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Las Serpientes de la Sabiduría

Los ocultistas y astrólogos saben que, figuradamente hablando, la Luz Astral, la Vía Láctea y también el sendero del Sol hacia los trópicos de Cáncer y Capricornio, así como también los Círculos del Año sideral o tropical, fueron siempre llamados “Serpientes” en la fraseología alegórica y mística de los Adeptos, considerado tanto desde el punto de vista cósmico como metafórico. Todo el Universo, tanto el visible, como el invisible, está formado de la misma energía que a medida que se va densificando, va cambiando sus propiedades. Así, por ejemplo, a cierto nivel la energía va a formar lo que se conoce como el plano mental y la energía va adquirir la propiedad que permite la formación de los pensamientos. A un nivel más denso va a formar lo que se conoce como el plano emocional y la energía va Imagen 19adquirir la propiedad que le permite la formación de las emociones, etc. Hasta llegar al plano más denso que es el plano físico, donde la energía adquiere la propiedad que permite la formación de la materia. En el esoterismo, a esa substancia cósmica primordial de la cual todo está formado, de la cual todo tiene su origen y que todo compenetra se le llama Akasha, siendo la energía y la conciencia sus dos aspectos inherentes. La Luz Astral es el Akasha en su aspecto más denso, después del plano físico, o sea que es la substancia prístina que constituye el plano astral. Según la Logia Blavatsky  “La Luz Astral es aquello que refleja los tres planos superiores de conciencia y está sobre el más bajo o plano terrestre; por lo tanto no se extiende más allá del cuarto plano, en donde uno podría decir que comienza Akasha”. La Luz Astral es una región que circunda el planeta Tierra, al igual que rodea los otros planetas, pero no la percibimos porque se encuentra en otra dimensión. Su esencia sutil es solo perceptible desde el mundo físico para un clarividente.  Es una Esencia sutil, visible sólo para un ojo clarividente. Eliphas Levi, nombre adoptado por el mago y escritor ocultista francés Alphonse Louis Constant, la denomina la Gran Serpiente y el Dragón, del cual irradia sobre la humanidad toda mala influencia. La Luz Astral es lo mismo que la Luz Sideral de Paracelso (1493 – 1541), famoso alquimista, médico y astrólogo suizo. Físicamente, es el éter de la ciencia moderna. Helena Blavatsky, también conocida como Madame Blavatsky, cuyo nombre de soltera era Helena von Hahn y luego de casada Helena Petrovna Blavátskaya, (1831 – 1891), fue una escritora, ocultista y teósofa rusa. Fue también una de las fundadoras de la Sociedad Teosófica y contribuyó a la difusión de la Teosofía moderna. Sus libros más importantes son Isis sin velo y La Doctrina Secreta, escritos en 1875 y 1888, respectivamente. En sus escritos, de gran erudición, se refirió a una serie de civilizaciones antiguas, algunas de ellas perdidas, que han servido de inspiración a escritores posteriores que han tratado estos temas.  Me he basado en algunos de sus escritos, especialmente La Doctrina Secreta, para redactar este artículo.
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Según  Alain Gheerbrant, poeta, escritor y explorador francés:  “En todas estas tradiciones, la vía láctea aparece como un lugar de paso, de origen divino, que enlaza los mundos divino y terrestre. También es comparada a la serpiente, al río, a una huella de pasos, a una salpicadura de leche, a una costura, a un árbol. Es tomada para su viaje entre los mundos por las almas y por los pájaros. Simboliza la vía de los peregrinos, de los exploradores, de los místicos, de un lugar a otro de la tierra, de un plano a otro del cosmos, o de un nivel a otro de la psique“. La Vía Láctea es, entre los celtas, la cadena de Lug, dios irlandés, señor de las artes, de la paz y de la guerra. Entre los fineses “se ve en ella el tronco y las ramas de un árbol inmenso abatido al través del cielo. Una encina grande que ha crecido tan alto que ha oscurecido la luz del sol, de la luna y las estrellas. Las nubes han cesado de moverse en los espacios celestes porque se han enganchado en las ramas del árbol monstruoso. Es entonces cuando un ser minúsculo, salido del mar o de debajo de la tierra, se aproxima a su tronco y lo golpea con una herramienta de oro o de cobre. El árbol se derrumba, obstruyendo toda una parte del firmamento, pero liberando al sol, la luna, las estrellas y las nubes“. Baiame, divinidad suprema de las tribus del suroeste de Australia, se considera que habita en el cielo y está sentado sobre un trono de cristal en un gran curso de agua: la Vía Láctea. En la China, la Vía Láctea es la corriente del cielo. Asimismo es un río para los pueblos de la Siberia septentrional, al igual que para los coreanos y los nipones. Para ciertos yakutos es el rastro de los esquís de un dios cazador que persigue a un ciervo de seis patas, que sería la Osa mayor, mientras que la casa del dios serían las Pléyades. En la mitología maya-quiché, la Vía Láctea se representa por una serpiente blanca. Entre los aztecas, la serpiente de la Vía Láctea es devorada cada día por un águila, que representa a Uitzilopochtli, divinidad del Sol del mediodía. Para las tribus indias de América del Norte, la Vía Láctea es el camino de las almas que se dirigen al más allá. Al final de ella se encuentra el país de los muertos.  Según la mitología de los incas del Perú, la vía láctea es el gran río del cielo, del que toma el agua el dios trueno para enviar las lluvias sobre la tierra. Sin embargo los quechuas, descendientes de los incas, consideran la Vía Láctea como un río o como un camino celeste. Entre los indios zuni de Nuevo México existe una cofradía llamada de la Vía Láctea. Está puesta bajo el signo de la diosa de las mariposas, de las flores y de la primavera, que desempeña el papel de intermediaria.
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Poseidón es considerado un  “Dragón”, lo mismo que el Dragón Chozzar, llamado Neptuno por los gnósticos Peráticos. Es la “Serpiente buena y perfecta”,  el Mesías de los naasenios, cuyo símbolo en el Cielo es Draco. La leyenda nos dice que cuando los dioses repartieron las tierras, a Poseidón, dios del mar, le correspondió la Atlántida. El imperio de los atlantes tenía de todo: minerales, oro, bosques, animales de todas clases y alimentos. Allí vivían Evenor y Leucipe, con su hija Cleito, todos mortales. Poseidón se enamoró de Cleito y tuvieron cinco pares de gemelos. El dios dividió la isla en diez partes, creando zonas alternas de mar y tierra. Le dio a su primogénito Atlas la mayor parte y autoridad sobre sus hermanos. Por él, el océano se llamó Atlántico. Cada uno de los hermanos, que eran reyes, tenía el control absoluto en su territorio. Pero entre hermanos no debían acudir a las armas uno contra el otro, debían prestarse ayuda mutua y debían deliberar juntos sobre asuntos importantes. Formaban una gran dinastía. Durante muchas generaciones, mientras les duró la naturaleza divina, obedecieron las leyes. Pero con el paso del tiempo la naturaleza mortal se impuso. Habían formado una maravillosa potencia, cuya fuerza destruiría a Egipto, Grecia y el resto de los pueblos del Mediterráneo. Zeus, entonces, convocó a un consejo de dioses para deliberar sobre el futuro. Finalmente, castigó la soberbia atlante enviando terremotos que acabaron con la isla en un día y una noche. La misteriosa y violenta catástrofe hizo que la isla, su gente y toda memoria fuera borrada de la faz de la tierra. En el medio de la isla había una montaña, el resto era llanura fértil. Poseidón, para proteger a Cleito, creó tres anillos de agua alrededor de la montaña donde vivía su amada. Edificaron sobre la montaña una acrópolis con bellísimos edificios, un canal amplio para comunicar la costa con el anillo de agua que rodeaba la metrópolis, y otro canal más pequeño para conectar el anillo externo con la ciudadela. Platón decía que las islas Azores y las Canarias eran los restos de la Atlántida. También decía que ese continente había desaparecido por una guerra entre los atlantes y los griegos y que era tan grande como Libia y Asia juntas. Homero hablaba de un país en el océano llamado El Eliseo. En la Odisea, la llamó la Isla Afortunada.
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Los Naasenos tuvieron una considerable importancia en los primeros siglos de nuestra Era. Adoraban a la Serpiente, y este fue el motivo para que se los declarase heréticos. Fue una agrupación de gentes muy versadas en las Ciencias y que poseyeron grandes e intachables virtudes. Adoraban a los Nagas (Serpientes) y sostenían la creencia de que el líquido de estos animales, en su mayor parte venenoso, pudiera servir para redimir a los hombres de la esclavitud del pecado. En griego, serpiente es Ophis. Por eso los Naasenos griegos se llamaron Ophitas.  Los Ophitas u ofitas es una denominación genérica para varias sectas cristianas gnósticas que se desarrollaron alrededor del año 100 d. C. en Siria y Egipto. Común a estas sectas era la gran importancia que daban a la serpiente del Génesis, la del relato bíblico del pecado original de Adán y Eva, por su conexión con el árbol del conocimiento del bien y del mal, y la de éste con lagnosis (“conocimiento“). Contrariamente a la interpretación cristiana ortodoxa de la serpiente como Satanás, los ofitas veían en la serpiente una figura positiva, heroica; mientras que al Dios del Antiguo Testamento lo identificaban con una figura negativa, malvada (un demiurgo al que denominan Yaldabaoth el leontoeides -“rostro de león“-). La imposición de la doctrina cristiana ortodoxa a partir del siglo IV implicó la destrucción de todos los textos de los ofitas; con lo que la mayor parte de la información acerca de estas sectas sólo puede ser obtenida de aquello que decían de ellas sus enemigos: Hipólito de Roma, Ireneo de Lyon, Orígenes y Epifanio de Salamis. Algunos textos ofitas, sin embargo, han sido recuperados en descubrimientos arqueológicos recientes, como los de Nag Hammadi: Evangelio apócrifo de JuanHipóstasis de los Arcontes o Sobre el origen del mundo. En los escritos de los Naasenos se describe al hombre de triple naturaleza. Reconocían al demiurgo como entidad encargada de crear los mundos o, por lo menos,  nuestro mundo. Eran Astrólogos y se ponían en relación con los siete planetas y los siete signos del Zodíaco, así como los siete centros internos de nuestro organismo.  La forma de su culto, la tomaron los Griegos de los Egipcios, quienes presentaban a Hermes provisto de un miembro masculino en estado de erección, al que daban el título de dador de la razón. Empédocles dice que los seres humanos fueron traídos a este mundo de Adán, para que sirvieran al demiurgo Yaldabaoth que, con una vara en la mano en la que florece una rosa, al aproximarla a los Hombres los hacía dormir o los despertaba, según el deseo del demiurgo.
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Sabemos que el trópico de Capricornio es el trópico del hemisferio sur. Es el paralelo situado actualmente a una latitud de 23º 26′ 16″,  al sur del Ecuador. Esta línea imaginaria delimita los puntos más meridionales en los que el Sol puede ocupar el cénit al mediodía. En el trópico de Capricornio, por lo tanto, los rayos solares caen verticalmente sobre el suelo en el instante en que ocurre el solsticio de diciembre, lo que acontece entre el 21 y el 22 de diciembre. El Trópico de Capricornio señala el límite meridional de la llamada Zona Intertropical, comprendida entre los trópicos de Capricornio y Cáncer. Se le denomina «de Capricornio» porque en la Antigüedad, cuando se producía el solsticio de verano en el hemisferio sur, el Sol estaba en la constelación de Capricornio. En la actualidad está en la constelación de Sagitario, pero el nombre trópico de Capricornio continúa siendo el aceptado por tradición.  Cuando se comparan los méritos relativos al zodiaco tropical o sideral, es necesario comprender primero lo que representan cada uno de ellos. El término «zodiaco» es ambiguo y confuso. Hay un círculo zodiacal y, ya le llamemos «tropical» o «sideral», el término dependerá sólo del punto desde el que se mida. El ciclo tropical es el ciclo de las estaciones, correspondientes al retorno anual del Sol en marzo al equinoccio vernal, primer punto de Aries. Y el progreso solar mensual se mide a través de los signos a lo largo de la eclíptica, en grados de longitud. El cielo sideral es el de la regresión del punto vernal a lo largo de las doce constelaciones zodiacales, actualmente de Piscis a Acuario, durante una era de aproximadamente 25.800 años. Se mide a partir de un punto fijo de referencia en el mismo círculo eclíptico que ubica a la estrella fija Alpha Virginis. La precesión de los equinoccios está provocada por el lento movimiento del eje terrestre, que hace que los polos y el ecuador celeste parezcan moverse con respecto a las estrellas. Este cambio gradual de los puntos equinocciales a lo largo de la eclíptica es un movimiento hacia el oeste cuya velocidad es de 50 segundos al año. En el curso de 25.800 años, la Tierra completa un ciclo de precesión. Este «Zodiaco móvil» se conoce como Zodiaco tropical, y el paso del Sol por el equinoccio tropical  marca el comienzo del año tropical, o año estacional, cuya duración es de 365 días, 5 horas, 48 minutos y 46 segundos. El año sideral, que es el año real, es el período de tiempo que tarda la Tierra en dar una vuelta completa alrededor del Sol o, en otras palabras, es el tiempo que tarda el Sol en volver exactamente a la misma posición relativa con respecto al fondo de constelaciones que se ven desde la Tierra.
