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Una visión particular de la historia

Las investigaciones  del Dr. Richard E. Leakey en el África, tratando de encontrar los orígenes del hombre nos ha trasladado a un pasado de casi 2 millones de años, mucho más antiguo de lo que se pensaba. Sin embargo, las teorías que se elaboraron tras estos hallazgos se vinieron abajo con los hallazgos más recientes que se han producido en Etiopía. Las probabilidades de que el Homo Sapiens o su supuesto antecesor el  Homo Erectus hubiesen desarrollado un lenguaje hace unos  6 millones de años empieza a tener visos de realidad. Richard Erskine Frere Leakey (19 de diciembre de 1944, Nairobi, Kenia), es un paleontólogo, arqueólogo, ecologista y político. Es el segundo de los tres hijos de los arqueólogos Louis Leakey y Mary Leakey. Richard Leakey nace y se cría en una familia de arqueólogos, siendo sus dos padres mundialmente famosos por el descubrimiento de fósiles homínidos e instrumentos de millones de años de antigüedad. El trabajo de campo que sus padres realizaban influyó en su formación despertando su interés por la naturaleza y por la evolución de la vida. Sin embargo, decidido a independizarse y no seguir el camino de sus progenitores, Richard opta a la edad de dieciséis años por dejar la escuela secundaria y trabajar en diversas actividades, como vendedor de animales y esqueletos a instituciones de investigación, como fotógrafo de safaris y más tarde entrenándose como piloto de avión. Sin embargo, redescrubrirá paulatinamente lo que él llama su amor por la paleontología, actividad que lo acompañaba en su entorno familiar desde su infancia. Trabajando en la recolección de fósiles con Kamoya Kimeu, Leakey aprenderá a distinguirlos y clasificarlos, adquiriendo así toda su formación profesional de lo que observaba y oía en las excavaciones. Habiendo conocido en una expedición en Kenya a Margaret Cropper, Richard viaja a Inglaterra cuando ella retorna, completando allí sus estudios secundarios. Sin embargo, ambos decidirán casarse y regresar a Kenya sin proseguir estudios universitarios..
La primera gran excavación en la que Richard Leakey se involucra tuvo lugar en 1967. Dicho año había asumido el liderazgo de una expedición realizada por un contingente internacional, formado por keniatas, franceses y americanos, en un safari al Valle inferior del Omo, en Etiopía. Al regresar en aeroplano, una tormenta obligará al piloto a desviar su curso y es entonces cuando Leaky divisa accidentalmente en las periferias del Lago Turkana una vasta área de arenisca y otros depósitos sedimentarios, material donde pueden encontrarse fósiles. Tras visitar el área más tarde y cerciorarse de ello, Leakey solicitará y obtendrá de la National Geographic Society una subvención de 25 mil dólares para una primera excavación. A lo largo de los años, el fruto del trabajo en esta zona serán los fósiles de más de 160 homínidos y la dedicación plena en los próximos años de Leakey a la paleontología. Sus descubrimientos más importantes de fósiles homínidos se verán en África Oriental. En 1967 en el valle del Omo, en Etiopía. En 1969, un cráneo de Paranthropus boisei. Luego un cráneo de Homo habilis en 1972 y otro que se calsificó como Homo erectus en 1975. En 1978, un cráneo intacto de Homo erectus. En 1984, Kamoya Kimeu, un integrante del equipo de Leakey, encontró, cerca del Lago Turkana, el esqueleto completo de un niño de 12 años o menos, con antigüedad de por lo menos 1,5 millones de años, clasificado como Homo erectus u Homo ergaster. Leakey y Roger Lewin describieron este hallazgo del Niño de Turkana en su libro Origins Reconsidered (1992). Al poco tiempo, Leakey y su equipo descubrieron un cráneo de la especie Paranthropus aethiopicus. Su esposa Meave Leakey y su hijo Louise Leakey continúan aún sus investigaciones al norte de Kenya.
En la esencia del hombre está la de buscar comunicarse. Esto también es aplicable a los animales, pero con medios distintos. Los elefantes y las ballenas se comunican con sonidos de onda larga capaces de ser percibidos a cientos y en algunos casos a miles de kilómetros de distancia; algunas especies de pájaros de las islas Galápagos con sus chillidos e inflando enormes bolsas de aire de color rojo debajo del cuello, durante la época del apareamiento; los camaleones de Madagascar se comunican mediante cambios de color; los mosquitos y otras especies de insectos lo hacen con sonidos de diferente longitud de onda producidos por sus alas, que son recogidos por las antenas del interlocutor; los mamíferos y cientos de otras especies, tanto animales como vegetales, se comunican con olores y colores de gran diversidad, y así sucesivamente.  La lista sería interminable.  Se considera que las especies se extinguirían si no pudieran comunicarse. Se considera que el arte de la supervivencia está ligado al arte de la comunicación.
El Dr. Leakey sorprendió al mundo científico durante la segunda mitad del siglo XX con hallazgos y teorías  que hoy día nos parecen poco sólidas.  Sin embargo, gracias a personas como el Dr. Leakey la ciencia de la antropología ha logrado avanzar algo, aunque con mucha mayor lentitud que los avances tecnológicos. ¿A qué se debe este desfase?  Seguramente la respuesta está en el miedo al ridículo profesional por parte de científicos serios y  a las escasas evidencias que existen, que en muchos casos no parecen suficientes a los medios científicos o académicos.  Hay que tener en cuenta que una catástrofe como el célebre Diluvio Universal, hace unos 12.000 años, en que se produjeron maremotos con olas de varios centenares de metros de altura, se supone que barrió todo vestigio de vida y de edificaciones de la faz de la Tierra. África está en el punto de  mira como el origen de la raza humana y en cambio se considera a Asia como la cuna de la civilización. Y con cierta frecuencia se encuentran nuevas pistas y  fragmentos fósiles que nos dejan perplejos. Por ejemplo, los hombres de Java y de Pekín pueden tener 500.000 años y son considerados ancestros próximos al Homo Sapiens, mientras que otras evidencias encontradas en la China lo mueven a 1 millón de años atrás. Las cifras normalmente aceptadas para establecer un antepasado que ya caminaba en forma erecta y tenía dientes parecidos a los nuestros, se remontan a  unos 1.700.000 años. La aparición del hombre con características de la familia de los homínidos, diferenciado de la familia de los simios, se remonta a unos 1.400.000 años, a comienzos del período cuaternario.
Sin embargo, todos estos hallazgos y teorías fueron puestos en cuestión gracias a  Yohannes Haile Selassie, un joven estudiante de antropología etíope,  que en 1977 encontró, a 225 km de Addis Abeba, en una zona árida y rocosa,  los restos de una mandíbula inferior que situó el origen del Homo Erectus entre 5,2 y 5,8 millones de años de antigüedad. Desde entonces se han encontrado restos de manos, pies y brazos de 11 individuos, atrapados en sedimentos de ceniza volcánica. Es llamativo el hecho que no se hubieran encontrado cráneos u otras partes del cuerpo, dando a suponer costumbres caníbales, que parece fueron algo bastante habitual durante largas épocas. Este caso se parece a los hallazgos más recientes de unos restos humanos apilados procedentes de la cultura moche en el Perú. La cultura moche, también llamada cultura mochica, es una cultura arqueológica del Antiguo Perú que se desarrolló entre el 100 a. C. y el 800 d. C. en el valle Moche teniendo como capital al territorio que actualmente se denomina Huacas del Sol y de la Luna en la región La Libertad, ésta cultura se extendió hacia los valles de la costa norte del actual Perú. Las sociedades moche desarrollaron una compleja tecnología de canales de riego, evidenciando amplios conocimientos en ingeniería hidráulica y ampliando la frontera agrícola. Además, hicieron uso intensivo del cobre en la fabricación de armas, herramientas y objetos ornamentales. Fueron considerados los mejores ceramistas del Perú antiguo gracias al fino y elaborado trabajo que realizaron en sus cerámicos. En ellos representaron a divinidades, hombres, animales y escenas significativas referidas a temas ceremoniales y mitos que reflejaban su concepción del mundo, destacándose la asombrosa expresividad, perfección y realismo con que los dotaban.
Políticamente, las sociedades moche —de fuerte segmentación en clases sociales— se organizaban en señoríos comandados por autoridades religioso-militares. En general la cultura mochica tuvo un gran desenvolvimiento en la zona de la costa del norte del Perú. En esta zona se desarrollaron de una manera impresionante, construyendo grandes templos que dejan gran parte de su legado. Fue algo muy avanzado el tener un sistema de irrigación y una forma de controlar el río con motivo de regar el casi desierto que era el norte del territorio, al igual fueron grandes maestros al tratar el metal y el oro. Por sus dioses castigadores, la representación de dioses decapitadores era muy común, siendo el decapitador principal Ai Apaec, quien también era el dios supremo y la principal deidad de los mochicas. Estos dioses muestran clara influencia de la cultura chavín, que fueron anteriores a ellos (los moches). Se puede apreciar el parecido en los colmillos y las formas felínicas en algunos. Los sacrificios humanos eran practicados por los mochicas con fines religiosos. El mar ejercitó sobre los mochicas un atractivo especial. Los habitantes de la cultura mochica tuvieron gran experiencia como pescadores y eso lo demuestra las antiguas embarcaciones que usaban y que hasta ahora se siguen fabricando denominadosCaballitos de Totora. Los moches tenían un gran desenvolvimiento como pescadores en las costas cercanas al valle moche en el norte de Perú. Provistos de sus caballitos de totora, que ya tenían cerca de tres mil años de antigüedad entonces, se convirtieron en diestros pescadores, de la misma manera que organizaron expediciones que arribaron hasta la isla de Chincha para extraer el guano, tan eficiente para el abono de las chacras. Poseían también naves guerreras que eran tripuladas por más de tres o cuatro personas y que transportaban a grupos militares o a los prisioneros vencidos en las guerras. No son distintas a las fabricadas por los mochicas y otras culturas desde el 1000 a. C.
