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Todo lo que ocurre en el mundo moderno, ¿se gestó en el año 1776?



En nuestra sociedad actual se afirma que estamos inmersos en un capitalismo competitivo, cuando en realidad las corporaciones multinacionales concentran cada vez más dinero y poder, y dominan cada vez más el mundo económico y político. Y estamos convencidos de que la Historia y los múltiples acontecimientos que la conforman hay que analizarlos, en gran parte, desde un punto de vista económico. En efecto, grandes operaciones económicas, gestionadas desde diversas sociedades secretas, conspiran contra la supuesta libertad de la que deberían gozar los ciudadanos del mundo. Por consiguiente, los pueblos están cada día más alejados de las grandes políticas nacionales. El bombardeo desinformativo que recibimos cada día de los medios nos hace desconfiar más de los que se supone son diferentes a nosotros. George Orwell decía en su magnífico libro 1984 que “la libertad es la esclavitud“. En un mundo donde el ideal es el consumo, la libertad no puede ser más que mera apariencia. Todo lo que ocurre actualmente parece que se gestó en el año 1776, con tres acontecimientos significativos: La fundación de los Estados Unidos, la fundación y expansión europea y americana de la sociedad secreta Illuminati, y la aparición de la obra La Riqueza de las Naciones, escrita por el economista Adam Smith. En efecto, Estados Unidos fue fundado por trece colonias británicas, situadas a lo largo de la costa atlántica. Y el 4 de julio de 1776 emitieron la Declaración de Independencia, que proclamó su derecho a la libre autodeterminación y el establecimiento de una unión cooperativa. Pero tal vez pasó más desapercibido el Gran Sello de los Estados Unidos de América, donde se reunieron la mayoría de los símbolos masónicos. Este emblema fue ideado expresamente por Benjamín Franklin, Thomas Jefferson y John Adams, Padres Fundadores de los Estados Unidos y eminentes masones. En la parte frontal del sello está representada un águila superpuesta por un hexagrama. El águila es un símbolo antiquísimo para ilustrar un animal que se consideraba llegaba volando hasta Dios. Está presente en todas las culturas antiguas, incluso en el reino de la reina de Saba. El hexagrama encima del águila, formado precisamente por 12 estrellas, es la representación de la unión del hombre con Dios, y tuvo su origen en India. Las garras del águila tienen 13 flechas y una rama con 13 hojas y 13 frutos. Hay, además, un escudo adornado con 13 líneas para proteger el águila.


El número 13 es un número sagrado, que representa un renacimiento tras la muerte. Los números 3, 7,9,11,13,33, o 39, así como cualquier múltiplo de estos números, tienen un significado muy especial para los illuminati. El numero original de estados en Estados Unidos era el 13. Su constitución tiene 7 artículos y fue firmado por 39 miembros del Constitucional Convention. En su pico, el águila tiene una cinta donde está escrito “e pluribus unum”, que puede traducirse por “De muchos, uno”. Cabe indicar que las letras de esta última frase suman 13. En el anverso del sello está representada una pirámide truncada compuesta por 13 niveles y sobre la cual hay un ojo encerrado en un triángulo. Sabemos que, en la tradición hebrea, tanto el triángulo como el Ojo Omnisciente representan el Creador. El Gran Sello de los Estados Unidos cuenta con la pirámide inacabada de Gizeh, símbolo de la obra inconclusa de las Ordenes Esotéricas y de un Nuevo Orden Mundial. El sello fue transportado al dólar estadounidense por Franklin Delano Roosevelt, que era un importante masón. El gran sello de los Estados Unidos hoy en día está representado enteramente en el billete de 1 dólar. Encima de la pirámide está escrito Annuit Coeptis, que se puede traducir como «Justifica las cosas que inicio». Nótese que también está compuesta por 13 letras. Debajo de la pirámide está escrito Novo Ordum Seclorum, que se traduce como “Un Nuevo Orden de las Eras“. La otra fundación simbólica de los Padres Fundadores de los Estados Unidos fue la ciudad de Washington, cuya geometría recuerdan sin lugar a dudas a la gran pirámide de Guiza y las antiguas tradiciones egipcias y mesopotámicas. Los Padres Fundadores de los Estados Unidos utilizaron ampliamente la simbología de la masonería en la fundación de los Estados Unidos de América. En 1793, los masones, encabezados por George Washington, vistiendo un traje masónico completo, llevó a cabo rituales al poner la primera piedra de la capital de los Estados Unidos. Símbolos, como en el Gran Sello oficial de los Estados Unidos, son símbolos ocultos que contienen un significado esotérico, relacionado con una antigua sociedad secreta. Estos antiguos símbolos tienen un significado especial oculto, y su uso por el gobierno estadounidense revela algo acerca de las creencias secretas de los que están en el poder, ocupando la cúspide de la pirámide.

La escritora, médico y feminista egipcia Nawal El Saadawi nos dice que «nada es más peligroso que la verdad en un mundo que miente». La teoría conspirativa del llamado Nuevo Orden Mundial afirma la existencia de un plan diseñado con el fin de imponer un gobierno único a nivel mundial. Si fuese para ampliar nuestras libertades, incluso podríamos estar de acuerdo. Pero me temo que no es éste el objetivo. Un primer uso de esta expresión de Nuevo Orden Mundial aparece en el documento de los Catorce Puntos del presidente de Estados Unidos Woodrow Wilson (1856 – 1924), que hizo una llamada, después de la Primera Guerra Mundial, para la creación de la Sociedad de las Naciones, antecesora de la Organización de las Naciones Unidas. Curiosamente, el propio presidente Woodrow Wilson manifestó: «Algunos de los hombres mas importantes de EEUU, en el campo del comercio y de la industria, temen a alguien y a algo. Saben que en algún lugar hay un poder tan organizado, tan sutil, tan vigilante, tan interconectado, tan completo y tan penetrante que es mejor no decir nada en su contra». Una teoría de la conspiración puede definirse como la tentativa de explicar un acontecimiento o una cadena de acontecimientos, sucedidos o todavía por suceder, ya sea percibidos o reales, comúnmente de importancia política, social, económica o histórica, por medio de la existencia de un grupo secreto muy poderoso, extenso, de larga duración y, generalmente, malintencionado. La hipótesis general de las teorías conspirativas es que sucesos importantes en la Historia han sido controlados por manipuladores que organizan los acontecimientos desde «detrás de escena» y por motivos oscuros. Cristina Martín Jiménez, autora del interesante libro El Club Bilderberg – Los amos del mundo, nos dice que: “Desde los albores de la civilización sumeria hemos caminado sobre una estructura organizativa idéntica, en la que la alta jerarquía ha sometido a los ciudadanos, convirtiéndolos en esclavos de un modelo social diseñado y dirigido por un mismo arquetipo de poder, época tras época“. Henry Kissinger es uno de los mayores artífices e impulsores del Nuevo Orden Mundial. Kissinger escribió un artículo titulado “Henry Kissinger sobre la Asamblea de un Nuevo Orden Mundial” publicado en The Wall Street Journal. Es un artículo importante, escrito por un hombre importante y siniestro. Su artículo es una adaptación de su libro Orden Mundial. Hay que leer entre líneas para entender lo que está diciendo Henry Kissinger.

Actualmente Estados Unidos es el país más poderoso del planeta. Pero los Estados Unidos han sido controlados desde Londres y todavía lo son. La aparente declinación del Imperio Británico y de Gran Bretaña como superpotencia, ha oscurecido aún más dónde reside el poder real. Al referirnos a Londres no queremos decir el gobierno británico, que es sólo una fachada. Por razones históricas, el centro de operaciones principal de la telaraña de sociedades secretas de la antigua Hermandad de Babilonia está basado en Londres, esotéricamente conocida como Nueva Troya.  La estatua de Serpiente Voladora en el centro de Temple Bar, en Londres, señala las anteriores tierras de los Caballeros Templarios y el hogar para algunas de las sociedades secretas más importantes dentro de la Hermandad Babilónica. Gárgolas y serpientes voladoras han sido erigidas por toda la catedral de Notre Dame en París y muchas son versiones más pequeñas de los símbolos de la serpiente encontrados en sitios mayas en México. Las gárgolas son símbolos de los reptiles y fueron escogidas por las sociedades secretas de la Hermandad, especialmente los Caballeros Templarios; para decorar innumerables catedrales, iglesias, edificios suntuosos de los linajes aristocráticos y otros edificios. El dragón y la cruz de fuego señala la entrada al centro financiero de Ciudad de Londres, uno de los centros más importantes en el planeta para la Hermandad.  La llama eterna es el símbolo clásico de la Hermandad Babilónica. Una es sostenida por el héroe de la Hermandad, Prometeo, en el Rockefeller Center en Nueva York. También puede ser vista sobre la Estatua de la Libertad, en Nueva York. La llama es usada como una firma de la Hermandad. La cruz roja sobre el fondo blanco era un símbolo del Sol para los fenicios, el logotipo de los Caballeros Templarios, y es la bandera de Inglaterra. El caballo blanco en Uffington, en Wiltshire, está fechado en el 3.000 a. C., la época en que los fenicios habrían llegado a Gran Bretaña. El caballo blanco era un símbolo fenicio para el Sol. Hay ciertamente muchas conexiones fascinantes. Londres, París, y Washington, y muchas otras ciudades principales fueron diseñadas bajo las leyes de geometría sagrada y tienen muchos edificios y monumentos notablemente similares. Las cúpulas y los obeliscos son particularmente habituales.

Para comprender qué ha ocurrido en los Estados Unidos tenemos que remontarnos a tiempos remotos. Los fenicios desembarcaron allí en tiempos antiguos y lo que parecen ser restos egipcios, fenicios u orientales fueron encontrados en el Gran Cañón del Colorado. La fama de los fenicios recae en el hecho de que eran excelentes navegantes y su flota era muy avanzada para su época. ¿Es posible que los fenicios llegaran a América antes que Colón? Esta teoría es parecida a la egipcia, pero en vez de Punt, la extraña y lejana tierra que aparece en sus historias, en este caso se llama Ofir. Según la misma Biblia, Salomón pidió al rey Irma, de Tiro, que le mandara carpinteros para construir una flota sobre el mar Rojo, así como marinos para llevar esta flota hasta el país de Ofir. La localización geográfica de Ofir coincide con la tierra de Punt. El viaje empieza en un puerto en el mar Rojo y dura tres años, entre ida y vuelta. Los productos de Ofir coinciden en general con los que los egipcios traían de Punt, tales como oro, maderas preciosas, especias o incienso, además de esclavos. Uno de los datos que indican que los fenicios visitaron América se hallan en la costa peruana, más concretamente en el templo de Sechim, en el Valle de Casma, donde, según algunos investigadores, existen dos naves fenicias en las estelas centrales del templo. Un hallazgo más curioso es el del brasileño Bernardo Silva Ramos, quien ha recorrido la selva amazónica durante más de veinte años, buscando, fotografiando y copiando 2.800 inscripciones rupestres, reconociendo la mayor parte de ellas como fenicias y otras como griegas. La conocida como Piedra de Paraiba, descubierta en 1872 y reiteradamente estudiada al presentar caracteres fenicios, parece ser uno de los indicativos que sugieren la llegada de este pueblo, junto a otras numerosas estelas grabadas con signos del mismo alfabeto, del hebreo y también del egipcio. 450 años antes del nacimiento de Jesús existió en Egipto un emperador llamado Necao II, quien contrató una flota fenicia para que circunnavegara el África. Según Heródoto, la expedición duró tres años y hay quienes proponen que es probable que una de las naves de esta expedición haya sido desviada por la corriente hasta el Brasil. El nombre de la ciudad de Phoenix, situada en el Valle del Sol, en Arizona, fue inspirada por una comprensión de la historia verdadera.

