Mónica Navia (*)
Si algo duele de la historia entre Bolivia y Chile es la herida de la frontera que cambió de lugar, luego de la Guerra del Pacífico. Para los bolivianos, el impacto fue tan fuerte que desde entonces nuestra cultura se impregnó de discursos y acciones que marcan la falta, el vacío de ese territorio desposeído. Pero este dolor no vino solo: años de "mamar” xenofobia, resentimiento y, sobre todo, discursos aprendidos de nuestros padres y madres, abuelos y abuelas, bisabuelos y bisabuelas han marcado un modo de relacionarnos, de hablarnos, de discutir o de dialogar. No hay conversación, al menos si ésta proviene de parte de un boliviano, que no contemple una broma amarga, una ironía o un reclamo—velado o expreso— sobre la usurpación de territorio de parte del ejército chileno como resultado de la Guerra del Pacífico. Y valga decir que, en muchas familias, tenemos como "infiltrados” tías o primos provenientes del país vecino, a quienes tenemos afecto más allá de toda historia y frontera.
Por esto es importante ponerlo al frente para pensar —y pensarnos— en esta situación que demarca y fortalece una frontera impuesta por la historia. Dentro de esta narrativa, nos situamos bolivianas y bolivianos que vemos cómo atraviesa este dolor nuestros discursos patrios y personales y que terminamos reproduciendo esta frontera desde la sombra de la guerra. Los políticos lo están haciendo a su modo y, en Oruro, un colectivo de artistas, Antiarte, ha decidido entrometerse.
Pero esta vez ya no se trata de un reclamo marítimo o territorial —también legítimo y necesario—, sino de un "Apthapi. Encuentro Internacional de Arte” en la frontera entre Bolivia y Chile, organizado por el colectivo de artistas orureños Antiarte, que busca reflexionar acerca de las líneas imaginarias que dividen a ambos países a partir de discursos, de hechos, de imágenes o de lo que cada artista, tanto boliviano como chileno proponga.
¿Qué es la frontera para un boliviano y para un chileno en esta línea tensa de nuestra historia? ¿Qué propone el nombre de tal encuentro transfronterizo? Esta tradición ancestral, apuntan sus organizadores, evoca o convoca a compartir aquello que artistas bolivianos y chilenos dispongan sobre el amplio mantel de la frontera, un apthapi que permite reflexionar sobre la huella política que nos separa y enfrenta, pero que también nos comunica.
Se lo piensa desde dos espacios: charlas "in situ” sobre frontera y migración a cargo de especialistas y la ejecución de obras de artistas chilenos y bolivianos. El destino: las localidades fronterizas de Pisiga, ubicada en el departamento de Oruro, y Colchane, ubicada en la zona norte de la geografía chilena. El evento se llevó a cabo desde el 23 hasta el 25 de septiembre en ambos espacios territoriales.
Quien organiza este encuentro, el colectivo de arte contemporáneo Antiarte, de Oruro, lleva años promoviendo encuentros artísticos nacionales e internacionales. Lo hace desde la "periferia” (Oruro) y desde la "periferia de la periferia” (arte en Oruro), como bien menciona Alejandro Valdez (La Patria, 28-7-16). De los nueve encuentros realizados por este grupo artístico, se mencionan: "Pumiri: arte, tiempo, naturaleza, muerte” (2015), "Periferia” (2014) y "Clandestino” (2013) que, como testigo y parte, son por demás propositivos y atrevidos.
La estética de Antiarte, más bien antiestética y antiartística, como ellos la denominan, es ahora, cuando el arte contemporáneo se ha vuelto cada vez más institucionalizado, un aire tupido de nuevas significaciones sobre qué pensar y proponer en el arte.
Y en relación con el encuentro en la frontera con artistas del país vecino, Chile, valdrá la pena preguntarse cómo "rayaremos la cancha” bolivianos y chilenos a la luz de más de un siglo de lugares comunes, palabras veladas, infidencias, traiciones, amores, discursos oficiales y mucho más. También me surge la pregunta de qué diría mi bisabuelo, combatiente de la Guerra del Pacífico, si me viera compartiendo quién sabe qué con chilenos en la mera frontera.
(*) Es artista y docente de la Universidad Católica "San Pablo” y de la Universidad Mayor
de San Andrés.
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