Arte Azteca
El Imperio Azteca, con centro en la capital de Tenochtitlan, dominó la mayor parte de Mesoamérica en los siglos XV y XVI dC (15 y 16 después de Cristo). Con la conquista militar y la expansión del comercio, el arte azteca también se extendió, para ayudar a los aztecas lograr una hegemonía cultural y política sobre sus súbditos y creando para la posteridad un registro tangible de la imaginación artística y gran talento de los artistas de esta última gran civilización mesoamericana.
Influencias del Arte Azteca
Podemos encontrar patrones recurrentes a través de la historia del arte azteca. Las culturas olmeca, maya, tolteca y zapoteca, entre otras, perpetuaron una tradición artística que muestra el amor por la escultura monumental de piedra, una imponente arquitectura, cerámica muy decorada, sellos geométricos sobre tela, y un nivel de trabajo sobre el metal impresionante. Todos estos recursos fueron utilizados para representar a personas, animales, plantas, dioses y características de la ceremonias religiosas, especialmente los ritos y las deidades relacionadas con la fertilidad y la agricultura.
Los artistas aztecas se vieron influidos también por sus contemporáneos de los estados vecinos, especialmente los artistas de Oaxaca (algunos de los cuales residían permanentemente en Tenochtitlan) y la región huasteca de la Costa del Golfo, donde había una fuerte tradición de escultura tridimensional. Estas diversas influencias y gustos eclécticos de los aztecas y la admiración del arte antiguo hicieron de su arte una de las expresiones culturales más variadas de todas las civilizaciones antiguas en cualquier lugar. Las temibles esculturas de dioses con imágenes abstractas podían surgir del mismo taller que obras naturalistas que representaban la belleza y la gracia del animal y de la forma humana.
Arte Azteca: Características
El trabajo sobre metal era una habilidad particular de los aztecas. El gran artista alemán del Renacimiento, Alberto Durero, vio algunos de las piezas de arte azteca y las trajo de vuelta a Europa, lo que le llevó a decir: “No he visto en todos mis días, algo que regocijara tanto mi corazón, como estas cosas. Pues vi entre ellas objetos artísticos increíbles, y me maravillé con el ingenio sutil de los hombres de estas lejanas tierras.”
Desafortunadamente, como con la mayoría de muchas obras de arte azteca, estos objetos, muchas veces de oro y plata, eran fundidos para convertirse en dinero, y es así que sobreviven muy pocos ejemplos de las increíbles habilidades de los aztecas en metales finos. Objetos más pequeños se han descubierto también, entre ellos bezotes de oro (perforaciones de labio), colgantes, anillos, pendientes y collares de oro que representan desde águilas a caparazones de tortuga y dioses, que son testimonio de las habilidades de trabajo sobre cera y filigrana de los mejores artesanos aztecas.
La escultura azteca ha sido lo que mejor sobrevivió, y sus temas eran muy a menudo individuos de la extensa familia de dioses que ellos adoraban. Tallados en piedra y madera, estas figuras, a veces de tamaño monumental, no eran ídolos que contenían el espíritu del dios, pues en la religión azteca se creía que el espíritu de una deidad en particular residía en bultos sagrados que se mantenían dentro de santuarios y templos. Sin embargo, se consideraba necesario ‘alimentar’ estas esculturas con sangre y objetos preciosos, de aquí las historias de españoles sobre enormes estatuas salpicadas con sangre y con incrustaciones de joyas y oro. Otras esculturas de gran tamaño incluyen el magnífico dios sentado Xochipilli y los diversos chacmoles, figuras reclinadas con un hueco tallado en el pecho que era utilizado como receptáculo de los corazones de las víctimas sacrificadas. Estos, al igual que la mayoría de las esculturas aztecas, se pintaban utilizando una amplia gama de colores brillantes.