Según las evidencias encontradas, lo que marcó la diferencia fundamental fue el bipedalismo. Aunque aparentemente las ventajas de caminar a cuatro patas son muchas, parece que las ventajas de hacerlo con dos debieron ser mayores y esto hizo que la costumbre persistiera y la especie evolucionara en esta línea. Sin embargo, por lo que parece, el proceso evolutivo en este sentido todavía continúa. Por ejemplo, en los Estados Unidos la ciencia de la quiropráctica pretende completar el camino que aún le falta a la evolución.  Al menos el 30 por 100 de la población mundial sufre de dolor de espalda y las lesiones en la columna son comunes en la especie humana debido al bipedalismo.  Esto quiere decir que todavía no nos hemos adatado suficientemente a esta modalidad de movilidad. Según investigaciones efectuadas, con la edad los cartílagos de los huesos de la columna se aplastan y las vértebras se sueldan formando una estructura rígida. Es común encontrarse con lesiones o hernias entre la tercera y la quinta vértebra lumbar. ¿Podría ser debido a que se produjo un salto repentino mediante manipulación genética, que se saltó millones de años de evolución? (ver artículos en este blog sobre los Anunnaki y Sumer). Tan pronto el estudiante etíope publicó sus estudios, un equipo de investigadores franceses dijo tener pruebas de que el Homo Erectus se remontaba a 6 millones de años. Vemos que lo que se creía en el siglo XIX que era el antepasado más antiguo del hombre, con escasos 50 mil  años, ha saltado recientemente a una cifra que parece desconcertante. Pero para sorpresa de los antropólogos,  las evidencias que van apareciendo ponen en serias dudas las bases arqueológicas y antropológicas oficialmente aceptadas. Teniendo en cuenta  que se piensa que el hombre desciende del “pleisidapis”, una especie de ardilla gigante que existió hace más de 70 millones de años y que el hombre de Neanderthal desapareció exterminado por el de Cro-Magnon hace escasos 30 mil años, podemos entender la perplejidad existente.
Últimamente se han descubierto vestigios de que la raza humana actual tiene algunas características del Neanderthal y que se produjo algún cruce ocasional entre  estos y el hombre de Cro-Magnon  Con el hallazgo de pruebas en todos los continentes, el origen del Hombre se remonta cada vez a épocas muchísimo más antiguas que las propuestas, en donde sorprendentemente el “pleisidapis”  aparece curiosamente como una especie más reciente que el  mismo hombre, que se consideraba una evolución del mismo. A inicios del siglo XXI en la Exposición de Viena se expusieron cientos de objetos antiquísimos de origen desconocido, algunos de los cuales mostraban extraños mecanismos y ponían de manifiesto que el origen del hombre es mucho más antiguo de lo que se pensaba. Existe una gran diferencia entre vestigios humanos petrificados, fosilizados o momificados. La cabeza del hombre de Pompeya es un vestigio humano petrificado. La cabeza cubierta por la lava, al enfriarse en su contacto con el aire, se conservó en forma casi intacta. Una especie de momia de piedra de  2000 años. Recientemente Discovery Channel quiso demostrar, mediante el análisis del ADN de un grupo de personas, que todo el linaje humano provenía de una pareja única, que vivió en el  África meridional  hace unos 128 mil años. Si bien es cierto que el linaje humano puede trazarse con muestras de ADN hasta un origen  específico, la pregunta que queda por contestar es si la primera pareja humana tuvo su residencia en ese lugar o si no existieron otros grupos humanos mucho más antiguos, provenientes de otra pareja única, y que desaparecieron.
La Biblia afirma que el paraíso terrenal estuvo entre los valles del Tigris y el Eufrates. Pero las catástrofes, las guerras y el paso de los siglos parecen haber escondido toda huella. La reciente guerra de Estados Unidos con Irak, aún colaboró más a destruir nuestro pasado, con bombas y saqueos. ¿Existía un plan secreto para hacer desaparecer vestigios comprometedores?  En Bagdad puede visitarse un árbol plantado en el supuesto lugar donde existió el paraíso terrenal. Pero de ahí a la verdad hay un largo trecho. La fosilización es un proceso diferente, mucho más lento, que necesita millones de años y que supone que un resto orgánico es recubierto por capas de arena y sales en un proceso sedimentario sometido a grandes presiones,  que terminan convirtiendo el compuesto molecular orgánico en compuestos de carbón, como el carbonatos de calcio. Es fácil desintegrar un fósil si se somete a una inmersión en ácido sulfúrico u otros ácidos. Y los fósiles de amonitas más recientes que conocemos tienen unos 40 millones de años. Las manos humanas fosilizadas antes comentadas han sido examinadas por universidades y laboratorios norteamericanos y se calcula que pueden tener una antigüedad de unos 130 millones de años. Esto es asombroso si consideramos las teorías sobre la evolución humana y los hallazgos encontrados. Entonces nos tenemos que hacer la pregunta: ¿En qué queda toda la teoría antropológica actual? Esta formidable prueba es una más que va completando poco a poco el puzzle  de la historia, más antiguo, complejo y misterioso de lo jamás imaginado. Ahí es donde tenemos que volver a plantearnos que grandes catástrofes han borrado gran parte de las huellas del hombre antiguo (ver artículo “Evidencias de civilizaciones perdidas – ¿hallazgos en eras geológicas imposibles?”)  
Es como si el ángel descrito en el Génesis hubiese defendido con su espada de fuego el camino de regreso a esa historia del paraíso perdido y desaparecido en el tiempo. Es como si cada intento del hombre en su búsqueda de la eternidad hubiese sido boicoteado, tal como sucedió con los misteriosos incendios de bibliotecas con manuscritos milenarios.  Tal vez por la misma mano que barrió  la Atlántida y las ciudades de Sodoma y Gomorra. Analizando las huellas fosilizadas dejadas por una mano como si fuera un molde, pudo observarse que la mano parecía de un niño o adolescente y que los dedos índice y medio parecían haberse hundido con más fuerza en esa especie de lodo o lava fosilizados millones de años atrás. También pueden observarse las huellas de gigantescos pies humanos entremezcladas con las de dinosaurios en varios lechos rocosos a las orillas del río Paluski, en los Estados Unidos, y que son otro testimonio de que el hombre, una  enigmática raza de gigantes, convivió con los grandes dinosaurios de la prehistoria. Otros testimonios nos han llegado de piedras gravadas en Ica (Perú), en donde hombres y dinosaurios se disputaron el hábitat o aprendieron a convivir (ver artículo “¿Existió una civilización que coexistió con los dinosaurios?”).  Hoy día conocemos cómo la evolución humana tomó varios caminos que llevaron a la extinción del Homo Erectus antes de llegar al Homo Sapiens. Otras veces, grandes civilizaciones antiguas  perecieron por terribles catástrofes cósmicas. Innumerables pruebas demuestran que el hombre llegó a convivir con los grandes saurios de la prehistoria. También tenemos el misterioso capítulo 6 de la Biblia,  que se refiere a los Nefilim, así como el libro de los Números cuando habla de los hijos de Anac.  Parece como si el  laberinto de nuestros orígenes se vaya clarificando cada vez más, a pesar de las reticencias de la ciencia oficial.
Los Nefilim o Nephilim (“derribadores”) son, en la Biblia y otros escritos religiosos judíos y cristianos tempranos, un pueblo de gigantes o titanes que se mencionan en el Génesis 6:4 y en el Libro de los Números 13:33. Los Nefilim son hijos de los “hijos de Dios” y las “hijas del hombre“. Según la traducción, el término nefilim se ha traducido variadamente por “gigantes”, “titanes” o aún se ha dejado en el original hebreo. Para los arameos, el término Nephila se refirió específicamente a la misteriosa constelación de Orión, y así los Nefilim serían descendientes medio divinos de esta constelación. Según la Biblia, los Nefilim aparecen como el deseo contranatural de algunos ángeles inicuos de tener relaciones sexuales con las mujeres de la tierra. Y aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra y les nacieron hijas, al ver los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas. Entonces dijo Yahvé: «No contenderá para siempre mi espíritu en el hombre, porque ciertamente él es carne; pero vivirá ciento veinte años». Los nefilim se hallaban en la Tierra en aquellos días, y también después, cuando los hijos del Dios [supuestamente verdadero] continuaron teniendo relaciones con las hijas de los hombres y ellas les dieron a luz hijos, estos fueron los poderosos que eran de la antigüedad, los hombres de fama.