Hay pruebas de que los galeses, irlandeses, ingleses y escoceses atracaron en América del Norte muchos siglos antes de Colón. La historia oficial de que Cristóbal Colón fue el primero en descubrir América no se sostiene por las evidencias encontradas. A pocas millas de Edimburgo, en Escocia, hoy todavía se levanta la Capilla Rosslyn, el Santo Grial de la Hermandad. Fue construida en forma de cruz templaria por la familia Sinclair y contiene un gran simbolismo esotérico.  La Capilla Rosslyn (Rosslyn Chapel), originalmente Capilla de San Mateo, es una iglesia de mediados del siglo XV situada en el pueblo de Roslin, Midlothian, Escocia. La capilla fue fundada por Guillermo Saintclair, primer Conde de Caithness,  del clan Sinclair, una familia noble escocesa descendiente de caballeros Normandos. Tras la Reforma Escocesa, en 1560, el culto católico en la capilla llegó a su fin, aunque los Sinclair continuaron siendo católicos romanos hasta el siglo XVIII. A partir de ese momento la capilla se cerró al culto público hasta 1861, cuando se abrió de nuevo como lugar de culto de acuerdo con los ritos de la Iglesia Episcopal Escocesa. En los últimos años, la capilla Rosslyn ha aparecido en numerosas teorías especulativas acerca la masonería y los caballeros templarios. La construcción de la capilla comenzó el 20 de septiembre de 1456, aunque a menudo se ha visto registrada como del 1446. La confusión proviene de la carta fundacional de Roma para construir la capilla colegial, que data de dicha fecha. Proyectada inicialmente como Colegiata (Capilla Colegiata de San Mateo), Rosslyn quedó reducida a una pequeña capilla dada la complejidad de su decoración. Cuarenta años fueron necesarios para construir lo que aún hoy puede contemplarse. Escenas bíblicas, como la expulsión del Jardín del Edén, el ángel caído o la crucifixión, se dan la mano con esculturas paganas, relacionados con tradiciones templarias y masónicas, como el mítico “Pilar del Aprendiz”, uno de los tres pilares que separan el coro del ala central de la capilla

Y aquí vale la pena hacer referencia a dos discursos pronunciados por dos presidentes norteamericanos, Lincoln y Kennedy, que fueron asesinados y que, curiosamente, querían seguir políticas contrarias a la élite económico-financiera. Lincoln dijo:  “El poder del dinero es un parásito de la nación en tiempos de paz, y conspira contra ella en tiempos de guerra. Es más despótico que las monarquías, más insolente que las autocracias y más egoísta que las burocracias. Veo en el corto plazo una crisis aproximándose que me inquieta y me hace temblar por el futuro de la nación: las corporaciones han sido entronizadas, una era de corrupción en los más altos cargos le seguirá. El poder del dinero intentará prolongar su reinado trabajando entre los prejuicios del pueblo hasta que la riqueza sea acumulada por unas pocas manos y la república sea destruida“. Por otro lado, Kennedy criticaba durísimamente al sistema de prensa norteamericano. En un discurso pronunciado ante la American Newspaper Publisher Association, dijo lo siguiente: “Se nos opone alrededor de todo el mundo una monolítica y despiadada conspiración que se apoya, primariamente, en medios encubiertos para aumentar su esfera de influencia (…) Es un sistema que ha reclutado vastos recursos humanos y materiales para construir una muy bien atada y altamente eficiente maquinaria que combina operaciones militares, diplomáticas, de inteligencia, económicas, científicas y políticas. Sus preparativos son secretos, no se publican. Sus errores se entierran, no se señalan. Quienes disienten son silenciados, y no reconocidos. Para ello no se repara en gastos. Los rumores no se publican. Ningún secreto se revela. Es la máquina que conduce la Guerra Fría, en resumen, con una disciplina rigurosa que ninguna democracia puede esperar o desear alcanzar“. Creo que no hacen falta más comentarios.

Otro hecho significativo que se produjo en 1776 fue la aparición del libro La Riqueza de las Naciones escrita por Adam Smith. Podemos decir que Adam Smith es uno de los economistas más famosos de la historia y es considerado el padre de la economía moderna. En sus teorías económicas combina historia, filosofía, desarrollo económico, psicología y ética. Es uno de los máximos exponentes de la economía clásica. Nació en Escocia en el año 1723. Poseía una prodigiosa memoria y vocación por el estudio, facultades que le facilitaron el ingreso en la Universidad de Glasgow. Las críticas a Adam Smith han venido mayoritariamente por su idea de que la economía de mercado es la herramienta para alcanzar el bienestar social, mientras cada uno busca su propio interés. Smith fue un empleado de la British East India Company, gran corporación monopólica que en los siglos XVII y XVIII se beneficiaba del tráfico de esclavos, del cultivo de opio en India, para venderlo a China a fin de apropiarse de las reservas de oro de ese país. La Riqueza de las Naciones es la base fundamental de casi toda la economía moderna, la liberal, la marxista, la neoliberal, la monetarista, el keynesianismo. Esta obra dio el fundamento teórico e ideológico de la actual situación en que se genera una falsa ilusión de libertad y libre competencia. No sé si habéis visto  la película “Una mente maravillosa“, protagonizada por Russell Crowe. La historia narra la vida del matemático John Nash, quien en 1994 obtuvo el Premio Nobel de Economía por sus descubrimientos acerca de la denominada “Teoría de Juegos“. En la película, el protagonista asevera que descubrió que Adam Smith no tenía razón, cuando en su obra La Riqueza de las Naciones esbozó su tesis principal y base fundamental de toda la teoría económica moderna. Según esta teoría el máximo nivel de bienestar social se genera cuando cada individuo persigue su bienestar individual, y nada más que ello. Pero es necesario remarcar que Nash descubrió que una sociedad maximiza su nivel de bienestar cuando cada uno de sus individuos acciona en favor de su propio bienestar, pero sin perder de vista también el de los demás integrantes del grupo. Demuestra cómo un comportamiento puramente individualista puede producir en una sociedad una especie de “ley de la selva“, en la que todos los miembros terminan obteniendo menor bienestar del que podrían. Con estas premisas, Nash profundiza los descubrimientos de la Teoría de los Juegos, descubierta en la década de 1930 por Von Neumann y Morgestern, generando la posibilidad de mercados con múltiples niveles de equilibrio según la actitud que tengan los diferentes jugadores, según haya o no una autoridad externa al juego, según sea el juego cooperativo o no cooperativo entre los diferentes jugadores. De esta manera, Nash ayuda a generar todo un aparato teórico que describe la realidad en forma más acertada que la teoría económica clásica de Adam Smith.

Un tercer acontecimiento de gran importancia que sucedió el año 1776 fue la fundación y expansión europea y americana de la sociedad secreta denominada Illuminati de Baviera, fundada por Adam Weishaupt, jesuita y profesor de derecho eclesiástico y filosofía práctica de la universidad de Ingolstadt, Baviera. Esta sociedad secreta parece que fue financiada por el banquero alemán Mayer Amschel Bauer, fundador de la dinastía Rothschild. Inmediatamente después de su fundación creó una sucursal en Estados Unidos con un nombre en código de letras griegas “Phi Beta Kappa“. La familia Rothschild, conocida como la Casa Rothschild, es una dinastía europea de origen judeo-alemán, algunos de cuyos integrantes fundaron bancos e instituciones financieras a finales del siglo XVIII, y que acabó convirtiéndose, a partir del siglo XIX, en uno de los más influyentes linajes de banqueros y financieros del mundo. A cinco hermanos de la rama austríaca de la familia se les otorgaron baronías hereditarias durante el Imperio de los Habsburgo, por parte del Emperador Francisco I de Austria, en 1816. La rama británica de la familia fue elevada a la nobleza por la reina Victoria. En 1743, Amschel Moses Bauer, orfebre de profesión, que completaba sus ingresos ejerciendo de cambista, abrió una tienda de monedas en el gueto judío de Fráncfort del Meno, en Alemania. Sobre la puerta de entrada de su casa, cuya planta baja quedaba reservada para el negocio y el resto para la familia, colgó un cartel en el que se representaba un águila romana en un escudo rojo. La tienda llegó a ser conocida como la tienda del «escudo rojo», rothschild en alemán. Con el tiempo, esta palabra pasó a convertirse en su patronímico familiar. El ascenso de la familia a la élite europea comenzó con Mayer Amschel Rothschild, hijo de Amschel Moses. En la década de 1760, el joven Mayer Amschel estableció sus actividades en Fráncfort, negociando con monedas y billetes. En 1769 fue representante de la Corte de Guillermo I, en Hanau, y en 1784 compró una gran casa en la Judengasse (Pasaje de los judíos), donde fue a vivir junto a su esposa Gutle y sus diez hijos. La propiedad fue conocida como la Casa del Escudo Rojo y allí sus cinco hijos varones crecieron y aprendieron las habilidades que les permitieron convertirse en futuros banqueros de monarcas y gobiernos europeos y, posteriormente, establecieron el negocio de la Banca Rothschild en toda Europa.

En 1798, a la edad de 22 años, Nathan Mayer Rothschild salió de la casa de su padre para instalarse en Inglaterra, inicialmente en Mánchester, donde se estableció como comerciante textil de gran reputación. En 1809 Nathan cambió su sede a la ciudad de Londres, donde desarrolló la actividad bancaria, la negociación de letras de cambio y la organización de préstamos extranjeros. Su mayor acto empresarial llegó en 1814, cuando él y sus hermanos fueron encargados por el gobierno británico para obtener los medios financieros para ayudar a Gran Bretaña y sus aliados para derrotar a Napoleón. La exitosa actividad empresarial de Nathan como banquero en Londres proporcionó un modelo para sus hermanos en Fráncfort. En 1812, Jakob, el más joven, estableció una casa bancaria en París. Salomon en 1820 se estableció en Viena, donde la familia ya estaba activa en las finanzas imperiales. Por último, con el fortalecimiento de los intereses del Imperio de Austria en Italia, Carl estableció los negocios en Nápoles, dejando a Amschel, el mayor de los cinco hijos de Mayer Amschel, para dirigir el banco de Fráncfort del Meno en continua expansión. Al momento de la muerte de Nathan, en 1836, los Rothschild eran los banqueros internacionales de mayor éxito de la época. Desde 1818, cuando Nathan dispuso en Londres un préstamo de 5.000.000 de libras para el gobierno prusiano, y durante más de un siglo, la recaudación de fondos para los gobiernos de todo el mundo a través de la emisión de bonos, formaron el núcleo de los negocios Rothschild. Individualmente, los hermanos y sus descendientes, añadieron otros intereses. En Francia y Austria los Rothschild presionaron para construir y financiar las redes ferroviarias. En Viena, Solomon se interesó por la ingeniería y fundiciones. Todos se involucraron con metales preciosos y con el oro en particular. En 1840 N. M. Rothschild & Sons se convirtió en uno de los agentes de bolsa de los lingotes de oro del Banco de Inglaterra. Durante la fiebre del oro del siglo XIX, crearon organismos en California y Australia. Durante una buena parte del siglo, los Rothschild, a través de la adquisición de minas clave en España, obtuvo el monopolio del mercurio, utilizado para la refinación de metales preciosos. Durante más de cien años, desde 1852, el banco de Londres operó la Real Casa de la Moneda en Londres, refinando y fundiendo para el Banco de Inglaterra y otros clientes internacionales. En la década de 1850 fueron construidas enormes y fastuosas construcciones, como Torres Mentmore, en Inglaterra, y el Castillo de Ferrières, en Francia. La familia se vio atrapada en la tormenta política de mediados de siglo XIX.

Siendo las Naciones Unidas una organización pública, era necesario convocar, en un nuevo grupo secreto, a personalidades de la política, la realeza, los medios de comunicación, la banca y la ciencia de los más países más importantes. Ello se tenía que realizar al margen de los dirigentes políticos nacionales que pudieran realizar alguna objeción y, por supuesto, de la población y la prensa no colaboracionista. El resultado de todo ello fue el Club Bilderberg, una idea del príncipe Bernardo de Holanda y de David Rockefeller, que la CIA y Henry Kisinger lograrían poner en marcha en 1954 en un exclusivo Hotel de Holanda llamado Bilderberg.  Esto fue lo que dijo el propio David Rockefeller en 1991, Baden Baden, Alemania, sobre el papel de los medios de comunicación en la ocultación de las actividades de este importantísimo grupo. “Estamos agradecidos al Washington Post, el New York Times, Time Magazine, y a otras grandes publicaciones cuyos directores han asistido a nuestras reuniones y han respetado sus promesas de discreción por casi 40 años. Nos habría resultado imposible desarrollar nuestro plan para el mundo si hubiésemos estado sujetos a las luces de la publicidad durante esos años (…) El mundo es ahora más sofisticado y está más preparado para marchar hacia un gobierno mundial. La soberanía supra-nacional de una élite de intelectuales y banqueros internacionales es con seguridad preferible a la autodeterminación nacional practicada en siglos pasados“. Este proyecto al que se refiere David Rockefeller es el conocido como Nuevo Orden Mundial, es decir, la creación de un estado mundial gobernado por la élite y cuya idea original surgió, tal coo hemos dicho,  en 1776 en Ingolstad, Baviera, de manos de un ex jesuita de origen judío llamado Adam Weishaupt, que contaba con financiación de la familia de banqueros originaria de Francfurt, Alemania, llamada familia Rothschild.

