“Mi nombre es real, vivo en una isla en la bahía de San Francisco, no lejos de donde crecí. Hace mucho tiempo tuve que hacer una elección entre los caballos y el arte y elegí montar. Ahora ya no puedo montar así que uso mi Ipad para crear y llenar los días. Gracias Mar por su interés, por seguirme, espero que tu arte te llene.” Robin Isely a.k.a. Sliplead
Qué mejor deseo… ojalá se cumpla. Enamorada de su obra hasta la media médula, una cualquiera de las suyas, de esas que con tanto esmero enreda entre melenas de mujeres y zarpas de enormes felinos, a través de cráneos llenos de flores marchitas o de escaleras imposibles.
Siempre la mujer como protagonista.
Siempre el animal si hay compañero.
La obra de Robin Isely no me recuerda a nadie porque es única. Y me arrasa. Parece ser uno de esos artistas con voluntad de esconderse ante la fama o el reconocimiento.
Una página en Tumblr.
Una cita acompañando a una de sus obras en “creaturemag”, y algunas entradas en blogs de arte sin más comentarios que los de sus propios autores… nada más pude encontrar sobre ella hasta que no me atreví torpemente a preguntarle, sin esperar respuesta… después me supo a poco pero no quise enturbiar más el momento ni su inesperada confianza que me resultó sencilla y sincera, breve pero intensa.
No sé qué tiene o por qué se pregunta, pero todas sus protagonistas parecen estar esperando una respuesta, cuestionándoselo todo frente a lo que podrían parecer peligros que maneja a voluntad. Se siente cómoda entre las fieras, parece encontrar una paz que de ningún otro modo encuentra. Frente al mundo animal la entrega de sus mujeres es absoluta, no cabe duda de que se sienten como en casa llegando a formar con ellos. Escenas que rozan lo más delicado de la sensualidad, dejándolo todo a la libre interpretación de quien las observa. Y cómo no, la muerte… o la falta de vida. Cuando enseñan los huesos y las calacas no hay miedo ni sorpresa en los rostros, siendo así, sus mujeres dormitan… como si se dejaran llevar sin oponerse ante lo inevitable y natural. No hay demasiado drama en su obra pero sí mucho dualismo, contraposición y algunos guiños (las novias calavera son de mis favoritos). Cuando se viste de sangre se queda tan ancha, como una dama.
Ellas muestran con descaro algunos miedos, quizás a no ser reconocidas por lo que portan dentro, a ser confundidas entre alguna muchedumbre de “cualquier otra/cosa”, a ser tratadas con desdén… pero sabe enseñar los dientes con muchísima dulzura y sin despeinarse. Para ella el “vintage” no es “lo de siempre” (puede que nos hayamos acomodado a verlo demasiado) lo sabe diluir con una picardía tan moderna como clásica, atemporal. Sus protagonistas no tienen fecha más allá de las que parecen salidas de cuentos con mucho lobo pero sin hadas.
Lo primero y lo último que veo en su obra es a la mujer, y entre medias a la mujer que se se entrega con la misma pasión al amor que a la guerra, pero que jamás consentirá ninguna cadena rodeando su cuello. Su deseo de libertad es puro instinto animal como su lamento frente al animal enjaulado que no muestra.
Y no hay otra.
Arropada por la elegancia una crítica voraz.
Con poca “pose” y mucho garbo. Mujeres guapas pero mujeres de verdad sin tonterías ni caras de caramelo derretido esperando a ser succionado.
Sus obras con animales de grandes fauces son las que más serenidad me transmiten, armónicas, equilibradas, bien medidas y osadas, como melodías suaves que removieran cimientos sin esfuerzo alguno, como el Claro de Luna de Beethoven -el maestro del genio bien templado-
(la mujer se abraza a la leona como una madre a su hijo recién parido, con el celo y la dulzura de una madre primeriza portadora de un alma añeja que más que suspirar respira, que más que susurrar lacera)
. Y el Ipad (tecnología que parece no amar demasiado) como arma y herramienta para crear sus mundos a base de fotomontajes hechos con recortes, con la espontaneidad y grandeza del que todo lo sabe sobre la maravilla del collage y no sólo lo domina sino que lo moldea a placer con un refinamiento exquisito.
No sé qué fue de tus caballos… no sé por qué tuviste que elegir pero no me cuesta imaginarte al galope, porque yo te imagino como en uno de tus collages, mujer al viento de frío, corazón descarnado y frente marchita, menuda y fuerte, seguida por un ejército de lobos saciados y mirada clara, arropada entre las alas de una cohorte de pájaros-ángel… de águilas reales y huesos locos… una mujer menuda con fuerza de espada que desafía al mundo desde una visión en blanco y negro.
Espero que su obra nunca deje de llenarnos, que nunca cese… aún quedan muchos espacios vacíos en el mundo, y pendientes muchos ensueños. Pues no es tarea fácil usar tanta delicadeza y mimo para reivindicar lo que por derecho propio nos pertenece.
By Mar Cantón
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