Se han encontrado esculturas de menor escala en sitios en todo el centro de México. Estos a menudo toman la forma de deidades locales y, especialmente, dioses relacionados con la agricultura. Los más comunes son figuras femeninas en posición vertical de una deidad del maíz, por lo general con un impresionante tocado, y el dios del maíz Xipe Totec. Careciendo de la delicadeza del arte patrocinado por el imperio azteca, estas esculturas y figuras de cerámica a menudo representan el lado más benévolo de los dioses aztecas.
Los trabajos en miniatura fueron también muy populares donde temas tales como plantas, insectos y conchas se presentaban en materiales preciosos como perla, amatista, cristal de roca, obsidiana, concha, y el más valioso de todos los materiales, el jade. Otro material que era muy apreciado eran las plumas exóticas, sobre todo el plumaje verde del quetzal. Las plumas cortadas en trozos pequeños se utilizaban para crear cuadros de mosaico, como decoración de escudos, trajes y abanicos, y magníficos tocados como el que se le atribuye a Moctezuma II, que se encuentra ahora en el Museo de Etnología en Viena.
La turquesa era un material particularmente favorecido por los artistas aztecas, y el uso de esta en forma de mosaico para cubrir esculturas y máscaras ha creado algunas de las imágenes más llamativas de Mesoamérica. Un ejemplo típico es el cráneo humano decorado que representa al dios Tezcatlipoca y que ahora reside en el Museo Británico, en Londres. Otro buen ejemplo es la máscara de Xiuhtecuhtli, el dios del fuego, con ojos somnolientos en nácar y un conjunto perfecto de dientes de concha blanca. Por último, está el magnífico pectoral de serpiente de dos cabezas, también ahora en el Museo Británico. Tallada completamente en madera de cedro y cubierta con pequeños cuadrados de turquesa, y con las bocas rojas y los dientes blancos hechos en moluscos y cáscara de conchas respectivamente, la pieza fue probablemente parte de un traje ceremonial. La serpiente era una imagen potente en el arte azteca, pues esta criatura capaz de desprenderse de su piel representaba la regeneración, y también se la asociaba particularmente con el dios Quetzalcóatl.
A pesar de no contar con el torno de alfarero, los aztecas también eran diestros con la cerámica como se puede ver en las grandes figuras huecas y varias urnas con tapa bellamente talladas que fueron excavadas cerca del Templo Mayor de Tenochtitlán, probablemente utilizadas como recipientes para cenizas funerarias. Otros ejemplos de arte azteca con cerámica son los incensarios moldeados con tres patas de Texcoco, jarras con pico y elegantes copas en forma de reloj de arena. Estos vasos normalmente tienen paredes delgadas, son bien proporcionados, un engobe color crema o rojo y negro, y llevan diseños geométricos finamente pintados en las más antiguas; y flora y fauna en ejemplares posteriores. La cerámica más preciada por los propios aztecas, y la que el propio Moctezuma usaba, eran las piezas ultrafinas de Cholula, encontradas en Cholollan en el Valle de Puebla. Estas obras también podían hacerse a partir de moldes o tallados mientras la arcilla todavía estaba blanda. Un buen ejemplo de estos vasos antropomorfos es la célebre jarra que representa la cabeza del dios de la lluvia Tláloc pintado en un azul brillante, con ojos saltones y temibles colmillos rojos, ahora en el Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México.
Los instrumentos musicales fueron otra parte
importante del repertorio del arte azteca. Estos incluyen flautas de cerámica, teponaztlis y huehuetls de madera, tambores ceremoniales largos y en posición vertical. Estos estaban ricamente decorados con tallados, y uno de los más finos es el tambor de Malinalco que está cubierto de jaguares danzantes y águilas que representan a las víctimas sacrificiales, como indican los símbolos del fuego y la guerra.
Arte Azteca: Tlaloc
El Arte Azteca como Propaganda
Los aztecas, al igual que sus predecesores culturales, emplearon el arte como una herramienta para reforzar su dominio militar y cultural. La imposición de edificios, frescos, esculturas e incluso manuscritos, especialmente en sitios clave como Tenochtitlán, no sólo representaban e incluso replicaban los elementos clave de la religión azteca, sino que también recordaban a los pueblos sometidos de la riqueza y el poder que permitía su construcción y fabricación.