El año de las revoluciones, 1848, los dejó en gran medida indiferentes. Revoluciones de 1848 indica la oleada revolucionaria que acabó con la Europa de la Restauración. Fue la tercera oleada del más amplio ciclo revolucionario de la primera mitad del siglo XIX, que se había iniciado con las denominadas «revolución de 1820» y «revolución de 1830». Además de su condición de revoluciones liberales, las revoluciones de 1848 se caracterizaron por la importancia de las manifestaciones de carácter nacionalista y por el inicio de las primeras muestras organizadas del movimiento obrero. Iniciadas en Francia, se difundieron en rápida expansión por prácticamente toda Europa central (Alemania, Austria, Hungría) y por Italia en el primer semestre del año 1848. Fue determinante para ello el nivel de desarrollo que habían adquirido las comunicaciones (telégrafo, ferrocarril) en el contexto de la Revolución Industrial. Aunque su éxito inicial fue poco duradero, y todas ellas fueron reprimidas o reconducidas a situaciones políticas de tipo conservador, su trascendencia histórica fue decisiva. Quedó clara la imposibilidad de mantener sin cambios el Antiguo Régimen, como hasta entonces habían intentado las fuerzas contrarrevolucionarias de la Restauración. La unificación de Italia, en 1861, provocó el cierre del Banco de los Rothschild en Nápoles. Mientras tanto, el negocio de las emisiones de bonos creció y se propagó. La rápida y decisiva acción de Lionel de Rothschild, en 1875, permitió al gobierno británico adquirir una importante participación en el Canal de Suez.  Con la muerte del barón James en 1868, la primera generación de banqueros Rothschild llegó a su fin. A pesar de la identificación creciente con los países en los que vivían -Inglaterra, Francia, Alemania y Austria- los vínculos familiares de los Rothschild se mantuvieron firmes, fortalecidos mediante acuerdos vinculantes. El ritmo creciente de la industrialización en Europa trajo nuevos desafíos para los Rothschild. Los franceses tomaron gran interés en la explotación minera de metales básicos, particularmente cobre y níquel, y en Inglaterra los Rothschild respaldaron un nuevo emprendimiento, The Exploration Company, para buscar minerales alrededor del mundo. Con la financiación para la creación de De Beers, en 1887, los Rothschild también invirtieron en la explotación minera de piedras preciosas en África y en la India. También durante un tiempo, junto con los Nobel, que estaban en la vanguardia del desarrollo de campos petroleros en Bakú y en Batum en el suroeste de Rusia, se involucraron en la industria del petróleo. En 1963 Edmond James de Rothschild creó la Compagnie Financière Edmond de Rothschild, con sede en Suiza. Su inicio como casa de capital de riesgo, no demoró en expandirse como banco de inversión y corporación de gestión de activos. En la década de 1980 se inició el fenómeno internacional de las privatizaciones, en el que los Rothschild participaron desde un principio en más de 30 países en todo el mundo. Actualmente las oficinas de la Casa Rothschild se expanden en más de 40 países alrededor del mundo.

Muchas veces se nos enseña la historia como una sucesión de guerras, revoluciones, etc., y como hechos desconectados entre sí. Como si los factores económicos casi no hubieran existido. La globalización económica y financiera ha ayudado a comprenderlo. La verdadera historia no es más que una continua disputa de intereses económicos y de poder. Los partidos políticos de las democracias suelen estar abrumadoramente financiados por esos grupos económicos que también son, además, los que poseen los medios de comunicación en una gran cantidad de países. Si aceptamos la idea de que el mundo está dirigido por factores económicos, sociales y geoestratégicos, es necesario establecer qué es lo que ha venido sucediendo en el pasado. Como ejemplo podemos hablar del desarrollo y caída del Imperio Romano. Los paralelismos entre la Roma imperial y la actual estructura de la globalización pueden ayudarnos a comprender el futuro. Cuando se ensamblan la historia y la economía, la historia cobra un sentido que generalmente suele permanecer oculto a la gente.  Seguro que nadie hubiese adivinado, en pleno auge del Imperio Romano, que éste acabaría de la manera en que lo hizo. Lo que sucedió fue nada menos que un total colapso económico y político, con la propia ciudad de Roma prácticamente despoblada, Italia dividida en comarcas donde gobernaban familias locales, y las tierras conquistadas en Europa, Asia y África en manos de diferentes reyes y señores feudales. Los viejos caminos, rutas y acueductos, antes símbolos de esplendor, en pocos años habían quedado convertidos en ruinas. Nadie hubiera predicho que ése sería el destino del Imperio Romano, y sin embargo, es lo que ocurrió. La expansión del Imperio Romano estaba basada sobre todo en la conquista de tierras ajenas. Cuando el ejército romano conquistaba un país, incautaba sus riquezas, sobre todo oro y plata, y las llevaba a Roma. Con esos metales se podía acuñar moneda, y así gastarlas en productos de consumo traídos de Oriente, especialmente, del Imperio Chino, así como pagar los muy cuantiosos gastos del propio ejército romano. Por otro lado, las poblaciones de las tierras conquistadas eran esclavizadas y se las obligaba a trabajar para el imperio. Los hombres debían labrar las tierras y las mujeres más bellas eran obligadas a trabajar de esclavas sexuales.

Las relaciones entre el Imperio romano y el Imperio chino fueron indirectas a lo largo de la existencia de ambos imperios. El Imperio romano y el Imperio chino de la dinastía Han se acercaron progresivamente en el curso de la expansión romana hacia el Antiguo Oriente Próximo y las simultáneas incursiones militares chinas en Asia Central. Sin embargo, poderosos imperios intermedios, tales como los partos y los kusháns, mantuvieron a las dos potencias euroasiáticas permanentemente separadas. Por ello, la conciencia del otro siguió siendo escasa y el conocimiento mutuo, difuso. Solo se conocen unos pocos intentos de contacto directo. En el año 97, el general chino Ban Chao intentó infructuosamente mandar un enviado a Roma. Varias supuestas embajadas romanas a China fueron registradas por antiguos historiadores chinos. La primera de ellas, supuestamente del emperador romano Antonino Pío o del posterior Marco Aurelio, llegó en el año 166. El intercambio indirecto de los bienes de la tierra, la denominada ruta de la seda, y las rutas marítimas, incluyeron seda china, vidrio romano y ropa de alta calidad. En las fuentes clásicas, el problema de la identificación de referencias a la Antigua China se ve agravado por la interpretación del término en latín “Seres“, cuyo significado fluctúa y puede referirse a varios pueblos asiáticos en un amplio arco de la India en Asia Central a China. En las fuentes chinas, el Imperio romano fue conocido como “Da Qin“, Gran Qin; al parecer, se pensaba que era una suerte de imperio en el otro extremo del mundo. Según el profesor de chino, Edwin G. Pulleyblank, el “punto que debe ser destacado es que la concepción china de Da Qin estaba confundida desde el inicio con nociones mitológicas antiguas sobre el Lejano Occidente“. Volviendo a Roma, tenemos que los ejércitos rivales, tras ser diezmados en los campos de batalla, veían cómo sus generales eran asesinados sumariamente, sus hombres más valientes enviados a morir en el Coliseo como gladiadores, y los hombres eran enrolados en el ejército romano, para ser masacrada en las primeras filas en las siguientes batallas contra otros pueblos. Todo el auge y expansión del Imperio Romano se basó en el robo, el pillaje y el saqueo de los pueblos conquistados. Parecía un sistema invencible, hasta que todo el sistema económico entró en contradicción. Para pagar los inmensos costos militares eran necesarias nuevas guerras. Si no las había, en tiempos de paz, mantener las legiones significaba un costo abrumador. Así, la guerra resultaba imprescindible para que el propio ejército pagara, merced al saqueo, sus propios costos.

Por la tanto la guerra era, en realidad, un negocio mientras que la paz no lo era. Llegó un momento, entonces, en el que no era posible seguir con nuevas conquistas, ya que no se podía abarcar más territorio. Por esta razón los botines de guerra comenzaban a resultar insuficientes para financiar los propios costos de la guerra y los gastos administrativos de los pueblos ocupados. Cuando esto ocurrió, los emperadores y el Senado decidieron alterar el valor de la moneda, a fin de seguir manteniendo la situación claramente deficitaria del Estado sin por ello reducir su gran consumo. Por consiguiente, las antiguas monedas de oro y plata se fundían en nuevas aleaciones que tenían cada vez menos oro y menos plata, mientras que tenían más cobre y estaño. Durante un tiempo esta solución funcionó, ya que el porcentaje de oro y plata de las nuevas monedas todavía era muy alto. Pero rápidamente el sistema monetario entero del Imperio comenzó a colapsar, y el denario romano pasó de tener un 70% de plata a sólo un 10%. En el año 218, el emperador Heliogábalo decidió hacer la moneda romana sólo de cobre. Pero los comerciantes de Oriente se negaron a aceptar esa moneda, lo que representó un golpe muy duro para Roma. Sólo dos años más tarde, en el 220 d. C, la plata era tan escasa en Roma que la depreciada moneda imperial no tenía ya respaldo alguno en ese metal. Como consecuencia de ello, el imperio tuvo que dejar de hacer frente a su deuda pública. Ello causó la definitiva caída de Roma como gran imperio económico mundial, por lo que ya no pudo pagar su fuerza militar. A partir de ese momento el destino del imperio estaba sellado, produciéndose la fragmentación, la anarquía, la pérdida de poder y autoridad y el declive económico. Además, la falta de previsión para cuidar la ecología de las tierras del imperio hizo que su fertilidad se resintiese, por lo que las cosechas comenzaron a declinar. Al no haber ya oro ni plata para poder importar alimentos del exterior, las alzas en el precio de los alimentos, la carestía y la escasez comenzaron a producir un clima social de pobreza y desesperación. Asimismo, como tampoco se había hecho una adecuada planificación de los recursos energéticos, comenzó a faltar energía para cocinar y calentar las casas. Ocurrió que los romanos talaron los bosques de su imperio de manera masiva. La madera, fuente principal de energía de aquella época, inicialmente era muy abundante. Sin embargo, con el paso del tiempo, vastas zonas del imperio comenzaron a estar deforestadas, por lo que amplios sectores de la población quedaron sin poder cocinar sus alimentos y calentar sus casas. Como consecuencia, el imperio empezó a desmembrarse y la propia Roma terminó despoblándose. Un panorama relativamente similar quizás espera al actual sistema económico capitalista, que muestra desequilibrios de todo tipo.

Entre 1820 y 1840 buena parte del pueblo norteamericano advirtió que las sociedades secretas se habían infiltrado en el poder político, tanto en el ejecutivo y el legislativo como en el judicial, por lo que se produjo una fuerte presión contra las sociedades secretas, especialmente la masonería. Ello produjo que se llegara a fundar un Partido Antimasón, que consiguió una buena cantidad de votos. Pero fue la gran popularidad de Andrew Jackson, séptimo presidente de los Estados Unidos (1829-1837), también masón aunque aparentemente enemigo de los banqueros, lo que logró contener la ira popular contra las sociedades secretas en Estados Unidos. Por esta razón tuvieron que hacerse públicas. Fue así como Phi Beta Kappa hoy aparece como una respetable sociedad de las mentes universitarias más brillantes de Estados Unidos, que son las que ayudan a diseñar la agenda educativa. El control del sistema universitario se acentúa mediante el uso, por parte de la élite, de la antigua red Phi Beta Kappa, que fue fundada en Virginia, Estados Unidos, en 1776, y que funcionó como una sociedad secreta hasta cerca de 1830, cuando las acusaciones contra las sociedades secretas por formar parte de un complot para tomar el poder mundial derivaron en la fractura del hasta entonces Partido Democrático Republicano en Estados Unidos. Esto provocó la “salida a la luz” de esta organización secreta y muchas otras, las cuales, según varios autores, trabajaban de forma mancomunada. Phi Beta Kappa supuestamente escoge el 10% de los mejores estudiantes. Nadie puede llenar una solicitud para ingresar en Phi Beta Kappa. Debe ser llamado por los jefes de dicha organización. Una vez dentro de la misma, tiene la vía de acceso libre para ocupar altos cargos en empresas, universidades, medios de comunicación, partidos políticos y puestos de poder en el Congreso y el Poder Judicial. Para tener una idea de la vastedad de esta organización, antes clandestina, y del grado de ayuda que puede brindarle al CFR, basta con decir que hasta el año 2000 poseía cerca de cien sucursales en casas de estudios superiores norteamericanas. Con el advenimiento de Bush hijo, las sucursales se duplicaron a más de 200, en sólo un año. Pero no menos estratégicos que la educación resultan los medios de comunicación, que sirven a los fines de seleccionar las noticias que conviene diseminar o censurar. Las cadenas televisivas no sólo están representadas en el CFR, sino que también están cartelizadas en su propiedad.

