Auguste Comte (1798-1857):
De Comte suele hablarse popularmente como el inventor del término sociología -sería comprometedor, aunque quizá parcialmente verdadero, decir que también de la disciplina- y creador del positivismo, en un sentido tan ambiguo que no aceptarían los actuales positivistas lógicos. También vagamente se recuerda que llegó a convertir el positivismo en una religión de la humanidad, con su música y su Iglesia -aún viva, hasta hoy, en algunos países suramericanos-. (J.M.Valverde). Nacido en Montpellier. Secretario de Saint-Simon y colaborador en el órgano del saint-simonismo, Le Producteur, rompió con él para dictar libremente su primer curso de filosofía positiva. Repetidor de matemáticas en la Escuela Politécnica, no pudo conseguir un nombramiento oficial y vivió desde 1823 hasta su muerte de la protección de sus adeptos.
Es importante conocer la serie de circunstancias que rodean al pensador para comprender mejor su obra: En el orden político Comte fue testigo de la Revolución francesa y de todas sus consecuencias, y no se debe olvidar lo que pudo condicionar la obra de este reformador social aquel caos cuyas consecuencias positivas no fueron pocas, pero a largo plazo En el orden social, y en íntima colaboración con Saint-Simon, es igualmente testigo de unos proyectos que llevan sin duda a un socialismo utópico, pero que empieza a interesar vivamente a todas las capas de la sociedad; los problemas de organización social, las expectativas de sectores cada vez más numerosos y los avances científicos tienen que traumatizar la mente de este visionario. En el orden intelectual asiste a la bancarrota de cierta especulación y de ciertas metafísicas. Bien es verdad que en Comte, como en sus antecesores, perdura el impacto de ese algo más allá de lo subjetivo, y Comte intentará verlo cristalizado en leyes o realizaciones sociales fuera también de toda contingencia
LA LEY UNIVERSAL DE LA EVOLUCIÓN INTELECTUAL DE LA HUMANIDAD Y SUS TRES ESTADOS:
TEOLÓGICO, METAFÍSICO Y POSITIVO.
La filosofía de Comte pretende desarrollar una reforma intelectual basada en el positivismo. Por positivismo hay que entender aquella interpretación de la realidad (el hombre, la historia, la sociedad) basada en la ciencia; el saber científico el que configura el espíritu humano y el que impulsa el progreso histórico y social. Por Estado entiende Comte la situación en la que en una determinada época histórica se halla el espíritu humano. Cada estado se caracteriza por una manera de entender e interpretar la naturaleza y por una idea distinta de lo que es el saber. El espíritu humano recorre, en orden progresivo, varios estados a lo largo de la historia con el fin de alcanzar el fin propuesto por su naturaleza: el estado científico. La historia se convierte así en la historia del progreso del espíritu científico. Según esta doctrina todas nuestras especulaciones están sujetas a pasar sucesivamente por tres estados teóricos diferentes (Ley de los tres estados):
TEOLÓGICO, METAFÍSICO Y POSITIVO.
La filosofía de Comte pretende desarrollar una reforma intelectual basada en el positivismo. Por positivismo hay que entender aquella interpretación de la realidad (el hombre, la historia, la sociedad) basada en la ciencia; el saber científico el que configura el espíritu humano y el que impulsa el progreso histórico y social. Por Estado entiende Comte la situación en la que en una determinada época histórica se halla el espíritu humano. Cada estado se caracteriza por una manera de entender e interpretar la naturaleza y por una idea distinta de lo que es el saber. El espíritu humano recorre, en orden progresivo, varios estados a lo largo de la historia con el fin de alcanzar el fin propuesto por su naturaleza: el estado científico. La historia se convierte así en la historia del progreso del espíritu científico. Según esta doctrina todas nuestras especulaciones están sujetas a pasar sucesivamente por tres estados teóricos diferentes (Ley de los tres estados):
- Teológico o Ficticio: Debe considerarse un estado provisional y preparatorio
- Metafísico o Abstracto: Es transitorio, constituye una modificación del primero.