Igualmente los gigantes son nombrados en otros textos considerados apócrifos, tales como el Libro de Enoc: (de la biblia etíope); presenta una descripción más detallada sobre los gigantes bíblicos. El diluvio universal, y como consecuencia la destrucción de toda la humanidad fue provocada por estos seres, que no habrían sido creados según los planes de Dios, y  no tienen capacidad espiritual y por tanto no tienen resurrección. Similarmente se trata según otras versiones, de la descendencia de los ángeles caídos y las hijas de Caín, de donde surgió esta raza con el fin de sabotear los planes de Dios, cruzándose y contaminando la descendencia de Adán. (Ne-phil’-im, significa derribadores). La palabra Refaim se interpreta también como fallecido o muerto. También se habla de ellos en el  Libro de los Jubileos (la biblia etíope), y complementa la historia presentada en el Libro de Enoc. En Baruc leemos: “Allí nacieron los famosos gigantes de los primeros tiempos, de gran estatura y expertos en la guerra. Pero no fue a ellos a quienes Dios eligió y les dio el camino de la ciencia; ellos perecieron por su falta de discernimiento, perecieron por su insensatez“. Y en el Libro de la Sabiduría (un libro Deuterocanónico de la Biblia) se dice: “Así también, al comienzo, cuando murieron los orgullosos gigantes, la esperanza del mundo se refugió en una balsa (Arca de Noé) que, conducida por tu mano (Yahvé), dejó al mundo la semilla de una nueva humanidad“.
El término además del Génesis, vuelve a utilizarse para designar a una raza de gigantes en Números: “Cuando Moisés envió a los espías a la tierra de Canaán, regresaron con la noticia de que allí habitaban gigantes….. También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes: y éramos nosotros, á nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos á ellos”. En el Deuteronomio se explica que: “Los emitas habitaron en ella antes, pueblo grande y numeroso, y alto como los hijos de Anac. Por gigantes eran ellos tenidos también, como los hijos de Anac; y los moabitas los llaman emitas. Porque únicamente Og rey de Basán había quedado del resto de los gigantes. Su cama, una cama de hierro, ¿no está en Rabá de los hijos de Amón? La longitud de ella es de nueve codos, y su anchura de cuatro codos, según el codo de un hombre“. En el Eclesiástico  dice : “¿Acaso, siendo joven (David), no mató a un gigante y extirpó el oprobio del pueblo, cuando lanzó una piedra con la honda y abatió la arrogancia de Goliat?”. De acuerdo a la tradición rabínica, los Anakim (anaquitas), Refaim (refaitas), Gibborim,Zamzummim, y Emim (emitas), son de la misma raza Nefilim, y todos son nombres que se traducen por “gigantes”. Se habla de ellos como de una antigua tribu cananea, que vivía en las colinas de Judá y en la llanura filistea (Hebrón, Debir, Anab, Gaza, Gath, Ashdod). Habitantes originales de Canaán, ocupaban el Líbano y el área del Monte Hermón, se separaron al norte de la costa de Siria y Transjordania donde construyeron una cadena de ciudades fortificadas. Vivían en la región que más tarde ocuparon los moabitas y los amonitas, los primeros les llamaron emitas, y los segundos les llamaban zomzomeos.
En la época patriarcal, el rey Quedorlaomer y sus aliados los subyugaron cuando invadieron Transjordania. En la parte occidental de Palestina, se aliaron y entrecruzaron con los Caftorim, que habían venido desde Creta y se establecieron en las áreas costeras, siendo conocidos como filisteos y fenicios. En el relato bíblico en el que “Israel derrota a Og rey de Basán“, se señala que luego de la campaña por diferentes territorios, Porque únicamente Og rey de Basán había quedado del resto de los gigantes. Su cama, una cama de hierro, ¿no está en Rabá de los hijos de Amón? La longitud de ella es de 9 codos, y su anchura de 4 codos, según el codo de un hombre. El filisteo Goliat, habría sido refaíta y medía seis codos y un palmo de estatura (cerca dos metros y medio a tres metros), su hermano fue un gigante que se llamó Lahmi (“de pan” o bien “de Lahmu”). Algunos sugieren que habrían construido muchos de los monumentos megalíticos que se encuentran en Transjordania, especialmente los “dólmenes” en las cumbres de los montes. Estos eran tumbas formadas por grandes losas de piedra con forma de una habitación: cuatro losas formaban las paredes y una el techo. Como no se ha encontrado ni una sola tumba no profanada, y no se han recuperado utensilios ni trozos de cerámica de ellas, no se sabe quiénes las levantaron ni en qué tiempo fueron erigidas esas estructuras. El nombre (anak = gigante) se explica en el Midrash con una indicación de que llevaban cadenas al cuello.  Anac, era hijo de un Refaíta, probablemente hijo de Arba, y sus hijos fueron Sesai, Aiman, y Talmai, cabezas de los clanes arameos. Estos nombres parecen ser arameos, pero su significado no es claro. Los Anakim fueron vencidos por Caleb. Cuando Yahvé da la tierra de Moab, a los hijos de Lot, se dice que esa tierra había sido habitada por los emitas, “pueblo grande, numeroso y corpulento como los anaquitas”.
  
Es como si nos hubiéramos puesto una venda en los ojos para negar que en un pasado remoto existieron civilizaciones tal vez superiores a la actual. Entre las evidencias de ello  tenemos los hallazgos de momias de los indios guanche en las islas Canarias, que demuestran cómo en un pasado relativamente reciente esas islas estuvieron habitadas por una raza de hombres con una estatura promedio de 2,10 metros. Pero lo más sorprendente es que la capacidad craneana de estos indios guanches era de 2000 cm3, claramente  superior a los 1600 cm3 del hombre actual. En la costa nororiental de África se halló el esqueleto de una mujer tres veces más alta de lo normal y en Grecia y Hungría se hallaron otros esqueletos gigantescos. Las evidencias de estos  hallazgos  plantean hipótesis desconcertantes sobre el verdadero origen del hombre. No faltará quien diga que estos esqueletos están mezclados con huesos de elefantes.  Pero se sabe que han existido razas de gigantes en el pasado y lo mismo podrá suceder en el futuro. También puede darse el caso contrario, en donde una raza de gigantes pueda sufrir un proceso de mutaciones y adaptaciones que la lleven a reducir los tamaños. Con los antiguos dinosaurios de hecho pasó esto.  Jonathan Swift, en su obra “los viajes de Gulliver” nos intenta dar pistas al respecto. Uno de los secretos más antiguos, extraños y desconcertantes se remonta apenas al período conocido como la glaciación de Worms, hace unos 12 000 años. Recientemente un grupo de paleontólogos y arqueólogos peruanos anunció el descubrimiento de las ruinas incas de Caral, cerca de Lima y a sólo 18 kilómetros del mar. Estas ruinas sitúan al hombre americano en un periodo de hace  más de 4000 años, más o menos la misma época que la antigua civilización egipcia. Sin embargo se equivocan, ya que las ruinas de Tiahuanaco, construido hace al menos 12.000 años, son aún  más antiguas. Esto lo conecta a una civilización aún más antigua,  probablemente  las civilizaciones de la Atlántida o Mu.
  
Hatshepsut reinó durante 17 años, gobernando Egipto en la época  de un nuevo renacimiento.  Y su sucesor,  Tutmosis III,  fue uno de los faraones más importantes de Egipto,  habiendo sido superado únicamente por Ramsés II,  durante la siguiente dinastía. El templo de Hatshepsut, construido sobre terraplenes en el Valle de los Reyes, tiene dos rampas que lo conectan entre sí. Su arquitectura modular es mucho más avanzada que cualquier otra de su época. La espectacularidad y adaptación al sitio donde está colocado lo hacen quizás el templo funerario más sofisticado e importante de Egipto, compitiendo en popularidad solamente con Abú Simbel. Existe una curiosa coincidencia entre esta arquitectura modular y la descrita por Platón en relación a los edificios atlantes. La arquitectura inca en  Perú y los edificios modulares de la cultura azteca en Uxmal presentan un lenguaje arquitectónico común. De acuerdo con la teoría propuesta por Velikovsky, se identifica a Hatshepsut con la legendaria reina de Saba, que fue la soberana que sedujo con sus encantos e inteligencia al rey Salomón A ella se refieren sus cánticos cuando exalta a la mujer, presentándola como el mayor tesoro del hombre si es virtuosa. La reina de Saba por su parte, había asesinado a su primer marido, un malvado ministro de la época del reinado de su padre, siendo tan grandes sus encantos y su inteligencia que logró opacar a las 700 esposas y 300 concubinas del rey Salomón. Según la leyenda, tenía las piernas peludas y un pie de cabra (esto coincide curiosamente con algunas imágenes de la época sumeria), que fue sanado al pisar un espejo de vidrio que simulaba agua. Esta fue una trampa de Salomón para obligarla a levantarse la falda a fin de no mojarla cuando tuvo que cruzarlo.