Luego, en Estados Unidos, el poder político secreto se trasladó a otra sociedad secreta, también heredera de los Illuminati de Baviera. Se trata de la sociedad denominada Skull & Bones (“Calavera y Huesos“), grupo que ha tenido un enorme poder en las sombras, dado que ha estado formada por los miembros más oligárquicos de la sociedad norteamericana. Recordemos que nada menos que Bush padre y Bush hijo han sido socios de esta sociedad secreta. Y hasta John Kerry, el rival de Bush hijo en 2004 y secretario de Estado con Barack Obama, es un miembro de Skull & Bones. Y según información divulgada, Barack Obama sería miembro masón de grado 32 de la Logia Masónica del Rito Escocés, Antiguo y Aceptado. Además, pertenecen a esta sociedad secreta numerosos miembros de familias de la élite, que  han ejercido un gran poder y que han influido en el nombramiento de presidentes. Como ejemplo podemos reseñar a los clanes Rockefeller y Harriman. Asimismo, las sociedades secretas están en la génesis de los principales servicios de inteligencia de muchos países. Algunos de estos servicios de inteligencia se financian con fondos públicos para sus operaciones legales, pero con fondos provenientes del crimen organizado para sus actividades sucias. En realidad están al servicio de la oligarquía globalizadora que forma la cúpula de las sociedades secretas. Y han sido también altos miembros de las sociedades secretas los que han creado agrupaciones como el CFR y el RIIA. Es fácil deducir que unos pocos clanes familiares dominan la estructura de los bienes considerados estratégicos para el dominio global: energía, banca, armas y laboratorios. Pero es ridículo pensar que a esta altura del siglo XXI una decena de personas pueda sentarse a una mesa a decidir qué hacer con el mundo sin más ni más. La realidad es más sutil, aunque no menos espantosa. Hacia 1921, una vez terminada la Primera Guerra Mundial y derrocado el régimen zarista en Rusia, la élite petrolera financiera anglo-norteamericana ya tenía en sus manos el control de los combustibles fósiles en prácticamente todo el mundo. El zar Nicolás II, que había representado un duro obstáculo para este objetivo, ya no gobernaba Rusia sino que lo hacían los bolcheviques, quienes en poco tiempo más firmarían los primeros contratos con las petroleras anglo-norteamericanas. Al controlar la energía del mundo y al influir en sus precios, se puede controlar también a qué ritmo éste puede crecer, qué rango de salarios reales recibirán los trabajadores o qué cantidad de gente podrá obtener trabajo o no. Sabedores del real poder que implica controlar a la vez la energía y la banca, estos pocos clanes familiares decidieron establecer dos entidades gemelas,  en Nueva York y Londres. Nacieron así el Council on Foreign Relations (CFR) y el Royal Institute for International Affairs (RIIA).

A fines prácticos, ambas entidades operan como una sola. El CFR está compuesto por cerca de tres mil miembros, de los que la gran mayoría son estadounidenses, entre los cuales siempre ha habido políticos, economistas, militares, periodistas y educadores. Esta organización actúa, supuestamente, como un foro de discusión para el debate de ideas y para mejorar el bienestar de los habitantes del mundo. Sin embargo, se trata de una institución muy peculiar, siendo su último presidente honorario David Rockefeller (1915–2017), que fue el sexto y último de los seis hermanos, y el último de los hermanos Rockefeller en fallecer. Trabajó como banquero, empresario y filántropo. Fue presidente del JP Morgan Chase, además de su mayor accionista individual, con el 1% de las acciones. Tras la muerte de sus hermanos, se convirtió en el patriarca de la familia Rockefeller, dirigiendo los negocios y proyectos familiares desde entonces, hasta el final de su vida. Ha desempeñado múltiples puestos de importancia, habiendo recibido múltiples reconocimientos. Su fortuna personal al morir se calcula en unos 3600 millones de dólares. Fue miembro del polémico Grupo Bilderberg. La familia Rockefeller es una de las más importantes, poderosas y reconocidas de Estados Unidos, cuyos miembros han tenido un gran protagonismo en el mundo empresarial y político de su país. La dinastía fue fundada por John D. Rockefeller, que creó un vasto imperio empresarial, especialmente en el sector petrolero, y en lo sucesivo la familia ha contado con importantes empresarios, ejecutivos y políticos de renombre. John Davison Rockefeller (1839-1937), nace en una familia de inmigrantes alemanes, y desde muy joven muestra una peculiar fascinación por los negocios. Cursa estudios en la Escuela Comercial de Cleveland, para luego convertirse en contable, ganando gran cantidad de dinero. Posteriormente crea por su cuenta una firma de corretaje que le permitió incrementar su fortuna, que invierte en el negocio cafetero. Más tarde decide entrar en la industria petrolera, al invertir en la firma Clark & Andrews, firma que posteriormente compra, pasando a denominarse Rockefeller & Andrews. Esta firma se expandió rápidamente, absorbiendo multitud de refinerías.

El éxito de este negocio favoreció a Rockefeller, quien poco tiempo después crea, con su hermano y un grupo de socios, la Standard Oil, con un capital inicial de más de 1 millón de dólares. Esta nueva entidad compra y absorbe a la Rockefeller & Andrews y pone en marcha una serie de operaciones cuyo objetivo es la adquisición de cuantas refinerías sea posible, además de insertarse en otros procesos referentes a la industria, como el transporte, la extracción y la distribución. Finalmente, John Davison Rockefeller logra crear, junto con otras compañías, la South Improvement Company, una asociación con el objetivo de llegar a acuerdos con los transportistas de petróleo. Esto ocasiona que las demás refinerías se vean envueltas en una difícil situación, viéndose obligadas a vender o a negociar con Rockefeller, a la vista de su incapacidad de competir contra él. Sólo tres meses después, la South Improvement Company es disuelta por las autoridades, pero ya para entonces Rockefeller se había apoderado de 22 de las 25 refinerías de Cleveland. A aquella maniobra le siguió una rápida expansión nacional e internacional, que se vio consolidada con la creación de la Standard Oil Trust, con la que John Davison Rockefeller se apodera de más del 95 % del petróleo estadounidense. Aun cuando la Standard Oil Trust es disuelta tras una amplia batalla legal por parte del gobierno de los Estados Unidos contra Rockefeller, ésta cede el paso a la Standard Oil Company, que en ese momento reagrupa todas las inversiones de Rockefeller y se convierte en la más poderosa compañía del mundo.

Volviendo al CFR, en sus reuniones se permite alguna dosis de discrepancia, dentro de ciertos límites. Así como la banca Rothschild financió a los dos bandos en conflicto en las dos guerras mundiales, en el seno del CFR se promueven posiciones opuestas en muchos de los temas económicos y políticos que son tratados en sus reuniones. Pero el hecho de que haya dos posturas no implica que el CFR no tenga ya una decisión tomada de antemano. La existencia de dos posiciones permite conocer previamente qué pueden llegar a argumentar las voces opositoras a la postura elegida, una vez puesta en práctica. La élite sabe, desde hace mucho tiempo, que la única forma de controlar los conflictos es controlando los dos bandos. Durante décadas el CFR ha perseguido la globalización, a fin de debilitar los Estados nacionales. Ello permite a las grandes empresas multinacionales instalarse en todo el mundo y ejercer un verdadero poder en zonas del planeta donde hasta hace años no tenían entrada. El CFR desciende, en realidad, de la llamada Sociedad Fabiana inglesa, financiada hacia fines del siglo XIX por Cecil Rhodes y el clan Rothschild. La Sociedad Fabiana, a través de un núcleo de intelectuales, muchos de ellos escritores, pretendía instaurar en el mundo entero el socialismo a través de una manera evolutiva y no revolucionaria. La Sociedad Fabiana tuvo parte fundamental en el surgimiento del Partido Laborista Británico, fundado en 1906. Según Edgar Wallace Robinson (1980): “En 1833, un pequeño grupo de socialistas se reunió en Londres, anunciando su intención de transformar el sistema económico británico del capitalismo al socialismo. Este grupo eligió el nombre de Sociedad Fabiana. Uno de los miembros líderes de la Sociedad Fabiana fue George Bernard Shaw, quien quizá mejor resumió las intenciones de la misma, y al que citaremos: (…) el socialismo significa igualdad de ingresos o nada (…) Bajo el socialismo no se permitiría que nadie fuera pobre. Forzadamente se lo alimentaría, vestiría, acomodaría, se le enseñaría y emplearía, le guste o no. Si se descubriera que una persona no tiene el carácter suficiente para valer todo este trabajo, posiblemente se lo ejecutaría de una manera gentil. Pero si se le permitiera vivir, debe vivir bien“.

Cuando nos referimos a las sociedades secretas nos referimos principalmente a su injerencia e infiltración en las estructuras de poder. Las sociedades secretas estuvieron y siguen estado presentes en el poder político. Muchos masones de izquierda y de derecha han sido jefes de Estado en numerosos países. Basta con mencionar que personajes con ideas tan opuestas como Salvador Allende y Augusto Pinochet se citan como miembros de sociedades secretas. Habrían sido miembros de sociedades secretas personajes como Hitler, Trotsky, e incluso Lenin, al menos hasta que tomaron el poder. No es extraño que luego las hayan derogado, ya que los regímenes totalitarios conocen el enorme poder de las sociedades secretas. La elección del año 1776 como el inicio de la realidad actual no implica que fuese el auténtico inicio. Pero es representativo de algo que viene de la antigüedad. A este efecto es recomendable leer la novela de Umberto Eco titulada El Péndulo de Foucault, obra misteriosa que habla de los Templarios, el Priorato de Sion, los misteriosos Superiores Desconocidos, los Assasins, terroristas medievales musulmanes con estrechas y extrañas relaciones con los Templarios, etc.., entre otras sociedades secretas. Si se mira el tema desde cierta perspectiva, las sociedades secretas son un fenómeno que se ha extendido en diversas circunstancias distintas. En este artículo nos centramos en los objetivos políticos, económicos y geoestratégicos de las sociedades secretas. Para ello  tendremos que comprender la matrix que estamos viviendo y que nos encierra. Esta matrix en algún momento seguramente dará lugar a profundos cambios sociales, políticos y económicos. La caída del Muro de Berlín en 1989 significó el triunfo del capitalismo norteamericano sobre el comunismo y la aparición de un nuevo sistema económico. Ello llevó a la globalización, un fenómeno problemático en sus posibles consecuencias. En el pasado, cuando un país padecía una crisis, podía soportar los años malos con créditos de otros países. En cambio, con la globalización se corre el riesgo de que una crisis en un país suficientemente importante adquiera rápidamente proporciones mundiales, debido a que existe la libre movilidad de capitales y el libre comercio de bienes en prácticamente todo el mundo. Los países y los agentes económicos se han hecho mucho más interdependientes en el mundo actual. Sin embargo, la globalización lleva sólo una corta vida, y hasta ahora no ha sido verdaderamente puesta a prueba por una crisis de gran importancia en uno de sus socios importantes. Pero esta es una posibilidad que se hace cada día más factible a medida que los desequilibrios de la economía de Estados Unidos se multiplican.

Durante la década de 1990 y comienzos del siglo XXI, más allá de períodos cortos de recesión, la economía norteamericana ha venido creciendo a buen ritmo. Ello ha hecho creer  que el papel hegemónico de Estados Unidos está garantizado por décadas. Sin embargo, quienes piensan así probablemente se equivocan. El comienzo del siglo XXI quizá se recordará por los efectos de la caída de las Torres Gemelas, pero también por el recrudecimiento del déficit externo de Estados Unidos, que se aproximó a una cifra muy peligrosa, ya que supone que cerca del 7% del PBI de ese país se encuentra comprometido. Nadie puede endeudarse a ese ritmo en forma acumulada sin tener a la larga problemas muy serios. Esta situación está generando serias distorsiones internacionales, ya que los bancos centrales asiáticos vienen invirtiendo en bonos estadounidenses el producto de sus superávits comerciales con los Estados Unidos. Si el mundo ha crecido aceptablemente bien en el inicio del siglo XXI ha sido merced a que fue posible mantener un equilibrio que no puede ser estable en el mediano plazo. Estados Unidos ha liderado el crecimiento mundial gracias a un enorme desequilibrio de su balanza comercial, especialmente con Asia, pero también con Europa y América latina. Así, han sido los socios comerciales y financieros de Estados Unidos lo que han podido evitar que este país cayera en una gran recesión. Han utilizado sus enormes superávits para financiar cada vez más a su deudor, el Estado y el sector privado norteamericanos. El gran problema es que este esquema no puede ser mantenido indefinidamente. La deuda externa pública y privada de los Estados Unidos es ya demasiado abultada y no tiende a estabilizarse, sino a crecer en forma de espiral. No hay ejemplos en el mundo de déficits de la balanza de pagos sostenidos de manera persistente y creciente sin el advenimiento de bruscas crisis de credibilidad respecto de la moneda del país en cuestión. Una crisis, especialmente virulenta, se aproxima a toda velocidad en el epicentro de la globalización, los Estados Unidos. Una eventual crisis de credibilidad del dólar y de corrección del déficit externo norteamericano pondrían en apuros no sólo a la economía norteamericana, sino a la economía mundial y a la propia estructura de la globalización.

