Vista parcial de uno de los espacios dedicados a la obra de Lucio Fontana.
Intercambio productivo
Museos de Arte Moderno de Frankfurt y Buenos Aires
La exposición Historia de dos mundos busca incidir en los discursos dominantes de la historia del arte marcando las particularidades, sincronías y aportes del arte latinoamericano al arte global.
El Museo de Arte Moderno de Buenos fue reinaugurado a toda orquesta, de modo que su necesaria y esperada ampliación es aprovechada al máximo por una gran exposición que ocupa la totalidad de las salas.
Se trata de Historia de dos mundos, una exhibición conjunta entre el Museo de Arte Moderno de Frankurt (MMK) y el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.
La muestra, que incluye quinientas obras realizadas por un centenar de artistas, grupos y colectivos (ver listado aparte) que abarcan medio siglo entre las décadas de los años cuarenta y los ochenta del siglo veinte, lleva el subtítulo, “Arte experimental latinoamericano en diálogo con la colección del MMK” y cuenta con la curaduría de Klaus Görner (curador del MMK), Victoria Noorthoorn (directora del Mamba) y Javier Villa (curador del Mamba).
Historia de dos mundos pasó primero por el museo alemán, donde estuvo exhibida entre fines de noviembre del año pasado y comienzos de abril de este año y, desde mediados de julio se está presentando en el museo porteño hasta el 14 de octubre.
Se trata de un inteligente e interesante intercambio que supone un gesto fuerte de política cultural, intercambio artístico, de ideas, investigaciones, obras y bibliografía, a través de los cuales se busca incidir, contaminar, entrecruzar y penetrar los discursos dominantes de la historia del arte del primer mundo, dándole un lugar muy importante a la perspectiva del arte argentino y latinoamericano. Tal contribución fue promovida con generosidad y lucidez por iniciativa oficial de la Kulturstiftung des Bundes [Fundación Federal de Cultura de Alemania] a través del programa “Museum Global”, que busca, como dice Hortensia Völckers –su directora artística–, “invertir la mirada histórica, de descubrir arte más allá del canon occidental establecido y repensar las colecciones modernas de cara a una historia del arte global”.
Por lo tanto aquí a través de 16 capítulos repartidos en las cuatro plantas del Museo, se proponen relaciones nuevas o poco transitadas, coincidencias e interacciones, así como el reconocimientos de intercambios, sincronías y aportes fundamentales del arte argentino y latinoamericano al arte europeo y norteamericano.
Los procesos y resultados de esta exposición ayudan a combatir la neutralización, desconocimiento y el ninguneo al que generalmente (salvo excepciones) se relega el arte de estas pampas y de nuestra región en el contexto de la historia del arte moderno y contemporáneo de Occidente. Tanto cuestiones sobre los caminos que tomó y cómo fue el desarrollo y formalización de aspectos políticos y conceptuales sino también en relación con los concretistas y en los aportes de las vanguardias geométricas y neofigurativas, entre otras particularidades.
El intertexto con el que trabaja el título de la exhibición es la célebre novela de Dickens Historia de dos ciudades, publicada como folletín por el autor a mediados del siglo XIX, y cuya ficción tiene lugar entre Londres y París, casi como configuraciones antagónicas, porque simbolizan el cosmos y caos de una Europa cuyo núcleo incandescente es la inminencia de la Revolución Francesa.
El elocuente y muy transitado comienzo de la novela es explícitamente citado en los inicios del catálogo de la exposición:
“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la estupidez; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Lo teníamos todo por delante y nada frente a nosotros; marchábamos directo al cielo y avanzábamos en sentido opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, sólo es aceptable la comparación en grado superlativo”. El parecido de fines del siglo XVIII (el proceso de la Revolución Francesa) con mediados del XIX (el momento de la escritura del libro) al que alude el final de la cita, también sería aplicable al aquí y ahora de estas pampas, pero sólo por el componente negativo de la enumeración.
Historia de dos mundos es una muestra muy extensa ya abarcadora en sus detalles, pero pueden tomarse algunos núcleos y ejes para dar una idea. Y estos núcleos y ejes están marcados por artistas/faro cuyas obras resultan cruciales en la construcción del guión de la muestra.
Uno de esos primeros núcleos es la obra Marcel Duchamp Boite en valise, que integra la colección del MMK y estuvo en la muestra de Frankfurt, pero que no forma parte de la presente exposición. Duchamp, a contrapelo de los viajes de los artistas durante las primeras décadas del siglo XX, que solían ser hacia Europa, en su caso, tuvo sentido inverso, dado que Duchamp viajó hacia América. Entre sus viajes a Nueva York a comienzos del siglo XX, el artista francés pasó varios meses en Buenos Aires entre 1918 y 1919. Y casi dos décadas después, en los años previos a la Segunda Guerra, comenzó a pensar en la circunstancia del artista viajero con obras como Boite en valise, pieza que, según expresan los responsables de la muestra, “La versión de ese museo personal incluida en la colección MMK, que contiene sesenta y ocho reproducciones de sus obras, es uno de los puntos de partida del discurso sobre el que se articula Historia de dos mundos”.
Otro de los artistas que fueron a contrapelo del momento fue el argentino Lucio Fontana (1899-1968), de quien se exhiben varias obras muy importantes y que, como se dice en el texto curatorial, “la obra del artista argentino Lucio Fontana abre el primer eje de la exposición, proporcionando una primera metáfora que permite conceptualizar los diálogos cada vez más complejos entre los continentes”. Porque Fontana pasó parte de su infancia y comenzó su carrera en Europa (1928 a 1940), antes de volver a la Argentina, desde 1940 hasta 1947, donde tomó contacto con los artistas concretos y publicó el Manifiesto blanco –en respuesta Tomás Maldonado–, en el que dice: “La materia, el color y el sonido en movimiento son los fenómenos cuyo desarrollo simultáneo integra el nuevo arte”. Apenas regresado a Europa, Fontana publica el primer manifiesto espacialista, tras lo cual avanzó en su investigación de los principios fundamentales del surgimiento del arte contemporáneo internacional en sus obras relacionadas con el espacialismo.
El segundo eje se relaciona con las pinturas monocromáticas de Yves Klein (Francia, 1928-1962), Piero Manzoni (Italia, 1933-1963) y Alberto Greco (Argentina, 1931-1965), que luego de haber extremado sus ideas y prácticas sobre la pintura, transformaron sus experimentaciones en arte vivo. En el caso de Greco, la materialidad de sus monocromos incorporaron elementos industriales, como la pintura asfáltica, el azar climático y los fluidos del cuerpo, como la orina.
Un tercer eje se mueve en torno al aquí y ahora del artista, su contexto y temporalidad, como sucede en la sala donde los cuadros tematizan la fecha en la obra del artista japonés On Kawara (1932-2014), que se muestra junto con la del argentino Edgardo Antonio Vigo (1928-1997), que en sus biopsias registró e intervino manualmente las ideas, imágenes o proyectos que desarrolló entre mediados de los años cincuenta hasta el año de su muerte.
* En Museo de Arte Moderno, San Juan 350, hasta el 14 de octubre.
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