El templo funerario de Hatshepsut parece haber sido utilizado por el mismo rey Salomón para guardar parte de sus inmensas riquezas en el corazón de la montaña. Pero no se ha encontrado aún ninguno de los legendarios tesoros de Salomón y de la reina Hatshepsut. Sin embargo, existe otra teoría que establece a la reina de Saba, también conocida como la reina Balquis, en otro lugar. En 1958, el norteamericano Wendell Phillips descubrió lo que podría tratarse de la octava maravilla del mundo antiguo. Al excavar en el desierto de Marib,  la antigua capital de Saba, aparecieron los primeros vestigios de un templo de la Luna, con un intrincado laberinto subterráneo. Hasta el presente, con la ayuda de radares, se ha descubierto, bajo la arena,  un inmenso complejo urbano con extraordinarios templos y palacios y un inmenso dique con murallas de 35 metros de altura y 60 metros de espesor que implican una sofisticada cultura  relacionada con el agua, la cual nos remonta de nuevo a la civilización atlante. Sólo se ha examinado una pequeña parte de Balquis,  con resultados realmente impresionantes. Se han encontrado valiosas esculturas de bronce, piedra y alabastro. El historiador griego Diodoro Sículo del siglo I a. C., escribe así acerca de los sabeos: “Este pueblo supera en riqueza y derroche a todos los seres humanos. Poseen múltiples copas labradas en oro y plata, camas y asientos de tres pies hechos en plata…”. La destrucción de Balquis en el siglo VII a. C., es todavía un misterio. Algunos la asocian con un fuerte terremoto y otros con una erupción volcánica. Sin embargo, todo parece coincidir con una catástrofe planetaria de grandes proporciones.
Recordemos que con anterioridad al siglo VII a.C., el planeta Venus no aparece en ningún recuento planetario, ni en las crónicas o estelas de los imperios egipcio, asirio-babilónico, azteca, maya o inca. El nacimiento de Venus, como noveno planeta del sistema solar,  debió suceder como consecuencia de tremendas catástrofes planetarias. Según parece, al desprenderse una de las lunas de Júpiter y chocar contra Marte,  en una órbita cercana a la Tierra, la órbita terrestre, así como la velocidad de traslación de nuestro planeta alrededor del Sol, debieron alterarse de manera considerable, produciendo contracciones en las placas tectónicas y grandes cataclismos, como diluvios, huracanes, maremotos, terremotos y erupciones volcánicas,  que afectaron de manera significativa toda la Tierra, haciendo desaparecer parte de las civilizaciones existentes. La represa de Balquis debió derrumbarse y el otrora inmenso oasis desapareció.  Ignoramos si hubo supervivientes o no, pero nos quedan las leyendas y las inmensas ruinas y tesoros cubiertos por la arena del desierto, como una inmensa y riquísima Pompeya del pasado, esperando ser desenterrada. Una de las tumbas más sorprendentes jamás descubiertas fue la tumba de Tutankamón, el faraón adolescente asesinado de una puñalada detrás de la oreja, tal como lo demostró el análisis de su cráneo. De apenas 18 años, estaba casado con su media hermana, la hija menor de Amenofis IV y Nefertiti. A su vez, las verdaderas causas de la muerte de Amenofis se encuentran rodeadas de misterio y apuntan a la intervención directa de su esposa, Nefertiti, quien fue la más beneficiada con su muerte. El supuesto padre de Tutankamón, Akenatón, fue un faraón hermafrodita que ordenó le esculpieran una estatua en que se le representa con sensuales labios y enormes caderas y senos.
Akenatón, el creador del monoteísmo, obligó a su pueblo al culto del Sol y se casó con Nefertiti, anterior mujer de Amenofis  y una de las mujeres más hermosas de la época. Howard Carter, el descubridor con lord Carnavon, de la tumba de Tutankamón en 1922, fue el único, entre casi dos decenas de personas que tuvieron contacto directo con la tumba, que no pereció por la supuesta maldición que amenazaba a los que osaran profanar el reposo eterno del faraón. Nefertiti sirve de prueba para demostrar que la conexión entre Egipto y América existió sin lugar a dudas. Si la belleza legendaria de Nefertiti recorrió los mares incendiando las mentes de quienes quisieron representarla en América para no olvidarla, por otra parte, algunos secretos relacionados con ella son más fáciles de descubrir que otros. Cuando se observa el  esbozo preliminar en piedra que hizo el escultor de la cabeza de Nefertiti, que se encuentra en el Museo de El Cairo, mientras que la escultura original policroma se encuentra en el Museo de Berlín, se descubre la intensa pasión y profunda ternura con que el escultor plasmó el rostro de Nefertiti sobre la piedra. Aún hoy día pueden verse las líneas negras trazadas con carbón sobre la piedra pulida, demostrando la simetría perfecta del rostro y esbozando la delicadeza y ternura de los labios y la finura de las cejas. Se es capaz de amar a Nefertiti y algo del amor que el escultor debió sentir al contemplarla. Si fue su amante o no, la historia no lo cuenta. Pero lo que la mano del escultor no pudo esconder fue la pasión y la delicadeza con que quiso captarla y la profunda emoción que sintió al hacerlo. A juzgar por la expresión del rostro de la soberana en el esbozo preliminar, ella debió sentir una enorme atracción por su escultor y no pudo esconderla ni en su mirada, ni en el rictus de sus labios.
Habiendo estado Nefertiti casada con un hermafrodita y habiendo estado tan consciente de su belleza como lo fue, no me queda difícil suponer la existencia de un amor secreto entre ella y su escultor. Aún sigue envuelto en el misterio el hecho de que el escultor nunca hubiese terminado el ojo izquierdo del busto policromo que se encuentra en el Museo de Berlín. Es comprensible que Nefertiti, envidiosa del prestigio de su antecesora, Hatshepsut o reina de Saba, quien seguramente aprendió del rey Salomón su culto monoteísta, se inspirara en estos conocimientos llegados a Egipto, para influenciar a su marido Akenatón a trascender junto con ella, modificando el culto politeísta prevaleciente hasta entonces por uno monoteísta, adoptando al Sol como dios único. Al adoptar su nueva identidad, Nefertiti desaparece de la historia de Egipto, se disfraza de hombre joven, rapándose la cabeza y utilizando una barba postiza. Sus senos pequeños, los disimula aprisionándolos con vendas contra el cuerpo, y todo este camuflaje es llevado hasta su muerte. La momia conocida como K. V. 35 llegó a engañar a los mismos antropólogos, pero no su perfil, que es idéntico al busto del Museo de Berlín.
Akenatón murió asesinado por uno de sus hermanos y ministro suyo y es muy factible que este complot fuera planeado por Nefertiti y en él también participara su escultor. El apetito de esta mujer por el poder y por el sexo, podría compararse con el de Catalina de Rusia siglos después. Insaciable en todo hasta la muerte, pone de manifiesto su ninfomanía y su vanidad insatisfecha en los crímenes que rodearon su reinado. La funesta muerte de su hijastro Tutankamón sucesor de su padre Akenatón, el odiado faraón que trasladó el asiento del imperio a Tell-el-Amarna, bien pudo ser parte de las intrigas de su madrastra. El matrimonio de Tutankamón con su media hermana, hija de Nefertiti, fue una de las opciones para asegurar la continuidad del linaje (aquí podemos ver una de las costumbres de los “dioses” sumerios, de unirse a sus hermanastros/as). Los secretos de esta bella mujer de apariencia serena y tan letal como el veneno de la cobra permanecieron velados hasta hace muy poco, al ser descubierta una momia real de identidad oculta, guardada en un sarcófago con un rostro de burda talla y nariz desfigurada. Mientras la cabeza policroma del Museo de Berlín muestra una mujer serena, fría, elegante, calculadora, orgullosa y segura de ser la más bella, la cabeza esbozada del Museo de El Cairo nos muestra la más cálida, ardiente y vulnerable de todas. Nefertiti quiso deshacer parte de la obra de su odiado esposo Akenatón, que en algún momento fue impulsada por ella misma y gracias a esto pudo mantenerse en el poder, cambiando su nombre por el de Nefernefuatén.
Habiendo reinado con dos faraones, intentó ella misma gobernar el imperio después de la muerte de Akenatón, pero su prestigio como gobernante no pasó a la historia con mucho brillo y sus obras tampoco. A diferencia de la reina Hatshepsut, quien con la construcción de su tumba y templo funerario, dejara el monumento más importante del Valle de los Reyes, la gloria de Nefertiti se le debe no sólo a su efímera belleza sino al talento y pasión de su escultor. Si la tumba de Tutankamón fue de una riqueza extraordinaria, no cabe en la imaginación pensar lo que debió contener la tumba de Ramsés II quien, después de 3200 años, obligó a la humanidad a subir 80 metros los dos templos monumentales de Abú Simbel para que no desaparecieran bajo las aguas de la represa de Asuán. Este es uno de los más trágicos errores de ingeniería ambiental de la historia, en donde se rompió el ecosistema natural de fertilización de las tierras adyacentes a las orillas del Nilo. El proyecto realizado por los rusos, impide al Nilo Blanco depositar a todo lo largo de su curso hasta el delta con el Mediterráneo, el limo que baja de las montañas de Etiopía traído por su único afluente, el Nilo Azul.  Hoy en día parte de los tesoros egipcios se hallan sumergidos y custodiados por los enormes y bien alimentados cocodrilos de hasta cinco metros de largo que se pasean por la presa de Asuán, mientras los agricultores de las orillas del Nilo y del delta del Mediterráneo, tienen que gastar enormes sumas en fertilizar la tierra de forma artificial, a fin de poder alimentar a más de cincuenta millones de pobladores que se localizan a lo largo del río.
