Por Roberto Rosano
Estimados lectores en esta emisión les comparto el texto de la conferencia “La ética de la labor artística” que impartí el pasado 26 de Julio en el Museo de Arte de Querétaro (maQro) en el marco de los imperdibles coloquios mensuales “Diálogos con el museo”. En estos eventos confluyen académicos, intelectuales, artistas y miembros de la comunidad cultural de nuestro estado en la búsqueda por disertar sobre temas relacionados al arte y exponer las teorizaciones al público en general; una iniciativa educativa y de investigación artística que aplaudimos enormemente y por cuya organización felicitamos al director del maQro el intelectual queretano Roberto González.
El texto es una primera intuición que se orienta a la construcción de una ética de la labor artística fundamentada en una ética de la información. Aquí el texto:
“Los artistas no trabajan con colores y formas. Creer que el material de trabajo de un artista es su cuerpo, o sus instrumentos musicales, o sus pinceles y lienzos, es equivalente a creer que el material de trabajo de un matemático o de un filósofo es el lápiz y el papel. No, el material de trabajo de un artista, o de un matemático, o de un filósofo, o de cualquiera cuyo trabajo sea Crear, son las ideas.
Los artistas trabajan con conceptos y con ideas, los artistas son creadores y re-creadores de información. Lo otro (pinceles, bastidores, sustancias químicas, etc,… en el caso del arte visual) son los instrumentos que el artista utiliza para formalizar su verdadero material de trabajo (que son las ideas), instrumentos que evidentemente no son deleznables pero que no representan la esencia misma de su labor. El artista es ante todo un creador, y crear significa hacer posible el misterio iniciático más grande de nuestro mundo: Que algo que no existía pase a existir. Crear es enunciar, es formalizar, es ampliar las dimensiones de nuestro lenguaje y por tanto de nuestro mundo, a la manera de Wittgenstein.
“La complejización de la Forma” Roberto Rosano
Entonces para hablar de una ética de la labor creadora en cualquiera de sus instancias (el arte visual, las matemáticas, la música, la teorización científica, etc…), precisamos hablar de una ética de la información, una ética de la información que vertimos en el mundo.
A través de esta perspectiva postulamos al artista como un curador informático del mundo. El artista trabaja con información: conceptos de toda clase y mitologías sociales de toda clase, y en general mucha de la información que sobrevivirá en la posteridad está en función del arte que se está haciendo actualmente. Fíjense nada más la relevancia de esto, “mucha de la información que sobrevivirá en la posteridad está en función del arte que se está haciendo actualmente”, es decir, nuestra ensoñación colectiva del futuro depende en gran medida del arte y las creaciones que se están haciendo hoy, si existe algo tal como una “ética” de la labor artística, esta debería referirse en todo caso a la parte medular de la labor creadora, la información, es decir, la ética del artista se referiría en todo caso al tipo de intervención que el artista genera sobre la información del mundo. Aquello que decide verter y recrear en su obra y por tanto exponer al mundo.
El artista está comprometido con la ética de su profesión en tanto esté comprometido también con el incremento de la complejidad informática del mundo. Esto es, con la cantidad, variedad y profundidad de las relaciones que su obra puede sostener con el Mundo como totalidad de sentido. Un artista que repite lo que otros ya han explorado en vastedad, no renueva las posibilidades discursivas del arte, un artista que solamente incorpora elementos, estilísticas, y conceptos de otros y que no se intersecciona dinámicamente con los discursos de su tiempo (por ejemplo, en la actualidad el de la ciencia, o las teorías de la complejidad, o las epistemologías del sur, por enunciar algunos ejemplos de gran relevancia teórica) no está cumpliendo un imperativo sustancial del arte, que es la posibilidad de generar sorpresa, es decir, de que su discurso artístico sea informáticamente relevante en el Mundo.
La información es definida por Gregory Bateson como una diferencia que genera una diferencia, es decir, la información implica un cambio, una actualización de las potencialidades del devenir, el arte no puede ser una repetición estéril, sino en todo caso, a la manera de Gorostiza “una repetición inédita”.
