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sábado, 22 de octubre de 2016

Las variables de la empresa, trasladadas al mundo del arte

Convencido de que vino a este mundo más para ser emprendedor que artista, halló una solución que conciliase sus habilidades genéticas con su pasión. Ahora es un popular escultor que aplica las variables de la empresa al mundo del arte.
De abuelo y padre diplomáticos, Felipao empezó a trabajar en multinacionales después de licenciarse por Icade en la rama de Empresariales. Así se tiró 12 años desempeñando cargos de responsabilidad en marketing y ventas. El tiempo libre y los desplazamientos los aprovechaba para visitar museos y galerías donde nutrirse como coleccionista. El mundo del arte lo conocía, pues, como espectador apasionado, pero nunca le había dado por coger un pincel.
Cuenta que el libro de J. Pérez-Orive, Proyecto yo, le ayudó a cambiar el chip y abandonar el calor de la nómina. Negoció el despido con la farmacéutica para la que trabajaba en ese momento y se pasó al mundo del arte partiendo de 0. “Todos me recomendaban que esperase un poco, que intentara compaginarlo.  No, no, no, cuando te metes en una cosa y quieres triunfar con ella tienes que estar al 100% las 24 h. del día. La palabra común de los emprendedores es esfuerzo y el artista es un gran emprendedor porque lo hace todo. Tienes que crear, tienes que producir, vender, distribuir…tienes que hacerlo absolutamente todo y tener mucha confianza en ti mismo. Si, además, cuentas con conocimientos de empresa, mejor”.
El plan de negocio
“El plan de negocio empieza por ser feliz con lo que haces, por eso me pasé al arte. Cuando trabajaba en el mundo de la multinacional me aburría muchísimo y sentía que el calor de la nómina me congelaba el cerebro. Dar el salto al mundo del arte fue todo un reto, sobre todo sin tener ni idea, pero quise convertir mi pasión, que es el arte, en mi profesión”.
El paso siguiente fue matricularse en cursos de pintura y escultura y, ya formado y animado a producir, procedió al renaming. Atrás quedaba Felipe García-Bañón para dar entrada a Felipao. “Mi nombre es Felipao, que es con el que quiero que se me reconozca. Es mi marca, mi brand”.
 “Al final también el arte son las 5 P´s que estudié en la carrera: producto, precio, promoción (publicidad), plaza (canales de distribución) y partners (clientes y colaboradores). Yo trabajo, pero también dedico mucho tiempo a las redes sociales, asisto a conferencias y me expongo. Muchos artistas parecen preocuparse sólo por la parte creativa y desprecian la exhibición pública. Yo no tengo ningún pudor en ese sentido, ni de hacer eco de mi trabajo los medios generalistas,  porque también me interesa el mercado masivo”
Llorar o vender pañuelos
Tampoco se arrenda Felipao cuando aduces que el arte no responde ni a un problema social, ni a una necesidad de mercado. “Muchas de las decisiones que tomamos son emocionales no racionales. Una persona que sale por la mañana a comprarse una escultura, lo hace por impulso, porque desea un objeto que le haga la vida y el entorno más agradable o porque admira la belleza. La gente no es tan racional. Y si no hay una necesidad en el mercado, pues habrá que crearla, que ese es otro de los grandes retos y obligaciones de los emprendedores disruptivos. Yo siempre digo que, en momentos de crisis, se pueden coger dos vías: llorar o vender pañuelos. Cada uno decide en qué lado se pone”.
En cuanto a las ideas, considera que cualquier momento o lugar pueden propiciar su aparición. “Basta con ir con los ojos muy abiertos y saber escuchar”. No aporta más fórmulas.
Y puestos a vender, Felipao aboga por aprovechar todos los canales disponibles. Se vale de las galerías de arte para determinadas obras y público, pero también ha vendido en tiendas físicas y en el entorno digital. “Vendo online en el sentido de que hay obra que es más decorativa ”. El material, el tiempo, la complejidad y la exclusividad son las variables que marcan los precios de sus obras.  
El producto estrella
Gran admirador de la obra de Andy Warhol, su estilo se asocia al arte pop. Hace muchas más cosas, pero sus esculturas más conocidas son las de Poppi, figuras de un bull-dog francés que vende en series limitadas, firmadas y con certificado de autenticidad. Una buena estrategia para estimular la compra por impulso. “Yo hago lo que a mí, como coleccionista, me gustaría tener: un objeto único y un objeto finito en el sentido de hacer series. Poppis hice 500, porque creo que es el número de veces que me dijeron que me olvidase el arte, así que me pareció un número mágico?
-“¿Y no se ha arrepentido?”

“No, pero de nada de lo que he hecho. Creo que, en general, el emprendedor tiene que tener un pequeño tamiz empresarial, es decir que es bueno pasar 3,4,5 años en una empresa, me da igual del tipo que sea, para aprender, ver cómo se lleva una gestión, aplicar un método y unas reglas para luego trasladarlo a tu propia empresa o proyecto,  aunque sea en solitario porque, para mí, el artistas es uno de los emprendedores más solitarios que hay”. 
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