Los mercados en general han sido desregulados. En base a ello, los países se han deshecho de la propiedad de sus empresas públicas, se ha desregularizado el comercio mundial y los mercados de capitales se han abierto considerablemente. Si el entorno económico librecambista hoy imperante intentara atacar cualquier crisis con una mayor disciplina fiscal, sólo se lograría empeorar una crisis global, sin por ello solucionar ninguna de las graves causas de los posibles problemas. Supondría atacar una eventual recesión mundial con más recesión. Sin embargo, es necesario tener en cuenta que este mecanismo financiero por el cual los Estados Unidos se endeudan progresivamente con todo el mundo, mientras el resto de los países financia el exceso de gasto norteamericano, ha sido posible gracias a la aparición de un enemigo común, como el terrorismo islámico internacional. Según el economista Kenneth Rogoff, en un artículo titulado La Economía del Miedo, nos dice que la situación de gran inseguridad mundial que se vive actualmente a raíz del terrorismo favorece las inversiones en activos financieros de riesgo mínimo, como pueden ser considerados los bonos del Tesoro norteamericano. Como puede observarse, el terrorismo ha favorecido la posibilidad de que Estados Unidos siga creciendo y gastando en exceso, gracias a la financiación extra que se le otorga debido al miedo. Pero la posibilidad de la explosión de una severa crisis financiera internacional, con una fuerte recesión de la economía global, se ve agravada por factores que los medios de comunicación anglosajones sistemáticamente esconden. Se trata del preocupante comienzo de la escasez de hidrocarburos fósiles de los cuales depende en la actualidad más del 75% de la energía mundial. La confluencia de una previsible crisis monetaria y del sistema de pagos internacionales, con epicentro en los Estados Unidos, indica la probabilidad de consecuencias impredecibles en todo el mundo. Pero si a ello se le agregan los efectos de una probable crisis energética internacional, todo ello haría temblar la actual estructura de la globalización.

Hace varios siglos que los principales empresarios y banqueros ya solían agruparse en sociedades secretas, muchas veces logias masónicas, en las que tomaban contacto con personas que se dedicaban a la actividad política. En un principio ese movimiento empresario constituía una estrategia defensiva, ya que el afán de lucro estuvo muy mal visto en Europa Occidental durante toda la Edad Media. Además, las propias monarquías europeas, oscilando entre la obediencia al papado y una rebeldía contra éste, también constituían un factor de poder que miraba con recelo el creciente avance de una burguesía comercial y financiera que comenzaba a disputar cuotas de poder a las casas reales, que guerreaban entre ellas con préstamos de esa misma burguesía financiera. Por lo tanto, el incipiente empresariado comercial y financiero vio con buenos ojos la asociación clandestina como forma de presentar un frente unificado contra un poder político y religioso a los que se consideraba una amenaza para sus intereses. Los movimientos que estuvieron detrás del propio Renacimiento y de la llamada Ilustración estuvieron manejados por esos intereses empresarios representados en las sociedades secretas. A medida que el capitalismo fue desarrollándose más en Europa, los banqueros y los comerciantes comenzaron a detentar una mayor cuota de poder. La organización en sociedades secretas comenzó a ser un factor preponderante en la lucha soterrada que buena parte del empresariado llevaba a cabo contra monarcas y papas. Es en este sentido que 1776 fue un año que representó un verdadero quiebre en la correlación de fuerzas entre el empresariado y las monarquías y el papado. Es necesario mencionar que algunos de los más prominentes miembros de Phi Beta Kappa participaron con importantes masones, como George Washington, y Benjamín Franklin para producir la guerra de independencia norteamericana, suceso considerado apetecible por una vasta parte del empresariado europeo, incluso parte del inglés, dado que ayudaba a minar la autoridad de la Corona británica, y a acrecentar sus negocios hacia y desde el Nuevo Mundo. Pero a medida que las sociedades secretas avanzaban hacia un dominio político y económico global y representado en un Nuevo Orden Mundial caracterizado por países sin políticas económicas, educativas ni sociales realmente independientes, se toparon con un problema imprevisto. Su actividad realizada clandestinamente fue denunciada en una vasta cantidad de países. El peor de estos momentos se dio en torno de la Primera Guerra Mundial, donde las denuncias de las actividades de estas sociedades se realizaban en Francia, Alemania, Inglaterra, Italia, Estados Unidos y Rusia, entre otros países. Fue por este motivo, y por el efectivo control que las clases empresariales de Estados Unidos e Inglaterra ya ejercían tras la Primera Guerra Mundial sobre los recursos energéticos mundiales, que los principales empresarios advirtieron la necesidad de que una buena parte de los objetivos económicos, políticos y sociales se trazara en forma menos secreta, aunque no totalmente pública. De esta manera nacieron el Consejo de Relaciones Internacionales, CFR, y el Instituto Real para los Asuntos Internacionales, RIIA.

Estos centros de poder, que luego desarrollaron los llamados Grupo Bilderberg y Comisión Trilateral con el fin de incluir en algunas de sus deliberaciones a los principales empresarios y políticos de Europa Continental y Japón, elaboran sus políticas con un complaciente silencio de prensa sobre sus reuniones, sus debates y sus objetivos. No hay tema importante sobre las áreas de petróleo, finanzas, políticas comerciales, invasiones a determinados países, o negociaciones de países con el FMI o el Banco Mundial, que escape al discreto control del CFR y el RIIA, grupos que ejercen un verdadero gobierno mundial en la sombra. Pero ese poder de influir en el país más poderoso del mundo no ha sido siempre igual, sino que ha ido creciendo, primero con Jimmy Carter en 1976 y luego desde que George Bush padre ganó las elecciones en 1989. Se observará entonces que tanto el CFR como el RIIA influyen en los dos partidos políticos del país más poderoso del mundo. La creación de los servicios secretos como el FBI y la CIA, copiando el modelo del espionaje inglés de principios del siglo XX, corresponde al mismo fenómeno. Esos servicios secretos sirven a dichos centros de poder, con el fin de que sean las que lleven a cabo los procedimientos que estiman necesario realizar, pero que no pueden ser aplicados por los gobiernos. La elite financiero-petrolera viene prefiriendo, en general, a los políticos más conservadores del Partido Republicano, pues se han demostrado como mejores ejecutores de sus políticas. Sin embargo, llegado el caso, tienen también una cantera de políticos en el Partido Demócrata, como el caso de Bill Clinton. El ala conservadora del Partido Republicano ha venido nutriéndose de la filosofía política de un judío alemán emigrado durante el nazismo. Se trata de Leo Strauss. Una vez en los Estados Unidos, Strauss fue muy bien recibido en la Universidad de Chicago, en la que desarrolló sus teorías políticas, que han inspirado no sólo al Partido Republicano sino también al CFR. Strauss era un lector acrítico de Nicolás Maquiavelo y fue quién reformuló sus tesis. Su premisa básica es que, por derecho natural, los fuertes deben gobernar sobre los débiles.

Según Strauss, dado que no existen verdades absolutas, sino sólo relativas, es necesario que los gobiernos mientan. Strauss pensaba que la religión, cualquiera que sea, es una potente arma de dominio, al igual que la mentira y el engaño, para lograr que el pueblo siga a la clase dominante, que debe gobernar un país por derecho natural. Otro tema es que la base de cualquier gobierno es la existencia de un enemigo. La lucha contra un enemigo común sirve para aglutinar más a las masas. Según Strauss, si ese enemigo no existe, es necesario crearlo. Obviamente es necesario entender que en un régimen capitalista global, los más fuertes no son otros que los más ricos. A pesar de ser un perseguido de Hitler por ser judío, Strauss terminó por imitar a su odiado enemigo, ya que nos encontraríamos con idénticas ideas acerca de una raza o una clase elegida para gobernar el mundo por derecho natural. La frase más famosa que se recuerda del ministro de Propaganda de Hitler, Joseph Goebbels, era “miente, miente, que algo quedará“, y es casi idéntica a la primera premisa de Strauss. En su idea de crear un enemigo, Strauss no hace más que copiar algunas de las propias tácticas de Adolf Hitler, cuando, por ejemplo, en 1933 habría ordenado incendiar el Reichstag (Parlamento) y luego culpar del atentado a un comunista con la finalidad de acabar con el Parlamento y gobernar el país. Bajo la actual apariencia de democracia, los medios de comunicación adormecen a poblaciones enteras. Desde la caída de las Torres Gemelas hay pocas dudas de que el mundo entero se ha sumergido en una dictadura travestida de democracia, con centros en Nueva York y Londres, hacia la cual los gobiernos sólo pueden presentar una obediente sumisión.

Los actos más crueles, como guerras, ataques terroristas, sangrientas revoluciones y golpes de Estado, convenientemente manipulados por las agencias internacionales de noticias, generalmente provocan explicaciones oficiales para que sean tolerados por las poblaciones, a fin de que la elite financiero-petrolera pueda conseguir sus objetivos de dominio económico y poder político. Mientras hasta bien entrada la década de 1980 el terrorismo era un instrumento de la elite para provocar acciones y reacciones en diferentes países en forma aislada, una vez desaparecida la Unión Soviética, el terrorismo es convertido en el enemigo. Si hay un suceso que ha marcado el comienzo del nuevo milenio, es precisamente el ataque que sufrieron los Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001. A pesar de la explicación oficial que pretendió cerrar cualquier debate sobre los hechos, muchos puntos permanecen oscuros. Entre ellos vale la pena mencionar la imposibilidad de que las Torres Gemelas cayeran sólo por el impacto de los aviones, ya que este tipo de derrumbe sólo es habitual en procesos de demolición controlada. También tenemos la especulación bursátil que se produjo desde unas semanas antes del ataque, en que se produjeron opciones de venta de las empresas aéreas damnificadas. Otro tema oscuro es el hecho de que el boquete que dejara en el Pentágono el supuesto avión que lo impactó fuera muy pequeño para haber sido producido por un Boeing, sin olvidar la ausencia de restos del avión dentro y en las cercanías del Pentágono. Asimismo tenemos la extraña supervivencia de varios de los terroristas involucrados en los ataques, quienes ni siquiera estaban en los Estados Unidos el día de los atentados. Por otro lado, la extraña vía de salida dada a los familiares de Osama Bin Laden residentes en los Estados Unidos para que abandonaran el país. Y no podemos obviar la extraña actividad sísmica, no producida por impactos de aviones, evidenciada por sismógrafos cercanos a Nueva York. Sin olvidar las sorprendentes declaraciones de George W. Bush en dos conferencias de prensa registradas en el sitio web de la Casa Blanca, en las que declara haber visto en directo el impacto del primer avión desde Miami. Éstos son sólo algunos de los puntos oscuros relacionados con los atentados. Pero en sólo veinticuatro horas los medios de comunicación difundían que había pruebas irrefutables de que se debían a la red Al Qaeda de Osama Bin Laden, hecho que sirvió de justificación para la invasión de Afganistán.

