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martes, 6 de abril de 2021

Picasso y el robo más portentoso de la historia del arte


Busto femenino, uno de los dos robados en el Louvre en 1907 y que ahora vuelven a España para formar parte de una exposición en el Centro Botín 

 LOUVRE / SYLVIE CHAN-LIAT


EL RETORNO DE LAS ‘CABEZAS ROBADAS’

El Centro Botín expondrá los bustos sustraídos del Louvre que Picasso ocultó en un armario y en los que se inspiró en su transición hacia el cubismo




 A veces, el arte tiene delito. El origen del cubismo y la consiguiente transformación de la pintura y la escultura tienen detrás uno de los robos más rocambolescos de la historia del arte, con Pablo Picasso como protagonista y gran beneficiario, aunque para satisfacción de todos los amantes de su obra. El episodio data de hace más de un siglo. Se trata del hurto de dos bustos ibéricos en el Museo del Louvre, en marzo de 1907, a manos del estafador belga Honoré Joseph Géry Pieret, secretario del gran amigo de Picasso que fue el poeta de origen polaco Guillaume Apollinaire. Las cabezas, una masculina y otra femenina, las compró el genio malagueño a Géry Pieret por 50 francos y las escondió en el armario donde solía guardar los calcetines. El pintor ya las había echado el ojo entre 1904 y 1906, y él mismo apuntaría que, junto con otras muestras de arte antiguo y lejano, dichas estatuillas fueron su inspiración para Las señoritas de Avignon y otras obras que anticiparon su inmersión en el cubismo. Ahora, las dos cabezas robadas del Louvre regresan a España para formar parte de una ambiciosa exposición del Centro Botín de Santander sobre la fuerte influencia del arte íbero en la obra de Picasso.

El pastel se descubrió en agosto de 1911, a raíz del robo de La Gioconda en el entonces mal protegido museo parisino. Apenas una semana después de la desaparición de la obra de Leonardo da Vinci, el aventurero y caradura secretario de Apollinaire recurrió a la prensa para aclarar que él no había robado La Mona Lisa ... pero también para presumir de que sí que había sustraído otros objetos del Louvre.

El secretario de Apollinaire escondía las estatuas bajo el abrigo, y tuvo el cuajo de pararse ante uno de los guardas para preguntarle dónde quedaba la salida más próxima.

Así, el 29 del mismo mes de agosto –8 días después del robo de La Gioconda –, el Paris-Journal publicó a todo trapo una fotografía de un busto íbero femenino junto a una información titulada: “Un ladrón nos trae una obra robada del Lou-vre”. La pieza había salido del museo poco después de La Mona Lisa y el diario también publicaba una carta en la que Géry Pieret, bajo un pseudónimo que no tardaría en revelarse falso, se jactaba no sólo de ser el autor de ese hurto sino de otros dos muy anteriores de otras dos cabezas íberas depositadas en la misma institución (una de mujer y otra de hombre). En aquellos casos precedentes –en sendos días consecutivos de marzo de 1907– el tipo había escondido las estatuas bajo el abrigo. Y en uno de los trayectos hasta el exterior del edificio tuvo el cuajo de pararse ante uno de los guardas para preguntarle dónde quedaba la salida más próxima.

Autorretrato, 1906, de Pablo Picasso, una de las piezas estrellas que mostrará en mayo el Centro Botín de Santander

Autorretrato, 1906, de Pablo Picasso, una de las piezas estrella que mostrará en mayo el Centro Botín de Santander 

 MUSÉE NATIONAL PICASSO-PARIS / MATHIEU RABEAU

El asistente de Apollinaire disfrutaba tanto burlando la deficiente seguridad del Louvre, y tal era su confianza al robar allí, que una vez le dijo a su novia, Marie Laurencin; “ Marie, me voy al Louvre esta tarde. ¿Quieres que te traiga algo de allí?

Sobre aquellos dos bustos a los que había echado mano cuatro años antes, Géry Pieret explicó al periódico que los había vendido a unos amigos de París, de los que uno (Picasso) era artista. Lo relató así: “El pintor me dio algo de dinero, cincuenta francos que perdí esa misma noche jugando al billar, ‘Qué importa’, me dije: aún queda todo el arte fenicio. Al día siguiente me llevé una cabeza masculina de enormes orejas, un detalle que me sedujo”. Hay que precisar que Picasso se negó a comprar esa segunda estatua, pero el belga se la regaló y él la recibió encantado.

Pero volvamos a 1911. Al leer horrorizado la confesión de su colaborador, Apollinaire alertó a Picasso, quien obviamente se puso de los nervios y regresó a París desde Céret. Los amigos planearon arrojar al Sena aquellas dos cabezas robadas en 1907, pero cambiaron de opinión. Y el 5 de septiembre de 1911, el propio Apollinaire acudió al Paris-Journal y dejó allí las dos esculturas.

Busto masculino robado en el Louvre en 1907

Busto masculino robado en el Louvre en 1907 

 LOUVRE / SYLVIE CHAN-LIAT

El pintor quedó libre de cargos por el hurto de las dos estatuas que le inspiraron en su tránsito al cubismo

Al día siguiente, el diario publicó el correspondiente artículo, con fotos de ambas piezas, junto con la siguiente explicación del “honorable señor” que las había entregado de manera anónima: “Uno no pensaba que unos objetos así, sin refinar, podrían formar parte de la colección del Louvre”. Y el precio, reconoció, era muy tentador.

