptáculo para convertirse en un acontecimiento o, si se quiere, en un tema que ha permitido al vanguardismo superar los clichés más estancados de la tradición al mostrar el vacío como ente y los elementos y sucesos que lo pueblan, como la luz, el movimiento, la distancia o los objetos, como sujetos.
efectivamente, como aportaciones desde el campo artístico a las actuales reflexiones sobre el espacio.
La diversidad de intereses de cada uno de los artistas y la variedad de las propuestas seleccionadas son un reflejo de las enormes posibilidades que sobre el espacio quedan sin explotar; esto se debe a que el espacio ha pasado a ser entendido como un mero receptáculo para convertirse en un acontecimiento o, si se quiere, en un tema que ha permitido al vanguardismo superar los clichés más estancados de la tradición al mostrar el vacío como ente y los elementos y sucesos que lo pueblan, como la luz, el movimiento, la distancia o los objetos, como sujetos.
Muchas de estas obras ponen de manifiesto el hecho de que estos elementos pueden cobrar nuevos sentidos al ser observados, analizados y razonados en función de su especialidad o de su posición en un lugar determinado, con el que se relacionan y en el que el espectador, a su vez, se sitúa.
Cada uno de estos artistas, pertenecen a dos momentos “consagrados” de la historia del arte español de la segunda mitad del siglo XX, la primera, Canogar, Ràfols-Casamada, Guinovart, Genovés, Saura, Tápies, Pijuan, Feito y Teixidor, despertaron del letargo academicista y se unieron para formar diversos grupos (como el histórico grupo El Paso, en Madrid, o Dau al Set, en Barcelona), desde los cuales poder desarrollar un arte que se enfrentaba al riesgo del rechazo social y del compromiso político. La refinada austeridad y las ganas de experimentar libremente son algunas claves de la fuerza expresiva y del sorprendente encanto que aún destilan sus obras actuales. La abstracción poética de Ràfols-Casamada; la fuerza desgarradora de las abstracciones informalistas de Tápies y Guinovart; la gestualidad nerviosa y sorprendente de Canogar, o la delicada abstracción de Feito, Saura y Hernández Pijuan, la sencillez poética de María Girona, o la fuerza de las imágenes de dos grandes artistas “conceptuales” o múltiples como Joan Brossa, Susana Solano o Francesc Torres, nos hablan de una pluralidad de estilos e intereses plásticos, matéricos, formales y expresivos que tienen un denominador común en una voluntad de avanzar, sobre un discurso pictórico agotado.
Si bien es cierto que muchos de estos artistas, con el paso del tiempo, las glorias del éxito y los estragos de la fama, han terminado por acartonarse e incluso por aceptar las “palmas académicas”, no es cierto que su obra reciente sea un ejemplo total para las nuevas generaciones, como la de Xavier Grau, Ángeles San José, Claro Pradas y Esteve Casanoves, que desde hace más de dos décadas han logrado consolidar una estética muy personal. Pero, mucho me temo que los “artistas posmodernos” de la actualidad, siguiendo la teoría freudiana, han preferido “matar al padre”, alejándose en la dirección del individualismo autocomplaciente y eludiendo cualquier compromiso social y cultural que reclama nuestro siglo XXI. De todas formas, la mejor de todas lecciones que cabe extraer de esta experiencia es que compromete hasta el fondo nuestra adocenada pasividad de espectadores, mostrándonos que el descubrimiento de nuestro mundo interior es el único camino para acceder al arte, consagrado o no, y cada uno de estos artistas aquí reunidos siempre tiene una ventana abierta por descubrir. Cierto, es gran arte.
Si bien es cierto que muchos de estos artistas, con el paso del tiempo, las glorias del éxito y los estragos de la fama, han terminado por acartonarse e incluso por aceptar las “palmas académicas”, no es cierto que su obra reciente sea un ejemplo total para las nuevas generaciones, como la de Xavier Grau, Ángeles San José, Claro Pradas y Esteve Casanoves, que desde hace más de dos décadas han logrado consolidar una estética muy personal. Pero, mucho me temo que los “artistas posmodernos” de la actualidad, siguiendo la teoría freudiana, han preferido “matar al padre”, alejándose en la dirección del individualismo autocomplaciente y eludiendo cualquier compromiso social y cultural que reclama nuestro siglo XXI. De todas formas, la mejor de todas lecciones que cabe extraer de esta experiencia es que compromete hasta el fondo nuestra adocenada pasividad de espectadores, mostrándonos que el descubrimiento de nuestro mundo interior es el único camino para acceder al arte, consagrado o no, y cada uno de estos artistas aquí reunidos siempre tiene una ventana abierta por descubrir. Cierto, es gran arte.
Fuente
http://www.siempre.com.mx
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