‘Going away closer’ estará en exposición hasta el próximo 28 de abril
LA HABANA.- Algunos especialistas opinan que la cultura es un manto universal, cuyos hilos conectan realidades que a simple vista parecen diametralmente opuestas. La exposición Going away closer que por estos días transcurre en el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, retoma tal premisa, conjugando las diversas visiones que acerca de la distancia, el tiempo, la vida, la muerte y las remembranzas, poseen dos países tan diferentes como Cuba y Japón.
Por primera vez una muestra de arte japonés contemporáneo se exhibe en territorio cubano, enmarcada en las celebraciones por el aniversario 120 de la migración japonesa a la Isla. Anteriormente, la presencia de esta importante producción se había limitado, de forma aislada e individual, a las bienales de La Habana.
Going away closer cuenta con obras de siete artistas japoneses y cuatro cubanos (Glenda Léon, Reynier Leyva Novo, Leandro Feal y José Manuel Mesías), que proponen un acercamiento entre las culturas de dos países cuyas condiciones sociales, climatológicas, económicas y tecnológicas son muy contrastantes.
Para los japoneses, cada obstáculo que impide el contacto online en y desde Cuba, es una circunstancia propicia para regresar a los métodos tradicionales de comunicación. La posibilidad de ver, sentir y escuchar in situ, aporta una experiencia real que rompe el estado ficcional de proximidad generado por las nuevas plataformas de interacción en la era digital.
El realismo cubano es dulceamargo y enrevesado, incómodo a veces para el extranjero. Siendo amantes de la perfección, los japoneses no perdieron oportunidad de adaptar su visión al primitivismo de un país en el que cada resultado positivo reviste un sacrificio enorme.
En el conjunto de obras expuestas se aprecia el diálogo entre similitudes geográficas e históricas, como el hecho de ser dos islas con su propia historia de amor-odio hacia Estados Unidos. Pero también se observa el choque entre el tiempo psicológico de Cuba y el avance contrarreloj de un país que en menos de cien años ha sobrevivido a una sangrienta guerra mundial, dos ataques atómicos e incontables desastres naturales, para convertirse en un paradigma de desarrollo, al borde de la ciencia ficción.
Al interior de esa abismal diferencia se procura también un conocimiento mutuo, en el cual subyacen preocupaciones universales: desde traumas postcoloniales hasta la sensación individual de extrañamiento e intolerancia hacia las vidas de los otros. Poéticas singulares, en algunos casos expresadas con los materiales y recursos disponibles en Cuba, revelan los imaginarios y obsesiones de cada artista.
La obra de Takahiro Iwasaki, natural de Hiroshima, refleja su pasión por lo artesanal y su preocupación por el desarrollo nuclear, capaz de cambiar la fisonomía del planeta en un instante. Fuera del desorden (Uni-formes) es un amasijo de ropas que recrea el mapa de Cuba. Al centro, grúas y torres meticulosamente fabricadas con hilos señalan la ubicación de la planta termonuclear de Cienfuegos, un peligro -¿conjurado?- que, de forma inesperada, hace eco a una inquietud personal relacionada con el trágico legado de Hiroshima.
Natsunosuke Mise combina técnicas de la pintura Nihonga con elementos del pop art y el collage para realizar lo que parecen mapas a gran escala. Las piezas Intercambiabilidad y Pintura de Japón -el pequeño universo de la vasija- constituyen una especie de soporte de compatibilidad donde símbolos de otras latitudes, en este caso la bandera cubana, se yuxtaponen a motivos de la cultura japonesa.
Quizás la obra más impresionante, por su narrativa y composición, es Los no bienvenidos de Tadasu Takamine. La instalación de fibra de plástico azul ocupa una sala completa y fue inspirada por un extraño suceso, en el cual dos botes con cuatro cadáveres encallaron a pocos pasos del estudio del artista. Largo tiempo estuvo Takamine preguntándose qué tipo de vida hubo en aquellos botes, y de qué forma habrían muerto aquellas personas. Con Los no bienvenidos el artista busca contagiar al espectador de esas mismas dudas, inducirlos a meditar sobre el ciclo de la vida y la peligrosa proximidad de la muerte que no acontece de modo natural.
Por la parte cubana, José Manuel Mesías aporta una producción interesante con su serie Cosas que se parecen; una indagación sistemática en objetos que podrían considerarse definidos en su forma y utilidad, pero en las manos del artista adquieren otras connotaciones. Mesías produce un tipo de arte que oscila entre lo popular y lo académico, sin empecinamientos estilísticos. Es un planteamiento estético muy ingenioso que emerge de la observación, juega con las formas, los espacios y la metamorfosis natural o artificial de la materia.
Going away closer, que permanecerá hasta el 28 de abril en el Centro de Arte Contemporáneo, marca el término de un proyecto cuya concreción se vio, más de una vez, amenazada. El proceso mismo de organizar y montar la exposición fue tan difícil como establecer conexiones entre dos culturas que se asocian más por contraste que por analogía.
Tendidos los puentes -del todo o a medias-, once artistas japoneses y cubanos han hecho posible un diálogo que resalta por la variedad de conceptos, técnicas y recursos artísticos desplegados.
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