Generalmente las galerías de arte online se basan en artistas emergentes y dirigen a un nicho joven. FOTOARCHIVO
Hace un mes y medio fue lanzada Iris, la primera galería de arte en línea de Medellín. Entre sus artistas figuran Hugo Zapata, Julio Parra, Jorge Gómez y el Colectivo Deúniti. No tienen sede ni oficinas. Tampoco puertas ni ventanas. A través de su sitio web se puede ver cada obra, sus características y añadir artículos a un carrito de compras, igual a una tienda.
Como Iris, desde hace algunos años han surgido en el país negocios para la comercialización de obras en línea que han cambiado la forma como las personas acceden a estos productos.
Según un estudio publicado en 2016 por la firma especializada Invaluable, casi una cuarta parte de los compradores de arte (22.7 %) encuentran nuevas piezas a través de internet y redes sociales. Este segmento se encuentra por encima de los museos (20 %) y galerías (15.9 %) como la principal fuente de adquisiciones.
En Colombia
Este nicho en el país es relativamente incipiente. En 2015 nació Artrade, “la sin muros más grande del país”, que hoy cuenta con 150 autores y más de 800 piezas –espera tener a finales de este año 300 artistas entre su catálogo–. Su tamaño es minúsculo al lado de pesos pesados como la inglesa Saatchi, que tiene más de 500.000 artistas en sus colecciones.
Igualmente, hace diez meses nació La Galería OnLine –que venía del formato físico y luego hizo la transición al digital–, un negocio al que, de acuerdo con sus coordinadores, hay que llegarle con paciencia. “Está comenzando, tiene su público, pero obviamente es más lento que las tradicionales”, comenta Francisca Miramón, gerente y curadora de esta iniciativa.
No obstante, Miramón anota que no son solo las condiciones de demanda. Uno de los inconvenientes para llegar a nuevos compradores es que hay desconfianza en estos canales digitales: “La gente no está acostumbrada a comprar un cuadro sin verlo, así como tampoco está habituada a adquirir ropa sin medírsela. Pero ahora sí, lo que deja una puerta abierta”.
Como cualquier otro emprendimiento no es una tarea fácil pero La Galería OnLine está dispuesta a abrir nuevos mercados.
Caso similar le ocurrió a Juliana Duque, gerente de Iris. Aunque lo ve con buenos ojos. Con un mes y medio de tener el sitio web abierto ha vendido siete obras. Para ella las dificultades que tiene la gente al hacer transacciones en línea (ver recuadro ‘claves’) todavía es un tema cultural.
En ese intermedio se encuentran los milenialls, mucho más adaptados a un sistema de pago que esquiva el uso de efectivo y que no requiere la presencialidad para la adquisición de la obra de arte.
Modelos de mercado
Al igual que los tradicionales, los digitales trabajan por comisión de venta. En esto no se diferencian. La sucesión común parte de un artista que crea la obra, seguido por el intermediario –sea tienda o marchante– y, finalmente, un comprador. La virtualidad, sin embargo, abre otras posibilidades.
En Europa hay un modelo que está revolucionando este campo. Se trata de Artstaq, una startup con sede en Londres y Praga que ofrece un mercado en línea que funciona como una especie de bolsa de arte. El sistema permite a las personas conseguir obras en el sitio, dejarlas en depósito y luego volverlas a vender como si fueran acciones o activos. En este sentido es una plataforma internacional que asesora al comprador en términos de inversión. “Le genera al cliente un nuevo valor en la reventa y hace que circule”, comenta John Jairo Carvajal, artista plástico antioqueño que ha sido representado por Artstaq.
La compañía quiere convertir el negocio del arte en un mercado de valores. Lo hace a partir de recolección de grandes cantidades de datos (en procesamiento básico se conoce como big data). Una pintura o escultura puede contener datos como próximas exposiciones, recepción de la crítica, información actualizada del mercado y valoraciones de curadores o expertos.
A través de un algoritmo interpretan la información y producen un número simple al que llaman Art Quotient, que refleja la expresión de calidad, el crecimiento futuro y la integridad del artista.
“Piense en ello como una calificación Imdb, el portal de películas, de 0 a 10. Cuanto mayor sea el número, menor será el riesgo que asuma con su inversión”, explicó a finales de 2017 al portal Artnews Petr Václavek, jefe de comunicaciones de Artstaq.
Para otras personas
Desde Iris hasta compañías como Artstaq, la tendencia en estos modelos apunta hacia el mismo propósito: el mercado emergente. Tanto artistas nuevos como compradores jóvenes son el principal interés para las empresas que le apuntan a este nicho.
“A una exposición siempre vamos los mismos. Se requiere crear nuevos públicos”, comenta Carlos Edwin Rendón, curador de Iris, al referirse a esos potenciales usuarios culturales.
Es la razón por la que galeristas como Liliana Hernández (ver recuadro) ven con distancia el modelo en línea: puede ser una oportunidad –o no– según el cliente o el tipo de artista. En su caso, las cuentas (artistas) que maneja no se adaptan a este modelo.
“Un artista de carrera seria debe cuidarse y ser responsable de los escenarios y plataformas donde circula y promociona a sus artistas”, comenta. Bajo este no caben grandes firmas de arte colombianas como Fernando Botero o Doris Salcedo, dice ella.
Riesgos
Nydia Gutiérrez, curadora del Museo de Antioquia, cree que estos nuevos formatos que reemplazan a las galerías plantean preguntas sobre la calidad y veracidad de la obra: “Uno esperaría que las galerías digitales contengan piezas cuya materialidad y simbolismo sea verdadero”.
De hecho, existen sitios web, como Artelista, que funcionan más como un sistema de membresías a un modelo curatorial o de galerías: “Son plataformas para la comercialización de arte al que accede quien pueda pagar una anualidad”, comenta Carvajal, que ha probado con estos sistemas.
Para él este esquema no es de mayor relevancia. No se nutre ni el artista ni el cliente. Y el comercio en línea tiene que ofrecer más oportunidades que impedimentos. De todas maneras, esto apenas está empezando
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