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martes, 27 de febrero de 2018

Berlín, plataforma internacional para las artes y la política

Berlín, plataforma internacional para las artes y la política
Flamante directora. Silvia Fehrmann, a cargo del prestigioso programa que procura abrir oportunidades a los artistas del exterior. Foto: Clarín

La especialista argentina vinculará el trabajo de los creadores extranjeros con la sociedad alemana.    

Pluralizar las historias, dar espacios de expresión a artistas que aporten voces diferentes y permitir que tengan eco en la sociedad alemana. Son metas que se propone Silvia Fehrmann, flamante directora del Programa Berlin Artists-in-Residence del ServicioAlemán de Intercambio Académico (DAAD, por sus siglas en alemán). Antes de empezar a dirigir en enero el programa de residencias para artistas más prestigioso del país, Fehrmann ya tenía peso específico en el mundo de la cultura de la capital alemana, adonde llegó en 2003 tras una larga carrera en el Instituto Goethe y la Universidad de Buenos Aires, entre otras instituciones. Durante una entrevista en su oficina en el Gendarmenmarkt de Berlín, Fehrmann hace una clara defensa de la financiación estatal en el ámbito cultural y de la creación de espacios públicos diversos y plurales.
¿Cuál es hoy el papel del Programa Berlin Artists-in-Residence?
En este momento del mundo en el que los espacios para el arte y la ciencia están asediados, acosados por los nuevos nacionalismos, con países que cuestionan la libertad de expresión y pensamiento de las ciencias y de las artes, a Berlín le toca un papel nuevo, que es ser un centro, una metrópolis en donde la autonomía y la libertad de las artes y de las ciencias permiten crear una plataforma internacional. En efecto, Berlín se transformó en un centro que atrae a científicos y artistas de todo el mundo que saben que acá hay un público educado, muy de vanguardia, como lo tiene Buenos Aires, que acompaña a los artistas más experimentales, y un espacio público para debatir ideas y perspectivas como quedan pocos en el mundo.
¿Y en este contexto qué podés aportar con tu bagaje cultural como argentina?
Viví la dictadura, recuerdo la necesidad que tienen los artistas en los países autoritarios de tener espacios donde oxigenarse, donde producir y pensar en otros términos. Alemania apuesta a la financiación pública de su producción cultural, sus teatros, sus museos, en todas las ciudades, no solo en Berlín, porque aprendió del nazismo y sabe de la importancia de crear espacios públicos diversos y pluralistas. Y esas experiencias, la experiencia de la dictadura y la noción histórica del papel que tiene la cultura en Alemania para mí son muy importantes para pensar mi trabajo y para pensar cuál puede ser el papel de un programa así en estos tiempos. A los escritores y artistas estadounidenses por ejemplo les parece sumamente importante vivir la experiencia de Berlín como una ciudad que sigue siendo democrática.
¿Democrática en términos de espacios?
En términos de espacios públicos, de expresión artística, de coexistencia y debate de ideas y de opiniones... La predisposición a pensar que una ciudad tiene que ser heterogénea y que los conflictos son parte de la democracia, que hay que encontrar la manera de convivir en un espacio común. Un escritor neoyorquino que invitamos a Berlín para dar clases en la universidad, Joshua Cohen, decía hace pocos días que las ciudades son campos de ensayo para la democracia, porque la heterogeneidad y la pluralidad de la ciudad te prepara para entender que el pluralismo es esencial a la democracia.
¿Y qué pueden aportar los artistas que vienen de Argentina o de América Latina?
Pluralizar las historias, dejar en claro que hay distintas maneras de contar la historia, que hay distintas experiencias históricas a las que hay que prestarles atención. En el programa está por ejemplo Teresa Margolles, una artista mexicana que va a hacer una muestra sobre la violencia política y los femicidios. Está también Sergio Raimondi, el poeta de Bahía Blanca que con su poesía civil trabaja sobre otra manera de entender la historia argentina y por tanto la historia global. En el momento en el que podés dar un escenario y una campo de resonancia a esas voces que en sus países buscan su propio camino, tenés la oportunidad única de mostrar que hay muchas historias y muchas maneras de imaginar el mundo y el futuro.
¿Trabajan temas determinados en el programa?
La elección de los artistas la hacen jurados independientes formados por personalidades de cada área destacadas a nivel internacional. No podemos dictar temas. Los artistas se postulan en las áreas de literatura, cine y música contemporánea; en las artes visuales, son nominados por especialistas, críticos y curadores; los jurados eligen con autonomía. Yo no tengo ni voz ni voto. Mi trabajo consiste en crear las condiciones para que los artistas que lleguen encuentren eco en la sociedad alemana.
¿Los nacionalismos intentan acorralar a la cultura?
Los partidos nacionalistas que tomaron el poder en Turquía o en Polonia le dan más valor que nunca a las expresiones culturales, porque quieren uniformizarlas, homogeneizarlas. En Turquía las cárceles están llenas de intelectuales; en Polonia están “limpiando” los libros de historia para contar una historia oficial. Esos países dejan claro que el potencial pluralista de la cultura les parece peligroso. Reconocen tanto el poder de la palabra, del pensamiento y de la imagen que tratan de homogeneizarla, de controlarla.
Hay también un mayor individualismo en lo político, en lo social...
No lo veo así, lo que sí creo es que la transformación digital lleva a un cambio en las maneras en las que consumimos cultura y precisamente por la digitalización se vuelve cada vez más importante el cara a cara, el encuentro, el concierto, la lectura en vivo. Precisamente porque uno se pasa todo el día con una pantalla en la mano se torna más importante el espacio de encuentro con otras personas que también tienen interés en la experiencia estética. En Alemania hay cada vez más público en los festivales de literatura. Hay más gente que va a ver eventos culturales que deportivos. Mientras el capitalismo presiona hacia un creciente individualismo, la gente necesita más y más encontrar espacios donde se pueda pensar que el mundo puede ser diferente.
¿Esto pese a que Berlín está más cara, hay más trabajos precarios, menos espacios de arte alternativo?
Justamente por eso, los espacios culturales están llenos. Donde uno va hay un público ansioso y necesitado de experiencias estéticas. Precisamente porque la vida cotidiana se vuelve más dura, más individualizada, más precaria, uno quiere encontrar momentos de comunión donde pueda ejercer la imaginación y pensar que otro mundo es posible.
Desde la política también hay cierta tendencia a hacer un cálculo costo-beneficio en cuanto a la cultura, en Brasil por ejemplo se intentó cerrar el ministerio...
El cálculo costo-beneficio suele encubrir otros intereses.Pero incluso si argumentamos en términos económicos, quien quiera apostar a la innovación, clave para competir a nivel internacional, necesita espacios de experimentación, y la cultura es genial para crearlos. Los inventos más grandes que hizo Google en los últimos tiempos son el resultado de los llamados “moonshots”, que son experimentos sin sentido, sin finalidad: juegos. En los tiempos que corren, todo país que no se dé cuenta de que hay que apoyar a la cultura peca de ingenuidad, cuando no de estupidez.