- Positivo o Científico: Es el régimen definitivo de la razón humana. El orden por el que se suceden los estados, viene dado por la propia naturaleza del espíritu humano
Fases de estos estados:
Estado Teológico o Ficticio Es el primer estado que constituye el punto de partida del espíritu humano. La explicación de la naturaleza consiste en causas últimas, ocultas y sobrenaturales, que se levantan sobre el poder de la imaginación. El conocimiento así obtenido es absoluto (una única explicación válida). Fetichismo, politeísmo y monoteísmo son los tres momentos dentro del estado teológico que representan el progreso del saber. Estando representado por tres momentos:
Estado Teológico o Ficticio Es el primer estado que constituye el punto de partida del espíritu humano. La explicación de la naturaleza consiste en causas últimas, ocultas y sobrenaturales, que se levantan sobre el poder de la imaginación. El conocimiento así obtenido es absoluto (una única explicación válida). Fetichismo, politeísmo y monoteísmo son los tres momentos dentro del estado teológico que representan el progreso del saber. Estando representado por tres momentos:
- Fetichismo Consiste en atribuir a todos los cuerpos exteriores una vida esencialmente análoga a la nuestra, pero más poderosa. La adoración de los astros es el grado más alto de esta primera fase teológica.
- Politeísmo Es la libre preponderancia especulativa de la imaginación. Aquí la vida es retirada de los objetos materiales, para ser misteriosamente transportada a diversos seres ficticios habitualmente invisibles, cuya continua intervención se convierte en la fuente directa de todos los fenómenos exteriores y humanos. En esta fase se estudia principalmente el espíritu teológico.
- Monoteísmo Comienzo de la decadencia de la filosofía inicial, que sufre un rápido decrecimiento intelectual como consecuencia espontánea de esta simplificación en que la razón viene a restringir cada vez más el dominio exterior de la imaginación.
Hay una tendencia involuntaria en los hombres a las explicaciones esencialmente teológicas, sobre todo en aquéllos fenómenos cuyas leyes aún ignoramos. Todas las explicaciones teológicas han caído en desuso entre los occidentales, porque los misterios inaccesibles a nuestra inteligencia, han sido cada vez más apartados y se ha acostumbrado a sustituirlos con estudios más eficaces y más en armonía con nuestras necesidades verdaderas. Estado Metafísico o Abstracto "Especulación" Es el paso intermedio del teologismo al positivismo, aunque se aproxima más al primero que al segundo. Las especulaciones dominantes han conservado la tendencia a los acontecimientos absolutos, sólo la solución ha sufrido una transformación notable. Al igual que la Teología, la Metafísica intenta explicar la íntima naturaleza de los seres, el origen y destino de las cosas, el modo de producirse, los fenómenos; pero en lugar de emplear para ellos los agentes sobrenaturales los reemplaza por abstracciones personificadas. No es la pura imaginación la que domina ni la pura observación, aquí el razonamiento se prepara confusamente al ejercicio verdaderamente científico. La parte especulativa está muy exagerada, por la tendencia a argumentar en vez de observar que caracteriza a este espíritu metafísico. El espíritu metafísico en los últimos cinco siglos, ha secundado negativamente el despliegue fundamental de nuestra civilización moderna. De modo que el obstáculo más peligroso para el establecimiento final de una verdadera filosofía es este mismo espíritu que a menudo se atribuyó el privilegio casi exclusivo de las meditaciones filosóficas. Estado Positivo o Real "Observación" Esta serie de preámbulos conduce al fin a nuestra inteligencia a un estado definitivo de positividad racional. Una vez expuesto lo vacío de las filosofías teológicas o metafísicas, renuncia a las investigaciones absolutas y circunscribe sus esfuerzos al dominio de la observación, única base de los conocimientos adaptados a nuestras necesidades reales. La revolución fundamental consiste esencialmente en sustituir en todo, la inaccesible determinación de las causas propiamente dichas por la investigación de las leyes. El poder de la imaginación es sustituido por el saber de la razón. Se trata de una razón encaminada a la acción operativo - instrumental. La técnica, entendida como aplicación de la ciencia, es la base de la nueva sociedad industrial. En el estado positivo no se busca tanto una explicación como una mera descripción de los fenómenos y sus regularidades mediante la observación y el razonamiento sobre lo observado. La ley de los tres estados pretende demostrar cómo el estado positivo es el estado más adecuado a la naturaleza humana. El único saber válido es el saber positivo o científico, y este modo de saber ha de generalizarse y aplicarse a todos los ámbitos de la vida y de la sociedad como la religión, la política... La reforma comtiana del saber conlleva así una reforma social.
