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sábado, 31 de enero de 2015

Anton Van Dyck


                    Anton Van Dyck

                                          Amberes, 1599-1641

Anton Van Dyck nació en Amberes, el 22 de marzo de 1599 y murió en Londres, el 9 de diciembre de 1641. Fue un pintor flamenco especialmente dedicado a la elaboración de retratos. Llegó a ser el primer pintor de corte en Inglaterra tras una larga estancia en Italia. Es universalmente conocido por sus retratos de la nobleza genovesa y de Carlos I, rey de Inglaterra, de los miembros de su familia y de su corte. Con su método de pintura de una elegancia relajada, influenció a los retratistas ingleses, como Peter Lely. Además de retratos, por los cuales fue bastante apreciado, se ocupó también de temas bíblicos y mitológicos, introduciendo algunas notables innovaciones pictóricas.
               

Fue alumno y amigo del pintor Pedro Pablo Rubens, del que asimiló la técnica y, en parte también el estilo.
Tras transcurrir la juventud en Amberes, se trasladó a Italia, donde realizó el viaje ritual de formación característico de todos los grandes pintores flamencos. Allí tuvo la oportunidad de ver y copiar algunas grandes obras renacentistas, especialmente de su pintor favorito, Tiziano. Al volver de Italia, pasó a Inglaterra, a la corte de Carlos I, donde se ocupó casi exclusivamente de retratos. Murió en Londres a la edad de 42 años y fue enterrado en la Catedral de San Pablo.
En octubre de 1620, cuando tenía veintiún años, Van Dyck se trasladó a Londres, a la corte del rey de Inglaterra, James I. Lo convenció la insistencia de George Villiers, I duque de Buckingham y Thomas Howard, conde de Arundel. Este último era un gran apasionado del arte, amigo de Rubens y protector del arquitecto Íñigo Jones. Durante la estadía en Londres, Van Dyck obtuvo de James I una pensión anual de 100 libras esterlinas pero no logró ser presentado al rey; sin embargo, bien pronto el conde de Arundel le concedió un permiso de viaje al extranjero por ocho meses: no volvió en once años. Las obras realizadas por Van Dyck durante esta primera estancia en Inglaterra son muy diferentes de las que había hecho hasta entonces en Flandes. En Amberes, reconvertida recientemente al catolicismo, Anton tenía la posibilidad de realizar solamente telas con carácter religioso o retratos. En cambio, en Londres gozaba de mayor libertad, sea en la ejecución de las pinturas, sea en la elección del tema por representar.
             

Al volver a Amberes, se quedó allí alrededor de ocho meses; en este período, en el que Rubens se encontraba lejos, pintó algunos de sus retratos más brillantes e innovadores, como el Retrato de Isabel Brant, primera mujer de Rubens, y el Retrato de Frans Snyders y de su mujer Margarita de Vos. Aunque en cierta manera Rubens y Van Dyck rivalizaban por conseguir los mejores encargos, mantuvieron su amistad. Cuando Van Dyck comunicó su decisión de partir a Italia, Rubens le regaló un caballo para el viaje y le dejó numerosas cartas de presentación para pintores y mecenas.
En 1621 Van Dyck decidió partir a Italia, tradicional viaje de los pintores flamencos, donde permaneció durante seis años, estudiando y analizando los trabajos de los grandes artistas del siglo XV y del XVI y se afirmó su fama de retratista.

