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Desnudo de mujer reclinado, 1901 |
En 1936, Pablo Picasso le confesaba al editor y crítico de arte Christian Zervos:
"El arte no es nunca la aplicación de un canon de belleza, sino lo que el instinto y el cerebro pueden concebir independientemente de ese canon. Cuando se ama a un mujer, no se cogen instrumentos para medir sus formas, se la ama por el deseo que nos provoca y, sin embargo, se ha hecho todo lo posible para introducir el canon incluso en el amor".
Casi treinta años antes, al realizar Las Señoritas de Aviñón, Picasso consagraba la entrada en el arte moderno de un nuevo sentido del lenguaje artístico, de un nuevo sentido de la artisticidad.
La belleza ya no era algo dado de antemano sino algo que se redefinía a cada paso. La belleza no era ya un don heredado sino el fruto de su búsqueda. Frente a la belleza como logro surgió otro imperativo: el de la experiencia plástica. Otros valores, otras categorías estéticas pasaron a primer plano y, por tanto, aquello que en el encuentro con la obra de arte suscitaba interés y se identificaba bajo el aspecto de lo bello no tenía una sola fisonomía, no tenía una sola posibilidad, no tenía un solo registro o una sola forma.
Picasso al redefinir el sentido de los lenguajes plásticos puso en otro lugar en antiguo sentido de la belleza y, la belleza, al manifestarse, se manifestaba como belleza múltiple.
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Mujer desnuda reclinada con gato, 1964 |
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Mujer desnuda reclinada con gato, 1964 |
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Desnudos y busto, 1933 |
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Dos mujeres desnudas, 1946 |
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Mujer desnuda reclinada, 1932 |
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Mujer desnuda reclinada, 1955 |
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Mujer desnuda reclinada, 1955 |
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Mujer desnuda reclinada, 1964 |
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Danae, 1962 |
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Mujer desnuda reclinada, 1932 |
Picasso y Francoise Gilot 1943-1953
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Mujer desnuda cerca del jardín, 1956 |
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Mujer desnuda reclinada y los voyeurs, 1955 |
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Mujer desnuda, 1929 |
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La serenata a mujer desnuda reclinada, 1942 |
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Mujer desnuda durmiendo, 1904 |
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Sentada Desnuda -1921 |
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Dos mujeres desnudas, 1945 |
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Dos mujeres desnudas, 1945 |
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Dos mujeres desnudas, 1946 |
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La durmiente, 1946 |
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Mujer sentada y durmiente, 1947 |
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Dos mujeres sentadas, 1956 |
En la tradición occidental de las artes, el desnudo femenino ha sido utilizado en un doble registro. En la representación del cuerpo femenino desnudo se proyectaban, en la sociedad patriarcal, determinadas condiciones tanto de la considerada belleza ideal como pulsiones íntimas de un artista masculino que siempre pensaba que se dirigía a un público masculino heterosexual. Pero, al mismo tiempo, el desnudo femenino era utilizado como lugar donde el arte materializaba las características formales de sus propuestas estilísticas y ello tanto en el arte académico como en el arte libre.
De Manet a Matisse, de Cézanne a Duchamp, el tratamiento del desnudo femenino ha sido un campo de experimentaciones formales decisivo en la fundación del arte moderno. Y Picasso centralizó el sentido de estas experiencias al realizar Las señoritas de Aviñón y al introducir el desnudo en el espacio del cubismo.
En sus representaciones, Picasso no hace distingos entre mujer, modelo y amante, todo en él se refiere, simultáneamente, al mundo del arte, a los planteamientos estéticos de su tiempo y a su esfera íntima o personal. El iconotipo de la mujer sentada recorre su obra tanto como el de las tres figuras femeninas y Picasso lo usa, según sus propias declaraciones, tanto para aludir al deseo detenido como para presentar lo femenino prisionero de su propia fisonomía y del paso del tiempo.
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Dos mujeres desnudas sentadas, 1921 |
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