Naturaleza del espíritu positivo:
Nuestras investigaciones positivas deben reducirse a la apreciación sistemática de lo que es y renunciar a descubrir su primer origen y destino final. El estudio de los fenómenos en lugar de ser absoluto, debe permanecer relativo a nuestra organización y situación, reconociendo la necesaria imperfección de nuestros métodos especulativos. Esta naturaleza relativa de los fenómenos humanos no es individual, sino social. Desde que la subordinación constante de la imaginación a la observación, ha sido reconocida como primera condición fundamental de toda sana especulación científica, una viciosa interpretación ha conducido con frecuencia a abusar mucho de este gran principio lógico, para hacer degenerar la ciencia real en una especie de estéril acumulación de hechos incoherentes. El verdadero espíritu positivo está tan lejos del empirismo como del misticismo. El verdadero espíritu positivo consiste ante todo en ver para prever, en estudiar lo que espera concluir de ello, lo que será según el dogma general de la invariabilidad de las leyes naturales. El principio de la invariabilidad de las leyes naturales, no empieza realmente a adquirir alguna consistencia filosófica sino cuando los trabajos verdaderamente científicos han podido manifestar su genial exactitud, frente a un orden entero de grandes fenómenos.
Nuestras investigaciones positivas deben reducirse a la apreciación sistemática de lo que es y renunciar a descubrir su primer origen y destino final. El estudio de los fenómenos en lugar de ser absoluto, debe permanecer relativo a nuestra organización y situación, reconociendo la necesaria imperfección de nuestros métodos especulativos. Esta naturaleza relativa de los fenómenos humanos no es individual, sino social. Desde que la subordinación constante de la imaginación a la observación, ha sido reconocida como primera condición fundamental de toda sana especulación científica, una viciosa interpretación ha conducido con frecuencia a abusar mucho de este gran principio lógico, para hacer degenerar la ciencia real en una especie de estéril acumulación de hechos incoherentes. El verdadero espíritu positivo está tan lejos del empirismo como del misticismo. El verdadero espíritu positivo consiste ante todo en ver para prever, en estudiar lo que espera concluir de ello, lo que será según el dogma general de la invariabilidad de las leyes naturales. El principio de la invariabilidad de las leyes naturales, no empieza realmente a adquirir alguna consistencia filosófica sino cuando los trabajos verdaderamente científicos han podido manifestar su genial exactitud, frente a un orden entero de grandes fenómenos.
Destino del espíritu positivo:
El progreso hacia la armonía individual y colectiva de la humanidad Las necesidades mentales son el primer estímulo indispensable para nuestros distintos esfuerzos filosóficos. Estas exigencias intelectuales, reclaman siempre una feliz combinación de estabilidad y actividad de donde resultan las necesidades simultáneas de orden y progreso. En la larga infancia de la humanidad, sólo las concepciones teológico-metafísicas podían satisfacer esta doble concepción fundamental de modo imperfecto. Pero cuando la razón humana está por fin lo bastante madura para renunciar a buscar lo inaccesible y circunscribir con prudencia su actividad al dominio que pueden apreciar nuestras facultades, la filosofía positiva le da una satisfacción mucho más completa y más real, gracias al destino directo de las leyes que descubre y de la previsión racional que es inseparable de ellas. Estas leyes son de dos clases según vinculen su semejanza o filiación. La filosofía positiva procura en los espíritus bien preparados una aptitud muy superior a la que nunca pudo ofrecer la teológico-metafísica. Para ello sólo es obligado limitar todas nuestras especulaciones a las investigaciones verdaderamente accesibles.