  
Esta vez la historia toma un giro diferente y la razón es que Ramsés II es el punto de unión visible entre un antiguo pasado bíblico y el comienzo de una nueva era para el pueblo judío en lo que conocemos como el “paso del mar Rojo”. Fue Ramsés II quien sufriera las misteriosas “siete plagas de Egipto” y contendiera con su hermano adoptivo, el mismo Moisés. Dos pueblos, el uno secuestrado por el otro, con dos religiones opuestas diametralmente: la egipcio, con creencias politeístas y la semita, creyente en un solo Dios. Uno de los secretos más largos de la humanidad fue el pacto entre Ramsés II y su enemigo Muwatari, rey de los hititas. A finales del siglo XIX, el equipo de arqueólogos ingleses que buscaba reconstruir parte de la historia del pueblo hitita, remontó el río Orontes y llegó a un extraño descubrimiento que cambió el concepto que se tenía de los hititas, enemigos ancestrales de los egipcios y de Ramsés II, aquel soberano egipcio de la 19 dinastía o de lo que podría considerarse la época de oro del nuevo imperio. Ramsés II fue ese faraón-dios, ladrón de estatuas a las que marcó con su nombre, y si lo comparamos con un personaje histórico más reciente, uno de los que más se le aproximan es el papa Julio II durante la época del Renacimiento romano.  El papa Julio II, representante de Dios en la Tierra, constructor incansable de monumentos y a quien se le debe entre otras cosas la basílica de San Pedro en la Ciudad del Vaticano, tal como la conocemos hoy en día, logró reunir a los mejores arquitectos, escultores, pintores y artífices para reconstruir una ciudad y un templo que perpetuasen la memoria de su nombre y dieran gloria a Dios. Gracias a él, Roma pudo interconectarse por medio de una serie de plazas formando un anillo, lo cual dio a luz la ciudad barroca más interesante de ese entonces y una de las más bellas del mundo en la actualidad. El caso de Ramsés II, con algunas variaciones, no es del todo diferente. Su mayor semejanza reside en su gigantesco ego y en el deseo de trascender, no sólo como hombre sino como dios mismo. Los templos de Abú Simbel son uno de tantos ejemplos, así como su deseo de reconquistar el reino hitita sometido a Egipto durante los siglos XVI y XV a. C. Otra de sus grandes obras fueron las adiciones a la sala hipóstila del templo de Amón, en Karnak, en la actualidad con 122 columnas de hasta cinco metros de diámetro y 21 metros de altura, así como el Ramaseum de Tebas para guardar las momias de animales sagrados, momias que aún se conservan. Poseyó las dos coronas unidas en una sola (el loto y el papiro) simbolizando la unión del Alto y del Bajo Egipto.
Sin duda, Ramsés II, o Ramsés el Grande, fue el faraón que presenció el supuesto gran milagro en el mar Rojo, cuando Dios (o lo que nosotros creemos eran unos seres extraterrestres)  sepultó bajo las aguas al ejército egipcio que perseguía a los israelitas comandados por Moisés. Cuando contemplamos su momia, nos damos cuenta que es el único hombre del mundo antiguo que menciona la Biblia, cuyo cuerpo y rostro han llegado hasta nosotros. Su primogénito murió durante la séptima plaga la víspera de la pascua judía, cuando el ángel exterminador dio muerte a todos los primogénitos de Egipto. Conocemos que Ramsés II es el padre del primogénito muerto, por los relieves que se encuentran a la entrada de la rampa del templo de Abú Simbel. Su vida no fue particularmente feliz, pues aunque tuvo más de cien hijos con sus diferentes concubinas, su amada esposa Nefertari a quien él llamara “la estrella que ilumina mi vida”, murió muy joven y en recuerdo suyo aún nos queda el pequeño templo de Abú Simbel con sus esculturas en piedra de 10 metros de altura. La duda es si Nefertari fue egipcia o fue la hermosa hija de Muwatari, el rey hitita de Cadés. Sea lo que fuere, Ramsés II parece no haberse vuelto a casar. El recuerdo de Nefertari o la belleza de su esposa hitita le compensaron sus muchos desvelos y dolores hasta pasados los setenta años. Ramsés el Grande también se recuerda en la mitología griega y en ciertas tradiciones chinas con el nombre de Ti-Fong o Tia-Faong de donde viene la palabra “tifón”. La momia del cuerpo de Ramsés II, para quien vaya a Egipto, puede verse en el Museo de El Cairo, cubierta por una urna de cristal, al lado de la de su padre Seti I, el faraón agricultor que ordenó plantar de grano el imperio, de un extremo al otro.
Después de haber sido violada la tumba de Ramsés II, en el Valle de los Reyes, al otro lado del Nilo, en lo que es considerado el Nilo de la muerte, frente a los templos de Karnak y de Luxor, su momia y los tesoros de su tumba fueron trasladados a una gruta escondida y vendidos poco a poco durante casi 800 años por parte de una familia de ladrones de tumbas. Finalmente un sarcófago con la inscripción de Ramsés II fue encontrado abandonado con muchos otros sarcófagos y momias, gracias al descuido de un mercader de objetos robados en El Cairo. El saqueador, al negociar alguna pieza de gran valor histórico, no supo cubrir sus pasos pudiéndose rastrear el origen de la misma hasta dar con el escondite donde se hallaba la momia del faraón, no sólo abandonada sino desposeída de todos sus tesoros. La momia, al ser trasladada al Museo de El Cairo como parte del medio millón de piezas que reposan como testimonio de los cinco mil años que duró el imperio faraónico, el más largo de la humanidad, fue colocada sin la urna de cristal, con la que puede verse hoy día, dentro del sarcófago de madera que le servía de soporte. Su cabeza al descubierto dejaba ver un hombre delgado y severo de unos 72 años de edad, de nariz fina y aguileña, con el cartílago tronchado por miles de siglos de la presión de las vendas contra el cuerpo; de labios finos y delgados que le daban a la cara una expresión parca y severa; de ojos grandes rasgados y profundos y párpados pesados. Seguramente sufrió de conjuntivitis, como lo demuestra la representación de la cuarta máscara de Tutankamón, debido al viento seco y a la arena del desierto. El pelo aún podía verse sobre el cráneo y la piel negruzca por el tiempo y por el proceso de embalsamamiento, y daba la impresión de ser una especie de cáscara que en algunas partes se había caído, dejando ver la tráquea y el cuello largo y elegante del soberano más importante y quizás menos convencido, al final de su vida, de su propia divinidad.
El proceso de momificación requirió de un sofisticado procedimiento de varios días, en los que se limpió el cadáver extrayéndole los órganos internos y dejándole el corazón, para ser luego recubierto con grandes cantidades de sal. La sal absorbió la humedad, secando el cadáver y dándole esa apariencia negruzca y un poco arrugada. El cerebro se extrajo por la nariz utilizando una especie de ganzúa, no sin antes haberle inyectado, utilizando las fosas nasales, vino de palma datilera del desierto. Este procedimiento permitió con el trabajo previo de destrozo realizado por la ganzúa, el de licuar la masa encefálica, de tal manera que al voltear el cadáver boca abajo, un líquido producto de este proceso salió fácilmente por las fosas nasales. Este proceso de curado, heredado de tiempos más antiguos, era bien conocido por los egipcios, quienes supieron conservar el pescado después de retirarle las vísceras y cubrirlo de sal. Después de retirar la sal del cadáver, se colocaron en el interior del cuerpo de Ramsés, joyas, talismanes y piedras preciosas y se le envolvió cuidadosamente en vendas de lino, las cuales fueron recubiertas con resinas y perfumes. Estudios posteriores de rayos X demostraron el pésimo estado de la dentadura de Ramsés II, quien debió sufrir de dolor de muelas casi toda su vida. Estas prácticas fueron condenadas por los coptos y miradas como diabólicas debido a su alto contenido de magia y a la nueva perspectiva de la vida eterna y de las relaciones de alma y cuerpo dadas por el cristianismo. Sin embargo, durante el Medioevo y otras épocas más recientes, se utilizó la técnica de embalsamar a los cuerpos de algunas almas ejemplares para preservarlos como recuerdo para la posteridad.