El 3 de octubre de 1621 partió de su ciudad natal a Génova. Llegó en la ciudad marítima, en aquel entonces dirigida por un gobierno propio, el 20 de noviembre de ese año y se alojó en la casa de los pintores y coleccionistas de arte flamenco, Lucas y Cornelis de Wael. A su llegada a Génova, Anton había ya realizado alrededor de 300 pinturas, situación opuesta a la de Rubens o de Nicolas Poussin, que a su llegada a Italia no habían tenido ocasión todavía para trabajar de manera tan intensa.
Fue presentado en la mejor aristocracia de la ciudad y se las ingenió para retratar algunos exponentes de las mejores familias genovesas (Spinola, Durazzo, Lomellini, Doria, Brignole, etc.). Su inmediato éxito se debió inicialmente a la fama de Rubens, que había vivido y trabajado mucho en Génova, y del que Van Dyck era visto como un nuevo representante y continuador. Pero Van Dyck supo conformar un nuevo tipo de retrato, de siluetas estilizadas y expresiones severas, que se apartaba del estilo de Rubens.
             

Tras la exitosa experiencia genovesa, Van Dyck partió en febrero de 1622, a Roma, donde permaneció hasta agosto de ese año y durante buena parte de 1623. Acogido favorablemente en la Roma pontificia, fue introducido en los mejores ambientes de la sociedad; durante su segunda permanencia recibió del cardenal Guido Bentivoglio dos importantes encargos, que consistían en la realización de una Crucifixión y de un retrato de cuerpo completo del mismo cardenal. Bentivoglio había sido elevado al cardenalato el año anterior y era el protector de la comunidad flamenca romana, ya que había sido nuncio apostólico en Bruselas desde 1607 hasta 1614. Además del retrato del cardenal Bentivoglio, uno de los más famosos de toda la producción de Van Dyck, el joven pintor retrató también al cardenal Maffeo Barberini, que luego fue papa con el nombre de Urbano VIII. De este período son también numerosos retratos como los del matrimonio Shirley. A diferencia del maestro Rubens, Van Dyck no amaba mucho el legado antiguo de Grecia y Roma, y prefería estudiar a los maestros del siglo XVI. Testimonio de ello es su Cuaderno italiano, diario de esbozos y diseños realizados a partir de grandes obras estudiadas durante su estadía en Italia. En Roma tuvo la oportunidad de observar y copiar las obras maestras de los grandes del Renacimiento, que se encontraban principalmente en el palacio Ludovisi y en la Villa Borghese.
Desde Roma se trasladó a Florencia, donde conoció a Lorenzo de Médici, hijo del gran duque de Toscana, Fernando I de Médici, gran apasionado del arte y generoso mecenas. Probablemente pintó un retrato de él, que luego hubo de perderse. De camino a Véneto, se detuvo en Bolonia y en Parma, donde admiró los frescos de Correggio. Llegó finalmente a Venecia, donde transcurrió el invierno de 1622. En la ciudad de las lagunas, patria de uno de sus artistas favoritos, Tiziano, fue guiado en la visita de las grandes obras venecianas por el sobrino de Tiziano, César Vecellio. Anton pudo finalmente coronar su sueño, ver y analizar las obras de Tiziano y de Paolo Veronese.
                    

Fue en Italia donde creó un estilo refinado y elegante que caracterizó su obra durante toda su vida, así como un tipo de retrato «inmortal» en el que los nobles son captados con porte orgulloso y figura esbelta. Este tipo de retrato se convirtió en modelo para la pintura occidental, sobre todo en Inglaterra donde Thomas Gainsborough lo tomó como fuente de inspiración.
Desde Venecia pasó a Mantua, donde fue introducido en la corte de los Gonzaga. Aquí conoció a Fernando Gonzaga y a Vincenzo II Gonzaga, que había sido protector de Rubens. Con su permanencia en Mantua, Van Dyck tuvo ocasión de ver la colección de los duques antes de que se perdiera, vendida entre varios coleccionistas como Carlos I de Inglaterra. En 1623 estuvo de nuevo en Roma, ciudad en la que había rechazado mantener contacto con la asociación local de pintores flamencos, lejos del estilo académico, que conducían una vida simple y no de ostentación como la suya.
   