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Debido a que el primer punto de Aries no es «fijo», debido al movimiento de precesión, el año sideral es 20 minutos más largo que el tropical: dura 365 días, 6 horas, 9 minutos y 9 segundos. El Zodiaco tropical es el que utilizan la mayor parte de los estudiantes de astrología, aunque hay una escuela de pensamiento que considera más apropiado usar el Zodiaco sideral ofijo. Las opiniones de los sideralistas merecen respeto si se considera la gran cantidad de investigación llevada a cabo por varios investigadores notables del Zodiaco. Quienes critican la astrología aducen que es una pseudo-ciencia porque no toma en cuenta, al menos los que utilizan el Zodiaco tropical, el fenómeno de la precesión. El argumento es que la astrología no se basa en hechos porque el equinoccio vernal no se corresponde ya con la constelación Aries al haberse movido en relación a las estrellas. Consecuentemente, la división del Zodiaco no coincide actualmente con las constelaciones, y aunque el Sol «entra» en Aries en el equinoccio vernal, está en realidad en la constelación de Piscis.  Si el ciclo solar anual, que es estacional, se considera como lo más significativo, entonces adquiere más importancia el Zodiaco tropical o móvil. Igualmente el Zodiaco sideral o fijo merece consideración cuando la precesión de los puntos equinocciales se contempla como algo significativo. El punto vernal es importante, tanto desde un punto de vista astronómico como astrológico, ya que desde él los astrónomos comprueban los movimientos y determinan las posiciones en la esfera celeste.  El punto vernal es la intersección de la eclíptica y el ecuador celesteEn contraste con el Zodiaco tropical, el sideral de las constelaciones no se mueve y no es precesional, estando perfectamente alineado con respecto a las estrellas fijas. De acuerdo con los investigadores Cyril Fagan y Garth Alien, el “Zodaco de la antigüedad” era el Zodiaco de las constelaciones, y lo utilizaban particularmente los astrónomos-astrólogos de Babilonia. Como resultado de extensas investigaciones en la historia de la astronomía y en la arqueología de las civilizaciones del valle de los ríos Tigris-Eufrates, se extrajo la conclusión de que se utilizaba el Zodiaco de las constelaciones. Estas investigaciones tendieron a confirmar que los babilonios y los egipcios medían sus longitudes mediante «marcadores» celestes. Como «escrutadores del cielo», los babilonios eran astrónomos de observación, y en el curso del tiempo tuvieron que adaptar y refinar su conocimiento de los movimientos y fenómenos celestes. El conocimiento astronómico de los babilonios y las tradiciones de éstos formaron la base en que se fundó la primitiva astronomía griega.
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La Serpiente figuraba como símbolo principal en el culto de los Peratas. Afirmaban que existían dos formas de Nacimientos. La de la carne, originada por el coito, y otra distinta para lo que aquél no era preciso. De la primera, salían hombres condenados a la muerte, y de la segunda, de la concepción del Espíritu Santo, salían ángeles. Había que evitar la concepción carnal y lograr la espiritual. Al paso de un estado a otro le llamaban el paso del pueblo de Israel por el Mar Rojo. Dentro de su simbolismo Religioso juega un gran papel el hecho de que Moisés, en el desierto, mostrara a su Pueblo la Serpiente sobre una vara, diciendo que el que aprovechara los beneficios de esta Serpiente no sería dañado durante el trayecto. El poder y la fuerza que acompañaban a Moisés en su peregrinaje, fue la Serpiente sobre la vara, que luego se convirtió en la vara misma. Ella fue la que devoro a las demás serpientes y la que hablo a Eva. Los Setianos rendían culto a la Sabiduría divina, y fueron, indudablemente, los primeros Teósofos. Decían que Set era hijo de la Sabiduría. Su triada estaba representada por Set, Caín, y Abel, siendo Caín la carne y Abel el mediador. En cambio Set, era el Dios-Sabiduría. Afirmaban que Cristo y Set eran lo mismo, puesto que ambos eran hijos de la Sabiduría. Al encontrarse el sarcófago de Set, la Iglesia Católica escondió el Libro de los Muertos  egipcio en el Vaticano. Los griegos dieron a conocer los Misterios. Los hebreos, las Escrituras y la Cábala, y los Romanos comenzaron una nueva época de transformación. El Puente que da acceso del Antiguo al Nuevo Testamento lo forma el Evangelio de San Mateo, que fue el único escrito en hebreo. Todos los demás lo fueron en griego.  El griego y el hebreo son dos idiomas completamente distintos. Esto explica los numerosos errores en las traducciones bíblicas. Los Gnósticos escribieron sus enseñanzas y las explicaron en griego. Luego San Agustín, San Ambrosio y San Jerónimo, las escribieron en latín, dando un tinte romano a la religión. La Sabiduría, entonces, fue reemplazada por el dogma judío. Por ello nos encontramos con dos interpretaciones distintas: la que mantuvieron los griegos y la de los latinos. La que sostuvo la verdad es la que proviene del griego, que es la que ha sido conservada hasta nuestros días en algunas Sociedades Ocultas. San Jerónimo, que vivió cuarenta años en Belén, fue el verdadero autor de la Vulgata Latina. Y, al encomendarle el Papa Dámaso que hiciera su traducción, le encargo previamente que la encauzara hacia el terreno que era de interés del Catolicismo.
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Luego, todas las demás traducciones de la Biblia, incluida la Luterana, se han basado en los trabajos de San Jerónimo. Los Antiguos iniciados, anteriores a los griegos, tenían tres clases de escritura. La tercera sólo era utilizada por los Iniciados. Orígenes nos habla también de las Palabras Mágicas que contiene la Biblia y a él se deben los exorcismos que hoy  emplea la Iglesia. Orígenes también dice que la magia bíblica es un arte santo, y que las Sagradas Escrituras y los Evangelios son letra muerta si no se tiene la clave para leerlos. Los Naasenos y los Setianos tenían enseñanzas similares a la Teosofía. En el Apocalipsis de Baruc se explica un cuento de Heródoto, en cuyo simbolismo afirma que está el Misterio de la Creación. Hércules se hallaba de viaje, y una noche, atravesando el desierto y rendido de cansancio, se durmió. Estando en el sueño, se escapó el caballo que había montado durante el viaje. Pero, al despertar, halló a una hermosa mujer que decía conocer el paradero del caballo. Interesado Hércules porque le dijera el lugar donde se encontraba, está le respondió que sus labios no pronunciarían palabra entre tanto no consintiera que ella fuera su amante y se realizara el coito. Trató Hércules de repudiarla porque sólo su parte superior era de mujer hermosa. Los miembros inferiores pertenecían a una serpiente. Pero con tal de que le fuera devuelto su caballo, accedió. Esta Mujer Serpiente concibió de Hércules, y de ese connubio salieron tres personas en una. Una figura de mujer dividida en tres partes: mitad de cuerpo humano, mitad de serpiente, y, en el medio, la parte sexual de ambos. Simón el Mago logró tal desarrollo de sus facultades que pudo operar verdaderos milagros. Simón el Mago creía en el poder oculto de fuego y asegura que la íntima esencia de este elemento encierra un inmenso poder del cual debe valerse el mago. Dio a conocer el Septenario Teosófico, describiendo el manejo de la mente.  Habla de los cuatro elementos y describe el camino que emprenden las fuerzas seminales hasta llegar al corazón. Mucho de los que ha publicado Papus y otros autores acerca de la magia se basa en Simón el Mago.
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Basílides, el Gnóstico,  recibió  su fórmula de consagración directamente de los ángeles Invisibles. Fue un gran alquimista  y en el Vaticano se guarda su libro de las siete hojas, hecho de plomo. Sus trabajos se confunden con los de su hijo, que heredó toda la sabiduría de su padre. Basílides sostiene que los Apóstoles tenían conocimientos bastante más profundos que los que dejaron expresos en sus escritos, y él mismo habla bastante claro del aspecto esotérico de las cosas de Dios, en las que fue instruido por San Matías, dándole a conocer la parte secreta de las enseñanzas de Jesús, que no pasaron a la Iglesia Católica, sino que quedaron como patrimonio de los Gnósticos. Las ideas expuestas por Basílides son difíciles de comprender. Sobre todo cuando habla de la Gran Nada y de la creación de la Semilla. La Reencarnación y el Karma, están mucho mejor explicados por Basílides que por los Hindúes. Saturnino de Antioquía fue el gnóstico que mejor llegó a conocer el Zend Avesta. El maestro Encausse (Papus) confeso que la mayor parte de sus fórmulas las había tomado de Saturnino. Aseguraba que Jahvé, Dios de los Judíos, era uno de los ángeles.  Los Albigenses fueron continuadores de los gnósticos primitivos y ellos también reconocían una sustancia divina, de la cual todas las cosas fueron hechas. Es curioso que en todos los libros correspondientes al Gnosticismo se advierta la lucha sostenida para lograr conservara la Antigua Religión con todos sus Misterios.  El esoterismo zoroastriano es idéntico al de la Doctrina Secreta; y cuando un ocultista lee en el  Vendîdâd acusaciones contra la “Serpiente”, cuyas mordeduras han transformado la eterna y hermosa primavera de Airyana Vaêjô, cambiándola en invierno, generando la enfermedad y la muerte, y al mismo tiempo la consunción mental y psíquica, sabe que la Serpiente a que se alude es el Polo Norte, y también el Polo de los Cielos.
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El Zend Avesta es el nombre general de los libros sagrados de los parsis, llamados adoradores del fuego o del sol.  Zend significa “comentario” o “explicación”, y Avesta significa “ley”.  El Avesta, tal como está ahora coleccionado, tiene dos partes, conteniendo la primera el Vendîdâd, el Vispêrat y el Yazna; y la segunda, denominada Khorda Avesta, estando compuesta de breves oraciones llamadas Gâh, Nyâyish, etc.  La primavera eterna de Airyana Vaêjô desaparecía  “en el buen río Dâitya”, y “los Magos Arios tuvieran que emigrar a Sogdiana”. Los estados sogdianos, aunque nunca estuvieron unidos políticamente, se centraron alrededor de la ciudad de Samarcanda. Estaban al norte de Bactriana, entre el Oxus (Amu Daria) y el Jaxartes (Sir Daria) y abarcaban el fértil valle del Zeravshan. Durante la alta Edad Media, el territorio se extendió hacia el norte gracias a una política de asentamientos coloniales más allá del lago Issyk-Kul. Pero la Enseñanza Esotérica declara que el Polo había sucedido al Ecuador, y que la “Tierra de la Dicha” de la cuarta raza, heredera de la tercera, se había convertido ahora  en la región de la desolación y de la miseria. Solamente esto debería ser una prueba incontrovertible de la gran antigüedad de las escrituras zoroastrianas. Los neoarios de la edad postdiluviana apenas podían, por supuesto, reconocer las montañas en cuyas cúspides se habían encontrado sus antepasados antes  del Diluvio, y habían conversado con los puros “Yazatas” o Espíritus celestiales de los Elementos, cuya vida y  alimento habían una vez compartido.
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Y aquí introducimos el tema de las llamadas razas raíces, según nos explica H.P. Blavatsky. Helena Blavatsky, también conocida como Madame Blavatsky, cuyo nombre de soltera era Helena von Hahn y luego de casada Helena Petrovna Blavátskaya, (1831 – 1891), fue una escritora, ocultista y teósofa rusa. Fue también una de las fundadoras de la Sociedad Teosófica y contribuyó a la difusión de la Teosofía moderna. Sus libros más importantes son Isis sin velo y La Doctrina Secreta, escritos en 1875 y 1888, respectivamente. En sus escritos, de gran erudición, se refirió a una serie de civilizaciones antiguas, algunas de ellas perdidas, que han servido de inspiración a escritores posteriores que han tratado estos temas.  Me he basado en algunos de sus escritos, especialmente La Doctrina Secreta, para redactar este artículo.  La primera raza raíz, o raza de los Dioses, se desarrolló en el Continente Polar, el Monte Merú o la Isla de los Devas. Se supone que eran seres asexuados y etéreos, que podían andar y volar. La segunda raza raíz o raza Hiperbórea, se desarrolló en lo que hoy forman el Norte de Asia, Groenlandia, Suecia, Noruega e Islas Británicas. Surgió bajo la influencia del planeta Júpiter. La parte exterior de la primera raza se convirtió en la parte interior de la segunda. Sus miembros tenían formas filamentosas de brillantes colores semejantes a vegetales – animales. Flotaban o se deslizaban en el espacio y emitían sonidos aflautados. Tenían un cuerpo cuyo esquema fisiológico hallamos en la placenta y vellosidades coriales (membrana placentaria) de la vida intrauterina. Este cuerpo hace adquirir al hombre proporciones gigantescas (Cíclopes), con un ojo que representaba la visión espiritual. Según la Biblia el representante de esta segunda raza fue Caín, que era agricultor y en esta etapa se alimentaba de plantas. La tercera raza raíz o raza Lemúrica se desarrolló en la zona de lo que actualmente son Australia, Groenlandia y Madagascar. Los etíopes son los restos raciales de aquel período. El hombre adquiere un cuerpo emocional y entra realmente en la fase animal, que esquemáticamente se produce en el tercer mes de vida intrauterina con la aparición del sexo y un principio doble (hermafrodita). El cuerpo emocional limita el poder expansivo del cuerpo vital. Esta fuerza vital, en su necesidad creadora, se representa  en la energía sexual y en fuerza creadora cerebral. De esta división de la fuerza vital para fines de la evolución superior del hombre, surge la separación en sexos. esto se representa en la cita bíblica de que Dios duerme a Adán, le saca una costilla y crea la mujer. Ese sueño es la pérdida de la conciencia de los mundos espirituales. En este período la actual Luna se separa de la Tierra.