El santo y gobernante más famoso que permanece incorrupto en su ataúd, es san Fernando III de Castilla, primo hermano de san Luis, rey de Francia e hijo de Alfonso IX de León, quien ganara la famosa batalla de las Navas de Tolosa el día de san Andrés y que diera con ese hecho a que la X, recordando la forma como fue crucificado este santo, fuese el origen de las armas de España. San Fernando, fallecido en Sevilla en el año de 1252 d. C., es padre de Alfonso X el Sabio, este último, gracias a la ascendencia de su madre doña Beatriz de Suabia es el biznieto de Federico Barbarroja y considerado el último heredero que se disputara el cetro y la corona del Sacro Imperio romano-germánico. San Fernando, padre y esposo ejemplar, fue magnánimo en sus conquistas y guerras contra los moros. Se le considera el patrono de los ingenieros por su hábil maniobra al remontar el río Guadalquivir en grandes barcazas acopladas con quillas de metal que le permitieron romper las cadenas tendidas por los moros sobre el río. La toma de Sevilla después de tres años de asedio es un ejemplo de paciencia y perseverancia militar. Logró expulsar a Ceuta a los moros de España a excepción del reino de Granada. Fue descendiente directo del famoso Cid campeador y su ataúd, en la catedral de Sevilla, se abre al público una vez al año, el día de su fiesta el 29 de junio. Se dice que  Dios premia a sus santos muchas veces con el don de la incorruptibilidad y con el olor a santidad antes y después de la muerte, mientras que se afirma que el final de los gobernantes que lo han combatido destruyendo a su Iglesia es todo lo contrario. Pero seguramente en esta afirmación hay algo de subjetividad.
De todos modos, conocemos como Herodes el Grande, que ordenara la matanza de los inocentes y que se afirma que fundó, en el año 43, lo que fue el inicio de una secta secreta s, se dice que murió comido en vida por los gusanos y en medio de olores putrefactos. El caso de Enrique VIII, rey de Inglaterra, quien decretara la muerte de algunas de sus infortunadas esposas y estableciera el gran cisma protestante con objeto de permitir su desenfreno, es parecido, muriendo también en la misma forma. Lo contrario puede decirse de María Magdalena. Al abrirse su sarcófago en el monasterio enclavado a orillas de una montaña en territorio israelí, que guardaba su cuerpo después de casi 2000 años, salieron de él olores de bálsamos y perfumes exquisitos. De todos modos, volvemos a decir que la historia muchas veces se escribe de acuerdo con la ideología del autor.  En época reciente, un necrólogo de la Universidad de Colorado, con la ayuda del cuerpo de un ajusticiado por sus crímenes y que había donado su cuerpo para fines de la ciencia, logró probar cómo se obtenía una momia, siguiendo los procedimientos seguidos por los egipcios y utilizando sus mismos instrumentos. El cuerpo del ajusticiado fue seccionado luego en cortes finísimos con una sierra especialmente construida para este fin. Cada sección fue digitalizada y computarizada dando como resultado la primera momia digital de la historia. La razón por la cual la momia de Ramsés II fue cubierta por una urna de cristal no se debió solamente al fin de protegerla del deterioro ambiental y de las manos de los curiosos sino que, después de su traslado al Museo de El Cairo una mañana de abril, se hallaban los encargados de la limpieza de aquel lugar quitando el polvo, con esmero, de algunos objetos en el salón de las momias cuando la momia de Ramsés II se incorporó de repente quedando sentada sobre el sarcófago, con el terror y dicen los que recuerdan el incidente, la muerte repentina de la persona que presenció el suceso. La razón fue quizás el cambio de temperatura que contrajo algunos de los tejidos y vendajes de la momia produciendo este fenómeno.
Lo que más debió sembrarle dudas a Ramsés II acerca de su divinidad no fue su permanente dolor de muelas sino el descubrimiento realizado por la misión de arqueólogos ingleses en las orillas del río Orontes, que pudo corroborarse con los fragmentos recogidos y armados de las escrituras de los templos hititas y que desmentía la historia egipcia sobre la batalla. Conocemos esta batalla gracias a fuentes literarias y arqueológicas, pues el faraón Ramsés II lo convirtió en el tema principal de su reinado y en todos sus templos existen relieves narrando dicha batalla.  ¿Contra quién luchaban? En especial contra el mayor enemigo para Ramsés, el Hitita Muwatalli. En los templos de Abú Simbel puede verse que cada uno de los colosos sentados de veinte metros de altura representan a Ramsés II. La sola nariz de uno de ellos mide 1,20 metros. Dos colosos están colocados a lado y lado de la entrada al templo al cual se ingresa por medio de una rampa decorada con relieves de la famosa batalla de Cadés contra los hititas. Los supuestos vencidos van marchando atados por el cuello bajo el cuidado amenazador de soldados egipcios blandiendo sus extrañas espadas con apariencia de enormes cucharas. Dentro del templo se cuentan historias de la grandeza y el valor de Ramsés II en su gran campaña contra el reino hitita en donde su rey cayó prisionero junto con sus guerreros a manos de Ramsés II. Otras pinturas muestran al faraón desde su carro de guerra cazando leones, dando mudo testimonio del valor del soberano. Cuando  el sol ilumina las estatuas del fondo del templo, pueden verse que están destruidas parcialmente por los coptos después de que los primeros cristianos se distribuyeron  por el antiguo imperio, utilizando los templos egipcios para sus cultos y desfigurando a martillazos las imágenes de los falsos dioses. Dependiendo de la lente con que se mire, la historia puede juzgarse de diferentes maneras.
Con el incendio y destrucción de la Biblioteca de Alejandría, en el delta del Nilo, se perdieron 500 000 libros con la más acerba recopilación de conocimientos del mundo antiguo y la humanidad tuvo que arrancar de nuevo tratando de acordarse y de reconstruir su propio pasado. Quizás la mano del que llamamos  Dios permite ciertas cosas para preparar otras. Quizás la fuerza de la palabra con que llegó el cristianismo no hubiera sido posible si se hubiera confundido con tanto conocimiento acumulado que venía siendo arrastrado desde el mundo antiguo. Seguramente muchas ideologías y dioses de la Antigüedad tenían que ser desmoronados para preparar la difusión del cristianismo. Mirando la historia sin fanatismo, el incendio y destrucción de la mayor recopilación de conocimientos del mundo antiguo es una de las pérdidas más grandes de la humanidad. Si lo que los sacerdotes del Templo de Sais le contaron a Solón en escasas 20 páginas resumidas por Platón en el Critias basta para hacer tambalear muchas de las teorías sobre el origen de las culturas de la humanidad, dejando enormes huecos que los científicos aún no pueden explicar, vale la pena imaginar por un momento, el enorme caudal de conocimientos matemáticos, tecnológicos, médicos, medicinales, astronómicos e históricos que perecieron con ese incendio. Hoy día, debido a nuestra falta de información y de perspectiva, hemos logrado recopilar escasos 5000 años de historia antigua y resumirla en enciclopedias llenas de mitos y leyendas, como la Enciclopedia Larousse de escasas 500 páginas.
Siguiendo con el hilo de la historia, Ramsés II movido por sus deseos de ampliar las fronteras de su imperio y derrotar de una vez por todas al reino hitita, o tal vez movido por su humano deseo de ser admirado y respetado y creyéndose por aquel entonces el más poderoso ser de la historia, el faraón-dios capaz de poseer y desplegar toda la fuerza de su propia vanidad, decidió conquistar la ciudad de Cadés, centro del Imperio hitita de aquel entonces. Habiendo sido Ramsés II el inventor de la caballería debidamente entrenada para la guerra, los coches egipcios eran ágiles y livianos y el mismo Ramsés II se ufanaba de cazar leones utilizando uno de ellos. Esto sumado a la creencia de su linaje divino le daba la suficiente ventaja psicológica para pensar en un triunfo fácil y así apoderarse de las riquezas de Cadés y de paso cubrirse de gloria. Ramsés reunió un ejército compuesto por 20.000 hombres y lo dividió en cuatro batallones de 5000 hombres cada uno: el Pta (creador de la Tierra y padre de todos los dioses, de todos los seres y de los comienzos, representado por una momia con los símbolos de la vida, el poder y la estabilidad), el Ra (dios sol, creador del universo, con forma de ser humano y cabeza de halcón), el Isis (diosa de la naturaleza) y el Osiris (dios de la muerte). Los batallones marcharon en ese orden en cuatro grupos compactos a la manera tradicional de aquel entonces, el soberano en el centro del último batallón, para en caso de ser derrotado el ejército, los soldados, formando un cuadrado con el faraón en el centro podían presentar tres frentes de lucha, creando una salida en la parte posterior y permitiendo el escape del soberano si fuese necesario.