La nueva batalla cultural alemana
El pluralismo político v. el resurgir de la extrema derecha​
Desde Margaret Atwood hasta Jim Jarmush, y más recientemente la argentina Samanta Schweblin y el chileno Sebastián Lelio, componen una enorme lista de escritores, cineastas, músicos y artistas plásticos destacados, que pasaron por el Programa Berlinés para Artistas del Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD), desde que se creó, en 1963. La idea fue atraer la vanguardia cultural a una ciudad que había quedado aislada detrás del muro, durante la guerra fría.
La nueva directora del programa, Silvia Fehrmann, cree que hoy los 20 artistas que cada año llegan como “artists-in-residence” pueden aportar su mirada a los debates locales y al discurso crítico.
-Alemania parece ejemplar en términos culturales ¿Ve déficits?
-Desde los años 60, generación tras generación, la sociedad alemana ha tratado de mantener viva la noción de una responsabilidad histórica después del Holocausto. Eso explica que una gran parte de la población haya mostrado tanta solidaridad cuando llegaron los refugiados sirios. Y también es una de las razones por las cuales la autonomía de las artes y de las ciencias tiene rango constitucional y es financiada por el Estado. Es una noción clave para este país definir que la educación y la cultura son bienes públicos, y en ese sentido sí me parece que es un país ejemplar.
Pero eso no significa que no haya que seguir con la crítica y con el debate. Hay una tendencia actual a pensar que se puede volver atrás en la historia y volver a una nación homogénea que nunca existió, que la versión eurocéntrica de la historia es la única que vale. Precisamente hay muchísimos artistas y creadores culturales que trabajan contra esa idea.
- ¿Creés que se está dando una batalla cultural en torno a la identidad, a la memoria y a cómo contar la historia?
- Hay una batalla cultural, decididamente, pero no hay que ponerla en términos de fuerzas iguales. La mayoría de la población vota partidos que son pluralistas, que están a favor de una cultura heterogénea, abierta a lo internacional. Y a la vez hay un fortalecimiento de la nueva extrema derecha, que lleva a plantear discusiones que uno ya creía cerradas.
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