El arte nos debe llevar a lo sublime, y no solo el arte, es que cualquier cosa nos debe llevar a lo sublime, cualquier actividad nos debe llevar a los sublime. Por eso los monjes budistas no dejan de hacer el aseo de sus templos, porque incluso barriendo pueden llegar a conclusiones de alta complejidad espiritual y belleza.
El artista entonces, con su habilidad plástica, musical, corporal, teórica, etc…, y que se decanta en el arte visual, el teatro, etc) es capaz de recrear en el Otro información, es decir, recrear información en el mundo.
Debe por tanto, como imperativo ético de su labor; decidir recrear información compleja e interseccional que lo lleve no solo a generar impronta y estilística propia sino, y sobre todo, a recrear información que renueve las posibilidades discursivas de sus espectadores, y que los lleve a conclusiones de alta complejidad y belleza conceptual.
Y es que en este sentido podemos hablar de un falso artista que se pone al servicio de la moral imperante, el artista que perpetúa los valores de su sociedad, y por ende los valores que han llevado a este planeta a este nivel de destrucción ecológica, injusticia social, y muerte de la complejidad mitológica. Y también de otro falso artista que es el que se pretende la voz de los jóvenes y de la ruptura con la tradición, cuando simplemente es un reaccionario y sectarista. Por ejemplo es poco ético engañar a los jóvenes con performances mal-logrados de enorme patetismo y decirles que eso es arte. El verdadero artista es un contestatario y no un reaccionario, es decir, construye una propuesta discursiva que toma en cuenta la tradición, que la incorpora en su esencia, que no la olvida, pero que la actualiza con nuevas dimensiones estéticas y conceptuales, que es una investigación que no solo denuncia la injusticia o el dolor, sino que anuncia un nuevo devenir más justo y mejor resuelto.
El artista contestatario es un verdadero defensor de la ética, re-crea su mitología y la infunde de nueva información y perspectivas”.
Estimados lectores en esta emisión les comparto el texto de la conferencia “La ética de la labor artística” que impartí el pasado 26 de Julio en el Museo de Arte de Querétaro (maQro) en el marco de los imperdibles coloquios mensuales “Diálogos con el museo”. En estos eventos confluyen académicos, intelectuales, artistas y miembros de la comunidad cultural de nuestro estado en la búsqueda por disertar sobre temas relacionados al arte y exponer las teorizaciones al público en general; una iniciativa educativa y de investigación artística que aplaudimos enormemente y por cuya organización felicitamos al director del maQro el intelectual queretano Roberto González.
El texto es una primera intuición que se orienta a la construcción de una ética de la labor artística fundamentada en una ética de la información. Aquí el texto:
“Los artistas no trabajan con colores y formas. Creer que el material de trabajo de un artista es su cuerpo, o sus instrumentos musicales, o sus pinceles y lienzos, es equivalente a creer que el material de trabajo de un matemático o de un filósofo es el lápiz y el papel. No, el material de trabajo de un artista, o de un matemático, o de un filósofo, o de cualquiera cuyo trabajo sea Crear, son las ideas.
Los artistas trabajan con conceptos y con ideas, los artistas son creadores y re-creadores de información. Lo otro (pinceles, bastidores, sustancias químicas, etc,… en el caso del arte visual) son los instrumentos que el artista utiliza para formalizar su verdadero material de trabajo (que son las ideas), instrumentos que evidentemente no son deleznables pero que no representan la esencia misma de su labor. El artista es ante todo un creador, y crear significa hacer posible el misterio iniciático más grande de nuestro mundo: Que algo que no existía pase a existir. Crear es enunciar, es formalizar, es ampliar las dimensiones de nuestro lenguaje y por tanto de nuestro mundo, a la manera de Wittgenstein.
“La complejización de la Forma” Roberto Rosano
Entonces para hablar de una ética de la labor creadora en cualquiera de sus instancias (el arte visual, las matemáticas, la música, la teorización científica, etc…), precisamos hablar de una ética de la información, una ética de la información que vertimos en el mundo.