Posteriormente el famoso falso pretexto de las armas de destrucción masiva de Sadam Husein sirvió para invadir Irak, país con las segundas reservas petrolíferas del mundo, tras Arabia Saudita. Lo cierto es que, apenas divulgada en la prensa la presunta culpabilidad de Osama bin Laden, él mismo emitió un comunicado negando toda responsabilidad. Se imponía entonces la necesidad de encontrar un argumento contundente para acabar con las dudas acerca de sus autores y comenzar la serie de invasiones y guerras que favorecerían los intereses de las empresas petroleras anglo-norteamericanas y del negocio del narcotráfico, industria que ha renacido desde en Afganistán, después de la invasión. Afganistán tiene el oscuro récord de ser el primer productor mundial de opio, materia prima para la elaboración de la heroína que se consume en Norteamérica y Europa, y que sería fuente de grandes recursos para los servicios secretos estadounidenses, como la CIA, que podrían financiar con esos ingresos la gran cantidad de operaciones ilegales y secretas, no presupuestadas, que realizan en todo el mundo. Según estimaciones del propio Departamento de Estado norteamericano, en Afganistán se produce el 90% del opio mundial. En cambio, en la época de los talibanes el cultivo de la amapola, la flor de la que se extrae el opio, estaba prohibido. A las pocas semanas de producidos los atentados de la Torres Gemelas, los medios de comunicación de todo el mundo emitieron fragmentos de un video, con pocas garantías de fiabilidad, en el que Bin Laden conversaba con otros presuntos líderes de Al Qaeda y se auto incriminaba. Un equipo independiente de periodistas alemanes que investigó el video, comprobó que éste había sido mal traducido por los organismos de seguridad norteamericanos. Además, desde mucho tiempo antes, Osama Bin Laden padecía una afección renal por la cual en julio de 2001 tuvo que ser hospitalizado en Dubai, nada menos que en un hospital norteamericano, donde tuvo una conversación a solas con el jefe de la CIA en la región, un agente de esa misma agencia y el príncipe Turki, jefe de la inteligencia saudí al momento de producirse los atentados. Tanto la CIA como el presidente de Pakistán, Parvez Musharraf, sabían que luego de esa atención en Dubai, Bin Laden llevó consigo a Afganistán dos costosos artefactos para poder realizar diálisis. Uno de ellos era para su uso personal. Posteriormente, cuando Estados Unidos y sus aliados invadieron Afganistán, la CNN entrevistó a uno de los médicos militares norteamericanos que lo atendieron, quien afirmó que era sumamente improbable que Bin Laden estuviera vivo. Señaló además que en el video auténtico de Bin Laden, del 13 de diciembre de 2001, puede observarse que aparece muy flaco y demacrado, y que prácticamente no mueve su brazo izquierdo. Todo indica que el médico estaba en lo correcto.

El 26 de diciembre de 2001 el diario egipcio Al-Wafd reprodujo una nota necrológica de Bin Laden, que se imprimió en The Observer de Pakistán. En ella se refiere su muerte debida a complicaciones pulmonares derivadas de su enfermedad renal. Posteriormente, el presidente paquistaní Musharraf reconoció que con toda seguridad Bin Laden estaba muerto, y hasta la máxima autoridad de contraterrorismo del FBI, Dale Watson, se expresó públicamente acerca de la imposibilidad de que estuviera vivo. Sin embargo, la supuesta resurrección de Bin Laden se dio en marzo de 2002, cuando un diario londinense aseguró haber recibido un sospechoso correo electrónico de él. A partir de ese momento volvieron a aparecer cintas de sonido y nuevos videos. La prensa cubrió ampliamente su aparición y divulgó su contenido, pero no refirió la supuesta constatación de su falsedad. De la misma manera, algunos de los videos estaban filmados mucho antes de los ataques del 11 de septiembre de 2001. Debemos preguntarnos por las razones por las cuales el gobierno norteamericano no aclaró que la resurrección de Osama bin Laden no podía ser otra cosa que un invento. La explicación parece ser que el mayor favorecido de que el mundo creyese que Bin Laden estaba vivo era precisamente el gobierno norteamericano, a fin de justificar el continuar la guerra contra el terrorismo. No hay que olvidar que muy pocos días antes de las elecciones presidenciales de 2004 en Estados Unidos apareció otro video, profusamente divulgado en todo el mundo, en el que Bin Laden invitaba a los electores norteamericanos a sopesar el voto que en pocos días debían efectuar. El mero fantasma de Bin Laden ayudó a Bush a ganar las elecciones. Sin embargo, el hecho de que cada vez aparezcan más dudas e incógnitas acerca de Bin Laden también puede estar llevando a la propia CIA y al gobierno norteamericano a plantearse que sea necesario enterrarlo de golpe.  Es posible que en algún momento convenga al gobierno norteamericano y a la CIA dar a Bin Laden por muerto, y buscar otro pretexto para las guerras y las luchas contra el terrorismo. Esto parece que es lo que pasó con su supuesta muerte en tiempos del presidente Barack Obama.

Ahora bien, si Osama Bin Laden ya estaba muerto, y si el video en el que se auto incrimina es falso, las sospechas acerca de la autoría de los atentados del 11 de septiembre de 2001 crecen aún más en el sentido de un posible atentado consentido y con un alto grado de complicidad interna. Esta teoría plantearía que Al Qaeda no sería otra cosa que una red terrorista cuya cabeza respondería directamente a la CIA o a algún organismo de seguridad norteamericano. Al respecto, es necesario recordar que todo el entramado terrorista afgano de Al Qaeda comenzó a montarse bajo la supervisión de la CIA para ayudar en la guerra contra la Unión Soviética en Afganistán. Por lo tanto, que el autor de los atentados del 11 de septiembre sea Al Qaeda no es incompatible con el concepto de un tipo de auto atentado. Si esto fuese así, habría que pensar que Al Qaeda, además de ser una organización terrorista, operaría con los mismos códigos de las sociedades secretas, en las que sólo una muy pequeña cúpula conoce realmente la finalidad de los acontecimientos que se provocan, mientras que el grueso de los miembros opera como brazo ejecutor de actos que ni siquiera conoce. El terrorismo de Al Qaeda, extendido luego a Irak, conviene precisamente a los intereses de británicos y norteamericanos, dado que es la excusa ideal para permanecer en Irak, a fin de acentuar el dominio de las petroleras anglo-norteamericanas en la zona. La guerra de Irak no estaba diseñada para ser ganada, sino para ocupar el país.

El terrorismo, como arma propagandística, no es un fenómeno nuevo. Desde 1909 políticos y banqueros de Europa y los Estados Unidos venían preparando el caldo de cultivo para una conflagración mundial. El propio cambio en el sistema energético del mundo, del carbón, abundante en el Reino Unido, al petróleo, ayudaba a determinarlo. Otro elemento que paradójicamente conducía a la guerra era la irrupción del ferrocarril como principal fuente de transporte de mercancías, que amenazaba a Gran Bretaña,-que tenía un gran predominio en los mares. Ello generaría un fuerte vínculo capaz de unir política y económicamente a las naciones de Europa Continental, lo que iba directamente contra los intereses de predominio de los ingleses. Entonces los ingleses eran los principales interesados en el estallido de la Primera Guerra Mundial. El conflicto estalló cuando en 1914 el terrorista Gavrilo Princip, miembro de la sociedad secreta Mano Negra, de Serbia, asesinó al heredero del trono austríaco Francisco Fernando, archiduque de Austria-Este, en Sarajevo. La Mano Negra era una de las entidades que Giuseppe Mazzini, jefe de la masonería europea en el siglo XIX, había ayudado a fundar en las naciones que conformaban el mapa europeo de aquella época. Pero la Mano Negra dependía de la inteligencia serbia. Sin embargo era, a su vez, una especie de satélite de la policía del zar ruso Nicolás II, la Okhrana. Pero los servicios secretos británicos habían infiltrado a la Okhrana desde hacía tiempo. Ocurre que Gran Bretaña venía buscando la guerra con Alemania debido a que el país germano venía industrializándose a un ritmo muy superior al que se expandía la economía inglesa. Esa tasa de expansión podía seguir en el futuro siendo muy superior por los excelentes lazos del emperador alemán y rey de Prusia, Guillermo II, con el Imperio Otomano. Además Alemania planeaba construir un ferrocarril Berlín-Bagdad, lo que le garantizaría el abastecimiento de petróleo sin problemas. Alemania tenía relaciones amistosas con Austria, Hungría y Bulgaria, lo que le garantizaba el fácil acceso al petróleo de los otomanos, que ocupaban el territorio de las actuales Arabia Saudita, Irak y Kuwait. Se trataba de un estado de cosas inaceptable para Inglaterra, que no tenía otro acceso al petróleo que las importaciones desde los Estados Unidos y México. Además los Estados Unidos comenzaban a rivalizar con su ex corona. Los ingleses necesitaban una guerra contra los alemanes, y la pudieron propiciar merced a ese atentado terrorista de una sociedad secreta. Obviamente, los terroristas en el fondo estaban sirviendo intereses muy diferentes de los que creían cuando asesinaron al heredero austríaco.

Pero el real enemigo de los ingleses era el imperio ruso del zar Nicolás II, altamente nacionalista, que impedía la entrada de las petroleras y demás empresas extranjeras, sobre todo las inglesas y norteamericanas. Los ingleses decidieron dividir entonces a sus enemigos en dos bandos que lucharon entre sí, aliándose ellos mismos con el zarismo ruso, pero socavándolo internamente durante todo el conflicto de la Primera Guerra Mundial, haciéndolo así caer. Los ingleses y norteamericanos “mataron dos pájaros de un tiro” en esa contienda bélica. Pero la posición estadounidense era de absoluta neutralidad al comienzo de esa guerra, y el presidente Woodrow Wilson había llegado en 1912 al poder gracias a que había prometido no ingresar en la guerra que iba a producirse en Europa. El ingreso de los Estados Unidos fue facilitado por el hecho de que al frente del almirantazgo británico fue nombrado Winston Churchill y como secretario de Marina norteamericano estaba Franklin D. Roosevelt. Ambos futuros líderes y prominentes miembros de sociedades secretas, bendecían el ingreso de los norteamericanos en la guerra mundial a favor del bando inglés. Pero como no tenían un pretexto, tuvieron que crearlo. Ocurre que una buena parte de la guerra se desarrollaba en los mares donde el predominio inglés era evidente, ya que había dos buques ingleses por cada buque alemán. Ese predominio inglés había llevado a una especie de bloqueo naval a Alemania. Por ello a Alemania le costaba aprovisionarse no sólo de material bélico, sino también de víveres para su población civil, ya que la marina, dirigida por Churchill, bloqueaba sus puertos. Ello llevó a una guerra marina sin cuartel en la que Alemania amenazó con destruir cualquier buque que llevara la bandera inglesa en el mástil, por considerarlo enemigo. Pero, a finales de 1914, el espionaje inglés había descifrado el código secreto naval alemán, con lo que sabía con bastante exactitud la ubicación de sus embarcaciones y submarinos. Fue precisamente entre 1914 y 1915 que la relación entre Roosevelt y Churchill se estrechó. Por ello la Armada norteamericana cedió a la inglesa el buque Lusitania, apto tanto para el transporte de pasajeros como para el de carga. La Marina alemana advirtió a la población norteamericana acerca de los altos riesgos de cruzar el Atlántico en el Lusitania debido al estado de guerra total en los mares. Aun así, en 1915 el navío partió hacia las costas británicas, donde estaba planeado que un destructor inglés, el Juno, lo escoltara a la costa.

Pero en base a las directas instrucciones de Winston Churchill, el Lusitania fue dejado sin escolta alguna y tampoco fue avisado de la cercanía de tres embarcaciones de guerra alemanas. De esta manera, el Lusitania fue impactado por un misil alemán, tras lo cual se hundió rápidamente al explotar la carga de explosivos que llevaba en sus bodegas para proveer a las tropas inglesas. En 1917, una vez pasadas las elecciones, se usó convenientemente el hundimiento del Lusitania, junto a otros acontecimientos, para justificar el ingreso norteamericano en la guerra, del lado inglés. Wilson deseaba una especie de gobierno mundial a través de la Sociedad de las Naciones, en la que basaba una buena parte de sus ambiciones personales. Sin embargo, el Senado norteamericano no ratificó el ingreso del país a esa especie de gobierno mundial, con lo que todos los esfuerzos de Wilson fueron en vano. Pero en buena medida el país ingresó en aquella guerra porque la elite supo explotar los desmedidos deseos de grandeza de Woodrow Wilson, quien era utilizado por funcionarios miembros de sociedades secretas, como Roosevelt, que tenían otras motivaciones. En el hundimiento del Lusitania murieron más de 1200 personas, casi todas ellas civiles. Vemos entonces que ya desde comienzos del siglo XX el gobierno norteamericano estaba dispuesto a dejar morir miles de sus propios ciudadanos a fin de justificar objetivos claramente políticos. Prácticamente lo mismo ocurrió en lo que fue su entrada en la Segunda Guerra Mundial. Curiosamente, los mismos personajes, Roosevelt y Churchill, ocuparían a finales de la década de 1930 y principios de la de 1940 los máximos puestos de gobierno en sus respectivos países. La Segunda Guerra Mundial parecía haber llegado a su final en 1941, cuando Hitler obtuvo la rendición francesa, y Gran Bretaña se quedó como su única enemiga. Churchill y Roosevelt deseaban el ingreso de los Estados Unidos en la guerra, pero no tenían razones para ello. Además, la población norteamericana estaba en contra y Roosevelt exhibía su total oposición al ingreso norteamericano en la Segunda Guerra Mundial. Se necesitaba una excusa para poder declarar la guerra al eje Berlín-Roma-Tokyo, que se comprometían a considerar enemigo común a cualquier país que atacara a alguna de las tres.

