Cuando creíamos haber conseguido la más progresista de las sociedades posibles, al menos entre las paredes de los museos, varias polémicas surgidas al calor de las redes sociales alimentan la sospecha de que vivimos una ola de puritanismo: varios gobiernos han rechazado una campaña publicitaria donde aparecen desnudos del artista Egon Schiele, la petición de eliminar el cuadro de Balthus 'Teresa soñando' del MET de Nueva York... Examinamos el fenómeno de la mano de las mejores expertas.
Cada día se habla más de ello: ¿está sufriendo el arte un ataque por parte de fuerzas censoras y puritanas? Tres han sido los sonados casos que agitan esta polémica: una petición en una plataforma digital de quejas contra la pintura de Balthus 'Teresa soñando', que se expone en el Museo Metropolitan de Nueva York; la retirada de una pintura prerrafaelita de Waterhouse donde aparecen varias ninfas semidesnudas en la Manchester Gallery, y el rechazo en Reino Unido y Alemania a una campaña publicitaria de la Oficina de Turismo de Viena protagonizada por varios desnudos pintados por Egon Schiele.
Sumemos a lo anterior las habituales noticias sobre la censura en Facebook de obras de arte que muestran el cuerpo femenino a las claras, como la Venus de Willendorf; 'La Libertad guiando al pueblo', de Delacroix, o 'El origen del mundo', de Courbet. El goteo es incesante.
El pasado febrero, la Galería de Arte de Manchester desató un clamor viral ante lo que se presentaba como la censura de 'Hylas and the Nymphs' (1896), una pintura de John William Waterhouse que no ahorra, como el resto de obras de una sala llamada 'En busca de la belleza', en desnudez femenina.
Inmediatamente, las acusaciones de puritanismo se mezclaron con un cuestionamiento al movimiento #MeToo para difundir la idea de que la estrechez de miras de las feministas pretende vaciar los museos de obras incuestionables. En realidad, bajar 'Hylas and the Nymphs' formaba parte de una acción de la artista Sonia Boyce quien, con el permiso de la comisaria de la galería, pretendía iniciar una conversación "sobre cómo exponer e interpretar las obras de arte en la colección pública de Manchester".
La eliminación del cuadro es en sí misma una performance, una obra que como tantas otras pretende hacernos pensar desde presupuestos complejos.
"Vivimos un momento en el que se está produciendo una polarización social y, lo que es aún peor, una banalización del pensamiento que afecta a todo el cuerpo social", explica Nuria Enguita, directora de Bombas Gens Centre d'Art (Valencia). "El espacio de la opinión pública ha desaparecido para dar paso a una sociedad mediática manipulada por quienes manejan los datos, una sociedad global que erosiona cualquier posibilidad de pensamiento complejo", afirma esta comisaria y divulgadora del arte.
Efectivamente, ¿quién no hace clic cuando desde un titular se anuncia 'censura'? Para Enguita, lo interesante es sortear estas maniobras y, efectivamente, suscitar un diálogo. "La búsqueda de una mayor equidad social, también en el mundo del arte, pasa por revisar críticamente el legado cultural y transformarlo, no por eliminarlo ni por reducir su significado. La manipulación interesada por parte de cualquier fanatismo, sea del signo que sea, nos empobrece enormemente y no participa de una auténtica lucha por los derechos de todas".
La petición de que el MET de Nueva York hiciese desaparecer de sus paredes 'Teresa soñando' (1938), de Balthus, por ejemplo, no procedió de ninguna instancia artística, institución feminista o asociación política, sino de la iniciativa de una particular, Mia Merrill. La secundaron con un clic 11.600 personas más. Merrill esgrimía que la obra promueve "el voyeurismo y la cosificación de los niños" y pedía la retirada del cuadro, o que el museo advirtiese de su contenido ofensivo.
El MET se ha negado a ambas peticiones, aunque en 2014 sí consideró que debía advertir a los visitantes de la exposición 'Balthus: gatos y chicas', de que sus pinturas podían resultar ofensivas. ¿Qué ha cambiado de 2014 hasta aquí?
