Pintor y escultor, creador del «Guernica»
No hay, con permiso de Cervantes, mejor embajador de la Marca España en el mundo que Pablo Picasso. Su genio, lejos de agotarse, sigue tan vivo o más 45 años después de su muerte. No hay centro de arte que se precie que no lo incluya en su calendario expositivo: Picasso y la televisión, Picasso y la cocina, Picasso y las mujeres, Picasso y la guerra, Picasso y su barbero, Picasso y Lump (su perro), Picasso visto por los fotógrafos, Picasso frente a maestros clásicos, modernos o contemporáneos, Picasso frente a Picasso... Filón inagotable y visionario (lo hizo todo en el mundo del arte, antes y mejor que nadie), el público parece no cansarse nunca de él. Lo adora. También el mercado, cuyas obras continúan al alza. Su récord en subasta, 179,3 millones de dólares por «Las mujeres de Argel (versión O)». Siempre es un valor seguro. Ven la luz biopics televisivos (Antonio Banderas, otro malagueño universal, se ha metido en su piel en uno de ellos), biografías y monografías sobre su trabajo. Hijos, nietos, familia política... Todos viven, y muy bien, de la multimillonaria marca Picasso, la gallina de los huevos de oro del arte del siglo XX.
Actualmente, y solo por nombrar las principales citas internacionales, la Tate Modern de Londres exhibe una muestra centrada en su producción de 1932 («Amor, fama, tragedia»), su Museo de Vallauris aborda los años que pasó en esa localidad francesa, donde descubrió su pasión por la cerámica y donde conoció a su última esposa, Jacqueline Roque; y el Museo d’Orsay de París abrirá en septiembre una exposición que promete ser histórica sobre sus cotizadas y codiciadas etapas azul y rosa. Si con sus «Señoritas de Aviñón» nació el arte moderno, con el «Guernica» gestó el icono del siglo XX. Es el cuadro más viajero (de 1937 a 1992 se trasladó 45 veces entre más de 30 ciudades de Europa y América), herido (su frágil estado aconseja que no vuelva a moverse) y deseado de la Historia (lo reclamó obsesivamente Miguel Zugaza para el Prado y lo sigue haciendo el País Vasco).
Picasso lo pintó en 1937, en solo 33 días, en su estudio de la Rue des Grands-Augustins de París. Fue inmortalizado por la cámara de su entonces musa y amante Dora Maar. Encargo del Gobierno de la República para el pabellón español de la Exposición Internacional de París de aquel año, el último exiliado español llegó a nuestro país, procedente del MoMA neoyorquino (hasta entonces su casa), en 1981. Es la joya de la Corona del Museo Reina Sofía, que celebró en 2017 sus 80 años con una excepcional exposición y un exhaustivo portal monográfico en internet.
El Minotauro, el caníbal (según su nieta Marina), el mujeriego, el aficionado a los toros, el genio. Hay tantos Picassos como aristas tienen sus obras cubistas. Y todos ellos resultan igualmente fascinantes y deslumbrantes.
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