En el año 1274 a. C., al llegar al río Orontes, Ramsés II hizo un alto en el camino y permitió a sus hombres descansar. Esa fue la primera vez que los egipcios vieron la nieve coronando las crestas de las montañas sirias. Al amanecer del siguiente día, el ejército comenzó a remontar el río por la margen izquierda dirigiéndose a la ciudad de Cadés. Muwatari, por su parte al enterarse de los movimientos de su adversario hizo un despliegue de astucia, diplomacia, inteligencia y estrategia militar, adelantándose a la famosa tenaza de Alejandro Magno que vendría 2900 años después. Llamó a sus dos ministros de más confianza y les ofreció enormes riquezas y dominio sobre grandes extensiones de tierra a cambio de ser sumisos a su plan. El rey por su parte no profirió ninguna amenaza contra sus ministros en caso de ser rechazado y estos se dieron cuenta que era mejor adherirse a los planes del rey y recibir la recompensa prometida que caer en desgracia con él. Muwatari parecía tener un plan simple pero con posibilidades de éxito. Sus dos hombres de más confianza deberían caer prisioneros en manos de Ramsés II y cada uno por separado, debería afirmar que la ciudad de Cadés no tenía sino una sola puerta: la de frente al río, siendo esta la clave de toda la estrategia, pues la ciudad tenía una puerta trasera, escondida en las murallas.
Muwatari dividió su ejército en dos y partió al encuentro de Ramsés. Salió por la puerta posterior de la ciudad marchando en forma de dos grandes medias lunas a la manera de una enorme tenaza y se dirigió a un punto en donde el río presentaba colinas a lado y lado de sus dos orillas. Allí las dos grandes alas de su ejército fueron alineadas a lo largo del río y escondidas por las colinas de la vista del ejército de su adversario. Los ministros por su parte lograron su cometido cayendo prisioneros en manos de Ramsés II y al ser interrogados por separado, lograron convencerlo con la mentira planeada por Muwatari: que la ciudad sólo tenía una sola puerta de acceso: la de frente al río y a los campos sembrados de trigo. Al llegar el ejército de Ramsés II al punto escogido por el rey de Cadés, el ala que se encontraba sobre la margen izquierda apareció sobre el filo de las colinas y comenzó a disparar sus flechas contra el ejército del faraón. Al verse sorprendidos por el ataque, las tropas trataron de llegar a la otra orilla a fin de refugiarse y poderse reagrupar detrás de las colinas de la margen derecha del río, pero en ese momento apareció por encima de ellas la otra mitad del ejército del rey hitita y masacró a los invasores. Las pérdidas humanas de los hititas fueron mínimas mientras que el ejército de Ramsés II fue destrozado por completo, sobreviviendo apenas 200 hombres de la guardia personal del faraón. Y este último, por instrucción expresa de Muwatari, salvó su vida.
La historia muchas veces se repite y se superpone. Otro de los grandes engaños que recuerda la historia nos lo cuenta el historiador griego Herodoto, cuando narra cómo durante las guerras pérsicas en el año 480 a. C., el griego Efialtes traicionó a su propio pueblo causando la muerte del rey Leonidas I y sus 1400 hombres, 300 de los cuales eran los feroces espartanos, en lo que se conoce como el Paso de las Termópilas. En el año 191, en ese mismo sitio, el rey seléucida Antíoco III el Grande fue también derrotado al tratar de detener a los romanos. Pero de vuelta a nuestro relato, aquí puede verse la inteligencia y la grandeza del rey de Cadés. A diferencia del rey persa que siglos más tarde diera muerte al rey Leonidas, no torturó ni le quitó la vida a su adversario. Por el contrario, le ofreció parte de sus riquezas y a su propia hija para que la convirtiese en su esposa y volviese a Egipto con otra historia: la de haber derrotado a su adversario con grandes pérdidas de ambos ejércitos, habiéndole perdonado la vida a su enemigo y tomando a su hija y sus riquezas, obligándolo a un tratado de paz el cual tendría vigencia mientras alguno de los dos soberanos estuviese vivo. Esta paz duró setenta años. La paz más larga alcanzada nunca por la humanidad. Si bien el rey de Cadés demostró su grandeza, puede decirse lo mismo de Ramsés II que supo guardar su palabra con honor y su humillación con astucia y discreción. La guardia personal de Ramsés II debió mantener el secreto hasta la tumba a fin de evitar su vergüenza y tener que pagar con su propia vida la traición de revelar la verdad de la derrota.
El secreto quedo sellado y se construyeron los monumentos de Abú Simbel para conmemorar la falsa victoria de Ramsés II. Pero las excavaciones de los ingleses a lo largo del río Orontes demostraron lo contrario. No se encontraron espadas ni escudos hititas a lo largo de las orillas del río, sólo los de los egipcios. Los fragmentos de las tabletas encontradas en los templos hititas revelaron el resto de la verdad y descubrieron un secreto guardado por más de 3200 años. Algunos historiadores afirman que fue en el año 1258 a. C., que Ramsés firmó el tratado de paz y aceptó casarse con la hija del rey de Cadés, poniendo también fin al litigio de tierras, pero esto contradice la verdad de los hallazgos arqueológicos. Si Ramsés regresó con la hija del rey hitita en calidad de prisionera, a fin de disimular su derrota, es posible que no se hubiese casado con ella sino hasta el año mencionado. Si por otra parte, existió un tratado en ese año de 1258 a. C., de seguro fue para ratificar el primero suscrito 14 años antes y es posible que a raíz del mismo, Ramsés II hubiese decidido declarar públicamente su aceptación al matrimonio con la hija del rey de Cadés (¿Nefertari?), la cual fue no solamente bella sino de una gran inteligencia, comparable a la de su padre, por haber logrado la fidelidad y el amor del soberano más importante de la historia por aquel entonces. Las bodas de Ramsés II quedaron registradas en la historia egipcia como una de las más fastuosas de la humanidad.
Como hemos visto algunas veces,  se oculta la verdad o la verdad se oculta de nosotros. Otro ejemplo ligado a Egipto, tierra misteriosa en donde la verdad se oculta y aparece cuando quiere, tiene que ver con el descubrimiento o más bien redescubrimiento de las fuentes del Nilo Blanco por parte de sir Richard Francis Burton y John Hanning Specke en 1858. Hablamos de redescubrimiento, pues ya los griegos tenían noticia del origen del Nilo en el centro del África oriental, en los Montes de la Luna. Aunque Burton y Specke descubrieron juntos el lago Tanganica, la odisea de llegar hasta las fuentes del Nilo Blanco casi le cuesta la vida a Burton con el debilitamiento, la fiebre y la diarrea que contrajo un par de días antes de llegar al lago Victoria. Por su parte Specke murió asesinado posteriormente en Londres en oscuros hechos tal vez relacionados con su descubrimiento, la noche anterior a su programada visita al Royal Geographical Society en 1864. Esta visita tenía como propósito un enfrentamiento con Burton, a fin de poner punto final a la controversia de quién había sido el verdadero descubridor de las fuentes del Nilo. Este crimen nunca probado hizo que la sospecha recayera inicialmente sobre Burton. Sin embargo, y gracias a sus descubrimientos y a sus traducciones y obras literarias, Burton fue armado caballero en 1886. La odisea de Burton y Specke y el éxito de su descubrimiento, se debió al hecho afortunado que tuvo Burton al organizar esta expedición pensando que la forma de encontrar las fuentes del Nilo Azul, no era remontando el río sino más bien partiendo del mar Rojo, atravesar el África hasta encontrarse con el río o con sus fuentes.
Fue así como los ingleses descubrieron el lago Victoria. Specke dejó abandonado a su compañero Burton a causa de su enfermedad, que casi lo lleva a la muerte y cuando llegó al lago, se devolvió afirmando el haber descubierto las fuentes del Nilo. Specke sólo corroboró su descubrimiento hasta 1862. Pude encontrar en Londres con facilidad la estatua de Specke más no la de Burton. Este sueño de la humanidad de descubrir las fuentes del Nilo se convirtió en realidad con la tenacidad y la intuición de estos dos exploradores. Una expedición que duró casi tres años y en la cual participaron cerca de mil hombres. Una expedición en la que otros muchos fracasaron, como el Dr. Livingstone, quien fue encontrado solo y casi loco, perdido en medio de la selva. Hoy día los ingleses recuerdan con humor la sorpresa de Burton al hallarlo y exclamar: “Dr. Livingstone… presume”. Este descubrimiento sería hoy algo muy sencillo siguiendo el curso del río con ayuda de la fotografía satelital. La historia está escrita. El destino de algunos hombres que deben llevar a cabo empresas gigantescas, no se debe al azar. La frase de los ingleses siempre se cumple a cabalidad como una ley inexorable de la historia: “hay un momento y un tiempo para todo”. Los tiempos deben estar maduros y en el momento preciso, aparecen los ejecutores, siendo guiados por manos invisibles aún más poderosas que las propias.

