Texto y FotosPL: Yasiel Cancio Vilar, Enviado especial
Rabat, 27 ago (Prensa Latina) Vuelves la mirada, incrédulo y medio adormecido por el ajetreo del trabajo de los Juegos Panafricanos de Rabat, y sin darte cuenta aparece un mundo de maravillas y colores, una explosión de arte urbano, murales imponentes con lienzos de mampostería.
Robots enormes, un anciano abrazando al planeta Tierra, un hombre y un niño interconectados cerebro mediante, un rostro de mil colores, la muerte y el más allá, la batalla de un tigre y un humano, y muchos más, cada Jidar (mural) cuenta una historia y nos penetra hasta la médula con ella.
Sin pedir permiso, se adueñan de nuestros pensamientos y los manipulan. Desde el tradicionalismo más impenetrable hasta las representaciones más inverosímiles ponen a volar nuestros cerebros.
Según cuentan los lugareños, cada año se reúnen en Rabat varios jóvenes artistas nacionales y foráneos para 'decorar' los edificios de la ciudad. Desde hace tiempo, aquí, el arte urbano o street art dejó de ser ilegal y mal visto para convertirse en joyas pictóricas de la gran urbe milenaria.
Artistas marroquíes, franceses, españoles, colombianos, italianos, chilenos, ucranianos, belgas, australianos, portugueses, estadounidenses o argentinos dejan su impronta -a puro color y spray- en cada rincón, en cada espacio libre, y de libertad.
En realidad, en el momento que decidieron legalizar el movimiento urbano se creó un festival anual (organizado como parte del programa Rabat City Light) para atraer a los grandes exponentes de la pintura callejera, dejándoles tiempo y lugares para esparciese en sus creaciones.
El grafiti, al menos aquí en Rabat, dejó de ser un tácito movimiento protesta para transformarse en bellezas y vectores bien concebidos, una metamorfosis radical dirigida a modificar algunos cánones de la cultura posmoderna y a darle un nuevo ‘look' a esa Rabat repleta de monumentos históricos y enormes e interminables murallas.
La capital del reino de Marruecos es una joya impresionante desde donde se mire. Eso es un hecho. Y el street art engrandece y enaltece aun más sus límites abstractos y geométricos, con anacronismos que invaden la historia y luego, en cuestión de segundos, la refundan desde otro universo espacial.
mv/yas
Rabat, 27 ago (Prensa Latina) Vuelves la mirada, incrédulo y medio adormecido por el ajetreo del trabajo de los Juegos Panafricanos de Rabat, y sin darte cuenta aparece un mundo de maravillas y colores, una explosión de arte urbano, murales imponentes con lienzos de mampostería.
Es imposible para cualquier forastero curioso evadir esas obras gigantescas. Prodigios del arte moderno. Grafitis que adornan a la capital de Marruecos con una frescura ecléctica, indescifrable por ocasiones, fenomenal siempre, impactante desde la idea y su concepción.
Robots enormes, un anciano abrazando al planeta Tierra, un hombre y un niño interconectados cerebro mediante, un rostro de mil colores, la muerte y el más allá, la batalla de un tigre y un humano, y muchos más, cada Jidar (mural) cuenta una historia y nos penetra hasta la médula con ella.
Sin pedir permiso, se adueñan de nuestros pensamientos y los manipulan. Desde el tradicionalismo más impenetrable hasta las representaciones más inverosímiles ponen a volar nuestros cerebros.
Según cuentan los lugareños, cada año se reúnen en Rabat varios jóvenes artistas nacionales y foráneos para 'decorar' los edificios de la ciudad. Desde hace tiempo, aquí, el arte urbano o street art dejó de ser ilegal y mal visto para convertirse en joyas pictóricas de la gran urbe milenaria.
Artistas marroquíes, franceses, españoles, colombianos, italianos, chilenos, ucranianos, belgas, australianos, portugueses, estadounidenses o argentinos dejan su impronta -a puro color y spray- en cada rincón, en cada espacio libre, y de libertad.
En realidad, en el momento que decidieron legalizar el movimiento urbano se creó un festival anual (organizado como parte del programa Rabat City Light) para atraer a los grandes exponentes de la pintura callejera, dejándoles tiempo y lugares para esparciese en sus creaciones.
El grafiti, al menos aquí en Rabat, dejó de ser un tácito movimiento protesta para transformarse en bellezas y vectores bien concebidos, una metamorfosis radical dirigida a modificar algunos cánones de la cultura posmoderna y a darle un nuevo ‘look' a esa Rabat repleta de monumentos históricos y enormes e interminables murallas.
La capital del reino de Marruecos es una joya impresionante desde donde se mire. Eso es un hecho. Y el street art engrandece y enaltece aun más sus límites abstractos y geométricos, con anacronismos que invaden la historia y luego, en cuestión de segundos, la refundan desde otro universo espacial.
mv/yas
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