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martes, 21 de enero de 2014

El arte de las vanguardias

         Las señoritas de Aviñon


La obra de Picasso Las Señoritas de Aviñón (Les Demoiselles d'Avignon), pintada entre la primavera y el verano de 1907, supone el punto de arranque del cubismo. En una especie de escenario se muestran cinco mujeres desnudas, representadas con ojos desnivelados, rasgados, de enorme esquematismo que nos remiten al arte primitivo. La innovación comienza, pues, en el tratamiento de los rostros de las propias figuras, despersonalizadas, concebidas como máscaras en lugar de caras.
Los antecedentes de los personajes femeninos remontan a las primeras civilizaciones. Las normas de la pintura del antiguo Egipto se sitúan en la figura de la izquierda, con el ojo de frente y lo restante en perfil, mientras la escultura ibérica influye en el modelado de las cabezas de las dos centrales. Los dos mujeres situadas en el lado derecho de la composición tienen claras reminiscencias del arte africano. Presentan salvajes distorsiones, principalmente la que aparece en cuclillas, cuyo rostro está concebido en planos cóncavos cortantes.
Desde el punto de vista estilístico, es muy interesante comprobar la diferencia entre las tres figuras de la izquierda, relativamente suaves, y las dos de la derecha, mucho más agresivas.
El arte africano fue lo más sorprendente y significatico de la época. André Derain, Maurice de Vlaminck o Henri Matisse ya se habían interesado por él, y parece que fue precisamente Matisse quien indicó a Picasso que estas esculturas podían encontrarse en una tienda de la calle Rennes de París, aunque pudo también ver una estatuilla en el taller de Derain. En cualquier caso, parece más pausible que el pintor malagueño visitara el Museo del Hombre en la primavera de 1907, y que sólo entonces recibiera tal impacto.
La innovación afectó también a la relación de las figuras con el entorno circundante. Al presentar las figuras, los objetos y el espacio sin diferenciación alguna rompe con la tradición. La distorsión por medio de planos hace desaparecer los modelos renacentistas de construcción espacial. En efecto, es en este aspecto donde radica la originalidad del cuadro. Aunque hay un principio de deformación, el objeto permanece todavía más o menos figurativo.
Durante meses, Picasso realizó dibujos previos, cada vez más simplificados, eliminando lo anecdótico para quedarse únicamente con el espacio y las figuras. En un principio se trataba de cinco mujeres y dos hombres en la habitación de un prostíbulo, en torno a una mesa con frutas, flores y cortinas. En principio, la figura sentada era un marinero, y la que entraba por la izquiera, un estudiante que llevaba una calavera. Placeres de la carne y de los sentidos se enfrentaban a la muerte, configurando una nueva "vanitas" a la manera barroca, para reforzar la ironía académica.
En el cuadro definitivo han desaparecido las figuras masculinas vestidas y las flores, quedando los desnudos centrales que miran al espectador y un frutero, como recuerdo explícito a Cézanne.
El esquema de Las Señoritas está relacionada con las últimas Bañistas de Cézanne y con obras de él derivadas como las de Matisse, Alegría de vivir y Lujo, calma y voluptuosidad.
Las Señoritas de Aviñón, de 243 x 233 cm, es un óleo sobre lienzo que se expone en el Museum of Modern Art de Nueva York (MOMA).
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