El ejemplo supremo de este uso del arte como un transportador de mensajes políticos y religiosos es el Templo Mayor de Tenochtitlán, que era mucho más que una enorme pirámide. Fue diseñado con cuidado en cada detalle para representar la montaña de la serpiente sagrada de la tierra Coatepec, tan importante en la mitología y la religión azteca. Esta montaña fue el lugar donde Coatlicue (la tierra) dio a luz a su hijo Huitzilopochtli (el sol), que derrotó a los otros dioses (las estrellas), dirigido por su hermana Coyolxauhqui (la luna). Un templo a Huitzilopochtli fue construido en la parte superior de la pirámide, junto con otra en honor al dios de la lluvia Tláloc. Otras asociaciones con el mito son las esculturas de serpientes que recubren la base y la gran piedra de Coyolxauhqui tallada cerca del año 1473 dC, también ubicada en la base de la pirámide y que representa en relieve el cuerpo desmembrado de la diosa caída. Esta piedra, junto con otras esculturas como la Piedra de Tizoc, relacionaban esta serie de imágenes cósmicas con la derrota de los enemigos contemporáneos locales. En el caso de la piedra de Coyolxauhqui, esta hace referencia a la derrota de los Tlatelolcas. Por último, el Templo Mayor era en sí mismo un repositorio de arte, pues cuando su interior fue explorado, se descubrió una vasta cantidad de esculturas y objetos de arte sepultados con los restos de los muertos, y estas piezas son, en muchos casos, las obras que los aztecas obtuvieron de las culturas más antiguas que la suya.
También se construyeron templos para exaltar la elevada visión azteca del mundo en los territorios conquistados. Los aztecas solían dejar las estructuras políticas y administrativas existentes en el lugar, pero imponían sus propios dioses en una jerarquía por encima de las deidades locales, y esto se realizaba en gran medida a través de la arquitectura y el arte azteca, respaldada con las ceremonias de sacrificio en estos nuevos lugares sagrados, por lo general hechas sobre sitios sagrados anteriores y, a menudo en entornos espectaculares, como en los picos de las montañas.
Las imágenes del arte azteca que se extendieron por todo el imperio incluyen muchas deidades menos conocidas que Huitzilopochtli, y hay un sorprendente número de ejemplos de dioses de la naturaleza y agrícolas. Quizás el más famoso ejemplo sean los relieves de la diosa del agua Chalchiuhtlicue en la colina Malinche, cerca de la antigua Tula. Estas y otras obras de arte azteca fueron más a menudo hechas por artistas locales y pueden haber sido encargadas por las autoridades que representan el estado o por conquistadores privados desde la capital azteca. El arte arquitectónico azteca, incluyendo tallados en piedra de dioses, animales y escudos, y otros objetos de arte, se ha encontrado a lo largo del imperio azteca, de Puebla a Veracruz y especialmente alrededor de las ciudades, montañas, manantiales y cuevas. Además, estos trabajos son generalmente únicos, lo que sugiere la ausencia de talleres organizados.
Obras Maestras del Arte Azteca
La gran piedra circular de Tizoc (tallada cerca del 1485 dC en basalto) es una mezcla magistral de la mitología cósmica y la política del mundo azteca. Fue utilizada originalmente como una superficie sobre la que se realizaban sacrificios humanos y como estas víctimas eran generalmente guerreros derrotados, es lógico que los relieves de todo el borde de la piedra representen al gobernante azteca Tizoc atacando a los guerreros de la Matlatzinca, una zona conquistada por Tizoc a finales del siglo XV dC. Los derrotados también son retratados como bárbaros Chichimecas es decir, sin tierra, mientras que los vencedores llevan el vestido noble de los venerados antiguos Toltecas. La superficie de la piedra es de 2,67 m de diámetro, representa un disco solar de ocho puntas. La Piedra de Tizoc ahora reside en el Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México.