Hitler no cayó en la trampa que había tejido Roosevelt para que la Armada alemana hundiera un buque estadounidense cerca de las aguas de Islandia. Pero los máximos esfuerzos del presidente norteamericano para que el Eje atacara a los Estados Unidos rindió frutos con Japón. El gobierno de ese país toleraba la ayuda norteamericana al general chino nacionalista Chiang Kai-shek, quien estaba en guerra contra Japón, dado que sabían de la peligrosidad del ingreso de los norteamericanos en la guerra. Roosevelt trasladó parte de la flota del Pacífico, que estaba segura en la costa oeste norteamericana, a la bahía de Pearl Harbour, en Hawai, mucho más cerca de Japón. Los nipones soportaron inicialmente la provocación, por lo que el presidente norteamericano ordenó entonces que algunas naves de guerra estadounidenses ingresaran en aguas muy próximas al Mar del Japón, lo que constituía un incuestionable acto de provocación. Sin embargo, tampoco esa vez los japoneses cambiaron su actitud. Si bien las relaciones entre los dos países eran muy tensas, no había motivo para el ingreso de los Estados Unidos en la guerra. Ya antes Roosevelt había sugerido a la Armada realizar un bloqueo comercial al Japón, cosa que en un principio no logró por la resistencia del almirantazgo. Entonces Roosevelt ordenó la aplicación de un embargo petrolero y luego uno comercial total contra Japón. Como ese país no producía petróleo, rápidamente la situación se tornó insostenible. El estrangulamiento energético al que había sido sometido Japón no tenía, en el mediano plazo, otra solución que la declaración de guerra, que llegó a Washington muchas horas antes del ataque a Pearl Harbour, del cual Roosevelt estaba también al tanto por fuentes diplomáticas. Nada hizo el presidente para evitar el ataque japonés. Todo lo contrario, su intención había sido provocarlo. De esta manera, los buques estadounidenses más modernos fueron retirados de Hawai, y sólo se dejó una treintena de naves muy antiguas y sus respectivas tripulaciones. El comandante de la flota estadounidense en Pearl Harbour ni siquiera fue notificado por Roosevelt de que en solo cuestión de horas sería atacado por la aviación nipona, por lo que no pudo prepararse adecuadamente y las bajas fueron muy importantes cuando finalmente se produjo el ataque el 7 de diciembre de 1941, en que más de 2000 norteamericanos murieron. En pocos días Roosevelt obtuvo el consenso interno que necesitaba para entrar en la guerra. La verdadera historia solamente fue contada en libros alternativos de historia. En la actualidad da toda la impresión de que ya ni siquiera se busca un ataque enemigo para justificar una guerra. Ahora, directamente se crea al enemigo, como parece ocurrió con Al Qaeda. Evidentemente, los pensamientos de Leo Strauss han calado muy hondo en la elite norteamericana que realmente maneja el poder. De todas maneras, Strauss no hizo otra cosa que dar un marco intelectual a una línea de pensamiento.

La Revolución Francesa posee todos los ingredientes de muchos de los acontecimientos que se viven actualmente, con bandos en pugna, intereses económicos y financieros contrapuestos, actos de terrorismo, etc. Los historiadores no se ponen de acuerdo acerca de la influencia de las elitistas sociedades secretas, íntimamente conectadas con la banca, ni sobre la influencia de los políticos y empresarios británicos en la Revolución Francesa de 1789. Sin embargo, nada se dice acerca de la existencia y actividades políticas de las sociedades secretas en la Francia del siglo XVIII. Lo cierto es que ni Luis XV ni Luis XVI fueron miembros de logias masónicas ni de sociedades secretas. Hay que recordar que la masonería había recibido un gran impulso con su refundación en 1717 en Inglaterra. El monarca inglés es considerado como la verdadera cabeza de la estructura piramidal masónica desde esa fecha. Por otro lado, en 1776 se fundó la orden de los Illuminati de Baviera con el apoyo de algunos de los banqueros, empresarios y nobles más poderosos del mundo de aquella época. Esos sucesos fueron básicos para la multiplicación de las sociedades secretas en Francia durante el siglo XVIII. Hacia el año 1700 prácticamente no existían sociedades secretas en ese país. Sin embargo, en poco más de 80 años llegarían a ser más de 1000, con unos 40.000 miembros, entre los que se encontraban pequeños empresarios y nobles, descontentos con el orden económico-social imperante en Francia. Las condiciones de la economía francesa empeoraron entre 1775 y 1789. Francia había ayudado financiera y militarmente a las colonias norteamericanas para que se independizaran de Gran Bretaña, y no obtuvo a cambio prácticamente nada, más allá de deudas. La situación empeoró con la firma de dos tratados en 1783 y 1787, mediante los cuales Estados Unidos se comprometía a debilitar las barreras aduaneras y comenzar una era de libre comercio con Gran Bretaña. En pocos meses la actividad industrial y agropecuaria francesa colapsó debido a la falta de competitividad de sus productos con respecto a los ingleses y los importados de las colonias británicas.

Francia se vio envuelta en un abultado déficit externo de cuenta corriente que implicaba, además, que el oro y la plata en circulación se transferían a Londres a cambio de bienes de consumo. La recesión acaecida a raíz de los tratados comerciales, además de la propia escasez de moneda, agravaba aún más la situación económica francesa. La producción francesa, tanto agropecuaria como la de su industria, quedó arruinada. Los ingleses deseaban establecer en Francia una monarquía parlamentaria a su propio estilo, con una cámara alta ocupada por miembros de sociedades secretas, que podría haber dado a Inglaterra un gran poder sobre Francia. Las sociedades secretas establecidas en Francia, especialmente las logias masónicas y los Illuminati de Baviera prepararon entonces cuidadosamente el terreno en varios frentes. Por un lado tenían bajo su órbita a escritores jacobinos, como el suizo Marat, financiados directamente por el Gran Maestre francés del Gran Oriente, una poderosa sociedad masónica, el duque de Orleans, primo de Luis XVI y que luego tomaría el nombre de Philippe Egalité (Felipe Igualdad). Contaban, además, con el apoyo de muchos otros influyentes nobles. Pero también manejaban la economía y las finanzas del Rey con la ayuda de Jacques Necker (1732 – 1804),  financiero y político suizo del siglo XVIII. Necker fue en tres ocasiones encargado de las finanzas de la monarquía francesa por el rey Luis XVI: en 1776, 1788 y 1789. Necker era acreedor de la corona francesa y fue precisamente por este hecho que fue nombrado en el cargo. Entre la ayuda a las colonias norteamericanas en su guerra por la independencia, las exenciones impositivas a la nobleza y al clero, y la situación recesiva que vivía Francia, Luis XVI necesitaba ganarse la confianza de los acreedores para mantener su inestable equilibrio. Y por esta razón no tuvo más remedio que poner a Necker a cuidar de las finanzas. Necker recurrió a la fácil solución de endeudar exponencialmente a Francia y maquillar las cuentas públicas para que los préstamos siguieran aflorando, de modo que la corte pudiera mantener su nivel de gasto.

Necker aconsejó a Luis XVI la llamada a los Estados Generales, una especie de asamblea conformada por los nobles, el clero y la burguesía. Fue él también quien planteó que la burguesía contara con la mitad de los votos. Su aspiración secreta era provocar un estado de cosas para que Francia adoptara el sistema político inglés, o sea una oligarquía financiera y terrateniente bajo la apariencia de una monarquía constitucional. Sin embargo, los Estados Generales se mostraron hostiles a Necker, aunque no al Rey. Se declararon en asamblea soberana y decidieron instituir un régimen político en que la idea era aplicar una monarquía constitucional mucho más democrática que la inglesa, sin Cámara de los Lores. Pero la idea no cayó bien en Inglaterra ni entre las sociedades secretas instaladas en Francia. En julio de 1789 Luis XVI expulsó del país a Necker y consideró la posibilidad de aliarse con los Estados Generales. En ese momento la oligarquía financiera inglesa y las sociedades secretas estuvieron a punto de perder todo el poder en Francia. Y fue entonces cuando se planteó un acto revolucionario en París para revertir esta peligrosa situación para los intereses financieros ingleses. Por un lado las sociedades secretas y los banqueros manipularon a las masas descontentas por medio de la prensa francesa, comprada por los intereses británicos. El objetivo era que se manifestara de manera violenta, argumentando de que la expulsión de Necker iba a representar graves consecuencias para Francia. Así nació la idea de llevar a cabo un ataque a la Bastilla, que era una cárcel en la que prácticamente no había presidiarios. Al mismo tiempo, gracias a la presencia en París de tropas suizas, que eran favorables a los intereses británicos, ordenaron al jefe militar de la Bastilla que abriera fuego contra el pueblo. Estos factores combinados motivaron la muy sangrienta revuelta conocida como la Toma de la Bastilla, que realmente fue un proceso contrarrevolucionario manejado por Inglaterra, los banqueros y las sociedades secretas, con el objetivo de enfrentar a Luis XVI con la Asamblea Nacional.

Con la toma de la Bastilla el proyecto de tener una monarquía parlamentaria, en que estaban interesados los franceses, ya no fue posible. Sin embargo, el clima revolucionario ya se había puesto en marcha y no podía ser frenado. Entonces las sociedades secretas intentaron gestionarlo mediante la actividad de muchos de sus miembros instalados en el poder, como los casos de Danton, Mirabeau, Marat, Talleyrand y Robespierre, entre otros. No obstante la situación no encontró estabilidad ni siquiera bajo el Gran Terror, cuando hacia 1794 los jacobinos financiados por los ingleses tomaron el poder, debido en buena medida a que los intereses de las sociedades secretas y de sus más insignes integrantes muchas veces chocaban entre sí. Las sociedades secretas habían apostado por la revolución, pero se había perdido el control y el terror de Estado tampoco sirvió para lograr un orden de cosas favorable a los intereses de la elite financiera inglesa, que veía cómo muchos de los miembros más prominentes de sus sociedades secretas establecidas en Francia eran diezmados por la propia maquinaria de la revolución. Como si fuera poco, una gran hiperinflación diezmaba la economía francesa, carente de metales preciosos y de un papel moneda fiable. Es en ese momento cuando entró en escena Napoleón Bonaparte, quien no era más que un oficial en ascenso rápido hasta que el golpe de Estado del 18 de brumario, correspondiente al 9 de noviembre de 1799 según el calendario gregoriano, acabó con el Directorio, última forma de gobierno de la Revolución francesa, e inició el Consulado, con Napoleón Bonaparte como líder. Napoleón es nombrado para el primer consulado, que era el máximo cargo en el gobierno de aquella época. Apenas nombrado, Napoleón constituyó el Banco de Francia, a iniciativa de los banqueros suizos que habían financiado el golpe de Brumario. En poco tiempo el Banco de Francia, nada menos que un banco privado con banqueros suizos, socios de los ingleses, como algunos de sus más importantes accionistas, sería el agente monopolista en la emisión de dinero. Por primera vez se percibía una estabilidad política, cosa deseada por las sociedades secretas, que se encontraban exhaustas tras la descontrolada revolución que ellas mismas habían iniciado.

En aquellos tiempos Napoleón era visto como un oficial ambicioso que podía adaptarse fácilmente a las sugerencias de los banqueros que lo rodeaban, sobre todo por el hecho de que inicialmente se mostraba favorable a la masonería, y de hecho existe bibliografía que habla acerca de su pertenencia a la misma. Pero más adelante Napoleón no resultó ningún sumiso servidor. Muy pronto, en 1802, tras la efímera paz firmada con el Reino Unido, se negó a firmar tratados comerciales parecidos a los que había firmado Luis XVI, con lo que causaba que la recesión se cerniese principalmente sobre Inglaterra, que no podía colocar en Francia sus grandes excedentes productivos fruto de la Revolución Industrial. La guerra por motivos económicos estaba nuevamente al acecho. Los banqueros de uno y otro lado, muchas veces socios entre sí, aprobaban un nuevo estado de guerra en Europa, dado que las confrontaciones de ese tipo exigían fuertes expansiones de crédito a altas tasas de interés, pagadas por los gobiernos, que eran siempre los mejores deudores de la Banca. Además, aún no se preveía que Napoleón iba a revelarse como un auténtico genio político y militar, difícil de manejar. Pero cuando empezaron a darse cuenta ya era tarde. Napoleón no se mostraba dispuesto a dejarse presionar por sociedad secreta alguna, por más poderosa que fuera. Se había coronado emperador y nuevamente la situación estaba fuera de control para los ingleses en Francia. Más aún, Napoleón, sabiendo que el futuro estaría dominado por las burguesías, intentó generar una burguesía auténticamente francesa e independiente de la británica, entregando tierras abandonadas por la aristocracia a los nuevos burgueses que le seguían incondicionalmente. Su creación del Banco de Francia había sido un arreglo de compromiso con los banqueros pro británicos para consolidar su poder personal en Francia. Pero es probable que en su cabeza rondara la idea de cmodificar las cosas en lo financiero una vez consolidado su poder continental, cosa que finalmente no ocurrió.