A través de esta perspectiva postulamos al artista como un curador informático del mundo. El artista trabaja con información: conceptos de toda clase y mitologías sociales de toda clase, y en general mucha de la información que sobrevivirá en la posteridad está en función del arte que se está haciendo actualmente. Fíjense nada más la relevancia de esto, “mucha de la información que sobrevivirá en la posteridad está en función del arte que se está haciendo actualmente”, es decir, nuestra ensoñación colectiva del futuro depende en gran medida del arte y las creaciones que se están haciendo hoy, si existe algo tal como una “ética” de la labor artística, esta debería referirse en todo caso a la parte medular de la labor creadora, la información, es decir, la ética del artista se referiría en todo caso al tipo de intervención que el artista genera sobre la información del mundo. Aquello que decide verter y recrear en su obra y por tanto exponer al mundo.
El artista está comprometido con la ética de su profesión en tanto esté comprometido también con el incremento de la complejidad informática del mundo. Esto es, con la cantidad, variedad y profundidad de las relaciones que su obra puede sostener con el Mundo como totalidad de sentido. Un artista que repite lo que otros ya han explorado en vastedad, no renueva las posibilidades discursivas del arte, un artista que solamente incorpora elementos, estilísticas, y conceptos de otros y que no se intersecciona dinámicamente con los discursos de su tiempo (por ejemplo, en la actualidad el de la ciencia, o las teorías de la complejidad, o las epistemologías del sur, por enunciar algunos ejemplos de gran relevancia teórica) no está cumpliendo un imperativo sustancial del arte, que es la posibilidad de generar sorpresa, es decir, de que su discurso artístico sea informáticamente relevante en el Mundo.
La información es definida por Gregory Bateson como una diferencia que genera una diferencia, es decir, la información implica un cambio, una actualización de las potencialidades del devenir, el arte no puede ser una repetición estéril, sino en todo caso, a la manera de Gorostiza “una repetición inédita”.
El arte nos debe llevar a lo sublime, y no solo el arte, es que cualquier cosa nos debe llevar a lo sublime, cualquier actividad nos debe llevar a los sublime. Por eso los monjes budistas no dejan de hacer el aseo de sus templos, porque incluso barriendo pueden llegar a conclusiones de alta complejidad espiritual y belleza.
El artista entonces, con su habilidad plástica, musical, corporal, teórica, etc…, y que se decanta en el arte visual, el teatro, etc) es capaz de recrear en el Otro información, es decir, recrear información en el mundo.
Debe por tanto, como imperativo ético de su labor; decidir recrear información compleja e interseccional que lo lleve no solo a generar impronta y estilística propia sino, y sobre todo, a recrear información que renueve las posibilidades discursivas de sus espectadores, y que los lleve a conclusiones de alta complejidad y belleza conceptual.
Y es que en este sentido podemos hablar de un falso artista que se pone al servicio de la moral imperante, el artista que perpetúa los valores de su sociedad, y por ende los valores que han llevado a este planeta a este nivel de destrucción ecológica, injusticia social, y muerte de la complejidad mitológica. Y también de otro falso artista que es el que se pretende la voz de los jóvenes y de la ruptura con la tradición, cuando simplemente es un reaccionario y sectarista. Por ejemplo es poco ético engañar a los jóvenes con performances mal-logrados de enorme patetismo y decirles que eso es arte. El verdadero artista es un contestatario y no un reaccionario, es decir, construye una propuesta discursiva que toma en cuenta la tradición, que la incorpora en su esencia, que no la olvida, pero que la actualiza con nuevas dimensiones estéticas y conceptuales, que es una investigación que no solo denuncia la injusticia o el dolor, sino que anuncia un nuevo devenir más justo y mejor resuelto.
El artista contestatario es un verdadero defensor de la ética, re-crea su mitología y la infunde de nueva información y perspectivas”.
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