El progreso hacia la armonía individual y colectiva de la humanidad Las necesidades mentales son el primer estímulo indispensable para nuestros distintos esfuerzos filosóficos. Estas exigencias intelectuales, reclaman siempre una feliz combinación de estabilidad y actividad de donde resultan las necesidades simultáneas de orden y progreso. En la larga infancia de la humanidad, sólo las concepciones teológico-metafísicas podían satisfacer esta doble concepción fundamental de modo imperfecto. Pero cuando la razón humana está por fin lo bastante madura para renunciar a buscar lo inaccesible y circunscribir con prudencia su actividad al dominio que pueden apreciar nuestras facultades, la filosofía positiva le da una satisfacción mucho más completa y más real, gracias al destino directo de las leyes que descubre y de la previsión racional que es inseparable de ellas. Estas leyes son de dos clases según vinculen su semejanza o filiación. La filosofía positiva procura en los espíritus bien preparados una aptitud muy superior a la que nunca pudo ofrecer la teológico-metafísica. Para ello sólo es obligado limitar todas nuestras especulaciones a las investigaciones verdaderamente accesibles.
Incompatibilidad entre ciencia positiva y teología:
Las concepciones positivas son incompatibles con todas las opiniones teológicas, cualesquiera que sean: monoteístas, politeístas o fetichistas. Es imposible la conciliación duradera entre las dos filosofías, sea en cuanto al método o a la doctrina. Sin duda, la ciencia y la teología no están en abierta oposición, puesto que no se proponen los mismos problemas. La ciencia renuncia radicalmente a los misterios, de los que se ocupa la teología. Además la prudente reserva con que el espíritu positivo procede gradualmente, nos hace ver la loca temeridad del espíritu teológico. A medida que las leyes físicas han sido conocidas, el imperio de las voluntades sobrenaturales ha tenido que restringir su campo de acción. Aunque el politeísmo y hasta el fetichismo hayan secundado realmente el espíritu de la observación, se debe reconocer que no podían ser verdaderamente compatibles con el espíritu científico. En el estado actual de la razón humana, se puede afirmar que el régimen monoteísta, favorable durante mucho tiempo al primitivo despliegue de los conocimientos reales, estorba profundamente la marca sistemática que deben tomar en adelante. Varios siglos antes de que el desarrollo científico permitiera apreciar directamente esta oposición radical, la transición metafísica había intentado, bajo un secreto impulso, restringir el ascendiente de la teología, haciendo prevalecer abstractamente la doctrina escolástica (no cambiar las leyes). El imperio positivo estaba limitado a los espíritus cultivados, pues mientras la fe subsistió realmente, el instinto popular hubo de rechazar tal concepción. Un primer análisis de la naturaleza, debió inspirar una ingenua admiración por el modo de realizarse los principales fenómenos que constituyen el orden efectivo. Luego, a medida que el espíritu positivo tomando un carácter cada vez más sistemático, sustituye al dogma, hace que esta disposición inicial desaparezca.
Las concepciones positivas son incompatibles con todas las opiniones teológicas, cualesquiera que sean: monoteístas, politeístas o fetichistas. Es imposible la conciliación duradera entre las dos filosofías, sea en cuanto al método o a la doctrina. Sin duda, la ciencia y la teología no están en abierta oposición, puesto que no se proponen los mismos problemas. La ciencia renuncia radicalmente a los misterios, de los que se ocupa la teología. Además la prudente reserva con que el espíritu positivo procede gradualmente, nos hace ver la loca temeridad del espíritu teológico. A medida que las leyes físicas han sido conocidas, el imperio de las voluntades sobrenaturales ha tenido que restringir su campo de acción. Aunque el politeísmo y hasta el fetichismo hayan secundado realmente el espíritu de la observación, se debe reconocer que no podían ser verdaderamente compatibles con el espíritu científico. En el estado actual de la razón humana, se puede afirmar que el régimen monoteísta, favorable durante mucho tiempo al primitivo despliegue de los conocimientos reales, estorba profundamente la marca sistemática que deben tomar en adelante. Varios siglos antes de que el desarrollo científico permitiera apreciar directamente esta oposición radical, la transición metafísica había intentado, bajo un secreto impulso, restringir el ascendiente de la teología, haciendo prevalecer abstractamente la doctrina escolástica (no cambiar las leyes). El imperio positivo estaba limitado a los espíritus cultivados, pues mientras la fe subsistió realmente, el instinto popular hubo de rechazar tal concepción. Un primer análisis de la naturaleza, debió inspirar una ingenua admiración por el modo de realizarse los principales fenómenos que constituyen el orden efectivo. Luego, a medida que el espíritu positivo tomando un carácter cada vez más sistemático, sustituye al dogma, hace que esta disposición inicial desaparezca.