La policía ató cabos sin problema y de inmediato detuvo al poeta, que trató de proteger a su amigo. Picasso, por su parte, negó conocer a Apollinaire pese a la estrecha amistad que les unía. El pintor quedó libre, y Apollinaire permaneció seis días en prisión. Hasta que Géry Piéret se dirigió al juez para que liberase a su patrón alegando que ignoraba la procedencia de las estatuas.

El oscuro paradero de las dos cabezas entre los años 1907 y 1911 se conoció 22 años después, al publicarse las memorias de la que en aquel período había sido la amante de Picasso, Fernande Olivier. Según ella, resultaba muy llamativo que el artista escondiera aquellas dos estatuillas de piedra en un armario ropero cuando todo el resto de esculturas en su poder se desplegaban a la vista por todo su taller.

Para el experto Noah Charneu está “fuera de toda duda” que Picasso sabía que las estatuas que compró habían sido robadas del Louvre e incluso que “él mismo las seleccionó”

Para el presidente de la Asociación para la Investigación de Crímenes contra el Arte y profesor de la Universidad Americana de Roma, Noah Charneu, está “fuera de toda duda” no sólo que Picasso sabía que las estatuas que compró habían sido robadas del Louvre sino también que “él mismo las seleccionó” para que fueran ésas precisamente las que le llevaran.

La comisaria de la exposición que el Centro Botín abrirá el 1 de mayo bajo el título Picasso íbero , prefiere subrayar el hecho de que el pintor quedó libre de cargos respecto al robo aunque “algo supiera”. Y coincide con el comisario asociado de la muestra y director del Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria, Ricardo Ontañón, en que, al margen del morbo del robo y de los detalles sobre los fallos del Louvre o de las interioridades del mundillo artístico del momento, lo importante es cómo el suceso pone de manifiesto “la conmoción que para Picasso supuso el descubrimiento de este arte arcaico procedente de tierras españolas”. Un arte con el que estableció un profundo vínculo que resulta perceptible no sólo en las obras tendentes al cubismo del periodo 1906-1908 sino a lo largo de toda su trayectoria. Y es dicho vínculo el que ahora se demuestra y se ilustra y demuestra en la que puede considerarse una de las exposiciones más interesantes de la temporada, con 215 piezas de las que la mitad son de Picasso y la otra mitad, exponentes del arte íbero y aledaños.

'Las señorita de Avignon' (1907), de Picasso

'Las señoritas de Avignon' (1907), de Picasso

 PABLO PICASSO

Poco después de adquirir las cabezas robadas, el pintor creó un estudio escultórico de una pequeña cabeza en piedra, y modeló en arcilla y talló en madera varios rostros esquemáticos que reflejan la influencia más directa e inmediata del arte íbero en su producción: una influencia que ya antes había empezado a plasmar en sus pinturas y dibujos del verano de 1906 en Gósol (Lleida), cuando acababa de asistir a la exposición de las estatuas íberas organizada entonces por el Louvre. A esa época corresponde el Autorretrato que los expertos asocian a las cabezas, cuadro algo anterior a su magna obra Las señoritas de Avignon (1907), de la que él mismo diría en 1960, en una entrevista por cierto no muy elegante para con el fallecido Apollinaire: “¿Recuerda aquel episodio en el que me vi envuelto, cuando Apollinaire robó algunas estatuas del Louvre? Eran estatuillas ibéricas... Bueno, si mira las orejas de Las señoritas de Avignon reconocerá las de esas esculturas”.

La muestra incluye 215 piezas, mitad de Picasso y mitad de artistas de los siglos VI a III a. de C. que tanto le influyeron

Las dos cabezas ibéricas que Picasso ocultó junto a sus calcetines se hallaron en la segunda mitad del XIX en el Cerro de los Ángeles, Albacete, junto con cientos de esculturas de importancia para el conocimiento del arte y la historia de los íberos. Al igual que gran parte de las piezas de ése y otros yacimientos, entre ellas La Dama de Elche, las estatuas se vendieron o malvendieron a comisionados del Gobierno francés ( Arthur Engel y Pierre Paris, sobre todo) que las depositaron en el Louvre. En 1941, Franco pactó con el mariscal Petain un intercambio de arte que implicó el retorno de decenas de aquellas esculturas, incluida La Dama de Elche. Pero los bustos de lo que hablamos no retornaron. En España, éstos sólo volvieron a verse en una exposición sobre los íberos celebrada en 1998 en el Centro Cultural La Caixa de Barcelona. Y ahora, del 1 de mayo al 12 de septiembre en el Botín de Santander. Otras piezas del museo parisino y otras instituciones, así como de los herederos de Picasso, se exhibirán en público por vez primera, dijo a La Vanguardia la comisaria.

El Museo Nacional Picasso-Paris, el Centro Pompidou, la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso para el Arte, el Museo della Civiltà Romana y el Arqueológico Nacional, entre los prestadores de las 215 obras

El Museo Nacional Picasso-Paris, el Centro Pompidou, la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso para el Arte, el Museo della Civiltà Romana, el Arqueológico Nacion l, el Picasso de Málaga, el Thyssen, el Reina Sofía y la Fundación Juan March, así como los museos de Jaén, Albacete, Elche, Valencia, Córdoba, Teruel, Alcudia, Alcoy, Alicante o Carmona han prestado otras de las obras que hacen posible la muestra.

Fuente

https://www.lavanguardia.com


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