La masiva estatua de basalto de Coatlicue (tallada a finales del dominio azteca) es ampliamente considerada uno de los mejores ejemplos de la escultura azteca. La diosa se presenta en forma aterradora con dos cabezas de serpiente, garras y manos, un collar de manos desmembradas y corazones humanos con un colgante en forma de cráneo, y usando una falda de serpientes retorciéndose. Tal vez parte de un grupo de cuatro estatuas, y representandoo la revelación del poder femenino y el terror, esta estatua de 3,5 m de altura se inclina ligeramente hacia adelante de modo que el efecto dramático general de la pieza es tan emotivo que es comprensible por qué la estatua fue enterrada varias veces después de su excavación original, en 1790. La estatua de Coatlicue ahora reside en el Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México.
La Piedra del Sol, también conocida como la Piedra del Calendario Azteca (a pesar de que no es realmente un calendario), debe ser el objeto de arte más reconocible producido por cualquiera de las grandes civilizaciones de Mesoamérica. Descubierta en el siglo XVIII dC, cerca de la catedral de la Ciudad de México, la piedra fue tallada alrededor del año 1427 dC y muestra un disco solar que presenta los cinco mundos consecutivos del sol en la mitología azteca. La piedra de basalto es de 3,78 m de diámetro, casi un metro de espesor y una vez fue parte del complejo del Templo Mayor de Tenochtitlan. En el centro de la piedra se ve una representación del dios del sol Tonatiuh (el Sol del Día) o Yohualtonatiuh (el Sol de la noche) o el monstruo de la tierra primordial Tlaltecuhtli, en este último caso representando la destrucción final del mundo cuando el quinto sol cayera a la tierra. Alrededor de la cara central en cuatro puntos aparecen los otros cuatro soles que sucesivamente se reemplazaban entre sí después de que los dioses Quetzalcóatl y Tezcatlipoca lucharan por el control del cosmos hasta que se alcanzara la era del quinto sol. A ambos lados de la cara central hay dos cabezas de jaguar o patas, cada una sosteniendo un corazón, que representa el reino terrestre. Las dos cabezas en la parte inferior central representan serpientes de fuego, y sus cuerpos corren alrededor del perímetro de la piedra con cada una terminando en una cola. Los cuatro puntos cardinales y las intersecciones cardinales también se indican con puntos mayores y menores, respectivamente.
Como un último ejemplo de la riqueza del arte azteca que ha sobrevivido a los mejores esfuerzos destructivos de sus conquistadores, encontramos el guerrero águila de tamaño natural de Tenochtitlan. La figura, aparentemente a punto de emprender el vuelo, está hecha en terracota y se hizo en cuatro piezas separadas. Este caballero águila lleva un casco que representa al ave de presa, tiene alas e incluso garras. Restos de estuco sugieren que la figura estaba cubierta de plumas reales para un efecto aún más realista. Originalmente, se habría colocado junto a otra estatua similar, a ambos lados de una puerta.
Arte Azteca: Conclusiones
Tras la caída del imperio azteca la producción de arte indígena entró en declive. Sin embargo, algunos diseños aztecas sobrevivieron en en la obra de artistas locales empleados por los frailes agustinos para decorar sus nuevas iglesias en el siglo XVI dC. También se continuó produciendo manuscritos y pinturas sobre plumas, pero no fue hasta finales del siglo XVIII dC que un interés por el arte y la historia precolombina daría lugar a una investigación más sistemática de lo que se esconde debajo los cimientos de las ciudades mexicanas modernas. Poco a poco, un número cada vez mayor de obras de arte azteca han aparecido, en caso de que hubiera habido alguna duda, la evidencia es prueba de que los aztecas estaban entre los artistas más ambiciosos, creativos y eclécticos que Mesoamérica haya producido.
Artículo original por Mark Cartwright
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