Desde Roma pasó a Génova, deteniéndose antes en Milán y en Turín, donde fue recibido por los Saboya. En abril de 1624, Emanuel Filiberto de Saboya, virrey de Sicilia, por encargo del rey de España Felipe IV, invitó a Van Dyck a Palermo para que le hiciese un retrato. Anton acogió la invitación y se trasladó a Sicilia, donde retrató al virrey; poco tiempo después la ciudad de Palermo fue atacada por una terrible epidemia de peste que mató al mismo Emanuel Filiberto. A pesar de la epidemia, Van Dyck permaneció en la ciudad hasta más o menos septiembre de 1624.
Aquí conoció a la anciana pintora Sofonisba Anguissola, ya de 90 años, que murió al año siguiente y de quien Anton hizo un retrato. Durante el encuentro, que van Dyck describió como «muy cortés», la anciana mujer, casi completamente ciega, dio preciosos consejos y advertencias al joven pintor, además de contarle episodios de su vida. El retrato de Sofonisba Anguissola se conserva en el Cuaderno italiano. Poco después del hallazgo de las reliquias de Santa Rosalía (15 de julio) que fue hecha patrona de la ciudad, a Van Dyck le fueron encargadas algunas telas que tendrían que representar a la santa. Tras ver el continuo crecimiento de la peste, Anton volvió a Génova, donde completó la realización de la «pala» de altar La Virgen del Rosario, luego enviada a Palermo, considerada como la mayor obra religiosa del artista.
En los años que siguieron hasta 1627, Van Dyck residió casi siempre en Génova, excepto un breve período en 1625 en que fue hospedado en Provenza por el humanista Nicolas-Claude Fabri de Peiresc. Durante el período de permanencia en Génova, Van Dyck se dedicó a hacer retratos. Aunque sin abandonar temas religiosos o mitológicos, el artista se concentró en el género del retrato: sus telas eran de grandes dimensiones y representaban a personajes de la más importante nobleza frecuentemente de cuerpo entero. Los retratos destacan por su majestuosidad y por la representación psicológica de las personas, que emerge sin la necesidad de un simbolismo particular. Los retratos dobles son raros y siempre divididos en dos telas diferentes, como el Retrato ecuestre de Anton Giulio Brignole-Sale, creado junto al Retrato de Paolina Adorno, marquesa de Brignole-Sale.
  

Una atención particular dirigió Van Dyck a los retratos de grupo, como La familia Lomellini, y a los retratos de niños. Aun cuando todavía Rubens era su constante punto de referencia, Van Dyck logra hacer irradiar de sus personajes una mayor separación y el sentido de grandeur que los grandes nombres de la rica aristocracia de la ciudad deseaban mostrar. Los niños son representados con gran maestría, singularmente, como en el caso del Retrato de Filippo Cattaneo y el Retrato de Magdalena Cattane o acompañados por sus padres, como el Retrato de una mujer noble genovesa con el hijo (1625).
La fama de gran retratista con la que había vuelto de su permanencia en Italia, le permitió entrar al servicio de la archiduquesa Isabel Clara Eugenia de Habsburgo, hija de Felipe II y regente de los Países Bajos. Pintó un retrato de la archiduquesa por el cual recibió a cambio una cadena de oro. Con su entrada en la corte, creció todavía más su fama de retratista. Quienes le encargaban trabajos, eran muy numerosos y pertenecían a las grandes familias de la nobleza de Flandes y de Brabante.
Además de los retratos de personajes aristocráticos, Van Dyck retrató también a amigos artistas, como el grabador Karel de Mallery, el músico Henricus Liberti y el pintor Marin Rijckaert. Y a pesar de que Flandes y Holanda estuvieran en guerra, Van Dyck logró llegar a la corte de La Haya, donde hizo un retrato de Federico Enrique de Orange con su mujer y el hijo Guillermo II de Orange. Para el príncipe realizó también dos telas con temas tomados de la literatura italiana, Amarillis y Mirtillo (de Battista Guarini) y Rinaldo y Armida (de Torcuato Tasso). Cerca de la ciudad de Haarlem, conoció a Frans Hals. Y durante una segunda estancia en Holanda, entre el 1631 y el 1632 conoció también a Federico V, ex rey de Bohemia en el exilio, que le encargó los retratos de sus dos hijos, Carlos Luis y Rupert.
Desde 1629 comenzaron las relaciones entre Van Dyck y el rey inglés Carlos I. A través de su intermediario Sir Endymion Porter, el rey adquirió la tela con carácter mitológico Rinaldo y Armida, que según los historiadores motivó el deseo del rey de contratar al pintor.
Carlos I de Inglaterra fue, entre los soberanos ingleses del pasado, el que más apreció el arte pictórica, y se mostró siempre como un fuerte mecenas y protector de los artistas, rivalizando con Felipe IV de España. El pintor preferido del rey era Tiziano y en Van Dyck veía a su heredero.