A raíz de la explosión de atención mediática al #MeToo, asistimos a una inevitable y largamente esperada disputa pública por la interpretación de las obras de arte. Gracias a las redes sociales, hoy sí llega al gran público cómo la mirada feminista reta el relato único de la tradición artística. Se resquebraja el monopolio en la producción de sentidos y repuntan actitudes a veces nerviosas y a la defensiva.
Lourdes Moreno, directora del Thyssen Málaga, encuentra sensato que los museos hagan un esfuerzo por aportar contexto a las piezas que se van desconectando de los valores de nuestro tiempo. "La obra de arte que se expone en estas instituciones está descontextualizada del tiempo y del lugar en el que fue creada, de los valores de la época y de los motivos que condujeron a su realización. Por ello es preciso su interpretación, generalmente más necesaria cuanto más alejada está en el tiempo de su producción y cuanto más diferente sea la civilización o sociedad que la generó. Es misión del museo informar a los visitantes y ofrecer un contexto y documentación adecuados sobre la obra, siempre teniendo en cuenta que ningún espacio, ningún discurso, es neutral".
Montse Aguer, directora de los tres museos de la Fundación Gala-Salvador Dalí, también está a favor de proporcionar cierto marco de sentido a las obras, aunque incide mucho en la necesidad de buscar una escrupulosa equidistancia. "Creo que la contextualización es buena y cumple una función educativo-divulgativa, y también que debe buscar ser lo más objetiva (o neutral) posible. Si bien la objetividad total no existe, hay que intentar un contexto neutral".
Aguer encuentra que, efectivamente, existen "excesivos repuntes de puritanismo y de lo políticamente correcto que diluyen la capacidad crítica constructiva necesaria para que las sociedades avancen". Por su parte, Moreno señala la paradoja a la que se ve sometida la obra de arte cuando, al ofrecerse como "forma de pensamiento", se encuentra con el recibimiento del "criterio de la multitud a través de las redes sociales": "Se ha diluido el valor de la crítica cualificada frente a un empoderamiento de la opinión pública no necesariamente formada. Los valores para defender/justificar un criterio con autoridad han perdido peso específico. Vivimos en una sociedad del ruido. Y este es enemigo de la reflexión".
Enguita sí quiere separar este puritarismo sobrevenido del feminismo: son cuestiones distintas. "No podemos mezclar ambas cosas. Ese puritanismo constituye una amenaza real hacia sistemas complejos de entender el mundo como pueden ser el arte, la literatura o las imágenes".
El puritanismo al que se refiere Enguita tiene que ver con el rechazo de Reino Unido y Alemania a aceptar la campaña de la Oficina de Turismo de Viena que celebra el centenario de la muerte de Egon Schiele (1890-1918). La razón: la tachan de pornográfica.
Tres de sus maravillosos desnudos han tenido que censurarse parcialmente para lucir a gran tamaño en las estaciones de metro de Londres y Berlín. Un texto que reza "Lo siento. Ya tiene cien años pero aún es demasiado atrevido para hoy" tapa pechos y genitales en los retratos. Sin embargo, estas manifestaciones de pudor no tienen nada que ver con el feminismo, como tampoco está relacionada con él la reprobación habitual de cuerpos femeninos en Facebook o Instagram.
La censura puritana actual tiene mucho que ver con la manera en que la sociedad moralista de hace un siglo se escandalizaba ante los desnudos con vello púbico de Modigliani o el contundente 'Rape' (violación) de Magritte, que en 1934 se exhibía oculto tras una cortina y solo para simpatizantes surrealistas.
Nekane Aramburu, directora del Museo Es Baluard (Palma de Mallorca), abre otra posibilidad de debate sobre la función que estos relatos de supuesta censura pueden tener en el contexto del arte. "Estos gestos desvían la atención de la auténtica problemática de las prácticas artísticas desde un punto de vista feminista: la mayor visibilidad de mujeres artistas, la presencia femenina en los centros de poder o el rechazo a estereotipos y modos de relación verticales".
Para María José Egaña, presidenta de la Asociación de Mujeres en las Artes Visuales (MAV), la censura vinculada a la moral puritana solo es una estrategia más para borrar a las mujeres de la historia: "Lo más preocupante que acecha a las artistas es la desigualdad que provoca que no estén o no tengan la oportunidad de llegar a los lugares que se merecen: los equipos directivos y las colecciones de los museos más importantes".
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