En el mes de marzo del 2001, la revista egipcia Rose El-Yussuf publicó la foto de la momia de un humanoide, la cual demuestra el contacto y una posible intervención en la construcción de las pirámides de seres sin duda más parecidos a los tripulantes de Roswell que a nosotros. Puede verse que tiene manos con solo cuatro dedos, la longitud de los brazos con relación al torso, la desproporción del tamaño del cráneo con respecto al resto del cuerpo y la longitud del mismo (1,10 m aprox.). El reportaje que acompaña la foto afirma que en los años ochenta, el egiptólogo Louis Caparat descubrió un cuarto secreto en la gran pirámide de Keops que contenía un ataúd de cristal, dentro del cual se encontraba la momia del humanoide en cuestión. Al lado del sepulcro se encontró un papiro que describía cómo este extraño ser era descendiente del “pueblo de las estrellas” y cómo había logrado convivir con los egipcios. Fue él, según el papiro, quien suministró los planos para la construcción de la gran pirámide, con el propósito de servir como un lugar sagrado de descanso eterno. Caparat contactó al biólogo español Francisco de Braga a fin de que tomara muestras de sangre y de tejido necesarios para desarrollar un examen de ADN. Infortunadamente, cuando el Dr. Braga desembarcó en El Cairo, fue detenido por miembros del Ministerio de Seguridad Egipcia y sin que se le diese ninguna explicación, fue puesto en un avión y devuelto a Madrid, aconsejándosele que se olvidara de todo el asunto. El servicio de inteligencia del ejército egipcio confiscó la momia y se sospecha de una intervención conjunta con la CIA, a fin de evitar un pánico mundial. El manejo de fuerzas y técnicas antigravitatorias que permitieron a una raza extraterrestre ayudar a levitar enormes masas de piedra, también explicaría con más facilidad la construcción de ciertos monumentos como Stonehenge en donde algunos monolitos de piedras azuladas pesan más de 30 toneladas y provienen de lugares muy distantes, pues en Stonehenge no se encuentran rocas o piedras de ese color y sus constructores no conocieron el uso de la rueda.
Desde la Antigüedad historiadores, exploradores, antropólogos y estudiosos han buscado el sitio donde se encontraba la Atlántida. Recientemente su lugar ha sido sugerido en los Andes y algunos llegan a afirmar que Tiahuanaco y la Atlántida son la misma cosa. A estos les falta investigar la historia, aunque si bien es cierto, la conexión andina con la Atlántida es innegable. El antropólogo Jim Allen, ha sugerido, utilizando el medio de la televisión, que las ruinas de Tiahuanaco y la Atlántida son la misma cosa. Su teoría fue transmitida por Discovery Channel, sin embargo, como veremos luego, cometió varios errores garrafales al tratar de acomodar los Diálogos de Platón del Timeo y el Critias al altiplano boliviano.  Platón localiza la Atlántida más allá de las Columnas de Hércules (el estrecho de Gibraltar) y la pone en la mitad de un mar no tan grande, haciendo clara referencia al continente americano cuando afirma que más allá de la Atlántida se encuentra ese continente y más allá de ese continente se encuentra el Gran Mar, o sea el Océano Pacífico. Tiahuanaco está más cerca del Pacífico que del Atlántico. Platón hace una clara referencia a que era posible pasar “casi saltando” de una isla a otra hasta llegar de Europa a la Atlántida y de allí la distancia era corta a ese gran continente (América). En otras palabras habla de un “archipiélago atlante”. ¿Por qué hay que negar todo esto? Es mucho más sensato aceptar lo expuesto por Platón que negarlo.
Las islas Canarias son sin duda lo más próximo que tenemos como vestigio visible de la Atlántida, donde existió una raza prehistórica de gran tamaño, belleza e inteligencia, como pocas en la Antigüedad. Es explicable que la frustración y la dificultad existentes para encontrar ruinas o vestigios de la civilización atlante, lleve a algunos a proclamar su descubrimiento en otra parte, sin nadie que los contradiga. ¿Pero entonces dónde queda Tiahuanaco y cuál es su relación con la Atlántida? Cuando entre a analizar y a traducir más adelante los petroglifos de la isla del Hierro y los encontrados en las Cuevas de Belmaco en el archipiélago canario, podremos entender más La manera en que los Diálogos de Platón se ajustan a una realidad arqueológica y podremos corroborar el terrible acontecimiento que borró parte de la memoria de la humanidad. El archipiélago canario es el remanente que nos quedó después del hundimiento de la Atlántida. Los picos que se asoman hoy día sobre las olas del mar, son lo que queda del archipiélago atlante. La base de sus montañas se halla miles de metros por debajo de la superficie. El diario de uno de los antiguos exploradores del archipiélago, describe cómo al llegar a la isla de Gran Canaria, observó una gran estatua de madera con un brazo en alto señalando el horizonte hacia América y con la inscripción: “ese es el camino”. Ello daría verosimilitud a una posible teoría, que une Tiahuanaco con la Atlántida y América con la isla-continente.
Los datos nos enseñan a mirar a Tiahuanaco con una lente diferente. Tiahuanaco es un modelo de colonización o punto de avanzada de la cultura atlante. Y la estructura de la ciudad y de sus templos y palacios, así como las dimensiones del valle donde se encuentra, con un ancho de 200 estadios, cumple con algunas de las medidas propuestas por Platón, mas no con su localización geográfica, reforzando esto último la  teoría a favor de Tiahuanaco. Podría decirse que Tiahuanaco es un modelo a escala más pequeña de Poseidonia, la capital de la Atlántida. El sistema de colonización, utilizando una expansión circular desarrollado por la cultura atlante, pretendió ser implantado en América con Tiahuanaco a la cabeza, en donde seguramente reinó uno de los 10 hijos de Clito y Poseidón. Hoy día los modelos de colonización agrícola utilizados por Israel con tanto éxito para habitar y cultivar el desierto con sus kibbutz, son un sistema parecido en pequeña escala a los que utilizó la civilización atlante. Pero algo pasó que interrumpió el modelo de colonización atlante y ese algo destruyó la isla-continente de la Atlántida sumergiéndola para siempre en el fondo del mar. Al mismo tiempo destruyó Tiahuanaco con fuertes terremotos, secando el gran lago que tocaba sus orillas o elevando el valle miles de metros sobre el nivel del mar. Seguramente es más probable la primera de estas teorías, pues la uniformidad del valle no es otra cosa que el fondo de ese gran lago o mar interior. Y no presenta accidentes topográficos que sugieran un cataclismo de grandes proporciones que hubiesen elevado masas de tierra de manera tan uniforme.
La conexión atlante también existe en otros lugares del orbe con modelos de colonización circular que recuerdan la capital Poseidonia. Existen evidencias de fotografía s desde satélites que muestran un asentamiento humano sumergido de proporciones gigantescas en la Antártica, con algunas características similares a las descritas por Platón. Esto hace pensar si algunos de los hijos de Clito y Poseidón desarrollaron modelos de colonización basándose en los propuestos por sus padres, en diferentes lugares del mundo. Es importante recordar aquí que el mismo Platón certifica cómo los atlantes si bien lucharon contra los griegos, no pudieron conquistarlos o someterlos del todo bajo su dominio. Esta afirmación es sorprendente si tenemos en cuenta que los atlantes tuvieron una fuerza naval más poderosa, una tecnología superior y una gran estatura y fuerza físicas, tal como pudo apreciarse en la descripción de sus descendientes, los antiguos egipcios, descritos en el recuento de los exploradores de Moisés. Los egipcios, al observar que el buitre era una de las aves que más altura alcanzaba y en consecuencia era la más próxima en su vuelo al Sol, lo adoptaron como símbolo velado del astro y lo convirtieron en protector de todo lo que se encontraba bajo sus alas y su aguda mirada. Al comparar el ser mítico o Sol protector de Tiahuanaco con el buitre protector que se encuentra dibujado en la parte superior de los dinteles de entrada de los templos egipcios o los dibujados en los tambores de Chamán, encontrados en las islas Canarias, observamos , ese vínculo común.
El buitre protector, de forma más estilizada y haciendo gala de gran riqueza policroma, o el de los tambores de Chamán de las islas Canarias, son un recuerdo antiquísimo de una civilización desaparecida que utilizara dicho símbolo como indicativo de su poder y su gloria. Una civilización que controló el mundo antiguo, haciendo gala de gran poderío naval y militar, con sofisticadas naves. Esta civilización fue dueña del mundo y estableció colonias y puestos de avanzada en todos los continentes. Desarrolló sofisticados sistemas de construcción en piedra y los dejó en herencia a los pueblos con los cuales tuvo contacto. Se cuenta una historia que explica que todos los pueblos se unieron en un pasado común. Además de Egipto, pueden observarse petroglifos en Irlanda y tallas aztecas de piedra en México, siendo también el origen del mito del ave fénix. El Sol es considerado principio de vida y calor, y por eso los antiguos lo veneraron como al ser supremo. El eclipse total de Sol era considerado como un “Sol velado”, contrario al principio de vida y ligado a la muerte. En la religión egipcia, el culto a la muerte era más importante que el culto a la vida y estaba relacionado con las tinieblas. De ahí la importancia del ojo de Horus. En el libro de Tobías, del siglo VII/VIII a. C., se explica que el arcángel Rafael destierra al demonio Asmodeo, atándolo a la tierra de Egipto, asociando el lugar como centro del culto a las tinieblas. Lo que hoy llamamos “prehistoria”, no es otra cosa que una historia contada a pedazos. Infortunadamente la memoria de la humanidad es muy corta y como le dijeron los sacerdotes del templo de Sais a Solón cuando los encontró durante su campaña del Nilo: (de acuerdo con lo narrado por Platón en los diálogos del Timeo y el Critias) “¡Qué jóvenes son los atenienses que no tienen un recuerdo que el tiempo haya tornado gris!”.
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