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En la cuarta raza raíz, o raza Atlante, el hombre adquiere la mente, fase propiamente humana. Los Espíritus Luciferinos o Señores de la Mente fueron los que dieron al Hombre el Divino Fuego del Pensamiento con el que había que redimirse y, esforzándose, ascender por la dura escalera de la evolución. Esta raza tuvo cuatro edades: Edad de Oro,  o de vida natural, sencilla y feliz; Edad de Plata, o de vida compleja y civilizada; Edad de Airain (Cobre); y Edad de Hierro, de decadencia y corrupción.  Se desarrolló en 7 sub-razas: Los Rmohals, gigantes, de color rojo; los Tlavatlis, montañeses, de color rojo; los Totelcas, administradores, de color rojo; los Turanios, colonizadores, de color amarillo; los Semitas, guerreros, morenos, sub-raza germen de la raza aria, o quinta; los Acadios, comerciantes, morenos; los Mongoles, labradores, amarillos.  El ser humano, al robar de los cielos el Pensamiento Libre,  conoció el dolor, inevitable consecuencia de la pérdida de la consciencia de mundos superiores y su proyección en el cuerpo físico, inevitable por su caída en el sexo. Queda sometido y responsable de sus actos creando por su propia iniciativa (Karma), y pierde su infancia. El nuevo ser flota en una atmósfera acuosa, abre los ojos al mundo y al tener conciencia física, conoce el dolor, pero aún vive en el Paraíso de su inocencia bajo la custodia paterna. luego es arrojado cruelmente a la vida. En este período el hombre empezó a comer carne, ya que Nimrod era cazador. Nemrod o Nimrod fue un monarca legendario de Mesopotamia, mencionado en el capítulo X del libro de Génesis, quien además figura en numerosas leyendas y cuentos. Varias ruinas preservan el nombre de Nemrod, y también aparece en la midrash. La tradición lo presenta como un tirano impío que construyó la Torre de Babel. La mención que en la Biblia se hace de Nimrod, es bastante limitada en el ámbito socio-económico actual. Según la “hipótesis documental” del origen de la Biblia, son los escritores de la Tradición yahvista quienes hacen la más antigua mención de Nemrod que se conoce hasta hoy, y que data del año 950 a. C. Sin embargo, para aquellos que consideran a Moisés como el autor del libro del Génesis, la referencia es aún mucho más antigua, entre el año 1480 a. C. y el 1450 a. C.
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Según indica Eckstein:   “El Vendîdâd parece señalar un gran cambio en la atmósfera del Asia central, con fuertes erupciones volcánicas, y el derrumbamiento de toda una cordillera de montañas en  la proximidad de la cordillera de Kara-Korum“.  Los egipcios, según Eusebio de Cesárea,  historiador y apologeta, político y exégeta, simbolizan al Kosmos por un gran círculo ígneo, con una serpiente con cabeza de halcón, trazada a través de su diámetro. Meru, la mansión de los dioses, era colocado en el Polo Norte, mientras que Pâtâla, la región inferior, se suponía que se encontraba hacia el Sur. Como cada símbolo en la Filosofía Esotérica tiene  siete claves, Meru y Pâtâla tienen, geográficamente, un significado y representan localidades, mientras que, astronómicamente, tienen otro y representan los “dos polos”; cuyo último significado ha inducido a que muchas veces se les haya interpretado como la “Montaña” y el “Abismo”, o el Cielo y el Infierno. Si nos ceñimos al significado astronómico y al geográfico, se verá que los Antiguos conocían la topografía y naturaleza de las regiones Ártica y Antártica mejor que ninguno de nuestros Astrónomos modernos. Ellos tenían buenas razones para llamar al uno la Montaña y al otro el  Abismo . La vasta hondonada, oculta a nuestra vista, que rodeaba el Polo Sur, fue llamada por los primeros astrónomos el Abismo. En cambio, observando hacia el Polo Norte, siempre aparecía sobre el horizonte cierto circuito en el cielo, al que llamaron la Montaña. Como el Meru es la mansión elevada de los Dioses, se decía de estos que  ascendían y descendían periódicamente; con lo cual significaba, astronómicamente,  que los Dioses  Zodiacales pasaban del Polo Norte original de la Tierra al Polo Sur del Cielo. En aquella época, al mediodía, la eclíptica era paralela al meridiano, y parte del Zodíaco descendía del Polo Norte al horizonte Norte, cruzando los  ocho anillos de la serpiente, que representan ocho años siderales o más de 200.000 años solares. Esto se representaría como una escalera imaginaria de ocho peldaños. Por esta escalera  los Dioses, o sea los Signos del Zodíaco, ascendían y descendían, como en la escala de Jacob y los ángeles. Hace más de 40.000 años que el Zodíaco conformó los bordes de esta escalera. Pero en algunos entornos cristianos se persisten en ver en el Polo Celeste a la verdadera Serpiente del  Génesis, o Satán, el supuesto enemigo de la especie humana. Pero en realidad es una metáfora cósmica. Cuando se dice que los dioses abandonan la Tierra, significa no sólo los dioses, sino también los regentes de los Signos del Zodíaco. Los primeros, como entidades reales existentes, que dieron nacimiento, criaron e instruyeron a la humanidad en su temprana edad, aparecen en todas las escrituras, tanto en la de Zoroastro como en los Evangelios indos. Ormuzd o Ahura Mazda, el “Señor de la Sabiduría”, es la síntesis de los Amesha Spentas, los “Bienhechores Inmortales”.
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Estos “Bienhechores Inmortales” son descritos en el  Zamyad Yasht (“Himno a la Tierra“)  como: “Los Amesha Spentas, los resplandecientes, de ojos eficaces, los grandes, los serviciales, los imperecederos y puros… los cuales son todos siete de una misma mente, de una misma palabra, obrando todos siete del mismo modo y que son  los  creadores y destructores de las criaturas  de Ahura Mazda, sus creadores y vigilantes, sus protectores y regentes“. Ello indica el carácter doble y hasta triple de los Amshaspends, llamados también Dhyân Chohans o “Serpientes de la Sabiduría”. Son idénticos a Ormuzd (Ahura Mazda) y son también los Ángeles de las Estrellas de los cristianos, los Estrella-Yazatas, de los zoroastrianos,  y también los Siete Planetas (incluyendo el Sol) de todas las religiones. El epíteto “los resplandecientes, de ojos eficaces” se refiere a los planos sideral y físico. En el espiritual, son los poderes divinos de Ahura Mazda. Pero en el plano astral o psíquico, son los “Constructores”, los “Vigilantes”, los Pitris o los Padres, así como los primeros  Preceptores de la humanidad. Cuando los mortales se hayan espiritualizado lo suficiente, ya no habrá necesidad de  forzar en ellos una comprensión exacta de la antigua Sabiduría. Los hombres  sabrán entones que jamás ha habido todavía un gran reformador del Mundo cuyo nombre haya pasado a nuestra generación, que no haya sido una emanación directa del Logos, como encarnación  esencial  del Espíritu Divino, que es séptuple”, o bien que no haya aparecido antes, en ciclos anteriores. Se reconocerá entonces la causa que produce ciertos enigmas de las edades, tanto en la historia como en la cronología. La razón, por ejemplo, de por qué es  imposible asignar una época verdadera a Zoroastro, de por qué los números y las individualidades de los Rishis y Manus están tan mezclados y de por qué Krishna y Buddha hablan de sí mismos como de reencarnaciones, identificándose Krishna con el Rishi Nârâyana, y exponiendo Gautama una serie de nacimientos anteriores. Osiris es un Gran Dios y al mismo tiempo un “Príncipe en la Tierra”, que reaparece en Thoth Hermes, mientras que a Jesús (en hebreo, Joshua) de Nazareth se le reconoce kabalísticamente en Joshua, el hijo de Nun, así como en otros personajes.
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La Doctrina Esotérica explica todo esto diciendo que cada uno de estos, así como muchos otros, aparecieron primeramente en la Tierra como uno de los Siete Poderes del Logos, individualizado como  un dios o ángel mensajero. Luego, mezclados con la materia, reaparecieron por turno como grandes sabios e Instructores que “enseñaron” a la quinta raza, después de haber instruido a las dos razas precedentes. Gobernaron durante las Dinastías Divinas, y finalmente se sacrificaron para renacer para bien de la humanidad y para su salvación en ciertos períodos críticos. Hasta que, en sus últimas encarnaciones, se convirtieron verdaderamente en “partes de una parte” sobre la Tierra. Cada poder de los siete, una vez individualizado, tiene a su cargo uno de los elementos de la creación y lo gobierna.  Las dos figuras en piedra blanca y negra han existido en los templos de Egipto desde tiempo inmemorial, según la tradición y la historia, hasta los mismos días del Rey Cambises, que personalmente las vio. Por tanto, el símbolo ha debido existir hasta hace cerca de 2.500 años, cuando menos; pues Cambises, que era hijo de Ciro el Grande, sucedió a su padre el 529 a. de C. Estas figuras eran los dos Kabiri (nombre fenicio), personificando los polos opuestos . Herodoto refiere que cuando Cambises entró en el templo de los Kabiri rompió a reír estrepitosamente, al percibir lo que pensó era un hombre de pie y una mujer cabeza abajo ante él. Estos eran, sin embargo, los polos, con cuyo símbolo se quería conmemorar “el paso del  Polo Norte original de la Tierra al Polo Sur del Cielo”.  Pero también representaban  la inversión de los Polos, a consecuencia de la gran inclinación del eje, que cada vez daba por resultado el desplazamiento de los mares, la sumersión de las tierras polares y el consiguiente levantamiento de nuevos continentes en las regiones ecuatoriales, y viceversa . Estos Kabiri eran los dioses del “Diluvio. Eran lo mismo que los Manus, los Rishis y los Dhyân Chohans, que encarnaron en los Elegidos de la tercera y cuarta razas, Así, mientras que en la Teogonía los Kabiri (o Titanes) fueron siete Grandes Dioses, cósmica y astronómicamente los Titanes eran llamados Atlantes. Los siete Gran o deidades envueltas en la obscuridad de la Naturaleza Oculta, se convierten en los Idei Dáctilos entre los Adeptos sanadores por medio de los metales. La verdadera etimología del nombre Lares, que ahora significa “Fantasmas”, debe buscarse en la palabra etrusca  lars, “jefe”. Sanchoniathon traduce la palabra Aletae por “adoradores del fuego”, y Faber cree que se deriva de al-orit , el “Dios del Fuego”. Ambos tienen razón, pues en los dos casos es una referencia al Sol, el Dios “más elevado”, hacia quien “gravitan” los dioses planetarios, astronómica y alegóricamente, y al que adoran. Como  Aletae eran, astronómicamente, los siete Planetas; y como  Lares  eran, místicamente, los regentes de estos Planetas, nuestros protectores y gobernantes.
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Los sabeos, antiguo pueblo que vivió en la tierra bíblica de Saba, hoy Yemen, adoraban a los “Regentes de los Siete Planetas”, del mismo modo que los hindúes adoran a sus Rishis. Tenían a Seth, o Set, y a su hijo Hermes (también Enoch o Enos), como el más elevado de los Dioses Planetarios. Seth y Enos fueron tomados de los sabeos y luego desfigurados por los judíos. Pero la verdad respecto de ellos puede aún descubrirse en el Génesis.  Seth es el “Progenitor” de aquellos hombres primitivos de la tercera raza en que habían encarnado los Ángeles Planetarios. El mismo Seth era un Dhyân Chohan, y pertenecía a los Dioses  informadores, mientras que Enos (Enoch) o Hermes, se decía que era su  hijo;  siendo Enos un nombre genérico de todos los videntes primitivos (Enoîchion). De ahí el culto. El escritor árabe Soyuti dice que los anales más primitivos mencionan a Seth como fundador del Sabeísmo, y que las pirámides que representan el sistema planetario eran consideradas como el lugar del sepulcro tanto de Seth como de Idrus (otro nombre para Hermes o Enoch. Allí iban los sabeos en peregrinación y cantaban oraciones  siete veces  al día  volviéndose hacia el Norte  (Monte Meru, Kaph u Olimpo). Abd Allatif nos refiere también algunas cosas curiosas acerca de  los sabeos y de sus libros, y también Eddin Ahmed Ben Yahya, que escribió 200 años más tarde. Este último sostiene “que cada pirámide estaba consagrada a una  estrella”, o al regente de una Estrella. Abd Allatif asegura que había leído en libros sabeos antiguos que “una pirámide era la tumba de Agathodaemon y la otra de Hermes”.  Según Staniland Wake, en “The Great Pyramid“, Agathodaemon no era otro que Seth y, según algunos escritores, Hermes fue su hijo. Así pues, mientras que en Samotracia y en los templos egipcios más antiguos, los Kabiri eran los Grandes Dioses, en los templos griegos sus ritos  se hicieron casi fálicos y, por tanto, obscenos para el profano. Un símbolo importante era el Anj (☥), jeroglífico egipcio que significa “vida“, un símbolo muy utilizado en la iconografía egipcia. También se la denomina cruz ansada (cruz con la parte superior en forma de óvalo, lazo, asa o ansa), crux ansata en latín, la “llave de la vida” o la “cruz egipcia“.  algunos sostienen que sólo había dos Kabiri. Estos eran, esotéricamente, los dos Dióscuros, Cástor y Pólux; y exotéricamente Júpiter y Baco. Estos dos personificaban geodésicamente a los polos  terrestres; y astronómicamente el polo terrestre y el polo de los cielos; y también el hombre físico y el espiritual.
