El marchante de arte e hijo de Henri Matisse la adquirió en 1938 y nunca se desprendió de ella. En la misma subasta se pone a la venta la diosa de la fertilidad Cihuateotl
Pierre Matisse adquirió esta máscara de piedra verde de Teotihuacan que adquirió en 1938 y que conservó hasta su muerte
Unos días antes de Navidad de 1924, Pierre Matisse arribó a Nueva York a bordo del barco francés Savoie. Era un veinteañero que apenas conocía los rudimentos del idioma de Shakespeare. Venía ligero de equipaje sin trabajo y sin amigos a los que poder recurrir en esa gran ciudad en la que iba a comenzar su aventura americana. Lo que sí traía era la ambición de triunfar como galerista y, naturalmente, su famoso apellido, porque era el hijo menor del gran pintor Henri Matisse, el genio más reconocido del arte del siglo XX junto a Picasso. De su progenitor heredó Pierre el amor por el arte no occidental (escasamente apreciado en el Nueva York de la década de los 30 del pasado siglo) que promovió organizando excepcionales exposiciones de arte africano, oceánico y precolombino.
Una subasta marcada por la polémica
México reclama por la procedencia de algunas piezas
En las últimas horas la polémica salpicó la subasta, pues México reclamó su paralización alegando la cuestionable procedencia y autenticidad de algunos de los lotes ofrecidos. Según el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), de la treintena de piezas prehispánicas que se ponen a la venta tres de ellas serían falsas, además de no poder probarse las circunstancias en las que algunas salieron de su país de origen. La legislación francesa, sin embargo, ampara la celebración de la subasta por lo que resulta improbable que las autoridades mexicanas vean respaldada su pretensión.
Cuando Pierre Matisse falleció en 1989, su amigo y colega Eugene V. Thaw manifestó que “en su galería, y en su propia casa, en la calle 64 Este, siempre encontrabas cosas inesperadas, sobre todo, maravillosos ejemplos de arte precolombino”. Entre sus posesiones artísticas más preciadas se hallaba una máscara de piedra verde de Teotihuacan que había adquirido en 1938 y que conservó hasta su muerte. Valorada entre 350.000 y 550.000 euros, esta sobrecogedora máscara era la protagonista absoluta de la venta de arqueología prehispánica que Christie’s celebrada este 9 de febrero en su sede de París. La pieza alcanzó un precio de 437.500 euros; la subasta de arte precolombino alcanzó un valor total de 2.539.125 euros.
La gran metrópoli de Teotihuacán floreció en el Valle de México entre los siglos I y VII de la Era cristiana. En el punto álgido de su prosperidad, que los historiadores sitúan en el siglo VI, la ciudad abarcaba una superficie de más 20 kilómetros cuadrados, sus habitantes sumaban 125.000 personas, y se había convertido en el epicentro político, económico, cultural y religioso más importante de Mesoamérica. Incluso bastantes centurias más tarde de su desaparición, sus ruinas conservaron su influencia cultural ya que los aztecas del siglo XV la bautizaron con su denominación actual: Teotihuacán, “ciudad de los dioses”.
Tan conocidas como sus colosales estructuras arquitectónicas (las pirámides del Sol y la de la Luna, el Templo de Quetzalcóatl y la Calzada de los Muertos), existen multitud de obras de arte elaboradas fundamentalmente en arcilla y piedra por sus diestros artesanos, entre las que destacan las máscaras de variadas tipologías. Las máscaras pétreas, como la que se subasta, llevan siglos despertando la admiración de los coleccionistas debido a su refinada sobriedad. Se conoce la existencia de más de medio millar y sus dimensiones se mueven entre 10 y 28 cm de altura.
Están trabajadas en diferentes piedras como caliza, listwanita o travertino (como en este ejemplar) en un estilo sencillo y homogéneo que refleja la estética teotihuacana. Aunque se desconoce su función original, se estima que en ningún caso podrían haber sido utilizadas como aderezo para el rostro de las personas vivas, ya que la mayoría son demasiado grandes y pesadas (entre 3 y 7 kilos) y no tienen perforados los orificios para los ojos y la boca por lo que la visión queda descartada así como la posibilidad de respirar.
Misterio
Se desconoce su función, aunque se supone que eran para rituales, pero nunca para que las llevara alguien, ya que pesan entre 3 y 7 kilos
La experta en arte precolombino, Esther Pasztory, ha sugerido que “las perforaciones alrededor de las sienes y de la frente, como las que presenta esta máscara, podrían dar una pista sobre su finalidad. Tal vez fueron empleadas en rituales unidos a soportes que ya han desaparecido”. La divinidad a la que invoca esta máscara, Quetzalcóatl, fue una de las principales del panteón mexica: había creado a los humanos de la quinta era; inventando la agricultura y la artesanía y estaba asociada a la casta sacerdotal y a las ceremonias religiosas.
Una diosa de gran valor
El lote más cotizado de esta subasta, la figura en cerámica de la diosa Cihuateotl tasada entre 600.000 y 900.000 euros, se quedó lejos de su objetivo de salida y fue adquirido por 500.000 euros. La corpulenta divinidad de la fertilidad está sentada en una pose resuelta con sus grandes manos de dedos perfectamente modelados que apoya sobre las rodillas, las piernas cruzadas bajo una larga falda ceñida por un cinturón con una serpiente bicéfala y adornada con un grueso collar de cuentas. De su cara destacan sus redondeadas mejillas, sus ojos rasgados que miran hacia abajo y sus labios entreabiertos como si estuvieran hablando, además de un pelo largo y trenzado enmarcando el rostro, coronado por un alto tocado.
Las Cihuateteo (plural de Cihuateotl) eran consideradas en la mitología azteca “mujeres divinas” que habían muerto en el parto. Los aztecas consideraban el alumbramiento como una forma de batalla, y sus “víctimas” eran honradas como guerreras caídas. La figura que ahora vende Christie’s, datada entre los años 600 y 1.000 d.C, procede del yacimiento de El Zapotal, situado a 40 kilómetros de la moderna ciudad de Veracruz, en el Golfo de México.
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