Luciano Benetton, en Muelle Uno, junto al Centro Pompidou Málaga. / Ñito Salas
El diseñador, empresario y mecenas, alejado de los negocios y dedicado al arte, ha recalado en Málaga para visitar ‘Made in Spain’, la exposición que se muestra en el CAC de la mano de su fundación
Abandona por la tarde el Centro Pompidou de Málagasorprendido y satisfecho con lo que ha visto y celebrando la expansión del arte y de los espacios museísticos. Es su primera visita a Málaga. La mañana la ha dedicado al Centro de Arte Contemporáneo (CAC). Allí ha recorrido con pausa la exposición ‘Made in Spain. Periplo por el arte español de hoy’, que, a través de las propuestas de 212 artistas españoles, toma el pulso al arte español contemporáneo. La exposición se enmarca en el proyecto Imago Mundi de la Fundación Luciano Benetton, a la que ahora se dedica en exclusiva.
Hace tres años decidió ceder las riendas de su grupo empresarial a su hijo Alessandro, nueva cabeza de una empresa que ha sustentado a toda una familia y que nació de la pura necesidad, después de que su padre muriera cuando él tenía apenas 10 años y tres hermanos menores. De una máquina tejedora de segunda mano que compró y de su convencimiento visionario de que la gente quería color en su vida y en su ropa nació en 1964 en Treviso un imperio textil que hoy tiene más de 6.000 tiendas. Ahora, la agenda de Luciano Benetton (Treviso, 1935) ya no la llenan los negocios sino el arte y el mecenazgo que su fundación lleva a todos los rincones del mundo.
–¿Satisfecho con lo que ha visto en el CAC?
–Me han gustado mucho las propuestas de los artistas y el trabajo del comisario Fernando Francés. Me ha sorprendido gratamente cómo ha ordenado y colgado los trabajos en la exposición.
–La exposición ‘Made in Spain’ es un peldaño más de su proyecto Imago Mundi. ¿Cuál es la propuesta global?
–Queremos promocionar a artistas poco conocidos o que viven en países en los que no hay espacios para mostrar el arte. Queremos itinerar pequeñas obras procedentes de diferentes países del mundo, para que los artistas participantes puedan narrar el mundo a través de sus propuestas artísticas. También queremos difundir el conjunto de la idea del arte y la idiosincracia cultural de los países participantes en el resto del mundo. Están las exposiciones, los catálogos y una web. En la próxima Bienal de Venecia mostraremos el trabajo de cerca de 6.000 artistas procedentes de 35 países de los cinco continentes. Obviamente, también de España. Queremos llegar a cien países.
–Nació en un país en el que el arte y la cultura forman parte indisoluble de su ADN. Buen cimiento para su fundación.
–No hay más que pasearse por Roma, Florencia o Venecia. Vengo de un país lleno de arte y quiero atraer a las personas que aman la cultura. Pero nuestra intención no es comercial. Pretendemos dar a conocer la diversidad que existe en la Tierra utilizando el arte como hilo conductor.
–Un proyecto global y ambicioso.
–Queremos reunir un mapa visual de las culturas humanas. El proyecto tiene una dimensión global. Sólo hay una limitación: las obras de los artistas deben tener una dimensión de 10x12 centímetros. Un artista sudamericano me dejó una obra de esas dimensiones como tarjeta de visita. De ahí surgió la ida. Además, es difícil mover un catálogo con obras de grandes dimensiones.
–La cultura, un sector que cada vez gana más peso en muchas sociedades.
–La cultura, sin duda, cambia la imagen de los países.
–¿Podría cambiar también sus relaciones?
–Bueno. Puedo contar que países tan cerrados al exterior como Corea del Norte se han abierto a la propuesta cultural de nuestra fundación y ha participado en el proyecto con sus artistas. Los artistas pueden comunicarse sin problemas. Lo de los políticos, ya es otro asunto.
Recuperar culturas
–El arte abre grandes puertas.
–Sin duda, el arte es un gran embajador. El arte está fuera de los problemas políticos, económicos y religiosos. Los artistas son artistas al margen de todo.
–¿Y en qué anda embarcado ahora?
–Tenemos un proyecto con el que pretendemos recuperar culturas casi desaparecidas, como las tribus indias americanas y algunos pueblos de China o Colombia. Queremos hacerlo a través de la recuperación de las obras de arte que dejaron y que podamos encontrar.
–Usted revolucionó el color. ¿Ha disfrutado de la obra del artista Daniel Buren en el Cubo del puerto?
–Sin duda. El color me toca el corazón.
–Revolucionó también la industria textil. ¿No echa de menos los negocios ni sus revolucionarias campañas publicitarias con el fotógrafo Oliviero Toscani?
–Ahora sólo quiero ocuparme del arte. Estoy también recuperando una iglesia abandonada del siglo XIX en Treviso para convertirla en un gran centro de exposiciones. Será un gran centro de arte. En Italia hay mucho arte, pero muy pocos espacios para poder hacer exposiciones.
–¿Por qué decide dejar una vida tan intensa dedicada a los negocios?
–La decisión llegó después de viajes y más viajes.
–¿Y por qué cambiar los negocios por el arte?
–El arte siempre queda. (Risas).
–Además del arte, también le dedica tiempo y esfuerzo a preocupaciones sociales.
–Además de la fundación dedicada al arte, tenemos Fábrica, un laboratorio creativo en el que trabajan jóvenes sin experiencia que becamos. De ahí nacen nuestras ideas sobre la publicidad, sobre la investigación de la comunicación. Desde ahí desarrollamos campañas contra la violencia machista, contra el consumo de drogas o en defensa de las mujeres a las que sus maridos queman con ácido.
–Dice que el color le toca el corazón. ¿Qué proyectos tocan su ‘cuore’ para que decida apoyarlos?
–Me gusta colaborar con jóvenes que llegan con una idea y cargados de entusiasmo.
–¿Y cuál ha sido el último?
–En Libia. Un proyecto presentado por el artista cubano Erik Ravelo. Es una paloma, de cuatro metros de longitud, que se ha construido fundiendo balas utilizadas en la guerra. Puede verse en Trípoli. Es una gran paloma de la paz y la esperanza.
Fuente
http://www.diariosur.es/
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