Tras la caída de Napoleón renació en Europa un orden mundial bajo el dominio económico-financiero de los ingleses. Este resurgimiento se oficializó en el Congreso de Viena de 1814-1815, mediante el cual los diversos países acordaron reponer las monarquías derrocadas por Napoleón Bonaparte, además de acentuar su dependencia con respecto de la banca londinense. El Congreso de Viena fue un encuentro internacional celebrado en la capital austriaca, convocado con el objetivo de restablecer las fronteras de Europa tras la derrota de Napoleón Bonaparte y reorganizar las ideologías políticas del Antiguo Régimen. Así pues, su objetivo era retornar Europa a la situación anterior a la Revolución francesa (1789), no sólo para restablecer las fronteras nacionales modificadas hacía casi 20 años, sino además para asegurar un equilibrio de poder que evitase otros conflictos armados a gran escala, como fueron las guerras revolucionarias francesas y las guerras napoleónicas. También posibilitaron más guerras que debilitaran a las naciones de Europa continental, gracias a la declaración formal de que Suiza sería neutral ante cualquier confrontación. Esta declaración se efectuó en un congreso en el que participaron activamente las sociedades secretas, generando así un paraíso financiero en el corazón de Europa para esconder las reservas de oro de las naciones beligerantes. Sin un paraíso financiero así, siempre neutral, las guerras posteriores en Europa quizás hubieran sido imposibles. El único gran opositor del Congreso de Viena fue el zar Alejandro I, quién al igual que varios de sus sucesores, sobre todo Alejandro II y Nicolás II, impusieron gobiernos fuertemente nacionalistas a un pueblo ruso que era muy nacionalista, y se convirtieron en enemigos de cualquier imperialismo, tanto el francés liderado por Napoleón como el británico-norteamericano, existente desde el siglo XVII. Quizá por ello, muchos de los zares de la dinastía Romanov murieron asesinados. Lo cierto es que la guerra contra Napoleón demandó más tiempo, esfuerzo y dinero de lo que jamás podía pensarse. Sin embargo, la definitiva derrota francesa en Waterloo fue orquestada por sociedades secretas, que convencieron a varios de los lugartenientes de Napoleón de traicionarlo en esa importante batalla. Ello significó no sólo el final del último obstáculo para el predominio inglés del siglo XIX, sino también el definitivo encumbramiento de la casa Rothschild en Europa.

La casa Rothschild, gracias a desleales especulaciones con los bonos británicos en la Bolsa de Londres, en referencia al resultado de la batalla de Waterloo, lograron multiplicar su capital en pocos días, . Este hecho arruinó a gran parte de su competencia y a incontables familias inglesas, lo que les permitió convertirse en la familia banquera más importante de toda Europa. Como vemos, el cuarto de siglo que separa el inicio de la Revolución Francesa y la caída definitiva de Napoleón, fue una obra maestra de las poderosas sociedades secretas ligadas con la banca. Una obra maestra de terrorismo, guerra, ruinosos tratados económicos de libre comercio, golpes de Estado financiados por los bancos, y creación de monopolios financieros privados. Es evidente la relación que pueden haber tenido con todos esos acontecimientos las oscuras sociedades secretas y, por lo tanto, la elite financiera que las dominaba. El lema de la Revolución Francesa, “Libertad, Igualdad, Fraternidad“, era el lema de la masonería en Francia. Y no sólo de la masonería francesa, sino que el lema había sido adoptado también por la masonería italiana. La palabra “fraternidad” tendría su origen en el lema revolucionario francés. En realidad la Revolución Francesa fue una revolución burguesa, ya que no se puso en riesgo la propiedad privada, excepto la del clero o de la parte de la nobleza que había huido de Francia. Por otro lado, en ningún momento de la revolución se rechazó la deuda pública, ni siquiera en los momentos en que Francia sufrió una terrible hiperinflación entre 1793 y 1797. Rechazar la deuda pública hubiera significado afectar seriamente los intereses de los banqueros, que habían posibilitado el caótico estado de cosas de Francia antes y durante la revolución. A fines del siglo XVIII Luis XVI y Francia financiaban mediante préstamos, tomados en las principales casas bancarias, la independencia Americana, en la cual participaron la masonería y los Illuminati.

Aunque sólo en parte, las sociedades secretas y los propios Illuminati estaban detrás de la Revolución Francesa que había ocurrido trece años más tarde. La misma culminó con Napoleón, primero favorable y luego contrario a las sociedades secretas. Napoleón al principio de su gobierno fundó el Banco de Francia, un banco privado cuyos accionistas eran los beneficiados con las deudas contraídas por Luis XVI para el sostenimiento de la independencia Americana, así como con aquellas deudas contraídas por los ingleses para gestionar la propia Revolución Francesa. Queda claro que los banqueros y las sociedades secretas fueron los indiscutibles ganadores, mientras que Francia quedó destrozada, Inglaterra quedó exhausta tras combatir a Napoleón, y los Estados Unidos consiguieron ser independientes, aunque inicialmente muy dependientes de Inglaterra. Pero las verdaderas perdedoras, como detentadoras del poder, fueron las naciones, que era el objetivo político y económico de la elite globalizadora. No obstante sería erróneo creer que los objetivos de la Revolución Francesa fueron solo económicos, ya que también los hubo geoestratégicos. Ocurre que el matrimonio entre Luis XVI y María Antonieta había sido efectuado con la intención de estrechar vínculos entre Francia y el Sacro Imperio Romano-Germánico, dado que la reina francesa era hija de los emperadores austríacos de la casa Habsburgo. María Antonia Josefa Juana de Habsburgo-Lorena (1755 – 1793), más conocida bajo el nombre de María Antonieta de Austria, fue una archiduquesa de Austria y reina consorte de Francia y de Navarra. Decimoquinta y penúltima hija de Francisco I del Sacro Imperio Romano Germánico y de la emperatriz María Teresa I de Austria, se casó en 1770, a los catorce años con el entonces delfín y futuro Luis XVI de Francia, en un intento por estrechar los lazos entre dos enemigos históricos. Detestada por la corte francesa, donde la llamaban «L’autre-chienne», María Antonieta también se ganó gradualmente la antipatía del pueblo, que la acusaba de derrochadora y promiscua y de influir a su marido en pro de los intereses austriacos. En aquella época el Sacro Imperio Romano Germánico abarcaba lo que hoy es Austria, el centro y norte de Italia, el sur de Alemania, Hungría y Checoslovaquia. Era socio natural del papado y había sido gobernado con frecuencia, aunque no exclusivamente, por los príncipes de la Casa de Habsburgo, una de las más influyentes y poderosas casas reales de Europa, que muchas veces fueron protectores y otras rivales de Roma.

Una asociación del Sacro Imperio Romano Germánico con Francia era deseada para frenar los planes expansionistas de Inglaterra y para formar de esa manera una gran alianza europea continental. Por esta razón la campaña contra Luis XVI y María Antonieta se lanzó apenas concretado el matrimonio. Toda suerte de rumores circulaban en las calles de París, minando la confianza popular en los reyes. La denominada Revolución Francesa, propiciada por diversas sociedades secretas aliadas a Inglaterra, especialmente los Illuminati, impidió el nacimiento de un gran imperio europeo rival del inglés. Ello sería solamente un primer paso para evitar una unión de la Europa continental, pero habría más pasos. El segundo paso se efectuaría en 1870, cuando a consecuencia de la incesante actividad de las sociedades secretas se formaron los reinos de Italia y Alemania. La formación de ambos países, que hasta aquel momento estaban fraccionados en diversos reinos, principados y ducados, no solamente restó tierras al Sacro Imperio Romano-Germánico, sino que también posibilitó las grandes rivalidades entre naciones europeas que podrían derivar en guerras que favoreciesen las ambiciones imperiales de Inglaterra y los intereses de los banqueros londinenses que iban a financiar. El último paso contra el Sacro Imperio fue dado en 1918, cuando, tras la Primera Guerra Mundial, fueron cayendo las monarquías de la Europa continental que podían representar algún obstáculo a los intereses de los ingleses, a los que convenía fragmentar Europa. Por esta razón, cuando desaparecieron los últimos obstáculos al imperialismo anglo-norteamericano, nacieron simultáneamente el CFR (Council on Foreign Relations) y el RIIA (Royal Institute for International Affairs), que bajo la fachada de sociedades filantrópicas, ayudaban a regularizar las actividades que hasta ese momento venían realizando las sociedades secretas. En el momento en el cual desaparecieron los rivales en Europa continental, y además se contaba con influencia eficaz sobre casi todas las zonas del mundo con recursos naturales importantes, es cuando las actividades, salvo el terrorismo, que antes llevaban a cabo clandestinamente algunas sociedades secretas, empiezan a ser realizadas por el CFR y el RIIA.

Hemos visto que el antes mencionado Leo Strauss sistematizó siniestras reglas de acción que las sociedades secretas, y la elite que las domina, ya estaban efectuando. Pero con algunas variaciones. En primer lugar Strauss se había dado cuenta de que el fervor religioso podía ser un arma de cohesión popular, por lo que era conveniente abandonar el sentimiento antirreligioso de muchas constituciones nacionales, que se declaraban laicas. En segundo lugar, su principal aportación era el concepto de que si no hay un enemigo real es posible inventarlo. Sabemos que el terrorismo moderno, en gran parte, tiene una raíz islámica. Ello habría que analizarlo desde el punto de vista económico y del político. Desde el punto de vista  económico, tenemos el uso del comercio ilegal de drogas y del dinero proveniente del petróleo. Es fácil entender que el fanatismo islámico se adecua a los preceptos de Leo Strauss que tanto convienen a los intereses anglo-norteamericanos. Por un lado hay un enemigo. Pero no sólo la elite se beneficia del terrorismo, sino que también las agencias de inteligencia. No resulta descabellado pensar que las agencias de inteligencia occidentales y el terrorismo islámico son aliados. Tras el fin de la Guerra Fría y la caída de la Unión Soviética, solo el terrorismo justifica la existencia de las agencias de inteligencia. En caso contrario sus presupuestos se recortarían y las posibilidades de realizar oscuros negocios ilegales serían menores. Los medios de comunicación se encargan de repetir que impera la libertad y la democracia, cuando parece que un tipo de mafia se ha encaramado al poder del país más importante del planeta, los Estados Unidos, así como en su principal aliado, el Reino Unido. Con la lógica de Strauss del enemigo necesario, la elite ha llegado ahora al punto de generarlo.

Fuentes:

  • Walter Graziano – Nadie Vio Matrix
  • David Icke – El Mayor Secreto: El Libro que cambiará el Mundo
  • Adrián Salbuchi – World Government: política y poder en el siglo XXI
  • Piotr Kropotkin –  Historia de la Revolución Francesa
  • Seth Payson – Proofs of the Real Existence, and Dangerous Tendency, of Illuminism
  • Daniel Estulin – Fuera de control
  • Daniel Estulin – El imperio invisible
  • Daniel Estulin – La historia definitiva del Club Bilderberg
  • Daniel Estulin – Los secretos del Club Bilderberg
  • Michael Howard  – La primera guerra mundial
  • Michael S. Neiberg – La Gran Guerra, una historia global
  • Hillgruber, Andreas – La Segunda Guerra Mundial. Objetivos de guerra y estrategia de las grandes potencias.
  • Cristina Martin Jimenez – El Club Bilderberg – La realidad sobre los amos del Mundo
  • David Icke – The Round Table Bilderberg Network
  • Paul H. Koch – Illuminati
  • Gustavo Fernandez – Illuminati – El poder secreto detrás de la Historia
  • Robert Anton Wilson – Las máscaras de Los Illuminati
  • Fuente
  • https://oldcivilizations.wordpress.com

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