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Para comprender la alegoría sólo se necesita leer esotéricamente la historia de Semelé y de Júpiter, y el nacimiento de Baco, con todas las circunstancias que median. Júpiter, el “Padre de los Dioses”,  y Baco, el “Dios del Vino”, personificaban también los dos polos terrestres. Los elementos telúrico, metálico, magnético, eléctrico e ígneo son todos otras tantas alusiones y referencias al carácter cósmico y astronómico de la tragedia del diluvio. En Astronomía, los polos son verdaderamente la “medida celeste”; y lo mismo son los Kabiri-Dióscuros y los Kabiri-Titanes, a quienes Diodoro atribuye la “invención del Fuego” y el arte de trabajar el hierro. Por otra parte, Pausanias, viajero, geógrafo e historiador griego del siglo II, indica que la deidad Kabiri original, era Prometeo.  Pero el hecho de que, astronómicamente, los Titanes -Kabiri fuesen también los reguladores de las estaciones y, cósmicamente, las grandes energías volcánicas,  los dioses que presiden sobre todos los metales y obras terrestres. Pero ello no impide que, en su carácter divino original, sean las entidades benéficas, que simbolizadas en Prometeo, trajeron la luz al mundo y dotaron a la Humanidad de inteligencia y razón. Son ellos, en todas las teogonías y, en especial, la hindú, los Fuegos Divinos Sagrados. Sus mismos nombres lo prueban; pues ellos son los Agniputra, o Hijos del Fuego, en la India, y los Genios del Fuego, en Grecia y en otras partes. Estos dioses fueron universalmente reverenciados, y su origen se pierde en la noche de los tiempos. Pero ya fueran adorados en Frigia, Fenicia, Tracia, Egipto, Lemnos o Sicilia, y su culto siempre estuvo relacionado con el Fuego, sus templos siempre fueron construidos en las localidades más volcánicas, y en el culto exotérico pertenecían a las Divinidades Ctonianas, o dioses y espíritus del inframundo.  Por esta razón el Cristianismo ha hecho de ellos dioses  Infernales. Pero ellos son, verdaderamente, “los grandes, benéficos y poderosos Dioses”, como Casio Hermone los llama. En Tebas, los Kabiri tuvieron un santuario, y en Menfis los Kabiri tenían un templo tan sagrado, que nadie, excepto los sacerdotes, podía penetrar en sus sagrados recintos. Pero al mismo tiempo, no debemos perder de vista el hecho de que el título de Kabiri era genérico. Los Kabiri, poderosos dioses así como mortales, eran de ambos sexos, y también terrestres, celestes y cósmicos. Fueron ellos, en el principio de los tiempos, los Regentes de la Humanidad, cuando, encarnados como reyes de las “Dinastías Divinas”, dieron el primer impulso a la civilización, dirigiendo la mente con que habían dotado a los hombres hacia la invención y perfección de todas las artes y ciencias.
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Los Kabiri aparecieron como bienhechoes de los hombres y, como tales vivieron durante mucho tiempo en la memoria de las naciones.   A estos Kabiri o Titanes se atribuye la invención de las letras (el Deva -nâgari,  alfabeto y lenguaje de los Dioses), de las leyes, de la arquitectura de los diversos modos de la llamada magia, así como del uso medicinal de las plantas. Hermes, Orfeo, Cadmo y Asclepio, todos esos semi-dioses o héroes, a quienes se atribuye la revelación de las ciencias a los hombres. A los Kabiri se les atribuye haber revelado la agricultura,  produciendo grano o trigo. Lo que Isis-Osiris, un Kabiri, hizo en Egipto, se dice que Ceres lo hizo en Sicilia. El caduceo de Mercurio muestra también que las serpientes fueron siempre emblemas de sabiduría y prudencia, pues Mercurio es uno con Thot, el Dios de la Sabiduría, con Hermes, y así sucesivamente. Las dos serpientes enroscadas alrededor de una vara son símbolos fálicos de Júpiter y otros dioses, que se transformaron en serpientes con objeto de seducir a diosas. La serpiente ha sido siempre el símbolo del Adepto y de sus poderes de inmortalidad y conocimiento divino. Mercurio, conduciendo y guiando las almas de los muertos al Hades con su caduceo, y hasta despertándolas a la vida con él, es una sencilla alegoría. Muestra el poder doble de la Sabiduría Secreta: la magia blanca y la negra. También muestra a esta Sabiduría guiando al Alma después de la muerte, y ostentando el poder de llamar a la vida lo que está muerto. Es una metáfora profunda si se piensa sobre su significado.  Casi todos los pueblos de la antigüedad, excepto los cristianos, reverenciaban este símbolo, que podemos asimilar a la “serpiente de bronce” de Moisés, y hasta al reconocimiento de la gran sabiduría y prudencia de la “serpiente”, por el mismo Jesús: “Sed  sabios  como serpientes e inofensivos como palomas”. Los chinos, una de las naciones más antiguas de la quinta raza, hicieron de ella el emblema de sus Emperadores, que eran los sucesores degenerados de las “Serpientes” o Iniciados que gobernaron a las primeras razas de la quinta raza. El trono del Emperador es la “Sede del Dragón”, y los vestidos de la Corte están bordados con figuras de dragones. Los aforismos de los libros más antiguos de China, por otra parte, dicen claramente que el Dragón es un ser humano, al par que  divino.
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Hablando del “Dragón Amarillo”, jefe de los demás, el  Twan-yin-t’u  dice:  “Su sabiduría y virtud son insondables. No va en compañía y no vive asociado (es un asceta). Vaga en los desiertos más allá de los cielos. Va y viene, cumpliendo el decreto (Karma); en las épocas debidas. Si existe la perfección, se muestra; de lo contrario permanece (invisible)“. Y Lü-lan asegura que Confucio dijo: “El Dragón se alimenta en la pura (agua) (de la Sabiduría), y se recrea en la clara (agua) (de la Vida)“.  Pero la Atlántida  y la Isla Flegiana no son los únicos anales que quedaron del Diluvio. La China tiene también su tradición, y la historia de una isla o continente, que llama  Ma-li-ga-si-ma. La isla, debido a la iniquidad de sus gigantes, se hunde en el fondo del Océano, y Peiruun, el rey, el Noé chino, escapa sólo con su familia gracias a un aviso de los Dioses, por conducto de dos ídolos. Este príncipe piadoso y sus descendientes poblaron la China. Las tradiciones chinas hablan de las Dinastías Divinas de Reyes con tanta frecuencia como la de otras naciones. Al mismo tiempo no hay un solo fragmento antiguo que no presente la creencia en una evolución multiforme y hasta multigenérica de seres humanos, tanto a nivel espiritual,  como psíquica, intelectual y física. Se dice que nuestras razas han salido de las Razas Divinas, cualquiera que sea el nombre que se les dé. Ya tratemos de los Rishis o Pitris indios; de los Chim-nang y Tchan-g chinos, del Isis-Osiris y Thot egipcio; de los Elohim hebreos, y también de Manco-Capac y su progenie peruana, la historia es la misma en todas partes. Cada nación tiene o los  diez y siete Rishi-Manus y Prajâpatis,  los diecisiete Sephiroth, etc. Cada uno y todos se han derivado de los primitivos Dhyân Chohans, de la Doctrina Secreta, o de los “Constructores” de las Estancias. Desde Manu, Thot -Hermes, Oannes -Dagon y Edris-Enoch, hasta Platon, todos nos hablan de siete Dinastías Divinas, de siete divisiones Lemures y Atlantes de la Tierra;  de los siete Dioses primitivos que descienden de su Mansión Celeste y reinan sobre la Tierra, enseñando a la humanidad Astronomía, Arquitectura y todas las demás ciencias que han llegado hasta nosotros. Estos seres aparecen primeramente como dioses y creadores, para surgir finalmente como “Reyes y Gobernadores Divinos”. Pero este hecho se ha olvidado gradualmente. Los mismos egipcios confesaban que la Ciencia había florecido en su país sólo desde el tiempo de Isis-Osiris, a quienes continuaban adorando como dioses, “aun cuando se habían convertido en príncipes con forma humana”. Se dice que este príncipe (Isis-Osiris) construyó ciudades en Egipto, hizo cesar las inundaciones excesivas del Nilo; inventó la agricultura, el uso del vino, la música, la astronomía y la geometría.
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Cuando Abul Feda, en su  Historia preislamíca dice que el “lenguaje sabeo” fue establecido por Seth y Edris (Enoch), quiere significar la Astronomía. En el Melelwa Nahil,  Hermes es llamado el discípulo de Agathodaemon. Y en otro relato, a Agathodaemon se le menciona como un “Rey de Egipto”. El  Celepas Geraldinus  nos proporciona algunas tradiciones curiosas acerca de Henoch, a quien llama el “Gigante Divino”. El historiador Ahmed Ben Yusouf Eltiphas, en su  Libro de los Diversos nombres del Nilo, nos refiere la creencia, entre los árabes semitas, de que Seth, que más tarde se conviritó en el Tifón egipcio, Set, había sido uno de los siete ángeles o patriarcas de la  Biblia. Luego se convirtió en un mortal e hijo de Adán, después de lo  cual comunicó el don de la profecía y de la Ciencia astronómica a Jared, quien lo traspasó a su hijo Henoch. Henoch (Idris o Enoch), “el autor de treinta libros”, de origen sabeo, dijo: “Habiendo establecido los ritos y ceremonias del culto primitivo, fue al Oriente, donde construyó ciento cuarenta Ciudades, de las cuales Edessa era la menos importante; luego volvió a Egipto, cuyo Rey fue“.  De este modo se le identifica con Hermes. Pero hubo cinco Hermes, o más bien uno, que aparecía, como algunos Manus y Rishis, con varios caracteres diferentes. En el  Burham-i-Kati se le  menciona como Hormig, un nombre del planeta Mercurio o Budha; y el Miércoles estaba consagrado tanto a Hermes como a Thot. El Hermes de la tradición oriental fue reverenciado por los Fineates, y se dice que huyó a Egipto después de la muerte de Argos y lo civilizó bajo el nombre de Thoth. Pero bajo todos estos caracteres, se le atribuye haber sido el primero en enseñar la magia en Egipto y en Grecia, antes  de los días de la Magna Grecia, y cuando los griegos no eran ni helenos. No sólo nos habla Herodoto, el “padre de la historia”, de las dinastías maravillosas de dioses que precedieron al reino de los mortales, seguidas de las dinastías de semi-dioses, de héroes y, finalmente, de hombres, sino que toda una serie de autores clásicos le apoya. Diodoro, Eratóstenes, Platón y Manethon repiten el mismo relato. Según dice Crezer: “Verdaderamente, de las esferas de las  estrellas en  donde moran los dioses de la luz desciende la sabiduría a las esferas inferiores… En el sistema de los antiguos sacerdotes (Hierofantes y Adeptos) todas las cosas sin excepción, Dioses, Genios, Almas (Manes), el mundo todo, son conjuntamente desarrolladas en el espacio y el tiempo. La pirámide puede considerarse como el símbolo de esta magnífica jerarquía de espíritus“.
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Los historiadores franceses, especialmente Renán, son los que han hecho más esfuerzos para ocultar la verdad, haciendo caso omiso de los antiguos anales de los Reyes Divinos. Eratóstenes,  260 antes de Cristo, se vio obligado a reconocer el hecho. Por tal motivo, el gran astrónomo es tratado con gran desdén por sus colegas, 2.000 años más tarde. Manethon es para ellos “un sacerdote supersticioso nacido y criado en la atmósfera de otros sacerdotes embusteros de Heliópolis”. Según observa acertadamente el demonólogo De Mirville:  “Todos esos historiadores y sacerdotes, tan veraces  cuando repiten las historias de reyes y hombres  humanos , se hacen repentinamente en extremo sospechosos  tan pronto como tratan de  sus dioses“.  El templo de Ramses II fue construido en el año 1298 a.C. y se encuentra al noroeste del templo de Seti I,en Abidos. Fue construido en piedra caliza y aunque actualmente no se encuentra muy bien conservado, mantiene en un magnífico estado el color de sus relieves. A pesar del estado de conservación es posible observar sus estructuras principales. En uno de los muros se encuentra un fragmento que describe la batalla de Qadesh. En una de las salas se descubrió, en 1818, la primera Tabla de Abidos que actualmente se encuentra en el Museo Británico de Londres. Gracias al genio de Champollion, la Tabla de Abidos ha vindicado ahora la buena fe de los sacerdotes de Egipto, sobre todo de Manethon. Según las palabras del egiptólogo De Rougé:  “Champollion, lleno de profunda sorpresa, vio que tenía ante sus propios ojos los restos de una lista de Dinastías que abarcaba los tiempos míticos más remotos, o los   Reinados de los Dioses y Héroes … Desde el principio mismo de este curioso papiro, tenemos que convencernos de que hasta en un tiempo tan remoto como el período de Ramsés, estas tradiciones míticas y heroicas eran tales como Manethon nos las había transmitido; vemos figurando  en ellas, como reyes de Egipto, a los Dioses Seb, Osiris, Set, Horus, Thoth-Hermes, y a la Diosa Ma, asignándose al reinado de cada uno de estos un largo período de siglos“.   Estas tablas sincrónicas, además del hecho de que fueron desfiguradas por Eusebio, no habían pasado de Manethon. La cronología de los Reyes y Dinastías Divinas, lo mismo que la edad de la especie humana, han estado siempre en manos de los sacerdotes, y conservadas secretas para las multitudes profanas. Ahora bien, aunque África, como continente, se dice que apareció antes que Europa, sin embargo, vino más tarde que la Lemuria y hasta que la Atlántida. Toda la región que ahora ocupan Egipto y los desiertos estuvo una vez cubierta por el mar. Esto se supo primero por Herodoto, Strabón, Plinio y otros; y, después, por la Geología. Abisinia fue una vez una isla, y el Delta del Nilo fue el primer país ocupado por las avanzadas de emigrantes que llegaron del nordeste, con sus dioses.