Atributos del espíritu positivo:
Correlación entre Espíritu Positivo y Sentido Común:
La palabra positivo ofrece varias acepciones distintas:
Correlación entre Espíritu Positivo y Sentido Común:
La palabra positivo ofrece varias acepciones distintas:
- Consideradas en la acepción más antigua y común, la palabra positivo designa lo real, por oposición a lo quimérico.
- Un segundo sentido, indica el contraste de lo útil y lo inútil
- Una tercera aceptación, se emplea para calificar la oposición entre la certeza y la indecisión.
- Una cuarta, consiste en oponer lo preciso a lo vago
- Una quinta y última, menos usada, es la que se emplea en oposición a negativo. En este aspecto indica una propiedad de la filosofía moderna.
El único carácter esencial del nuevo espíritu filosófico que no haya sido aún indicado directamente por la palabra positivo, consiste en su tendencia a sustituir todo lo relativo por lo absoluto. Este carácter es propio de la quinta acepción. Cuando se busca el origen fundamental del positivismo, se encuentra que coincide con los primeros ejercicios prácticos de la razón humana. Todos sus atributos son en el fondo los mismos que los del buen sentido universal. La positividad fue durante mucho tiempo empírica antes de llegar a ser racional. En todos los aspectos esenciales, el verdadero espíritu filosófico consiste sobre todo, en la extensión sistemática del simple buen sentido a todas las especulaciones verdaderamente accesibles. Esta conexión fundamental, representa la ciencia propiamente y estériles las investigaciones especulativas dirigidas a los primeros principios que, debiendo emanar siempre de la sabiduría vulgar, no pertenecen nunca al verdadero dominio de la ciencia. Los únicos principios generales que se pueden establecer a este respecto se reducen por necesidad a algunas máximas indiscutibles, pero evidentes, tomadas de la razón común y que no añaden en verdad nada esencial a las indicaciones que resultan en todas las buenas inteligencias, de un mero ejercicio espontáneo. Considerada ahora en el aspecto histórico, esta última solidaridad natural entre el genio propio de la verdadera filosofía y el simple buen sentido universal, muestra el origen espontáneo del espíritu positivo que resulta de una reacción especial de la razón práctica sobre la razón teórica, cuyo carácter inicial ha sido modificado cada vez más.
Comentario de texto:
Esta larga sucesión de preámbulos necesarios conduce al fin nuestra inteligencia, gradualmente emancipada, a su estado definitivo de positividad racional, que debe quedar aquí caracterizada de una manera más especial que los dos estados preliminares. Una vez que tales ejercicios preparatorios han comprobado la inanidad radical de las explicaciones vagas y arbitrarias propias de la filosofía inicial, sea teológica, sea metafísica, el espíritu humano renuncia en lo sucesivo a las indagaciones absolutas que no convenían más que a su infancia y circunscribe sus esfuerzos al dominio, a partir de entonces rápidamente progresivo, de verdadera observación, única base posible de los conocimientos verdaderamente accesibles, razonablemente adaptados a nuestras necesidades reales. (Comte. Discurso sobre el espíritu positivo)
Esta larga sucesión de preámbulos necesarios conduce al fin nuestra inteligencia, gradualmente emancipada, a su estado definitivo de positividad racional, que debe quedar aquí caracterizada de una manera más especial que los dos estados preliminares. Una vez que tales ejercicios preparatorios han comprobado la inanidad radical de las explicaciones vagas y arbitrarias propias de la filosofía inicial, sea teológica, sea metafísica, el espíritu humano renuncia en lo sucesivo a las indagaciones absolutas que no convenían más que a su infancia y circunscribe sus esfuerzos al dominio, a partir de entonces rápidamente progresivo, de verdadera observación, única base posible de los conocimientos verdaderamente accesibles, razonablemente adaptados a nuestras necesidades reales. (Comte. Discurso sobre el espíritu positivo)
En este texto, Comte viene a demostrarnos el paso del pensamiento humano a lo largo de la historia, paso que se produce a través de " los tres estados ", y que los dos primeros vienen a desembocar en el último y definitivo estado de espíritu humano, es decir, en el " estado positivo ", en el que se rechazan los planteamientos teológicos y metafísicos de los dos estados anteriores. Por estado, Comte entiende la situación en la que en una determinada época histórica se halla el espíritu humano, caracterizándose cada uno de ellos por una forma de interpretar la naturaleza de las cosas y por una idea distinta de lo que es el saber.