Algún año antes, en 1628, Carlos había adquirido de Carlos I de Gonzaga-Nevers, duque de Mantua, la gran colección de pinturas acumuladas en los años de los Gonzaga, también ellos conocidos protectores de artistas de fama internacional. Además, desde su ascenso al trono, Carlos I había buscado introducir en su corte a artistas de diversas nacionalidades, en particular italianos y flamencos. En 1626 había logrado convencer a Orazio Gentileschi para que se trasladase a Londres. Gentileschi fue nombrado pintor de corte y se dedicó, entre otras cosas, a la decoración de la Casa de las Delicias, residencia de la reina Enriqueta María de Borbón, en la ciudad de Greenwich. Pocos años después, en 1638 logró traer a Inglaterra a la hija de Orazio, Artemisa Gentileschi, de quien conservó una pintura célebre, Autorretrato como alegoría de la pintura.
Para abril de 1632, Van Dyck llegó por segunda vez a Inglaterra. Acogido con todos los honores, fue presentado al rey, que había conocido años antes como Príncipe de Gales, y se alojó en Londres, en la casa de Edward Norgate, escritor de arte, pagado por la corona. Luego cambió de residencia para establecerse en Blackfriars, lejos de la influencia de la Worshipful Company of Painter-Stainers, importante organización de pintores londinenses. En esta gran casa, regalo del rey, con un jardín sobre el río Támesis, recibía a sus huéspedes y a menudo realizaba sus pinturas. Tras pocos meses, el 5 de julio de 1632, Carlos I le confirió el título nobiliario de baronet, nombrándolo miembro del Orden del Baño, y le garantizó una renta anual de 200 esterlinas, además de hacer oficial su nombramiento como primer pintor de la corte. Bellori se expresó de la siguiente manera sobre el período inglés de Van Dyck:

Sin embargo, en 1634, durante alrededor de un año, Van Dyck decidió trasladarse a Amberes y a Bruselas, para visitar a su familia. Tras adquirir un vestido en Amberes, en abril fue llamado a Bruselas. Aquí asistió a la entrada en la ciudad del Cardenal-Infante Fernando de Habsburgo, hermano del rey Felipe IV de España, nuevo regente de los Países Bajos españoles. Van Dyck hizo numerosos retratos del nuevo regente y de varios exponentes del clero y de la aristocracia. Uno de los más ambiciosos retratos de grupo de estos años es el Retrato del conde Johannes de Nassau y su familia. En el curso de su estancia en Bruselas se encontró también con Tomás Francisco de Saboya, primer príncipe de Carignano, y comandante general de las fuerzas españolas en los Países Bajos, de quien realizó un gran retrato ecuestre, en el cual el príncipe aparece en toda su majestad, manteniendo con firmeza un espléndido caballo mientras se pone el sombrero. Este retrato fue también un modelo para el Retrato del conde-duque de Olivares a caballo de Diego Velázquez. Poco antes de su regreso a Inglaterra, Van Dyck fue llamado a realizar un gran retrato de grupo que representara a todos los miembros del consejo de la ciudad y del burgomaestre, quienes tenían la misión de gobernar la urbe. El cuadro estaba destinado a la sala del tribunal del Grand Place de Bruselas. Tristemente, durante el bombardeo francés sobre Bruselas ordenado por el Mariscal de Francia, François de Neufville, en 1695, la pintura fue destruida.
Ya en Londres, Van Dyck entró a formar parte del grupo de cortesanos católicos fieles a la reina Enriqueta María, entre los que se contaba Kenelm Digby y Endymion Porter. El rey mandó hacer innumerables retratos de sí mismo, sea solo o acompañado por la reina o por los hijos. La tela más famosa de Carlos junto a su familia es el Greate Peece, de formato enorme y que representa al rey y a la reina sentados: junto al soberano está en pie el pequeño Carlos II, mientras entre los brazos de la reina está sentado James II. La reina también pidió varios retratos entre los que destaca La reina Enriqueta María con el enano Jeffrey Hudson, en el que Enriqueta con vestidos de cacería es representada en compañía de su enano, Jeffrey Hudson. A la reina, más bien baja de estatura, Van Dyck le mejoró la forma de la nariz y de la mandíbula, enfatizando el candor de la tez. Carlos encargó también pinturas que representaran a sus hijos, como Los tres hijos mayores de Carlos I, un retrato de entre los más logrados, sugestivo y suntuoso, que luego fue enviado por la reina a su hermana María Cristina y Los cinco hijos mayores de Carlos I.
Además de pintar, Anton abría su casa a la mejor nobleza y se entretenía con músicos y bufones; ofrecía banquetes, poseía siervos, carrozas y caballos. Uno de los más asiduos frecuentadores de la casa de Van Dyck era el mismo rey, que incluso mandó hacer modificaciones al jardín de la casa de su pintor para que pudiera llegar allí más fácilmente a través del río. En la casa de Van Dyck vivió también su amante, Margarey Lemon, retratada varias veces en representaciones alegóricas o mitológicas. Se dice que la mujer era tan celosa de Anton que una vez intentó morderle un dedo de la mano para impedirle retratar señoras. En 1640 Anton decidió casarse y, ya con 40 años, se casó con una dama noble escocesa, Mary Ruthven, dama de compañía de la reina. Pero su única actividad en Londres era la de retratista, mientras él soñaba con un proyecto más grande, un ciclo pictórico de carácter histórico. Había iniciado la realización de una serie de tapices, dedicados a la exaltación de la antigua Orden de la Jarretera, que no concluyó.

Cuando en mayo de 1640 murió Rubens, le ofrecieron volver a Amberes para dirigir el taller de su maestro. Mientras estaba por partir, le comentaron que el rey de Francia Luis XIII estaba buscando a un artista que decorase las salas principales del Palacio del Louvre. Era precisamente esto lo que Van Dyck estaba esperando desde hacía años; en enero de 1641 se trasladó a París, y volvió a Londres en mayo. En esta ocasión pintó el doble retrato Retrato de Guillermo II de Nassau-Orange y la princesa María, para celebrar el matrimonio entre los dos príncipes. En octubre se dirigió a Amberes y luego de nuevo a París, donde recibió la noticia de que la decoración del Louvre había sido confiada a Nicolas Poussin y a Simon Vouet y donde fue obligado a rechazar la realización del retrato de un cardenal (no se sabe si Richelieu o Mazarino).
Por motivos de salud, tuvo que volver precipitadamente a Londres. El rey le envió a su médico personal, a quien ofreció 300 esterlinas si lograba salvarle la vida a su pintor. El 1 de diciembre de 1641, lady Van Dyck dio a luz a su primera hija, Justiniana. Algunos días después Anton hizo testamento a favor de la hija, de la esposa, de las hermanas y de una hija natural que había tenido en Amberes. El 9 de diciembre Anton Van Dyck murió en su casa de Blackfriars y fue sepultado en la presencia de la corte en la Catedral de San Pablo.


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