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¿Cuándo ocurrió? La historia guarda silencio sobre este asunto. Afortunadamente tenemos el Zodíaco de Dendera, el planisferio de uno de los templos más antiguos de Egipto, que registra este hecho. Este Zodíaco, con sus tres Virgos misteriosas entre Leo y Libra, ha encontrado la comprensión del enigma de sus signos y justifica la veracidad de aquellos sacerdotes que dijeron a Herodoto que sus Iniciados enseñaban que los Polos de la Tierra y la Eclíptica habían coincidido en otro tiempo, y que, desde entonces, habían comenzado sus primeros anales Zodiacales, habiendo estado los Polos tres veces dentro del plano de la Eclíptica. Bailly muestra su sorpresa ante la  similitud de todas estas tradiciones sobre las Razas Divinas, y exclama:  ¿Qué son, finalmente, todos esos reinados de Devas indios y Peris (persas); o esos reinados de las leyendas chinas; esos Tien-hoang o los Reyes del Cielo, completamente distintos de los Ti -hoang, o reyes de la Tierra, y los  Gin-hoang, los Reyes hombres, distinciones que están de perfecto acuerdo con las de los griegos y egipcios, al enumerar sus Dinastías de Dioses, de Semidioses y Mortales?“. Según dice Panodoro:  “Ahora bien; durante estos miles de años (antes del Diluvio) fue cuando tuvo lugar el  Reinado de los Siete Dioses  que gobiernan el mundo. En  ese período aquellos bienhechores de la humanidad  descendieron sobre la Tierra y enseñaron a los hombres a calcular el curso del sol y de la luna por los doce signos de la Eclíptica“. Cerca de quinientos años antes de la presente Era, los sacerdotes de Egipto enseñaron a Herodoto las estatuas de sus Reyes Humanos y de sus Pontífices. Estas estatuas eran colosos enormes de madera, en número de trescientos cuarenta y cinco,  cada una de las cuales tenía su nombre, historia y anales. También aseguraron a Herodoto que ningún historiador podría nunca comprender ni escribir un relato de estos Reyes sobrehumanos a menos que hubiese estudiado y aprendido la historia de las  tres Dinastías  que precedieron a la humana. Esto es, la Dinastía de los Dioses, la de los Semidioses y la de los Héroes, o Gigantes. Estas tres dinastías representan a las tres razas. Estas tres dinastías serían también las de los Devas, las de los Kimpurushas y las de los Dânavas y Daityas. Por otra parte, Dioses, Espíritus Celestiales y Gigantes o Titanes. “¡Dichosos los que nacen, aun siendo de la condición de Dioses, como los hombres en Bhârata-varsha!”, exclaman los mismos dioses encarnados, durante la tercera raza. Bhârata es considerado generalmente la India. Pero, en este caso, simboliza la Tierra Elegida de aquellos días, que era considerada la tierra de la Iniciación y del Conocimiento Divino.
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Creuzer escribe: “Nosotros, los europeos modernos, nos sorprendemos cuando oímos hablar de los Espíritus del Sol, de la Luna, etc. Pero lo repetimos otra vez:  el buen sentido natural y el recto juicio   de los pueblos antiguos, completamente extraños a nuestras ideas,  por completo materiales , de la mecánica y de las ciencias físicas… no podían ver en las estrellas y planetas otra cosa que simples masas de luz, o cuerpos opacos moviéndose en circuitos en el espacio sideral, meramente de acuerdo con las leyes de atracción y repulsión; veían en ellos cuerpos  vivos animados  por espíritus, así como los veían en todos los reinos de la Naturaleza…  Esta doctrina de los espíritus, tan en armonía con la Naturaleza , de la cual se derivaba, constituía, un gran concepto único, en donde los aspectos físico, moral y político formaban un solo conjunto“. Sólo este concepto es el que puede llevar al hombre a formar una conclusión exacta acerca de su origen y la génesis de todas las cosas en el Universo, tanto del Cielo como de la Tierra. Sin los espíritus ninguna ciencia puede progresar y el reino del conocimiento tiene que quedar limitado al análisis de la materia física. Los ocultistas creen en “espíritus”, porque se  sienten y ven rodeados de ellos por todos lados. Los materialistas, no. Viven en esta Tierra, rodeados de miríadas de su propia especie, sin verlos y hasta sin sentirlos. Platón es el primer sabio entre los escritores clásicos que habla con extensión de las Dinastías  Divinas. Las coloca en un vasto continente al cual da el nombre de Atlántida. Tampoco fue Bailly el primero ni el último en creer en esto, pues había sido precedido y anticipado en esta teoría por el Padre Kircher, el sabio jesuita, quien, en su Edipus AEgyptiacus, escribe:  “Confieso que durante mucho tiempo consideré todo esto (las Dinastías  y la Atlántida) como pura fábula, hasta el día en que, más instruido en las lenguas orientales, pude juzgar que todas estas leyendas deben ser, después de todo, sólo el desarrollo de una gran verdad“.  Según indica De Rougemont, el historiador griego Teopompo, en su Meropis, presentaba a los sacerdotes de la Frigia y el Asia Menor hablando exactamente como lo hicieron los sacerdotes de Sais cuando revelaron a Solón la historia y destino de la Atlántida. Según Teopompo, era un continente único de extensión indefinida, que  contenía dos países habitados por dos razas: una guerrera  y otra piadosa y meditadora, representadas por dos ciudades. La ciudad piadosa era  continuamente visitada por los dioses, mientras que en la ciudad guerrera vivían seres  invulnerables al hierro y que sólo podían ser  heridos mortalmente por la piedra y la madera. De Rougemont trata esto como una pura  ficción de Teopompo.
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Según las palabras del Marqués de Mirville, escritor y médium francés: “Una  superchería que estaba basada en una creencia, producto de la fe de toda la antigüedad; una  suposición que, sin embargo, dio su nombre a toda una cordillera (Atlas), que especificaba con la mayor precisión una región topográfica (colocando esta tierra a poca distancia de Cádiz y del estrecho de Calpe), que profetizaba, 2.000 años antes que Colón,  la gran tierra transoceánica situada más allá de esa Atlántida, y a la que “se llegaba  -se decía- por las islas no de los Benditos, sino de los Buenos Espíritus (las Islas Afortunadas)“. Lo cierto es que, ya sea quimera o realidad, los sacerdotes de todo el mundo lo obtuvieron de una misma fuente, o sea, de la tradición universal acerca del tercer gran continente que pereció hace unos 850.000 años, un continente habitado por dos razas, distintas físicamente y sobre todo moralmente, ambas en extremo versadas en la sabiduría primitiva y en los secretos de la naturaleza, y mutuamente enemigas en su lucha, durante el curso y progreso de su doble evolución. Pues ¿de dónde provienen hasta las enseñanzas chinas sobre este  asunto, si no es más que una ficción? Tienen anales de la existencia en un tiempo de una Isla Santa más allá del Sol, llamada Tcheou, más allá de la cual estaban situadas las tierras de los Hombres Inmortales. Creen todavía que los restos de esos Hombres Inmortales, que sobrevivieron cuando la Isla  Santa se convirtió en negra por el pecado y pereció, encontraron refugio en el gran Desierto de Gobi, en donde residen aún, invisibles para todos y defendidos de toda intrusión por una hueste de Espíritus. Según escribe Boulanger: “Si uno debe prestar oído a las tradiciones, éstas colocan antes del reino de los Reyes, el de los Héroes y Semidioses; y más antiguamente todavía colocan el reinado maravilloso de los Dioses y todas las fábulas de la Edad de Oro… Sorprende que anales tan interesantes hayan sido rechazados por casi todos nuestros historiadores. Y, sin embargo, las ideas que presentan fueron una vez universalmente admitidas y reverenciadas por todas las naciones; no pocas las reverencian todavía, haciendo de ellas la base de su vida diaria. Semejantes consideraciones parecen exigir un juicio menos precipitado… Los antiguos, de quienes tenemos estas tradiciones, las cuales  no aceptamos ya porque hemos dejado de comprenderlas , debieron de tener sus razones para creer en ellas, razones proporcionadas por su mayor proximidad a las primeras edades, y que la distancia que a nosotros nos separa, nos rehusa… Platón, en el libro cuarto de sus  Leyes , dice que, mucho antes de la construcción de las primeras ciudades, Saturno había establecido en la tierra  cierta forma de gobierno bajo la cual el hombre era muy feliz. Ahora bien; como él se refiere a la Edad de Oro, o a ese reinado de los Dioses tan celebrado en las antiguas fábulas… veamos las ideas que tenía de aquella dichosa edad, y cuál fue la oportunidad que tuvo para introducir esta  fábula en un tratado de política. Según Platón, para poder obtener ideas precisas y claras sobre la realeza, su origen y poder, hay que retroceder a los principios de la historia y de la tradición. Grandes cambios, dice, ocurrieron en los tiempos de antaño,  en el cielo y en la tierra , y el presente estado de cosas es uno de los resultados (Karma). Nuestras tradiciones nos hablan de muchas maravillas, de cambios que ocurrieron en el curso del sol, del reinado de Saturno y de mil otras materias que permanecen esparcidas en la memoria humana; pero  nunca se oye hablar nada del mal que estas revoluciones han producido, ni del mal que inmediatamente siguió a ellas . Sin embargo, este Mal es el principio de que hay que tratar, para poder ocuparnos de la realeza y del origen del poder“.
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Según Platón, este Mal es consubstancial a las naturalezas de los gobernadores y gobernados; pues mucho antes de que el hombre construyese sus ciudades, en la Edad de Oro, no había más que dicha en la Tierra, porque no había necesidades. ¿Por qué? Porque Saturno, sabiendo que el hombre no podía gobernar al hombre sin injusticia y sin llenar el universo de sus víctimas y su vanidad, no quiso permitir que ningún mortal obtuviese poder sobre sus adictas criaturas. Para conseguir esto, el Dios usó de los mismos medios que nosotros empleamos con nuestros ganados. Nosotros no ponemos un toro ni un carnero al  frente de los toros y carneros, sino que les damos un jefe, un pastor. Esto es, un ser de especie completamente diferente de la suya y de una naturaleza superior . Esto es precisamente lo que hizo Saturno. Él amaba a la humanidad y no colocó para gobernarla a ningún rey mortal, o príncipe, sino a “Espíritus y Genios (……) de una naturaleza divina superior a la del hombre”.  Dios (el Logos) fue el que, presidiendo de este modo sobre los Genios, se convirtió en el primer Pastor y Jefe de los hombres. Cuando el mundo cesó de ser gobernado así, y los dioses se retiraron, animales feroces devoraron una parte de la humanidad.  Abandonados a sus propios recursos, aparecieron entonces inventores, que descubrieron el fuego, el trigo y el vino. Y la gratitud pública los deificó. Y la humanidad tuvo razón, pues el fuego por la fricción fue el primer misterio de la naturaleza, la primera y principal propiedad de la materia que fue revelada al hombre.  Frutos y granos, desconocidos en la tierra hasta entonces, fueron traídos por los “Señores de Sabiduría”, de otros Lokas, o Esferas, para beneficio de aquellos a quienes gobernaban. Ahora bien, las primeras invenciones de la humanidad son las más maravillosas de todas las que la especie ha hecho nunca: el  primer uso del fuego y el descubrimiento de los métodos para encenderlo; la domesticación de los animales; y, sobre todo,  el proceso por el cual se desarrollaron primeramente los cereales de algunas hierbas salvajes. Todos estos son  descubrimientos con los cuales no puede compararse, en ingenio y en importancia, ninguno de los descubrimientos subsiguientes . Todos son desconocidos por la historia, todos están perdidos en la luz de un  refulgente amanecer.