En su filosofía, Comte pretende desarrollar una reforma intelectual basada en el positivismo. Entendiéndose por positivismo como una interpretación de la realidad basada en la ciencia. En el texto, Comte niega la efectividad de los estados preliminares anteriores al positivismo. Considera " vagas y arbitrarias las explicaciones propias de la filosofía inicial, sea teológica, sea metafísica ". En el estado teológico, la naturaleza de las cosas consiste en causas últimas, ocultas y sobrenaturales, que se levantan sobre el poder de la imaginación. Por su parte, en el estado metafísico, la explicación de la naturaleza se basa en causas internas a las cosas mismas. La naturaleza de cada cosa encierra la capacidad de explicación. Comte viene a decirnos en este párrafo, que estos dos estados se podrían encontrar adecuados para "la infancia de la filosofía", para esos momentos históricos, en los cuales el hombre y la sociedad del momento no tenían necesidad de ir mas allá. Bien, esos "estados" no se adecuan a las necesidades reales de la sociedad industrial de mediados del siglo XIX. Defiende la teoría del "estado positivo" como último y definitivo estado, en el cual se rechazan las cuestiones teológicas y metafísica, por no tener una utilidad práctica para la sociedad industrial positivista, y en la cual al hombre no se pregunta por la naturaleza de las cosas, sino por como se dan los fenómenos y la ley a la que responden. Se trata pues de la técnica entendida como aplicación de la ciencia, y de como estos fenómenos pueden ser aprovechados para el mejor desarrollo de la sociedad industrial. En definitiva, Comte con su "ley de los tres estados" pretende demostrar como el estado positivo es el más adecuado a la naturaleza humana, considerando como el único saber válido el saber positivo o científico, y que este modo de saber ha de generalizarse y aplicarse a todos los ámbitos de la vida y de la sociedad, como la religión, la política, etc., conllevando con ello una reforma en el saber que provocará una reforma social.
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En su filosofía, Comte pretende desarrollar una reforma intelectual basada en el positivismo. Entendiéndose por positivismo como una interpretación de la realidad basada en la ciencia. En el texto, Comte niega la efectividad de los estados preliminares anteriores al positivismo. Considera " vagas y arbitrarias las explicaciones propias de la filosofía inicial, sea teológica, sea metafísica ". En el estado teológico, la naturaleza de las cosas consiste en causas últimas, ocultas y sobrenaturales, que se levantan sobre el poder de la imaginación. Por su parte, en el estado metafísico, la explicación de la naturaleza se basa en causas internas a las cosas mismas. La naturaleza de cada cosa encierra la capacidad de explicación. Comte viene a decirnos en este párrafo, que estos dos estados se podrían encontrar adecuados para "la infancia de la filosofía", para esos momentos históricos, en los cuales el hombre y la sociedad del momento no tenían necesidad de ir mas allá. Bien, esos "estados" no se adecuan a las necesidades reales de la sociedad industrial de mediados del siglo XIX. Defiende la teoría del "estado positivo" como último y definitivo estado, en el cual se rechazan las cuestiones teológicas y metafísica, por no tener una utilidad práctica para la sociedad industrial positivista, y en la cual al hombre no se pregunta por la naturaleza de las cosas, sino por como se dan los fenómenos y la ley a la que responden. Se trata pues de la técnica entendida como aplicación de la ciencia, y de como estos fenómenos pueden ser aprovechados para el mejor desarrollo de la sociedad industrial. En definitiva, Comte con su "ley de los tres estados" pretende demostrar como el estado positivo es el más adecuado a la naturaleza humana, considerando como el único saber válido el saber positivo o científico, y que este modo de saber ha de generalizarse y aplicarse a todos los ámbitos de la vida y de la sociedad, como la religión, la política, etc., conllevando con ello una reforma en el saber que provocará una reforma social.
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