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martes, 31 de octubre de 2017

Hablamos con el artista barcelonés que se desnuda ante obras de arte

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Todo comenzó ante los ojos de Venus. En pelota picada, arrodillado frente a su belleza y entre pétalos de flores, un joven contemplaba en éxtasis la obra de Sandro Boticelli. En aquel mágico momento, una mañana de marzo de 2014, al curioso espectador no le importaban una mierda ni la cara de espanto de los presentes, ni el tacto del suelo frío cerámico, ni que la seguridad de la Galeria de los Uffizi (museo que alberga las joyas renacentistas de la ciudad italiana de Florencia) corriese a detenerlo.
adrian  -mileniales- Hablamos con el artista barcelonés que se desnuda ante obras de arte

Su imagen dio la vuelta al mundo y, al igual que en la obra homenajeada, supuso el nacimiento o mejor dicho la génesis de un singular proyecto: el Proyecto V(de Venus, por supuesto). “Todo mi arte se basa en la necesidad de comunicar que para mí lo femenino es superior a lo masculino y que hay una fuerza originaria de la Tierra en su estado más virgen que puede ayudar a superar la mediocridad en la que estamos instalados como sociedad capitalista”, explica por teléfono, Adrián Pino Olivera, el joven arrodillado en la imagen.

El discurso de este ‘performer’ barcelonés de 28 años, conocido popularmente como “el novio de Venus”, es tanto o más impactante que sus acciones artísticas. Un total de 22 que deberá completar antes de diciembre de 2018, y que ya se han producido, entre otras obras, ante el David de Miguel Ángel (Florencia), la Fontana de Trevi (Roma) o La Victoria de Samotracia en el Museo del Louvre (Paris). “Mis desnudos se producen delante de obras universales que conectan con ese femenino sagrado y divino. Acercarme a esas obras es conectarme a su energía”, dice Adrián.


 
Precisamente, y debido a que su intención es honrar ese femenino sagrado, el performer suele esconder su pene (simulando una vagina) durante sus acciones. “Ponerme los genitales entre las piernas es una castración simbólica que responde a mi creencia de que lo masculino es lo sucio, lo vulgar y lo que nos ha llevado a la situación de decadencia en la que estamos”, apunta a la vez que recuerda una obviedad que suele pasar inadvertida: “si mostrase mi pene toda la atención se iría allí y muchos dejarían de verlo como arte y lo verían como exhibicionismo cuando no lo es”.
Pero es que el simbolismo de sus “ritos de invocación” de la feminidad esconden una ideología que daría para escribir un libro (o dos). “La historia del hombre la han escrito los hombres aunque sea evidente que su mentalidad es infinitamente ridícula. Su pensamiento es simple y no da juego a crear alternativas más creativas. Nuestra realidad está repleta de muestras: las guerras, el urbanismo repleto de rascacielos para ver quién la tiene más grande, etc. Es una realidad masculina desconectada de lo sensible, lo tierno, lo humano que nos da lo femenino, la madre”, resume.

Es por eso mismo, continúa Adrián, que la castración simbólica de su pene ante obras cuidadosamente elegidas (“conectadas con el imaginario colectivo”, recuerda) lo que le permite es “denostar el patriarcado y la figura de un hombre que lo domina todo para colocar en esa posición a una mujer”. Llegados a este punto, uno comienza a entender perfectamente que el impacto inicial que puedan producir algunas de sus performances, como la que realizó ante el cuadro ‘El origen de la Vía Láctea’ en la National Gallery de Londres, esté más que justificado.
En aquella ocasión, el pasado 22 de mayo, Adrián chocó a la opinión pública (y a los presentes) al derramar sobre su cuerpo desnudo y andrógino una botella entera de leche. “Siempre hay dos reacciones. La primera es de susto, por el tema de los ataques terroristas y que produce que las personas se alejan de mi cuerpo como fuente del caos, y la segunda ocurre una vez que entienden que lo mío es un acto inocente. Desde la incredulidad hasta la fascinación todo cabe. Hay quien me aplaude y quien me insulta. La polarización es lo lógico ante un acto de insurrección”, señala.

Teniendo en cuenta que aquel día estuvo siete horas encerrado con la policía londinense y que ya se ha llevado alguna multa (como la de 500 euros por su desnudo en la Fontana di Trevi en Roma) que, según él, no piensa pagar porque “jamás pagaría por crear arte porque estaría traicionando mis propios principios”. De hecho, parece que lo que opinen los demás a Adrián le importa bien poco.
“Hay quien considera que soy un mamarracho que solo busca atención y que con mis performances insulto al arte. Pero el arte siempre ha consistido en provocar reacciones y yo solo estoy usando mi cuerpo como canal para expresar una idea superior”, responde. Ahora que ya sabemos que el performer es inmune a las críticas ya que su proyecto “responde a propósitos más elevados”, ¿qué nos deparan las próximas acciones? Pues, al parecer, ya ha decidido exactamente dónde se producirán y ante qué obras y mejor aún: volverá a actuar en Barcelona tal como hizo este pasado mes de agosto en el MNAC



“Evidentemente no puedo desvelar cuándo o dónde porque estarían esperándome. Pero sí, la haré en Barcelona porque para mi ciudad es sinónimo de libertad y me ayudó mucho a alcanzar un estado de felicidad y reconocer cosas de mi persona”, concluye Adrián con la misma tranquilidad y honestidad con la que siempre da la cara por un proyecto que, aunque a muchas personas le parezca una ‘frikada’, otras tantas lo consideran una genialidad. Eso sí, antes de despedirse nos confiesa que una de sus obras fetiche es El jardín de las Delícias del Bosco, en el Museo del Prado (ejemm). Chapeau Adrián.

 
Fuente

http://www.codigonuevo.com

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