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El trigo no ha sido jamás encontrado en estado silvestre, ya que no es un producto originario de la Tierra. A todos los demás cereales se les ha encontrado sus formas primogénitas, en varias especies de hierbas silvestres, pero el trigo ha desafiado los esfuerzos hechos por los botánicos para encontrar su origen. Y tengamos presente cuán sagrado era este cereal entre los sacerdotes egipcios; ya que el trigo se ponía hasta con sus momias, y se han encontrado miles de años después en sus ataúdes. Recordemos cómo los servidores de Horus espigan el trigo en el campo de Aanru, un trigo de  siete codos de alto. Dice la Isis egipcia:  “Yo soy la Reina de estas regiones; yo fui la primera en revelar a los mortales los misterios del trigo y del grano… Yo soy aquella que se levanta en la constelación del Perro… Alégrate, ¡oh Egipto!, tú que fuiste mi nodriza“. La constelación del Can Mayor, también conocida como Canis Majoris, es una constelación muy conocida, ya que contiene a la estrella Sirio, la estrella más brillante que podemos ver después de nuestro Sol. Además es una constelación también ligada a Orión. Las constelaciones de los dos perros de Orion (Can Mayor y Can Menor) dominan sus respectivas regiones del cielo gracias a las grandes estrellas Sirius y Procyon. Can Mayor, ubicado al sur del ecuador, es un objeto celeste impresionante cuando se observa desde los trópicos y desde el hemisferio sur. Los observadores de latitudes más altas o medias del norte suelen perderse la mayoría de las veces todo el impacto visual de Sirius cuando ésta se ve muy bajo, encima del horizonte.  Sirio era llamada la estrella del Perro. Era la estrella de Mercurio o Budha, llamado el gran Instructor de la Humanidad. El  Y-king chino atribuye el descubrimiento de la agricultura a las “instrucciones dadas a los hombres por genios celestiales”.  Desgraciados los hombres que no saben nada, que no observan nada, ni quieren ver. Todos ellos están ciegos, puesto que permanecen ignorando cuán lleno está el mundo de criaturas diversas e invisibles, que pululan hasta en los sitios más sagrados.  Los “Hijos de Dios”  han existido y existen. Desde los indos Brahmaputras y Mânasaputras, hijos de Brahmâ, e hijos nacidos de la Mente, hasta los B’ne Aleim de la  Biblia judía, la creencia de los siglos y de la tradición universal obliga a la razón a rendirse ante tales evidencias. En el capítulo sexto del  Génesis podemos leer: “Había gigantes en la tierra en aquellos días; y también después de eso, cuando los hijos de Dios (B’ne Aleim) se unieron a las hijas de los hombres, y ellas les dieron hijos, que fueron hombres poderosos desde la antigüedad, hombres célebres (o gigantes)“.
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Había gigantes en la tierra antes antes de los hijos sin pecado de la tercera raza. Y también después de ello, cuando los otros Hijos de Dios, de naturaleza inferior, inauguraron la relación sexual en la Tierra, tal como hizo Daksha, antiguo dios creador hindú, uno de los Prayapatis, de los rishis y de los Aditiás, cuando vio que sus Mânasaputras, nacidos de la mente de Brahma (¿creaciones virtuales?), no querían poblar la Tierra.  Como ejemplo de la maldad de los “hombres poderosos y hombres célebres”, se menciona a Nimrod “el poderoso cazador ante el Señor” y monarca mítico de Mesopotamia, mencionado en el capítulo 10 del libro de Génesis, quien además figura en numerosas leyendas.  Se dice que “Dios vio que la maldad del hombre era grande”. Esto no se refiere a los constructores de Babel, pues esto fue  antes  del Diluvio; sino en la progenie de los  Gigantes que produjeron monstruos. El versículo antes citado ha sido siempre un dilema, no sólo para los hombres de ciencia y los versados en la  Biblia , sino también para los  sacerdotes. Pues, según plantea el asunto el reverendo Padre Péronne: “O bien eran (los B’ne Aleim) ángeles buenos, y en tal caso, ¿cómo podían caer? O eran ángeles malos, y, en este caso, no podían ser llamados B’ne Aleim, o hijos de Dios“.  Este enigma bíblico, “cuyo verdadero sentido ningún autor ha podido comprender nunca”, según confiesa Fourmont, sólo puede explicarse por la Doctrina Oculta, por el  Zohar, para los occidentales, y por el  Libro de Dzyan, para los orientales. Lo que nos dice el  Zohar es que B’ne Aleim era un nombre común de los  Malachim, los buenos Mensajeros, y de los  Ischins , los ángeles inferiores.  Podemos añadir que Satán es incluido en el libro de Job  entre los Hijos de Dios o B’ne Aleim.  En el Zohar se puede leer la historia de “los Ischins, encadenados a la montaña en el desierto”. Alegoría que alude a los espíritus atados a la tierra durante el ciclo de encarnación.  Azazel o Azazyel, es uno de los jefes de los “ángeles transgresores” del libro de Enoch, los cuales descendieron sobre el Ardis, la cima del monte Armón, y se comprometieron entre sí jurándose insensatamente mutua lealtad; de ellos se dice en el Zohar que: “Azazyel enseñó a los hombres a hacer espadas, cuchillos y escudos, y también a fabricar espejos, para ver lo que está detrás de uno. Amazarak instruyó a todos los brujos y a los trituradores de raíces; Amers explicó la Magia; Barkayal, la astrología; Akibeel, el significado de los portentos y de los signos; Tamiel, la astronomía, y Asaradel enseñó el movimiento de la Luna. Y estos siete fueron los instructores del hombre“.  Ahora bien, el  Zohar dice que los Ischins, los hermosos B’ne Aleim,  no eran culpables, sino que  se mezclaron con hombres mortales porque fueron enviados a la tierra con este objetivo.
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En otra parte este mismo libro muestra a los B’ne Aleim como perteneciendo a la décima subdivisión de los “Tronos”. Los tronos, también conocidos como Ophanim, son, en la teología cristiana, el tercero de los coros, o tipos, de la más alta categoría de ángeles, tras los serafines y querubines. Sostienen el trono de Dios, que dirige directamente su categoría, y transmiten la voluntad de Dios a las demás. Suelen ser representados con alas multicolores. A los discípulos de Jesucristo, a los llamados apóstoles del cordero, se les ofrecen doce tronos para gobernar. De manera que son niveles de reyes sobre los hombres. El Zohar explica también que los Ischins, ”Hombres -Espíritus”,  en base a que los hombres ya no pueden verlos, ayudan a los Magos a producir, con su ciencia,  homúnculos. El término homúnculo (del latín homunculus, ‘hombrecillo’, a veces escrito homonculus) es el diminutivo del doble de un humano y se usa frecuentemente para ilustrar el misterio de un proceso importante en alquimia. En el sentido hermético es un actor primordial incognoscible, puede ser visto como una entidad o agente. Los alquimistas creen que el proceso para crear esta entidad es simbólico. Azazel, el jefe de los Ischins, a quien la Iglesia asocia con Satán, en realidad es un misterio, según lo expresa Maimónides: “Hay un misterio impenetrable en el relato concerniente a Azazel“. Y así es; pues Lanci, que fue bibliotecario del Vaticano, dice: “Este nombre divino y venerable se ha convertido, bajo la pluma de sabios bíblicos, en un demonio, en un desierto, en una montaña y en un chivo“.  Por tanto, no es apropiado derivar el nombre de Azal (separado) y El (Dios), de donde provendría “uno separado de Dios”, o sea el demonio. En el  Zohar, Azazel es más bien la “víctima propiciatoria” que el “adversario formal de Jehovah”.  Azazel y su hueste son el Prometeo hebreo,. El  Zohar muestra a los Ischins encadenados a la montaña, en el desierto. Esto es alegórico y alude simplemente a estos “Espíritus” como estando encadenados a la Tierra durante el Ciclo de la Encarnación. Azazel es uno de los jefes de los ángeles “transgresores” del Libro de Enoch, los cuales, descendiendo sobre el Ardis, la cima del monte Armon, se comprometieron entre sí jurándose mutua lealtad. Eliphas Lévi nos dice: “Los Ángeles aspiran a ser hombres; pues el Hombre perfecto, el Hombre-Dios está por encima hasta de los Ángeles“.
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En la Tierra, tan pronto como el Espíritu descendió, fue ahogado en la confusión de la Materia. Pero la Enseñanza Oculta invierte los caracteres. El Arcángel antropomórfico de los cristianos y el hombre semejante a Dios de los indos son los que representan a la Materia. El Dragón o la Serpiente, al Espíritu. El simbolismo Oculto da la clave del misterio, mientras que el simbolismo teológico lo oculta aún más. El primero explica muchos de los dichos de la Biblia y hasta del  Nuevo Testamento que hasta ahora han permanecido incomprensibles; mientras que el último, debido a su dogma de Satán y su rebelión, ha creado la idea de un Demonio personal. Según la Enseñanza Oculta, lo que el clero de diversas religiones señala como Satán, el enemigo de Dios, es en realidad el Espíritu divino más elevado y la Sabiduría Oculta en la Tierra. Así que la Iglesia católica  y también la Iglesia protestante se basan en la antigua Ley de Moisés, que Cristo repudió abiertamente. Estas Iglesias están luchando contra la verdad divina, al repudiar y calumniar al Dragón de la Sabiduría Divina Esotérica. Siempre que anatematizan al Christos Agathodaemon,  a la Serpiente Teosófica de la Eternidad, y hasta la Serpiente del Génesis, son impulsados por el mismo espíritu que impulsó a los fariseos a maldecir a Jesús con las palabras:“¿No decimos con razón que tienes en ti un demonio?”. Es significativo el relato de Indra (Vâyu) en el Rig Veda, el libro Oculto por excelencia del Arianismo, y lo podemos comparar con los  Purânas.  En el  Rig  Veda , Indra es el más elevado y más altamente espiritual. En los Purânas, Indra es un beodo del jugo de Soma. Es el conquistador de todos los “enemigos de los Dioses”, los Daityas, Nâgas (Serpientes), Asuras, todos los  Dioses -Serpientes , y de Vritra, la Serpiente Cósmica. Indra es el equivalente de San Miguel  en el Panteón indo. Volviendo a la  Biblia , vemos a Satán, uno de los “Hijos de Dios”, convirtiéndose, según la interpretación exotérica, en el Demonio y en el Dragón, en su sentido infernal y malo. Pero en la  Kabalah, Samael, que es Satán, es presentado como idéntico a San Miguel, el matador del Dragón. ¿Cómo es esto, cuando se dice que Tselem (la Imagen) refleja igualmente a Miguel y a Samael,  los cuales son uno? Ambos proceden, según se enseña, de Ruach (el Espíritu), Neshamah (el Alma) y Nephesh (la Vida). En el Libro de los Números caldeo, Samael es la Sabiduría escondida (Oculta), y Miguel la Sabiduría terrestre superior, emanando ambas de la misma fuente, pero divergiendo a su salida del  Alma del Mundo. Divergen porque el uno (Miguel) es  influido por Neshamah, mientras que el otro (Samael) permanece  no influido. Esta doctrina fue pervertida por el espíritu dogmático de la Iglesia, que convirtió a Samael-Satán (el más sabio y espiritual de todos los espíritus) en el Adversario de su Dios antropomórfico  y del hombre físico sensual, el Demonio.
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La tradición del Dragón y del Sol tiene ecos en todas las partes del mundo, tanto en las regiones civilizadas como en las semisalvajes. Hubo un tiempo en que las cuatro partes del mundo estaban cubiertas de templos consagrados al sol y al Dragón, pero el culto se conserva ahora principalmente en China y en los países buddhistas. Bel y el Dragón estaban uniformemente unidos, y el sacerdote de la religión Ofita usaba del mismo modo el nombre de su Dios. Entre las religiones del pasado, en Egipto es donde tenemos  que buscar su origen occidental. Los Ofitas adoptaron sus ritos de Hermes Trimegisto, y el culto heliólatra, con sus Dioses -Soles, cruzó al país de los Faraones desde la India. En los Dioses de Stonehenge reconocemos a las divinidades de Delfos y de Babilonia, y en las de esta última a los Devas de las naciones védicas. Bel y el Dragón, Apolo y Pitón, Krishna y Kâliya, Osiris y Tifón, son todos uno bajo diversos nombres, siendo las posteriores Miguel y el Dragón Rojo, y San Jorge y su dragón. Miguel es también uno de los Elohim, el Ángel guerrero. Es, por tanto, una simple permutación de Jehovah. Sea el que fuese el suceso cósmico o astronómico que primeramente dio lugar a la alegoría de la “Guerra en los Cielos”, hay que buscar su origen terrestre en los templos de la Iniciación y en las criptas arcaicas. Y la prueba es que vemos a los sacerdotes asumiendo el nombre de los Dioses a quienes servían y a los “Dragones”, tenidos en toda la antigüedad como símbolos de la Inmortalidad y la Sabiduría, del Conocimiento secreto y de la Eternidad. También tenemos a los Hierofantes de Egipto, de Babilonia y de la India, que se daban generalmente el nombre de “Hijos del Dragón” y de “Serpientes”; corroborando así las enseñanzas de la Doctrina Secreta. Había numerosas catacumbas en Egipto y en Caldea, algunas de las cuales eran de gran extensión. Las más célebres de ellas eran las criptas subterráneas de Tebas y Menfis. Las primeras principiando en el lado occidental del Nilo, se extendían hacia el desierto de Libia, y eran conocidas como las catacumbas, o pasajes, de la Serpiente. Allí era donde se ejecutaban los Sagrados Misterios del  Kublos -Anankês , el “Ciclo Inevitable”, conocido más generalmente por el “Círculo de la Necesidad”; el destino inexorable impuesto a toda Alma después de la muerte corporal, una vez juzgada en la región del Amenti.
