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jueves, 12 de marzo de 2015

El problema de la crítica de arte, hoy

                    Zona Maco

Semanas atrás hablamos del fallecimiento de Raquel Tibol, de lo que ella representó y su legado. La crítica debía ser “más aguda y menos mafiosa”, decía, y es que analizando la situación de la crítica en nuestro país, no sólo en el mundo del arte, vemos cómo hace falta el pensamiento independiente. Con la muerte de figuras como Julio Scherer, Miguel Ángel Granados Chapa o Carlos Montemayor, y ahora Tibol, se ha generado un vacío en el paisaje periodístico. Son escasas las plumas con el aplomo y la seriedad que nuestra terrible actualidad nacional requiere.

Y siguen pesando más los intereses personales que estar a la altura histórica que se demanda. Esta situación me recuerda a Irving Sandler –crítico de arte norteamericano– que en su ensayo Postmodern Art Theory*, reprochaba la posición ventajosa de Rosalind Krauss, quien al fundar la publicación October (especializada en crítica y teoría de arte) siguió la misma estrategia –criticada por la misma Krauss– de Clement Greenberg: utilizar la historia del arte y un deliberado juicio estético para obtener poder en el mundo del arte y la academia. “Asumir una posición estética identificable con algunas premisas identificables, repetirlas una y otra vez hasta que parezcan ‘naturales’, y aplicarlas a relativamente pocos artistas privilegiados, cuyos trabajos, con algunas excepciones, parecen estrechamente relacionados e incluso ilustran las premisas del arte crítico.

Al mismo tiempo, se identifica una estética contraria para atacarla con vehemencia, y descartarla de una seria consideración”, apunta Sandler. Y al igual que en el Nueva York de los años 60 y 70, la crítica mexicana sigue haciendo lo mismo, aunque en dos polos claramente establecidos: el académico (al estilo Rosalind Krauss) donde el recurso filosófico y teórico juegan un papel importante para hacer, más que crítica, argucias retóricas con lluvia de referencias históricas imposibles de refutar; y el comercial (al estilo Greenberg), auspiciado por ciertos agentes del mercado del arte que han visto en el oficio de la crítica un factor validador manipulable para mantener o acrecentar el valor histórico de ciertas obras de arte, y también –como bien dice Irving Sandler–, para demeritar otro arte que puede representar una “competencia”. El problema de la crítica, tanto en el ámbito social, económico o político, es la construcción de poder a partir de ella. Cuando el crítico no escribe para un público plural, sólo se dirige a su escena y a sus colegas. Y lo particularmente peligroso de la crítica en el medio del arte es que al escribir textos sobre artistas, obras o exposiciones, se crea valor económico y los distintos agentes como galerístas, coleccionistas, curadores e instituciones, reaccionan ante esto; la clara manipulación de los precios en el mercado, así como del valor histórico de la obra.

 Además, se dejan de lado las principales funciones de la crítica: el generar conocimiento, establecer juicios constructivos que alimenten distintos discursos, ser un punto de partida para dilucidar otras ideas, permitir al pensamiento dar saltos hacia otros pensamientos, cuestionar valores y paradigmas. Para poder llevar a cabo esas vitales funciones de la crítica es necesario independencia, un criterio y espíritu propios, estar informado, pero sobre todo, ser capaz de criticarse a sí mismo para tomar sus propios riesgos. Cuando ese ímpetu es dirigido por el ansia de dominio en algún medio o escena, se generan agujeros negros, no sólo en el arte, sino en todas las trincheras del pensamiento. * Sandler, Irving. “Postmodern Art Theory” at Art of the Postmodern Era: From the Late 1960s to the Early 1990s. New York, 1998. P. 311
Fuente
http://www.elfinanciero.com.mx/


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