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viernes, 2 de abril de 2021

Un arte mexicano: EL MURALISMO

 

Escrito por Cristina Díaz @crisdiaz48

Desde la visión de la SERPIENTE NARANJA, nos vamos de viaje a México, todo este escrito tiene una razón básica… recordar el muralismo.  Y no el muralismo en general, uno muy especial, EL MURALISMO MEXICANO. Hoy llevemos nuestros deseos artísticos al movimiento pictórico que tuvo su origen justo después de la Revolución Mexicana de 1910 y que adquirió una importancia realmente trascendente.

Diego Rivera, fragmento de Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central

Iniciemos recordando éste es uno de los movimientos pictóricos en América Latina que durante el siglo XX se comprometió a romper la estética europeizante y a legitimar la estética latinoamericana.  Estos artistas pertenecieron a un movimiento en busca de una “autenticidad”.

El origen y conformación del movimiento tiene lugar en la década de los años 20, la cual coincide con el fin de la Primera Guerra Mundial y el período de la Gran Depresión. Desde aquel momento inicio la popularidad e importancia. Aún hoy, permanece viva la llama del muralismo mexicano. Los intelectuales que pertenecieron a este movimiento buscaban reivindicar a Latinoamérica, y particularmente a México, en dos sentidos: uno estético y otro sociopolítico. Para entender al muralismo mexicano es necesario leerlo como:

  • ARTE comprometido: El muralismo mexicano fue un movimiento artístico políticamente comprometido con la transformación social. El muralismo pretende acercar al pueblo a la historia y además crear consciencia social sobre la desigualdad. Esto se debe a dos factores: primero, Revolución Mexicana de 1910 y, segundo, a la influencia de las ideas marxistas. La dictadura de Porfirio Díaz llegó a su fin tras la Revolución Mexicana, promovida por Francisco “Pancho” Villa y Emiliano Zapata, entre otros. Eso supuso un nuevo ambiente de expectativas sociales que reclamaba por el reconocimiento de los derechos de los sectores populares, en nombre de un renovado nacionalismo.
Por José Clemente Orozco (1883 – 1949), fragmento mayor del mural “Omnisciencia”, 1925, ubicado en la “Casa de los Azulejos”, calle Francisco I. Madero esquina Callejón de la Condesa, Centro Histórico, Ciudad de México.

Para los artistas influidos por las ideas marxistas, el arte era un reflejo de la sociedad, fue indispensable ser la expresión del compromiso con la causa de las clases oprimidas (obreros y campesinos). Así, el arte se convertía en un instrumento al servicio de los ideales de revolución y reivindicación social en el marco de la lucha de clases. Podemos decir, que la historia de México despertaba en los muralistas la necesidad de buscar la identidad nacional, el marxismo los inspiró a entender el arte como un recurso para la propaganda ideológica y la visibilización de la lucha de clases. Tal fue su compromiso que los muralistas crearon el Sindicato Revolucionario de Obreros Técnicos y Plásticos y un órgano de divulgación del sindicato, llamado El Machete, que acabaría por ser la revista del Partido Comunista Mexicano.

  • Reivindicación desde el arte: Iniciando el siglo XX las tendencias del arte se dictaban desde París y los mejores artistas del mundo iban a estudiar allá, incluidos los latinoamericanos. Pero desde el siglo XIX habían cambiado las condiciones de producción del arte, y los grandes mecenas desaparecieron, disminuyendo los encargos de obras murales públicas. La mayor parte de los artistas debieron refugiarse en el lienzo, más fácil de comercializar. Fue así como la pintura comenzó a perder influencia en los asuntos públicos. El ambiente cada vez más libre de la primera ola de vanguardias y el peso de las ideas políticas revolucionarias fueron caldo de cultivo para que los artistas mexicanos iniciaran una revuelta artística en el seno de su sociedad.
Fragmento de La Marcha de la Humanidad’ de David Alfaro Siqueiros.

En México en 1913 cuando Alfredo Ramos Martínez fue nombrado director de la Escuela de Nacional de Artes Plásticas decidió superar los cánones europeos en el arte mexicano. Cuando en 1921 José Vasconcelos, autor del libro La raza cósmica, fue nombrado secretario de Educación Pública, puso a disposición de los artistas los espacios murales de los edificios públicos para transmitir un mensaje revolucionario a la población. Así, Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros serían los primeros.  Ese arte tenía que ser público, para el pueblo y por el pueblo. Por ende, el soporte ideal sería el muro, el único soporte artístico realmente “democrático”, realmente público.

  • Busca de la identidad nacional: Los muralistas mexicanos consideraban al academicismo artístico algo “burgués”. Este academicismo se empeñaba en una mirada eurocéntrica de escenas religiosas, mitológicas o históricas, así como retratos y paisajes. Estos convencionalismos desataron el ímpetu creativo de los artistas que impulsaron las vanguardias. Las vanguardias abrieron el camino a la libertad artística al reivindicar la importancia del lenguaje plástico sobre el contenido. Los muralistas se dejaron impregnar por esas formas y esa libertad, pero no pudieron renunciar al contenido trascendente, solo que añadieron un enfoque que apenas había sido abordado en el realismo social: la lucha de clases.
  • No es coleccionable: El muro es permanente y las instalaciones son efímeras. Y esa diferencia subraya el objetivo logrado de los muralistas: devolver a la pintura su carácter público. El muro como soporte del arte, así como las instalaciones artísticas son un problema para el mercado. Este tipo de obras no puede mercantilizarse porque no son “coleccionables”. El hecho de que el muro haya sido el soporte del muralismo mexicano permite que el patrimonio desarrollado no pueda ser retirado de su función social. Independientemente de que algunos de estos murales hayan sido hechos al interior de edificios públicos, estos siguen siendo parte del patrimonio público, y aquellos que sí están en espacios abiertos o de uso cotidiano, como las escuelas o universidades, entre otros, siguen al alcance de quienes frecuentan dichos lugares.

Un movimiento polémico: Es un arte de marcado talante político, el muralismo mexicano ha generado mucha polémica. Una de ellas tendría que ver con la verdadera eficacia del muro como soporte público. En efecto, para algunos críticos era una inconsistencia que estos muros estuvieran en edificios públicos donde los campesinos no llegaban.  Sin embargo, este tipo de estéticas fundadas en la búsqueda de la “identidad latinoamericana” han sido utilizadas por el mundo occidental como estereotipos. Más allá de los contenidos representados y la polémica que estos desatan, está fuera de toda duda que el muralismo mexicano fue capaz de crear una estética con autoridad propia, valiosa en sí misma.


Fuente

http://www.expresionnaranja.com

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