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Charles Etienne Brasseur, conocido como Brasseur de Bourbourg (1814 – 1874), fue un sacerdote francés considerado uno de los pioneros en el estudio de la arqueología, la etnología y la historia precolombina de Mesoamérica. En la obra de Brasseur de Bourbourg, Votan, el semidiós maya, al narrar su expedición, describe un pasaje subterráneo que seguía su curso bajo tierra y terminaba en la raíz de los cielos, añadiendo que este pasaje era un agujero de Sierpe, “un agujero de serpiente”; y que él fue admitido en él porque él mismo era un “Hijo de las Sierpes”, o sea una Serpiente.  El Wotan u Odín Nórdico, no obstante identificarse con el Wotan o Votán Maya, y de haber similitud entre ambos en algunos aspectos, son diferentes. Su descripción del “agujero de Sierpe” es como la de la antigua cripta egipcia. Por otra parte, los Hierofantes de Egipto, así como los de Babilonia, se daban generalmente el nombre, durante los Misterios, de los “Hijos del Dios-serpiente” o “Hijos del Dragón”. Los Druidas de las regiones celto-británicas se llamaban Serpientes. “Soy una Serpiente, soy un Druida”, exclamaban . El Karnak egipcio es hermano gemelo del Carnac de Bretaña, significando este último el Monte de la Serpiente. Las Dracontias cubrieron en un tiempo la superficie del Globo, y estos templos estaban consagrados al dragón sólo porque era el símbolo del Sol, el cual, a su vez, era el símbolo del Dios más Elevado: el Elón fenicio o Elión, a quien Abraham reconoció por El Elión. Además del sobrenombre de Serpiente, tenían ellos también el apelativo de “Constructores” o “Arquitectos”, por la inmensa grandeza de sus templos y monumentos, que aun hoy, en sus ruinas, todavía asombran. De Bourbourg indica que los jefes con el nombre de Votan, el Quetzalcôatl, o deidad Serpiente de los mexicanos, son los descendientes de Cam y Canaán. “Yo soy Hivim”, dicen ellos. “Siendo un Hivim, soy de la gran raza del Dragón (Serpiente). Yo mismo soy una Serpiente, pues soy un Hivim”. Además, la “Guerra en los Cielos” muestra en uno de sus significados que hace referencia a esas luchas terribles entre él y sus pasiones humanas, personificadas por la Magia, cuando el  hombre Interno iluminado tiene que matar o fracasar. En el primer caso  se convierte en el “Matador del Dragón”, por haber dominado todas las tentaciones, así como en un “Hijo de la Serpiente”, y en una Serpiente, que se ha desprendido de su piel vieja y ha nacido en un  nuevo cuerpo, convirtiéndose en un Hijo de la Sabiduría y de la Inmortalidad en la eternidad.
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Set, el antecesor de Israel, es sólo un disfraz judío de Hermes, el Dios de la Sabiduría, llamado también Thoth, Tat, Seth y Satán. Es también Tifón, así como Apofis, el Dragón muerto por Horus; pues Ti fón fue llamado también Set. Es él sencillamente el  aspecto oscuro de Osiris, su hermano, así como Angra Mainyu es la sombra negra de Ahura Mazda. En el sentido terrestre, todas estas alegorías estaban relacionadas con las pruebas del Adepto y de la Iniciación. Astronómicamente, se referían a los eclipses solares y lunares, cuyas explicaciones míticas se ven aún hoy en la India y Ceilán, en donde cualquiera puede estudiar los relatos alegóricos que han permanecido invariables durante muchos miles de años. Râhu, mitológicamente, es un Daitya, un Gigante, un Semidiós, la parte inferior de cuyo cuerpo terminaba en una cola de Dragón o Serpiente. Cuando los Dioses produjeron el Amrita, el Agua de la Inmortalidad, él robó una parte y, bebiéndola, se hizo inmortal. El Sol y la Luna que vieron el robo, lo denunciaron a Vishnu, quien lo colocó en las esferas estelares, representando la parte superior de su cuerpo la cabeza del Dragón y la inferior (Ketu) la cola; siendo las dos los nodos ascendente y descendente. Desde entonces, Râhu se venga del Sol y de la Luna tragándoselos de vez en cuando. Pero esta fábula tiene otro significado místico; pues Râhu, la cabeza del Dragón, jugaba una parte prominente en los Misterios de la Iniciación del Sol (de Vikartana), cuando el Candidato y el Dragón libraban una batalla suprema. Las grutas de los Rishis, así como las mansiones de Teiresías y de los videntes griegos, fueron modeladas con arreglo a las de los Nagas, los Reyes Serpientes, que moraban en  cavidades de las rocas, bajo la tierra. Desde Shesha, la Serpiente de mil cabezas, sobre la cual reposa Vishnu, hasta Pitón, el oráculo Dragón-serpiente, todo señala el significado secreto del mito. En la India vemos mencionado el hecho en los primitivos  Purânas. Los hijos de Surasâ son los poderosos “Dragones”. El Vâyu Purâna reemplaza a los “Dragones” de Surasâ, del  Vishnu Purâna, por los Dânavas, y a los descendientes de Danu por el sabio Kashyapa. Y como estos Dânavas son los Gigantes, o Titanes, que guerrearon contra los Dioses, queda claro que son idénticos a los “Dragones” y “Serpientes” de la Sabiduría.
Basta comparar los dioses Sol de cada país para ver que sus alegorías concuerdan perfectamente unas con otras. Tanto en el Ario arcaico, como en el Griego antiguo y el Cristiano moderno, si escogemos al azar varios dioses Sol y Dragones, se verá que están copiados unos de otros. Agni, el Dios del Fuego, es llamado Vaishvânara en el  Rig Veda. Ahora bien; Vaishvânara es un Dânava, un Demonio-gigante, cuyas hijas Pulomâ y Kâlakâ son las madres de los innumerables Dânavas (unos 30 millones ), habidos con Kashyapa. Y viven en Hiranyapura “la ciudad de oro, que flota en el aire”. Por tanto, Indra, como hijo de Kashayapa, es, en cierto modo, el hijastro de estas dos. Y Kashyapa, en este sentido, es idéntico a Agni, el Dios del Fuego, o del Sol (Kashyapa-Âditya). A este mismo grupo pertenece Skanda, o Kârtikeya, el Dios de la Guerra, astronómicamente el planeta Marte, un Kumâra cuyo objetivo era destruir a Tâkara, el Demonio Dânava. Indra, el resplandeciente Dios del Firmamento, mata a Vritra, el Demonio-Serpiente, por cuya proeza es llamado Vritrahan, el “Destructor de Vritra”. Conduce también las huestes de Devas (Ángeles o Dioses) contra otros Dioses rebelados contra Brahmâ, por lo cual se le da el sobrenombre de Jishnu, “Conductor de la hueste celestial”. Apolo, el Dios Sol griego, se corresponde a Indra, Kârtikeya, y hasta a Kashyapa-Âditya, y, al mismo tiempo, a Miguel, el “Ángel del Sol”, como forma angélica de Jehovah. Apolo nació en una isla sideral llamada Asteria, la “isla de la estrella de oro”, la tierra que flota en el aire, que es el  Hiranyapura de oro indo. Apolo es un Kumâra,  como lo era Indra en sus primeros tiempos. Por otra parte, Pitón, el “Dragón rojo”, relaciona a Apolo con Miguel, que lucha con el Dragón apocalíptico. Hay que comprender el sentido  esotérico de la  Ilíada y de la  Odisea, así como del  Apocalipsis de San Juan y hasta el Pentateuco. Pues el camino de la  Biblia está jalonado por Hermes, Bel y Homero, lo mismo que el camino de estos lo está por los símbolos religiosos hindúes y caldeos. La repetición de esta tradición arcaica se encuentra en el Apocalipsis de San Juan, y proviene, sin la menor duda, de las leyendas babilónicas, mientras que la narración babilónica, a su vez, tuvo su origen en las alegorías de los Arios. Según George Smith: “Nuestro fragmento se refiere a la creación de la humanidad, llamada Adán, como (el hombre) en la Biblia ; él fue hecho perfecto, pero después se une con el dragón del profundo, el animal de Tiamat, el espíritu del caos, y comete ofensas contra su dios, el cual  le maldice , evocando sobre su cabeza todos los males y penalidades de la humanidad“.  A esto sigue una guerra entre el dragón y los poderes del mal, o el caos de una parte y los dioses de otra. Los dioses tienen armas que han sido forjadas para ellos, y Merodach, el Arcángel Miguel del  Apocalipsis, se pone a la cabeza de la hueste celeste en contra del dragón. La guerra, descrita con gran animación, termina con el triunfo de los principios del bien.
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Esta Guerra de los Dioses contra los Poderes del Profundo se refiere también, en su aplicación última y terrestre, a la lucha entre los Adeptos Arios de la naciente quinta raza y los Brujos de la Atlántida, los Demonios del océano que desaparecieron en el Diluvio. Los símbolos del “Dragón” y de la “Guerra en el Cielo” tienen más de un significado, pues en una misma alegoría están incluidos sucesos religiosos, astronómicos y geológicos. Pero también tenían un sentido cosmológico. En la India, la historia del Dragón está repetida en las batallas de Indra con Vritra. En los Vedas es mencionado a Ahi-Vritra como el Demonio de la sequía, el terrible viento abrasador. A Indra se le presenta en continua guerra con él; y con la ayuda de su trueno y relámpago, el Dios obliga a Ahi-Vritra a derramar lluvia sobre la Tierra, y luego le mata. De aquí que Indra sea llamado el Vritra-han o el “Matador de Vritra”, del mismo modo que Miguel es llamado el “Matador del Dragón”. Ambos enemigos son el “Antiguo Dragón” precipitado en las profundidades de la Tierra.  Los Amshaspends del Avesta son una hueste con un jefe como Miguel, y parecen idénticos a las legiones del Cielo, a juzgar por el relato del  Vendîdâd . Ahura Mazda dice a Zarathushtra que “invoque a los Amesha Spentas que gobiernan sobre los siete Karshvares de la Tierra”; cuyos Karshvares se refieren igualmente a las  siete Esferas de nuestra Cadena Planetaria, a los siete Planetas, a los Siete Cielos, etc. Según el sentido se refiere a un mundo físico, supramundano o simplemente sideral. Zarathushtra, en su invocación contra Angra Mainyu y su hueste, se dirige a ellos con las siguientes palabras: “Invoco a los siete Sravah resplandecientes con sus hijos y rebaños”. Los “Sravah” significa los mismos Amshaspends, pero en su sentido Oculto más elevado. Los Sravah son los Nóumenos de los Amshapends manifiestos, las Almas o Espíritus de aquellos poderes  manifestados. “Sus hijos y rebaños” se refieren a los Ángeles Planetarios y a sus rebaños siderales de estrellas y constelaciones. “Amshapend” es un término exotérico, usado solamente en combinaciones y asuntos terrestres. Zarathushtra se dirige constantemente a Ahura Mazda como al “hacedor del mundo material”. Ormuzd es el padre de nuestra Tierra (Spenta Ârmaiti), a quien, cuando está personificada, se menciona como “la hermosa hija de Ahura Mazda”, que es también el creador del Árbol de la Sabiduría y el Conocimiento Oculto y Espiritual. Samuel o Satán, la Serpiente seductora del Génesis y uno de los primeros Ángeles que se rebelaron, es el nombre del “Dragón Rojo”. Es el Ángel de la  Muerte , pues el  Talmud  dice que “el Ángel de la Muerte y Satán son uno mismo”. Fue muerto por Miguel y por San Jorge, que es igualmente un Matador del Dragón. Samael es idéntico al Simún, el viento abrasador del desierto, y también al Demonio Védico de la Sequía, Como Vritra; “El Simún es llamado Atabutos”, o Diabolos, el Diablo.
Tifón, o el Dragón Apofis, el Acusador en el  Libro de los Muertos, es vencido por Horus, que atraviesa la cabeza a su contrario con una lanza. Tifón es el viento del desierto que todo lo destruye, el elemento rebelde que pone todo en confusión. Como Set, él es la obscuridad de la noche, el matador de Osiris, que es la luz del día y el Sol. La Arqueología demuestra que Horus es idéntico a Anubis, cuya efigie fue descubierta sobre un monumento egipcio con una coraza y una lanza, como Miguel y San Jorge. A Anubis también se le representa matando a un Dragón, que tiene cabeza y cola de serpiente. Cosmogónicamente, pues, todos los Dragones y Serpientes vencidos por sus “Matadores” son, en su origen, los principios turbulentos y confusos del caos, puestos en orden por los Dioses Sol o Poderes  Creadores . En el Libro de los Muertos, estos principios son llamados los “Hijos de la Rebelión”.  El opresor y el asesino de Osiris, llamado la  Serpiente engañadora, llama a los Hijos de la Rebelión, que están en el  Aire. Y cuando ellos llegan al Oriente de los Cielos, entonces estalla la  Guerra en  el Cielo y en el Mundo entero.  En los  Eddas escandinavos, la guerra de los Ases con los Hrimthurses o gigantes Helados, y de Asathor con Jotuns, las Serpientes y Dragones, así como el “Lobo” que sale de la “Obscuridad”, es la repetición del mismo mito. Según dice George Smith:  “Los principios (Espíritus) malos, emblemas del Caos, como vemos (en Caldea y Asiria lo mismo que en Egipto, se nos dice) … resisten este cambio y hacen la guerra a la Luna, el hijo mayor de Bel, atrayendo a su lado al Sol, a Venus y al dios atmosférico Vul“.  Esto es sólo otra versión de la “Guerra en el Cielo” hindú, entre Soma, la Luna, y los Dioses, siendo Indra el Vul atmosférico, lo cual muestra claramente que ambos son una alegoría cosmogónica y astronómica sacada de la Teogonía primitiva, como se enseña en los Misterios.   En las Doctrinas religiosas de los gnósticos es donde puede verse mejor el verdadero significado del Dragón, de la Serpiente, del Chivo y de todos esos símbolos de los Poderes llamados ahora el Mal; pues que fueron los que, en sus enseñanzas, divulgaron la naturaleza Esotérica del Ain Soph.
