Miguel Ángel no quería pintar la Capilla Sixtina
18 de febrero del 2018
Este domingo se cumplen 454 años de la muerte de El Divino Michelangelo Buonarroti, más conocido como Miguel Ángel. Tal vez el más famoso pintor, escultor y arquitecto del renacimiento italiano, su capacidad artística es reconocida en todos los campos del arte. La que es considerada su más grande obra, es la pintura del techo de la Capilla Sixtina.
Esa maestría con el cincel fue demostrada en su juventud. A sus apenas 21 años expuso una de las obras más representativas de su vida, La piedad. Una escultura de tremenda belleza con un acabado perfecto, que definió el estilo de Miguel y, por su temática, su relación con los papas católicos.
La vida del pintor transcurrió entre Roma y Florencia. Su familia tenía una cantera de mármol. Tras el fallecimiento de su madre, quedó al cuidado de un picapedrero. A él atribuyó, después, la gracia y el dominio del martillo y cincel a los que debía su fama.
Tan solo cinco años después de esculpir La piedad, Miguel Ángel demostró su imaginación y capacidad con un nuevo encargo. El gobernador Piero Soderini, que ya conocía el trabajo del artista, le entregó un bloque de mármol abandonado y que otros escultores rechazaban por tener un hueco en el centro. El gobernador le solicitó que hiciera lo posible con esa piedra. Se encerró con el bloque y dos años después reveló la que sería la obra cumbre de la escultura: El David.
Con su fama ya consolidada, Miguel fue llamado por el Papa Julio II para esculpir la que sería su tumba el día que abandonara el papado. Miguel se dispuso en ella desde 1505 y alcanzó a terminar dos esculturas, el Moisés y dos Esclavos que adornaban la tumba. Pero, quizá en un deseo por aplazar la muerte, Julio II le encomendó otro trabajo; pintar la Capilla Sixtina.
Miguel Ángel rechazó tal contrato porque su principal pasión era la escultura. Se fue de Roma y se trasladó a Florencia para continuar con otros trabajos sobre el mármol. Pero Julio II, furioso, lo mandó traer de vuelta a Roma so pena de ser excomulgado si se rehusaba a terminar el pedido. A pesar de las reticencias, el detalle, la cantidad de escenas y el uso de la luz y la sombra en esa pintura, convirtieron La Capilla Sixtina en la Maravilla del Renacimiento y su más grande obra.
Solo hasta 1513, casi 20 años después del fallecimiento de Julio II, logró terminar la tumba de este. Por eso la colosal escultura ha sido llamada “la tragedia de la sepultura”. Esa obra mostró la capacidad del escultor y pintor para convertir cualquier espacio en una obra de arte. Sobre su escultura, algunos de sus ayudantes decían que parecía extraer del mármol figuras que ya estaban dentro de ellos.
Sus últimos años los dedicó a la arquitectura. Uno de esos proyectos fue la Plaza del Capitolio, rediseño que encargó el papa Pablo III a Miguel Ángel para el desfile triunfal del Rey Carlos V. La magnitud que le dio el diseño a la plaza es admirado por todos los críticos. Redirigió todo el sentido de la plaza que ahora se dirige a la Basílica de San Pedro, el centro político de Roma.
También construyó la Biblioteca Laurenciana donde se evidencia el estilo del genio. La escalera de la biblioteca expresa una monumentalidad que el pequeño espacio no podría dar, sino bajo el diseño que el escultor logró. También rediseñó la Basílica de San Pedro como se conoce hoy en día, los papas le confiaban las obras del recinto. Solo pudo diseñarla porque la remodelación se hizo 24 años después de su muerte pero acorde a sus designios. La cúpula de esa estructura, se considera hoy su mayor obra arquitectónica.
Tras trabajar en esos últimos diseños de la basílica, Murió en Roma el 18 de febrero de 1564, antes de ver terminada su labor. Su sepultura fue diseñada por el escultor Giorgio Vasari y se encuentra en la sacristía de la iglesia de Santa Croce en Florencia, lugar donde pidió ser sepultado.
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