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La Kábala llama a esta primera emanación espiritual del Ain Soph el Inefable Anciano de los Días, que es el Ser de Nuestro Ser, el Padre y Madre en nosotros. El Ser de todos los seres. Él es lo que es, lo que siempre ha sido y lo que siempre será. Causa del Espíritu y de la Materia. No pudiendo expresarse Ain Soph en el Mundo Físico limitado, se expresa por medio de los Diez Sephirotes. Durante la Noche Cósmica el Universo se desintegra en Ain Soph y sólo existe en su mente y en la de sus Dioses, pero lo que en la mente de Él y en la Mente de Ellos existe, es objetivo en el Espacio Abstracto Absoluto. Su verdadero significado lo ocultaban los rabinos, mientras que los  cristianos, con pocas excepciones, no sabían nada acerca de él. Seguramente que Jesús de Nazareth no hubiera aconsejado a sus apóstoles que se mostrasen tan  sabios como la serpiente, si esta última hubiera sido un símbolo del Demonio; ni tampoco los Ofitas, los sabios gnósticos egipcios de la “Fraternidad de la Serpiente”, hubieran reverenciado a una serpiente viva en sus ceremonias como emblema de la Sabiduría, la divina Sophia y representación del-bien, no del mal, si ese reptil hubiera estado relacionado con Satán. El hecho es que, hasta como ofidio común, ha sido siempre un símbolo doble, y como Dragón no ha sido nunca más que un símbolo de la Deidad Manifestada en su gran Sabiduría. El “dragón volador” de los pintores primitivos puede ser una pintura exagerada de un animal antediluviano real extinguido. Las Enseñanzas Ocultas indican que en los antiguos tiempos existían tales seres, como los dragones voladores, una especie de pterodáctilos, y que esos lagartos alados gigantescos sirvieron de prototipos para los Seraph de Moisés y su gran Serpiente de Bronce. Los mismos judíos adoraron en la antigüedad a este último ídolo. Pero, después de las reformas religiosas introducidas por Ezequías, dieron una completa vuelta, y llamaron Demonio a ese símbolo.  No fue la Serpiente sino el mismo “Señor Dios” que dijo: “No es bueno que el hombre esté solo”, e hizo a la mujer y “se la dio al hombre”. Si el incidente que luego siguió  debía y debe ser aún considerado como “el pecado original”, entonces la previsión divina del Creador se muestra verdaderamente bajo una luz muy pobre. A la vista del relato del Génesis, hubiera sido mucho mejor para el primer Adán que lo hubiese dejado o bien “macho y hembra”, o “solo”.  No necesitamos tocar el significado místico y múltiple del nombre de Jehovah en su sentido abstracto, el cual es independiente de la Deidad a la que falsamente se da este nombre. Fue ello un “velo” inventado intencionalmente por los rabinos, un secreto conservado por ellos con infinito cuidado, después que los cristianos les despojaron del nombre de su Dios que era propiedad exclusiva suya.
Sin embargo, actualmente se declara lo siguiente. El personaje nombrado en los primeros  cuatro capítulos del  Génesis indistintamente como “Dios”, el “Señor Dios” y simplemente el “Señor”, no es la misma persona. Y ciertamente no es Jehovah. Hay tres distintas clases o grupos de Elohim, llamados Sephiroth en la  Kabalah. Jehovah aparece solamente en el capítulo IV del  Génesis, en el primero de cuyos versículos es llamado Caín, y en el último transformado en la humanidad: macho y hembra, Jah-veh. La serpiente, además, no es Satán sino el brillante Ángel, uno de los Elohim revestido de esplendor y gloria, el cual- habiendo prometido a la mujer que si comían del fruto prohibido “no morirían seguramente”. Cumplió su promesa e hizo al hombre inmortal en su  naturaleza incorruptible . El capítulo III del Génesis contiene (esotéricamente) el descubrimiento del velo de la ignorancia que interceptaba las percepciones del Hombre Angélico, hecho a la imagen de los Dioses “sin huesos” y la percepción de su naturaleza real; mostrando de este modo al Resplandeciente Ángel (Lucifer) como un dador de la Inmortalidad, y como el “Iluminador”; mientras que en la verdadera Caída en la materia debe buscarse en el capítulo IV. En éste, Jehovah-Caín, la parte masculina de Adán, el hombre doble , habiéndose separado de Eva, crea en ella Abel,  la primera mujer natural y derrama la  sangre virgen . Ahora bien; demostrado que Caín es idéntico a Jehovah, por la correcta interpretación del primer versículo del capítulo IV  del  Génesis, en el texto original hebreo. Además, los rabinos enseñan que “Kin” (Caín), el Mal, fue el Hijo de Eva y de Samael, el Demonio, que ocupó el lugar de Adán. Y el  Talmud añade que “Satán, el Espíritu malo, y Samael, el Ángel de la Muerte, son uno mismo”. De ello se deduce que Jehovah (la especie  humana , o Jah-hovah) y Satán (la Serpiente tentadora) son una misma entidad.  No hay Demonio alguno, no hay ningún Mal fuera de la humanidad, para producir un Demonio.  El Mal es una necesidad y uno de los sostenes del Universo Manifestado. Es una necesidad para el progreso y la evolución, del mismo modo que la noche es necesaria para la producción del día, y la muerte para la de la vida, para que el hombre pueda vivir por siempre.
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Satán representa metafísicamente tan sólo el  reverso o el  polo opuesto de todas las cosas en la Naturaleza. Es, alegóricamente, el “Adversario”, el “Asesino” y el gran Enemigo de todo, porque no hay nada en todo el Universo que no tenga dos aspectos, el reverso de la misma medalla. Son el  yin y yang del taoísmo, que exponen la dualidad de todo lo existente en el universo. Describe las dos fuerzas fundamentales opuestas y complementarias, que se encuentran en todas las cosas. El yin es el principio femenino, la tierra, la oscuridad, la pasividad y la absorción. El yang es el principio masculino, el cielo, la luz, la actividad y la penetración. Según esta idea, cada ser, objeto o pensamiento posee un complemento del que depende para su existencia y que a su vez existe dentro de él mismo. De esto se deduce que nada existe en estado puro ni tampoco en absoluta quietud, sino en una continua transformación. Además, cualquier idea puede ser vista como su contraria si se la mira desde otro punto de vista. En este sentido, la categorización sólo lo sería por conveniencia. Estas dos fuerzas, yin y yang, serían la fase siguiente después del tao, principio generador de todas las cosas, del cual surgen.  Jehovah fue llamado por los gnósticos el Creador del Ofiomorfos y uno con él, la Serpiente, Satán, o el Mal. Enseñaban  ellos que Iurbo y Adonai eran nombres de Iao-Jehovah, el cual es una  emanación de Ilda-baoth. Esto, en su lenguaje, equivalía a decir lo que los rabinos expresaban de un modo más velado, declarando que “Caín había sido engendrado por Samael o Satán”.  Los Ángeles Caídos son alegóricamente, en todos los sistemas antiguos, los prototipos de los hombres caídos y, esotéricamente, estos hombres mismos . Así es como los Elohim, a la hora de la creación, se convirtieron en los Beni-Elohim, los Hijos de Dios, entre los cuales está Satán, en las tradiciones semíticas. La Guerra en el Cielo entre Thrêtaona y Ashidahaka, la Serpiente destructora, termina sobre la Tierra, según Burnouf, con la batalla de los hombres piadosos contra el poder del Mal, o sea, “de los iranios con los brahmanes arios de la India”. Y el conflicto de los Dioses con los Asuras está repetido en la Gran Guerra del Mahâbhârata. En el Cristianismo, todos los combatientes, Dioses y Demonios, los Adversarios de ambos campos, están ahora transformados en Dragones y Satanes, sólo para relacionar el Mal con la Serpiente del Génesis, y probar así el nuevo dogma.
Importa poco que fuera Isis, o Ceres, la Kabiria, quien enseñó la agricultura a los hombres. Noé es un  mito o una leyenda basada en la tradición de los Kabiri o Titanes, según se enseñaba en Samotracia. Por lo tanto, no debe ser monopolizado ni por los judíos ni por los cristianos. Si, como Faber trató de  demostrar, Noé es un Atlante y un Titán, y su familia son los Kabiri o Titanes piadosos, entonces la cronología bíblica cae por su propio peso y con ella todos los Patriarcas, lo Titanes preatlánticos y Antediluvianos. Como se ha descubierto, Caín es Marte, el Dios de la  fuerza y de la generación, así como del primer derramamiento (sexual) de sangre. Tubal-Caín es un Kabiri, “un instructor de todos los artífices en bronce y en hierro”. Es uno con Hefestos o Vulcano. Jabal está también tomado de los Kabiri, los instructores de la agricultura, “los que tienen ganados”, y Jubal es “el padre de todos los que manejan el arpa”, los  que construyeron el arpa de Cronos y el tridente de Poseidón. La historia o las “fábulas” acerca de los misteriosos Telchines, los primeros habitantes de la isla de Rodas, son todas el eco de los sucesos arcaicos de las Enseñanzas Esotéricas, y nos dan la clave del origen de la genealogía de Caín en el tercer capítulo del  Génesis. Dan la razón por la cual la Iglesia católica romana identifica “la sangre maldita” de Caín y de Cam con la Brujería, y la hace responsable del Diluvio. Pues, ¿no fueron los Telchines, los misteriosos artífices del hierro de Rodas, los que primero erigieron estatuas a los Dioses, les proporcionaron armas, y enseñaron a los hombres las artes mágicas? ¿Y no fueron ellos destruidos por un Diluvio, por orden de Zeus, como los Cainitas lo fueron por orden de Jehovah?  Los Telchines son simplemente los Kabiri y los Titanes, en otra forma. También ellos son los Atlantes. Decharme dice: “Lo mismo que Lemnos y Samotracia, Rodas, el país natal de los Telchines, es una isla de formación volcánica“.  La isla griega de Rodas surgió repentinamente de los mares, después de haber sido primeramente tragada por el Océano, dice la tradición. Lo mismo que la Samotracia de los Kabiri, está relacionada en la memoria del hombre con las leyendas del Diluvio.
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Noé es el representante judío de casi todos los Dioses paganos. Los cantos de Homero contienen, en forma poética, todas las fábulas de los Patriarcas, los cuales son todos símbolos y signos numéricos, cósmicos y siderales. El intento de separar las dos genealogías de Seth y de Caín, y el deseo igualmente fútil de presentarlos como hombres  históricos  reales , sólo ha conducido a que se hagan investigaciones más serias en la historia del pasado, y a descubrimientos que han perjudicado para siempre a la famosa  revelación . Por ejemplo, al establecerse la identidad de Noé con Melchizedek, se ha probado también la identidad de Melchizedek, o Padre Sadik, con Cronos-Saturno. Ningún escritor Cristiano lo niega. Bryant está de acuerdo con todos los que profesan la opinión de que Sydic, o Sadic, fue el Patriarca Noé y también Melchizedek; y que el nombre Sadic, que se le da, corresponde con el carácter que se atribuye en el Génesis: “Era Sadic un hombre justo y perfecto en su generación. Todas las ciencias así como todas las artes útiles se le atribuían, siendo transmitidas por sus hijos a posteridad“.  Ahora bien, Sanchoniathon, escritor fenicio, fue quien informó al mundo de que los Kabiri eran los Hijos de Sydic o Zedek (Melchi-zedek). Como esta noticia llegó a nosotros por medio de la  Preparatio Evangelica de Eusebio, puede considerarse sospechosa, pues es más que probable que tratara las obras de Sanchoniathon como trató las tablas Sincrónicas de Manethou. Pero supongamos que la identificación de Sydic, Cronos o Saturno, con Noé y Melchizedek, esté basada en una de las hipótesis piadosas de Eusebio. Aceptémosla como tal, juntamente con la cualidad característica del  hombre justo de Noé y de su supuesto duplicado, el misterioso Melchizedek, “rey de Salem, y sacerdote del Dios más elevado”, según “su propia orden”.  Al hablar de Adán, de Caín, de Marte, etc., como  personificaciones, vemos que el autor de  Source of Measures  expresa las Enseñanzas Esotéricas en sus investigaciones kabalísticas.  Había dos razas distintas de Cabiri: la primera consistía en Cam y Mizraim, quienes serían Júpiter y Dionisos de Manaseas; la segunda, de los hijos de Shem, que son los Cabiri de Sanchoniathon, mientrasque su padre Sydyk es, por consiguiente, el Shem de la escritura.  Los Kabiri, los “Poderosos”, son idénticos a los Dhyân Chohans primordiales, a los Pitris corpóreos e incorpóreos, y a todos los Regentes e Instructores de las razas primitivas, que se mencionan como los Dioses y Reyes de las Dinastías Divinas.
Fuentes:
Helena Petrovna Blavatsky – La Doctrina Secreta
Fuente
https://oldcivilizations.wordpress.com


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